Platón contra Odín

A menudo observamos que una de las críticas que se nos hace a los odinistas-ásatrú, es la falta de una teología consistente. En realidad es una crítica común a todas las religiones paganas modernas. Paradójicamente las mejor conocidas, las grecolatinas, son las que menor vitalidad han demostrado a la hora de nuestro renacimiento, si bien, las más populares, como la brujería y la Wicca son las que más adolecen a esta falta de conceptualización teológica. Quede claro que el estudio de cualquier clase de estudios teológicos de toda religión está destinado solo a unos pocos, que son los que forman su clase sacerdotal, el 99,9% de los fieles—de cualquier religión— solo tienen unos conocimientos básicos y a menudo erróneos de las mismas que siguen.

Para empezar a comprender el trasfondo de nuestra religión y entender las causas últimas de la atracción que sentimos por ella, tenemos que empezar a conocer sus raíces, la esencia última que la hace tan atractiva para nosotros. Unos de los puntos que se conoce mal son a Sócrates y a Platón, por su vínculo con el cristianismo. El verdadero creador del cristianismo fue Platón, Jesús solo es una anécdota de esta religión. Si alguna vez hubo un cristianismo primitivo que siguiera las enseñanzas del Rabino, ese ya pasó a la historia.

Para comprender el sustrato íntimo que distingue y diferencia al cristianismo del Odinismo—las religiones judeocristiano-islámicas, del paganismo indoeuropeo—debemos analizar el antagonismo Platón-Nietzsche. La filosofía de Platón, es la antítesis al pensamiento nietzscheano, que sustenta gran parte de su obra-la parte reconstructiva- en la crítica feroz al platonismo.

Comencemos por la metafísica. La visión platónica es dualista, escinde la realidad en dos mundos: mundo sensible (aparente y cambiante) y mundo inteligible (verdadero, eterno e inmóvil).

Nietzsche, por el contrario, tiene una visión monista de la realidad, y considera falso el mundo de las ideas. No existe más que un mundo, el sensible, cuyas características principales son la pluralidad y el cambio. Por tanto, niega radicalmente la existencia de esencias en otro mundo. No existen los conceptos universales— es en realidad el primer anti-universalista— como tampoco conceptos metafísicos como el de alma, que son puras ficciones, tiene una visión Nominalista[1]

En el plano epistemológico[2], las diferencias son igual de ostensibles. Platón parte de una idea de racionalidad inherente al cosmos y considera que la razón es el instrumento válido para acceder al conocimiento verdadero de la realidad (dogmatismo metafísico).

Según Platón, la realidad está situada fuera del mundo sensible, y es objeto del conocimiento científico porque contiene seres inmutables y universales. Hay otro tipo de conocimiento, la opinión o doxa, cuyo objeto de estudio es el mundo sensible, pero es poco fiable y es desacreditado por Platón porque está sujeto a continuo movimiento y cambio.

Nietzsche, sin embargo, considera que la razón no es el medio más adecuado; sino que la imaginación, los sentimientos o el instinto para intentar alcanzar el conocimiento de la realidad son los únicos caminos posibles. De hecho, estrictamente no se puede conocer la realidad, no existe las cosas como tales, solo hay perspectivas y, por tanto, verdades parciales, pero no una verdad universal. Considera que no existen regularidades en el mundo, no hay leyes en la naturaleza: las relaciones entre las cosas no son necesarias, sino contingentes[3], porque la realidad es caótica e irracional.

En suma, Nietzsche desacredita la validez de los conceptos y de las leyes matemáticas (filosofía y ciencia) para expresar la realidad. Por el contrario, propone la metáfora y la intuición estética como instrumentos para aprehenderla.

En el campo de la ética, las propuestas de ambos autores difieren enormemente. Platón aboga por una ética de corte racionalista y universalista: los valores morales son objetivos, se pueden conocer, son eternos e inmutables (mundo de las ideas).

Nietzsche niega esta visión universalista de los valores morales, pues nosotros los creamos y, por tanto, también podemos cambiarlos. De hecho, gran parte de su obra se dedica a investigar su origen y se acerca a posturas relativistas. Los valores son un constructo humano sin existencia objetiva, como sí creía Platón.

Además, una de las críticas nietzscheanas más vehementes consiste, precisamente, el tildar la moral platónica de «antinatural», por considerar que va en contra de los instintos, de las pasiones y de todo lo relacionado con nuestra dimensión irracional. Esta moral va en contra de los valores vitales y su origen reside en el odio y el resentimiento de los débiles hacia la vida.

En lo concerniente a la moral, Nietzsche y Hume coinciden en algunos supuestos, entre los que destacan la crítica a las morales racionalistas, la negativa a considerar los valores morales como verdaderos o falsos (no existe la objetividad moral) y la defensa de las emociones y los sentimientos como origen de la moralidad.

Para Hume, lo que nos lleva a enjuiciar una acción es en sentimiento de aprobación o desaprobación que provoca (emotivismo moral). No hay un conocimiento (sabiduría)- como en el intelectualismo moral socrático- que permita dictaminar: es el grado o desagrado del hecho o acción particular. Por tanto, la razón y el entendimiento son insuficientes para explicar la moral.

De manera coincidente, pero con mucha más contundencia, Nietzsche se muestra contrario a una moral basada en la razón, aunque alude a la necesidad de buscar en la biología, en el instinto y en la pasión los valores que él llama «ascendentes». Se trata de una propuesta moral individualista: la moral del superhombre.

Y aquí se desmarca totalmente de la idea humeana. De hecho, uno de los sentimientos de los que habla Hume es el de la simpatía[4] , aunque se trate más bien de un egoísmo «altruista», porque reprobamos las desgracias de los demás al no sentirnos bien nosotros mismos. En todo caso, ese sentimiento de la compasión es bueno, porque es útil para el conjunto de la sociedad.

Sin embargo, Nietzsche crítica cualquier sentimiento que signifique compasión o piedad, pues los califica de valores inferiores, pertenecientes a la moral de los esclavos. Los que él propone son los de la fuerza, el dominio, el coraje y, en fin, los propios del superhombre. Por otro lado, aunque parten de ideas parecidas en los concerniente al surgimiento convencional de las normas o valores morales, Hume dice que hay una naturaleza humana común gracias a la cual tenemos los mismos sentimientos a lo largo de la historia (son «intersubjetivos, universales») distanciándose del subjetivismo extremo.

Nietzsche, por el contrario, defiende un perspectivismo[5] radical que poco tiene que ver con esa naturaleza común y esa utilidad colectiva. Antes bien, sugiere una voluntad de poder que se manifiesta en la creación de valores propios, autónomos y diferentes, alejados de cualquier síntoma de homogeneización o gregarismo.

[1] Nominalismo. Doctrina que afirma que solo existe lo individual o singular frente a las ideas realistas o universalistas, que defienden la existencia de esencias o realidades universales (géneros y especies). Guillermo de Ockham- el representante más destacado del nominalismo- considera que todo lo que existe es singular, aunque admite lo universal como un mero nombre que, aun careciendo de esencia y de realidad, cumple la función lógica de agrupar una pluralidad de individuos en virtud de las semejanzas que pudieran tener, refiriéndonos a una totalidad sin tener que nombrarlos uno a uno. Así, por ejemplo, los términos «ser humano» o «humanidad», serían meros nombres, pues no existe el ser humano genérico, sino Carmen, José Luis, Ockham y cada uno de los individuos de la especie que han existido, existen y existirán. Otro autor destacado como Roscelino es más radical que Ockham y niega la existencia de los universales, sean como cosas o como meros nombres. Estos serían palabras vacías de contenido.

Necesario-contingente. Dicotomía clásica que manifiesta, aunque con muchos matices, las dos concepciones que hay sobre la vida, la naturaleza y los acontecimientos en general.

[1] Nominalismo. Doctrina que afirma que solo existe lo individual o singular frente a las ideas realistas o universalistas, que defienden la existencia de esencias o realidades universales (géneros y especies). Guillermo de Ockham- el representante más destacado del nominalismo- considera que todo lo que existe es singular, aunque admite lo universal como un mero nombre que, aun careciendo de esencia y de realidad, cumple la función lógica de agrupar una pluralidad de individuos en virtud de las semejanzas que pudieran tener, refiriéndonos a una totalidad sin tener que nombrarlos uno a uno. Así, por ejemplo, los términos «ser humano» o «humanidad», serían meros nombres, pues no existe el ser humano genérico, sino Carmen, José Luis, Ockham y cada uno de los individuos de la especie que han existido, existen y existirán. Otro autor destacado como Roscelino es más radical que Ockham y niega la existencia de los universales, sean como cosas o como meros nombres. Estos serían palabras vacías de contenido.

[2] La epistemología (del griego ἐπιστήμη epistḗmē, «conocimiento», y λόγος lógos, «estudio») es la rama de la filosofía cuyo objeto de estudio es el conocimiento.

La epistemología, como teoría del conocimiento, se ocupa de problemas tales como las circunstancias históricas, psicológicas y sociológicas que llevan a la obtención del conocimiento, y los criterios por los cuales se lo justifica o invalida

[3] Necesario es lo que no puede ser de otra manera, aquello que es inexorable y, por tanto, lo contrario es imposible. A lo largo de la historia de la filosofía, ha tenido varias acepciones, pero destaca la necesidad en el campo moral (el deber), en el campo lógico (lo absolutamente necesario) y en el campo de la física o la naturaleza (lo causal). Contingente es lo opuesto; es decir, aquello que es de una manera, pero podría haber sido de otra. Alude, en consecuencia, a lo indeterminado, al azar en el origen de un evento o acontecimiento, lo cual no es obstáculo para que, una vez dadas las condiciones, sean necesarios su desarrollo o sus consecuencias. Esta dicotomía se emparenta, cuando no se solapa, con la de libertad-determinismo.

[4] Simpatía. En el campo de la moral, es la capacidad de un individuo de participar de las emociones o los sentimientos de los demás; es decir, de ponerse en el lugar del otro. En el caso concreto de Hume, es básico, pues es la facultad sobre la que se asienta toda su teoría ética del emotivismo moral.

[5] Perspectivismo. En Nietzsche, significa que no hay una verdad absoluta, sino que hay tantas verdades como individuos u observadores. Esto se debe a que no hay tampoco una única realidad, sino muchas realidades, aquellas que crea el sujeto desde su perspectiva. El mundo es el conjunto de todas las perspectivas, fuerzas y voluntades. Esta concepción constituye una crítica a visiones universalistas, como la de Sócrates y Platón.

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