Ezra Pound y la Usura

Pound

Por haber defendido Dante una posición parecida y por haber atacado la usura como procedimiento heterodoxo en marco de la Iglesia de su tiempo, perdió su patria, fue condenado a muerte y tuvo que pasar el resto de su vida lejos de los suyos. Lo mismo le sucedió a Pound…
Lo que podríamos llamar «el plan vital» en la poesía de Ezra Pound sólo admite una comparación, lejana en el tiempo, pero siempre valedera: la de Dante. La obra de Dante no es sólo la Di­vina Comedia, sino también el De Monarchia, obra en prosa que contiene el proyecto de una sociedad basada en el im­perio. Hay una trascendencia que el hom­bre ha de conquistar pasando por las prue­bas del Infierno, del conocimiento en pro­fundidad, inferior; superando las purificaciones del Purgatorio con el fin de poder encontrar, con la ayuda del amor considerado como máxima posibi­lidad de sabiduría, los últimos círculos del Paraíso. La vida sería, pues, un viaje, tal como la han concebido los románticos, pero también Rilke y Joyce. Son los Can­tos písanos, en este sentido, la obra de Pound que nos acerca a la Divina Come­dia. Sin embargo, existe en toda la poe­sía de Pound, como en su prosa —y, del mismo modo, en su vida— un afán mun­dano de perfección que completa al metafísico. El hombre ha de perfeccionarse no sólo en cuanto a entidad trascenden­tal y espiritual, sino en cuanto enfrenta­miento pasajero con la vida mortal. La perfección de la primera depende de la heroicidad del segundo. El hermano sol reposa en el lomo del hermano asno.

Una rebelión contra el mundo moderno

Security_cages_where_Ezra_Pound_was_held,_Pisa,_Italy,_1945
Carcel de Pound

Lo peor para Dante, el enemigo al que combatió a lo largo de toda su vida de exiliado, fue la consciente confusión entre el poder terrenal y el espiritual. El Papa tenía que ocuparse de la salud y sal­vación de las almas; el Emperador del mundo visible, sin perder nunca de vista el afán último, ni el Pontífice el bregar cotidiano. El hombre es una combinación de antagonismos complementarios en cu­ya compleja constitución psicosomática existe como un afán de armonía final vin­culada de manera permanente al concepto coincidentia oppositorum. El enfren­tamiento político que caracterizó y mar­có la existencia de Dante, típico de una persona capaz de vivir la misma esencia en su trayectoria vital, como en su obra, es lo que dio a Ezra Pound un matiz trá­gico. Lo que demostraría cierta unidad no sólo en el destino de los dos poetas, sino también en la tragedia inmutable de los tiempos. El poeta norteamericano no pu­do evitar en el siglo XX lo que le había sucedido al florentino seiscientos años atrás. Hay un mal relacionado con lo po­lítico, que corroe al hombre y que nos otorga el derecho, o el deber, de auto contemplarnos bajo la luz primigenia del pe­cado original, siendo lo político el terre­no donde más probabilidades podemos encontrar para colocarnos en una pers­pectiva fácilmente entendible y comentable.

La rebelión de Pound contra el mun­do moderno es una actitud casi genéri­ca. La misma generación perdida nortea­mericana abandona su país en el momen­to en que el puritanismo es sustituido por el pragmatismo, pero también Kafka se rebela contra la técnica considerada co­mo antihumana. No es, sin embargo, la técnica lo que define el desastre. Heidegger ha dedicado todo un ensayo al pro­blema y sabemos hasta qué punto las máquinas y su desarrollo pueden ser noci­vas sólo en la medida en que es malo quien las maneja. El problema aparece, pues, como mucho más hondo. Se trata del hombre mismo y no de sus engendros, de la causa y no del efecto. Fueron los grandes novelistas católicos franceses, como lo había sido Dostoievski al final del siglo pasado, quienes dieron en el cla­vo. Es la falta de fe, la pérdida de lo religioso, lo que otorga al hombre poderes terrenales ilimitados, pero lo separa de lo terreno. El problema no es físico, sino metafísico. Pero Pound no es un poeta católico, religioso sí, pero situado dentro de un incipiente PAGANISMO, entendido como técnica del conocimiento, que le permite utilizar las mismas fuentes y buscar los mismos fines que Bernanos o Claudel. Y no resulta difícil encontrar puntos de referencia comunes y furias desencadenadas desde la misma posibilidad de exégesis, entre Pound y el autor de El diario de un cura de campo y de los tremendos ataques contra la situación actual desencadenados por Bernanos después de la Segunda Guerra Mundial.

El mal: la usura

PODEMOS decir, por consiguien­te, que, en el marco de su primer balance, que coincide con el último, Pound sabe dónde está el mal. Y lo defi­ne con la palabra usura, proclamándose luego como luchador contra todo siste­ma dedicado a utilizarlo como sistema de explotación, de opresión y de desnatura­lización de lo humano, en el marco de una Weltanschauung contraria a todo sis­tema basado en la dimensión cosmica y sagrada del hombre. De allí no só­lo los ataques de Pound contra la usura, en los Cantos, sino también sus ofensi­vas contra un capitalismo basado exclu­sivamente en este tipo de explotación, y el deseo del poeta de aliarse con un régi­men político, parecido al imperio defen­dido por Dante. Las emisiones radiofó­nicas dirigidas contra Roosevelt durante los últimos años de la guerra, coinciden, en este sentido, con los mejores fragmen­tos de los Cantos. Por haber defendido Dante una posición parecida y por haber atacado la usura como procedimiento he­terodoxo en el marco de la Iglesia de su tiempo, perdió su patria, fue condenado a muerte y tuvo que pasar el resto de su vida lejos de los suyos. Lo mismo le su­cedió a Pound. Al entrar las tropas nor­teamericanas en Italia, el poeta fue arres­tado, pasó varios meses en una jaula, co­mo una fiera, y un tribunal lo condenó, por no haber estado de acuerdo con el ré­gimen de la usura, a ingresar en un ma­nicomio. El anticonformismo fue cuali­ficado de enfermedad mental, lección que aprendieron más tarde los otros defenso­res de la usura; quiero decir del otro ma­tiz de la usura, que representan la explo­tación del hombre en masa, con resulta­dos iguales, quizá más espectaculares, ya que el gulag concentra masas de conde­nados anticonformistas, siendo, sin em­bargo, el punto de partida el mismo.

«Usura mata al niño en el vientre», re­za uno de los versos del famoso final del Canto XV. Este niño podría ser el si­glo XXI, al que Pound cuidó con pasión casi paternal y al que hoy amenazan to­dos los vicios del mundo, contrarios a la voluntad y a los aciertos del poeta

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