Ciertos debates se han abierto ante la afirmación de que Ásatrú es una religión sin dioses, tal como se muestra en el vídeo compartido por Comunidad Odinista de España – Ásatrú la semana pasada.
(https://www.facebook.com/zoominespana/videos/10154316173303934/)
Como bien sabemos, y podemos también comprobar en el vídeo, el Odinismo es una religión sin dogmas, por tanto, dentro de unas bases razonables y comunes, cada miembro puede tener su visión de éste.
Pero… ¿Cómo se puede llegar a ver esta religión como una religión sin dioses? ¿No es esto un sin sentido?
Una religión es un conjunto de creencias, comportamientos y ceremonias propias de un determinado grupo humano y con las que el hombre reconoce una relación con la divinidad.
Sin embargo, en el Odinismo, gracias a su apoyo a la individualidad y la búsqueda del propio camino, se establece que esta conexión con la divinidad se puede dar de muchas formas.
Más allá del hecho de participar en una ceremonia por cultura, tradición, respeto o gusto, estas se podrían plantear como la búsqueda de nuestra propia «divinidad».
Ásatrú nos dice que «los dioses, tanto Æsir como Vanir, se encuentran en hermandad y armonía con todos nosotros, y aunque, sus actos sean ambivalentes, se encuentran unidos frente a las fuerzas destructivas y del caos.».
Vale, ¿Qué significa todo esto? ¿Cómo puede estar lo primero encadenado a lo segundo?
Si lo planteamos desde las teorías del psicólogo Carl Jung, podría arriesgarme a afirmar que fácilmente.
Partimos de que, según Jung, existe un «Inconsciente colectivo», que trasciende el «Inconsciente personal» y la razón, esto se manifiesta a través de los símbolos inconscientes, ancestrales y primordiales que todos conocemos por naturaleza (como el saludar con la mano, por ejemplo).
Esto es sin duda aplicable a las religiones y mitologías, por las cuales Jung también se interesó, y acabó determinando que, en los hombres de diferentes culturas, había imágenes oníricas y fantasías correlacionadas con motivos similares, a estas las llamó «Arquetipos junguianos».
Estos arquetipos son símbolos que representan ideas comunes en las personas, la visión de la naturaleza, los sentimientos, las virtudes, e incluso, cargos y posiciones sociales.
¿Y qué son si no nuestros dioses que la viva imagen de estos arquetipos? Thor el héroe, Odín el sabio, Tyr el guerrero, Freya la naturaleza… Todos estos símbolos, más allá del nombre que les pongamos de manera consciente, están dentro de nuestro instinto biológico de manera innata y hereditaria.
El uso de estos arquetipos afecta emocionalmente a la consciencia, por tanto, son el camino hacia nuestro verdadero yo, lo qué Jung llamó el «Sí-mismo».
El «Sí-mismo» representa el epicentro de nuestro ser, Carl Jung afirma que está formado por el «Yo consciente», la imagen que damos de nosotros, la «Sombra», nuestro lado instintivo e inconsciente (que generalmente rechazamos), y el ánima o animus, nuestra parte femenina o masculina (la contraria a nuestra condición sexual biológica, y, por tanto, generalmente también rechazada).
Al igual que como se pretende en nuestra religión, Carl Jung decía que debíamos partir del colectivo a la individualidad, y para hacer esto, debíamos aprender a querer todas nuestras partes y saber aprovecharlas, siendo y queriéndonos como realmente somos, a este proceso lo llamó «Individuación».
Por último, añadir que Jung veía el «libido» como la energía psíquica y vital que nos mueve a hacer las cosas, una energía que no se pierde, si no que fluye, se focaliza y redistribuye.
Por tanto, y para concluir, podríamos decir que cuando en Ásatrú nos referimos a la comunicación con los dioses, no nos referimos a otra cosa que la focalización de la libido hacia nuestras metas e ideas, lo cual logramos mediante los arquetipos que encarnan nuestros dioses, y que no son otra cosa que un llamamiento a nuestro inconsciente y, por tanto, a la totalidad del Sí-mismo, para así involucrarnos con toda nuestra energía y potencia en nuestros propios propósitos.