Moncayo, nuestra montaña sagrada

Moncayo, nuestra montaña sagrada

Se nos ha preguntado a menudo por qué dentro de nuestras principales actividades figura la de una ascensión anual a Moncayo. La respuesta es simple: Es nuestra montaña sagrada.

En este trabajo desgranaremos los conceptos en los que se basa la concepción que impregna esta actividad.

La montaña ha sido siempre un elemento de gran simbolismo, ligado principalmente al sacrificio humano, físico y mental, en pos de elevarse por encima de las nubes y del propio ser. Partiendo de la base de que no es solamente alcanzar la cima lo que nos hace ser conscientes de la función sagrada de una montaña, deberemos analizar la multiplicidad de factores que inciden en ello: La subida como actitud mental. En medio de un silencio sobrecogedor como pocos y de una soledad inquietante, se yergue majestuosa, serena e imperturbable la montaña: santuario pétreo, centinela misterioso, gigante coronado de nieve —frecuentemente visitado por un ejército de celajes—, mansión de dioses, espíritus, genios y criaturas extrañas, morada de los muertos, «alma vieja», un eje que conecta el Cielo con la Tierra, lugar de inspiración y meditación, uno de los sitios preferidos para dar culto a las deidades y ofrecer sacrificios, enclave de pactos divinos, en resumen, un espacio sagrado por excelencia: «La montaña, por estar más cerca del cielo, es sagrada por dos conceptos:

  •  por un lado, participa del simbolismo espacial de la trascendencia («alto», «vertical», «supremo», etc.)
  •  y por otro, es el dominio por excelencia de las hierofanías atmosféricas, y en su virtud, la morada de los dioses. Todas las mitologías tienen una montaña sagrada. Todos los dioses celestes tienen en sitios altos lugares dedicados a su culto. Los valores simbólicos y religiosos de las montañas son innumerables.

La montaña posee un simbolismo muy especial ya que es el lugar de la tierra que está más cerca del cielo y también el primer punto donde el cielo puede unirse con la tierra. Es un lugar de encuentro, de reunión, de hierofanía . Es también la imagen de un cuerpo, un cuerpo sutil, pues su forma recuerda a la pirámide que desde la base se sutiliza hasta su cúspide. Se trata de una tierra pura donde la unión entre lo inferior y lo superior es posible y donde los hombres que la habitan disfrutan de la presencia de los dioses, tal como lo afirma un aforismo:” El sabio se glorifica únicamente en su unión con la divinidad, es decir, que reposa y calla lo más a menudo posible, ya que la unión de los hombres con la divinidad sólo puede realizarse sobre la montaña sagrada en la unidad del silencio reposante”.

Se llega a esta montaña después de haber pasado por la noche, el caos e, incluso, por el infierno. Dicho de otro modo, desde la oscuridad y lo inferior surge un cuerpo puro. Escalar la montaña es un verdadero rito de iniciación, un encuentro con uno mismo, una búsqueda de alimento espiritual, una gran oportunidad de entrar en la «vida adulta del alma».

La montaña es, simbólicamente, la escalera que se eleva desde el mundo de los hombres hasta el lugar donde residen los dioses. En este sentido es el centro del mundo, pues al ascender por la escalinata de un recinto sagrado, situado generalmente en el lugar geográfico más alto: la mente del peregrino se eleva desde su punto de partida terrenal hasta estados trascendentes. La búsqueda de la trascendencia es lo que da sentido al camino desde la base hasta la cumbre. En efecto, como el centro del mundo, enlazando la tierra y el cielo y sujetando las cuatro direcciones cardinales, la montaña representa un axis mundi (el centro del mundo). El lugar donde se une lo de arriba y lo de abajo, el cielo y la tierra. La falda de la montaña continúa las cualidades de la tierra y por ello es múltiple; por el contrario, la cima representa la sublimación de la materia y, en consecuencia, es el vínculo trascendente del hombre con los dioses.

En la tradición oriental predomina el sentido inmanente mientras que la occidental es más trascendente, pero en ambos casos el simbolismo es el mismo y la iluminación se produce por la unión de la luz y su sombra. Simbólicamente, la escalera, la montaña y la cima son lo mismo: el lugar de la manifestación de la luz corporificada.

Lyfjaberg

En nuestra mitología, tenemos una montaña sagrada: Lyfjaberg (del nórdico antiguo: montaña de la sanación) donde la gigante Menglöð se sienta en su cumbre acompañada de nueve doncellas, posiblemente nornas o valquirias. Menglöð está prisionera de un gigante llamado Fjölsvinnr y rescatada por el héroe Svipdagr según el poema Fjölsvinnsmál. En el castillo de Lyfjaberg habita un vigilante llamado Fjölsviðr, un nombre para Odín en Grímnismál, acompañado de sus lobos Geri y Gifr.

La montaña es sanadora
Te levanta el ánimo
Te reduce el estrés
Te nutre el alma
Tiene algo tan adictivo
Que nos hace querer
Regresar siempre.

El término Valhalla es notorio en la religión escandinava, su significado es “el palacio de los caídos», en el cual Odín gobierna (aquí, como en las tradiciones helénicas, para los seres vulgares no hay, tras la muerte, más que la existencia oscura y mediocre en el Helheim), reservado a los nobles y esencialmente a los héroes caídos en el campo de batalla. Según el dicho según el cual «la sangre de los héroes está más cerca de los dioses que la tinta de los sabios y las plegarias de los devotos», involucra en estas antiguas tradiciones el culto y el sacrifico, que es más grato a la divinidad máxima Odín y más fecundo de frutos supramundanos. Los caídos por Odín quedaban así transformados en sus «hijos» e inmortalizados junto a los reyes divinizados, en el Valhalla, lugar que frecuentemente se asimila al Asgard, a la ciudad de los Ases, es decir, de las luminosas naturalezas divinas en perenne lucha contra los Elementales, contra las criaturas tenebrosas de la tierra.

II ascensión a Moncayo. Tiendas de COE en la cumbre

Valhalla aparece como nombre de cumbres suecas y escandinavas y en montes antiguos, como el Helgafell, el Krossholar y el Hlidskjalf fue concebida la sede de los héroes y de los príncipes divinizados. El Asgard aparece a menudo en Edda como el Glitmirbjorg, la «montaña resplandeciente» o el Himinbjorg, donde la idea de montaña y la de cielo luminoso, de calidad luminosa celeste, se confunden. Queda pues el tema central del Asgard como un monte altísimo, sobre cuya cumbre helada, por encima de las nubes y de las nieves, brilla una claridad eterna.

Así vemos que, la «montaña» como Valhalla es también el lugar donde prorrumpe tempestuosamente y sobre el cual vuelve a posarse el sedicente Wildes Heer. Aquí se trata de un antiguo concepto popular nórdico, expresado en la forma superior de un ejército mandado por Odín e integrado por los héroes caídos. Según esta tradición, el sacrificio heroico de la sangre (y por la cual el iniciado victorioso sobre la muerte venía asimilado a la figura de los héroes y de los vencedores) sirve también para acrecentar con nuevas fuerzas aquel ejército espiritual irresistible -el Wildes Heer- del cual Odín, dios de las batallas, tiene necesidad para alcanzar un objetivo último y trascendente: luchar en el Ragnarök contra las fuerzas del caos que provocan el acabamiento del mundo viejo y enfermo, que lideran el inexorable paso del tiempo y la caducidad de todo.

A través de estas tradiciones, unidas en su significado íntimo y no tanto en su forma exotérica, llegamos pues al concepto más elevado del ciclo de los mitos sobre la divinidad de la montaña; y afirmaremos encontrar personalmente, en nuestros recuerdos nostálgicos de la guerra en la alta montaña, casi un eco de esta lejana realidad. Sede del amanecer, del heroísmo, y, si es necesario, de la muerte heroica transfigurante, lugar de un «entusiasmo» que tiende hacia estadios trascendentes, de un ascenso desnudo y de una fuerza solar triunfal opuesta a las fuerzas paralizantes, que oscurecen y bestializan la vida… así resulta ser, pues, la sensación simbólica de la montaña entre los antiguos, cual resulta de un círculo de leyendas y de mitos provistos de grandes caracteres de uniformidad. Detrás del mito y detrás del símbolo condicionado por el tiempo existe un «espíritu», que puede siempre revivir y tomar expresión eficaz en nuevas formas y en nuevas acciones. Esto, precisamente, es lo que importa.

Moncayo

I subida de COE a Moncayo 2011

Si bien, Lyfjaberg, es nuestra referencia mitológica, La Comunidad Odinista de España-Ásatrú necesita centros de poder tangibles para poder realizar nuestro culto de una manera cotidiana, pues nuestra religión no conoce de “creencias” teóricas, sino de practicas habituales, del día a día. Encontrar esos centros de poder no es difícil, pues nuestros antepasados ya nos marcaron un camino, en concreto los celtíberos, pueblo hermano de los germanos, que comparte su esencia, cultura y dioses. Estos veneraban a una montaña, especial, una montaña sagrada: El Moncayo.

“…llamaban a este pico los romanos, Monte Cauno, aludiendo a las nieves de que suele estar cubierto la mayor parte del año, y en él comenzaba la región propiamente llamada Celtiberia. En su falda está el pueblo pequeño de la Cueva, así llamado por una muy profunda, sobre la cual está fundado. Es tradición que en esta cueva habitaba el dios Caco, y cerca de ella tenía Hércules sus bueyes pastando libremente por las verdes praderas. Róbole aquél a éste algunos de sus bueyes y para no ser descubierto por las huellas, pues el suelo está en los sitos altos de ordinario tapizado de nieve, hízolos entrar hacia atrás en su vivienda. Los bueyes que quedaron fuera echaron, sin embargo, de menos a sus compañeros y comenzaron a dar bramidos digiriéndose a la cueva, con lo que el hijo de Júpiter y Alcmena sorprendió al malhechor e indignado le echó encima el monte Cauno sepultándolo debajo. Desde entonces el monte cambió el nombre por el que hoy tiene de Moncayo, que quiere decir tanto como monte de Caco. Esta invención tuvo origen, a no dudar, en la Edad Media, época de las leyendas, aplicando a este monte la fábula mitológica del monte Aventino, en Roma, por la semejanza de los sitios”

La subida a la montaña

III subida de COE a Moncayo
III subida de COE a Moncayo

El grupo musical Wardruna ha compuesto una canción a Lyfjaberg, en el que expone como si se tratara de una verdadera iniciación, el viaje hasta la cumbre de alguien quien necesita una curación ya sea de índole física o espiritual, por su importancia y significación vamos a comentarlo en las siguientes líneas:

En los primeros párrafos se insta al neófito a prepararse para el viaje (espiritual). Como punto de partida importantes se remarca la ejecución de una determinada respiración, para llegar a un estado de relajación mental. Se anima a bloquear todos los sentidos y dejarse llevar por nuestro espíritu más profundo, por nuestra intuición, que llega a través de la piel:

Ensilla tu alma y déjala cabalgar
Con ojos ciegos, seguramente encontrarás el camino
Respira hondo – deja volar tus pensamientos
Déjalos salir lentamente – entre el viento –

Como hijas de la Noche, las Nornas gobiernan los destinos tenebrosos de la humanidad. La hebra de hilo dorada representa la vida de cada persona, así como su destino, y las Nornas la hilan en su rueca o torno de hilar- de ahí la apelación al eje que gira- Al llegar el término de la vida, las hermanas cortaban el hilo. Urd hilaba la hebra, Verdandi asignaba la duración del tiempo de vida y Skuld la cortaba cuando era el momento de que alguien muriera. Los mismos dioses no son capaces de interferir porque son las Nornas quienes deciden sobre el destino, lo que significa que ni siquiera los dioses son capaces de salvarse a sí mismos.

Se hace referencia a los Galdr que son encantamientos y hechizos en forma de canciones, y se usaban en combinación con ciertos ritos.

El eje gira – los pensamientos entrelazan la mirada
La hechizante canción atrae al alma desde su forma
A través de la puerta, a través del velo de La telaraña

El recurso de la carga u opresión nos recuerda en la obra de Tolkien, cuando Frodo Bolsón lleva al anillo de poder al monte del destino, hacia su destrucción. Señalemos el doble simbolismo, el de la carga del anillo y la subida a la montaña del destino para su destrucción.

Soportando una pesada carga con pies descalzos
Un empinado camino que viene de lo más profundo de tu interior
En lo alto de la montaña sanadora, 9 doncellas esperan

La primera parada es una alusión a nuestra entrada a la juventud, desde la niñez y adolescencia, donde empezamos a explorar la vida. Se anima a dejar lo superfluo en innecesario.

En la primera parada donde se cruzan los caminos, haz una pausa
Deja tu ropa y todo lo que tienes
Hacia dónde te diriges, serán inútiles

La carga se aligera, pero pesado es el camino por delante

La segunda parada responde al otro rito de paso, el de la madurez de nuestras vidas, donde ya hemos pasado por experiencias dolorosas y la frustración ha roto nuestros primitivos sueños, reduciéndolos a polvo en el recuerdo. Debemos parar. No podemos seguir con el vértigo que azota nuestras vidas.

En la segunda parada donde se cruzan los caminos, haz una pausa
Deja el tiempo atrás y los pesados pensamientos
Hacia dónde te diriges, serán inútiles

La carga se aligera, pero pesado es el camino por delante

El tercer cruce de caminos es el momento donde nos hemos dado cuenta de que nuestra vida no es satisfactoria, donde miedos y mascaras reinan en la vida social de nuestro entorno. Si queremos volver a reencontrar nuestra esencia debemos abandonarlas.

En la tercera parada donde se cruzan los caminos, haz una pausa
Deja atrás los miedos, deja caer todas las máscaras
Hacia dónde te diriges, serán inútiles

Aunque la carga sea ligera, pesado es el camino por delante

Has llegado a la cumbre, ahora estás solo contigo mismo, con tu propio destino, te sientes dueño de tu ser.

Desnudo en la cima, la montaña te conoce
El norte agita el ala de un águila, arrastrada por el viento
Las mujeres de la sombra bailan acerca de ti
Cantan para ti, entonando poderosas runas

El proceso de curación ha comenzado, tus heridas, enfermades físicas o mentales serán curadas:

Heridas y enfermedades
De médula y sangre
De carne y hueso
De músculos y piel

Ahora llega el momento del conjuro, de la iniciación donde debes de morir a tu antigua vida para renacer en un hombre nuevo, donde la montaña obra el prodigio. Sin sol ni luna, intemporal, eterno en tu existencia:

En el clima y el viento
Te desvaneces
Te convocó a la montaña azul
Dónde ni el sol ni la luz de la luna pueden alcanzarte
Te convocó al bosque donde nadie habita
Y hacia el mar donde ningún hombre rema

El espíritu de la montaña está por doquier, todo lo impregna. Se introduce dentro de ti y ejerce ese poder sanador:

Profundo debajo de la piedra de barro
Corre a través de los ríos
Y rueda con las mareas del océano
Siempre se levanta de pie
Consuela los enfermos y afligidos

Como colofón, la montaña decreta su poder sobre el peregrino:

Todos y cada uno de los que escalan la roca
Encontrarán su dolor sanado de por vida
Sube a Lyfjaberg
Donde los ríos y arroyos,
Bailan hacia el norte y hacia abajo
La montaña alivia la salud de todos los que suben

Para nosotros subir al Moncayo es toda una experiencia interna, donde aliviamos nuestras heridas, pues la montaña sagrada nos regala una segunda oportunidad, trascendemos un paso más allá y bajamos regenerados y dispuestos a seguir con la lucha. Es algo mágico que no se puede definir con palabras.

Hay que subir la montaña.

IV subida de COE a Moncayo. 2025

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