Meditaciones de Marco Aurelio

Meditaciones de Marco Aurelio
Gonzalo García Gómez

 Marco Aurelio1. Introducción

2. Biografía de Marco Aurelio

3. Meditaciones

3.1. Ideas principales

3.2. Influencias de autores anteriores

3.3. Repercusiones de Marco Aurelio

4. Bibliografía

 1.     Introducción
El objeto de este trabajo es realizar un estudio de la obra del emperador Marco Aurelio, Meditaciones. En primer lugar se hablará con brevedad de la vida del autor para comprender mejor los orígenes y desarrollo de su pensamiento; a continuación se analizará la obra objeto de estudio; después se estudiarán las influencias de filósofos anteriores en Marco Aurelio; y por último se verá la importancia y las repercusiones del autor.

2.      Biografía de Marco Aurelio
Nace en Roma en el año 121, en pleno apogeo del Imperio. Fue instruido en la gramática griega y latina, en la retórica, la filosofía y la pintura. Ocupó el cargo de cónsul desde los 19 años, y compaginaba sus ocupaciones políticas con los estudios de retórica, derecho y, especialmente, filosofía. Oyó a varios filósofos, sobre todo al estoico Iunius Rústicus, que le introdujo en la lectura de Epicteto, que tendría gran influencia en su pensamiento.
En el 161, a la edad de 40 años, murió el emperador Antonino Pío y Marco Aurelio accedió al trono. Aunque el reinado de Antonino había sido tranquilo, las guerras sacudieron el imperio desde el momento en que Marco Aurelio fue proclamado emperador. Debió acudir a las fronteras orientales del Imperio para defenderlo de las invasiones de los partos, en unas guerras que duraron 6 años. Tras el final victorioso de la campaña regresó a Italia, pero varias tribus germánicas atacaron y Marco Aurelio debió acudir de nuevo en defensa de las fronteras septentrionales. Después de una década de guerras y tras derrotar a sus enemigos, tuvo que dirigirse de nuevo a Oriente para hacer frente a Avidius Cassius, un comandante local que se había proclamado emperador pero que fue asesinado muy pronto
De camino de vuelta a Roma, fundó en Atenas cuatro cátedras de filosofía, financiadas por el erario imperial y dedicadas a las cuatro corrientes filosóficas principales: aristotelismo, platonismo, estoicismo y epicureísmo, lo que demuestra su interés por la filosofía y su tolerancia hacia las diferentes escuelas. Murió poco después en otra campaña militar contra los marcomanos.
Marco Aurelio debió someterse a los sacrificios personales que requería su cargo y no pudo ver realizada su vocación de filósofo estoico. Tuvo que conformarse con escribir a solas sin interlocutores interesados en la filosofía, en mitad de los pantanos de Germania, sus reflexiones en griego, en la obra que nos ocupa, titulada Eis heautón (A sí mismo), traducida como Pensamientos o Meditaciones.

3.      Meditaciones
La obra está dividida en doce libros de extensión limitada, que a su vez están formados por breves aforismos independientes que hablan sobre la naturaleza, el destino, la fortuna, la ética, la felicidad, la creación, el universo, el recto obrar, etc. No siguen un orden coherente. El único libro con homogeneidad en el contenido es el primero, que tiene carácter autobiográfico y da las gracias a familiares, amigos y pensadores por sus enseñanzas y cuidados.

3.1.  Ideas principales
Su pensamiento se inscribe dentro de la filosofía estoica, que de manera general se define como materialista y admite dos principios: lo pasivo (la materia) y lo activo (la razón), que se identifica con la divinidad y se relaciona con el fuego. La divinidad es rectora del mundo y el mundo entero es la sustancia de ella. El principio divino liga todas las cosas a través de una ley identificada con el destino. Todas estas ideas están inspiradas por Heráclito.

En el campo de la ética se considera que el sabio debe bastarse por sí mismo. El bien supremo es la felicidad, que se identifica con la virtud, que consiste en vivir de acuerdo con la naturaleza. La excelencia solo depende de nosotros mismos, ya que las circunstancias externas carecen de importancia y no son buenas ni malas, sino indiferentes, devaluadas, desdeñables, huecas y efímeras. El sabio se amolda por completo al destino. Reduce sus necesidades a la mínima expresión y se despoja de sus pasiones para lograr la imperturbabilidad (ataraxía). Epicteto tiene un gran influjo en lo relativo a la moral estoica.

Predicaba el amor universal, que consideraba un deber en cuanto todos los humanos somos copartícipes del logos cósmico, de carácter divino. Por eso se considera un cosmopolita, ya que los hombres son en esencia iguales. Quien hace el mal a los demás solo consigue dañarse a sí mismo. Se debe hacer el bien por el bien: “Has prestado servicio a un hombre: está bien; ¿qué más quieres? ¿No te es suficiente haber obrado conforme a tu naturaleza? ¿Necesitas por eso un salario? Es como si el ojo pidiese una recompensa porque ve, o los pies porque marchan”[1].

La concepción de la Historia de Marco Aurelio es circular, según el paradigma antiguo propuesto por Thomas Kuhn: la Historia sería un ciclo eterno cuyos estadios se van sucediendo sin cesar. El universo es finito, y perece y renace continuamente. Así, podemos leer: “El teatro de la vida ha sido siempre idéntico, todo se inscribe en un círculo, y es indiferente ver los mismos objetos durante un siglo que durante dos, o por espacio de un tiempo ilimitado”[2], y “Quien ha visto lo que hay en el tiempo presente ha visto todo, tanto del pasado como del porvenir, porque todas las cosas persisten en su propia naturaleza y presentan siempre el mismo aspecto”[3]. No hay, pues, diferencias entre el pasado, el presente y el futuro. Es una idea ya enunciada por Heráclito.

La virtud consiste en someterse al orden natural, ya que este es bueno por naturaleza y además no se puede cambiar. Dice: “Que tu entendimiento, que juzga todo, te inspire una especie de culto. El punto esencial estriba en no admitir ninguna opinión contraria al orden general del mundo o a la naturaleza de un ser racional”[4]. También emplea una metáfora muy gráfica para ilustrar este principio: “La piedra lanzada al aire ha caído de nuevo. Esto no es un mal para ella, como no es un bien el haber sido lanzada muy alto”[5].

Por tanto, el hombre sabio acepta el destino tal cual, ya que es inevitable y además proviene de la misma divinidad, que es de carácter bondadoso: “He aquí dos razones por las cuales debes aceptar voluntariamente lo que te sucede: la primera, porque ha sido destinado para ti, coordinado para ti y porque de cierto modo de pertenece, por estar urdido allá arriba a tu existencia por una relación de causas que desconoces; y la segunda, porque lo que corresponde a cada uno en particular contribuye al éxito de las miras del ser superior que gobierna todas las cosas, dando a estas perfección y consistencia”[6]. De nuevo repite la idea de inexorabilidad del destino en el siguiente fragmento: “Aquello que te sucede estaba preparado para ti desde el comienzo de los siglos; la combinación de los hechos estaba ya formada de antemano para traerla y hacerla coincidir con tu existencia”[7].

3.2.  Influencias de autores anteriores
Como se verá, el pensamiento de Marco Aurelio no procede de la nada, sino que recoge una tradición de varios siglos de antigüedad.

Los antecedentes más inmediatos se encuentran en Epicteto, que aunque no escribió nunca nada, se conservan aforismos y sentencias gracias a que uno de sus últimos discípulos, Flavius Arrianus, tomó apuntes de las clases de su maestro que editó en ocho libros (de los que se conservan cuatro) con el nombre de Diatribaí (Pláticas). La doctrina de Epicteto es muy similar a la de Marco Aurelio, ya que este asume casi todas sus ideas, y se cimienta en la doctrina estoica clásica de Zenón de Citio y Crisipo, con mínimas variaciones (algún aporte de Séneca).

La base del pensamiento de Epicteto se fundamenta en una distinción radical de las cosas: las que dependen de nosotros y las que no. Dependen de nosotros la opinión, el deseo, la tendencia, en efinitiva, nuestros actos; no dependen de nosotros el cuerpo, la riqueza, los honores, etc., en otras palabras, todo lo que no son nuestros actos. La clave está en aceptar lo que no depende de nosotros, pues ni la riqueza es un bien ni la pobreza un mal, ya que están fuera de nuestras manos. Por tanto, hay que centrarse exclusivamente en aquellas cosas que dependen de nosotros y hacer el bien. La realidad no plantea ningún problema, sino que basta con aceptarla como es; somos nosotros los que planteamos problemas al no aceptar la realidad y poner deseos y aversiones en lo que no depende de nosotros.

Aristóteles, como uno de los filósofos más importantes de la Historia, también ejerce un gran influjo sobre Marco Aurelio. Todos los filósofos parecen coincidir en que el bien supremo y objetivo a alcanzar es la felicidad, aunque la opiniones sobre cómo llegar a ella difieren. Para dar una respuesta, Aristóteles analiza las funciones esenciales del hombre y determina que lo que verdaderamente lo distingue del resto de seres es su alma, por lo que la felicidad del hombre tendrá más que ver con la actividad del alma que con la del cuerpo. Asimismo, la actividad del alma más típicamente humana es la intelectiva; por tanto, concluye que la vida de los hombres será tanto más feliz cuanto más intensa y elevada sea la contemplación. En las Meditaciones esta idea se recoge tal cual: “Todos los seres se inclinan hacia el objeto para el que han sido creados; este objeto es su fin, y únicamente en su fin podrán encontrar el reposo y el bienestar”[8].

También comparte la idea aristotélica del Zóon politikon, esto es, el hombre como animal político. Considera al hombre como un ser social por naturaleza; está destinado a asociarse con el resto de hombres, y fuera de la comunidad solo puede haber “o dioses o monstruos”[9]. Marco Aurelio se adscribe a esta opinión cuando dice que “El bienestar de un ser racional se halla en la sociedad humana; que este es el objeto para el que hemos sido criados es un punto demostrado desde hace mucho tiempo”[10]; “Los hombres han sido hechos los unos para los otros. Por lo tanto: instrúyelos o sopórtalos”[11]; y todavía más: “Los seres racionales se construyen en gobiernos, forman familias, amistades, asambleas. Hasta en tiempos de guerra pactan capitulaciones y treguas”[12].

Acepta asimismo la teoría del alma de Aristóteles. Según Aristóteles el alma es mortal (opuesta al alma eterna platónica) y una (frente al alma tripartita de Platón), si bien cabe distinguir tres funciones distintas: la vegetativa, que comprende las funciones biológicas más básicas y es compartida por plantas, animales y hombres; sensitiva, que permite el conocimiento sensible, la voluntad y los apetitos corporales, y es poseída por animales y hombres; y la intelectiva, propia del hombre únicamente, que comprende la inteligencia. Aunque Marco Aurelio tampoco indaga demasiado en esta cuestión, sí que dice que “Una misma especie de alma ha sido reservada a los animales desprovistos de razón, y una misma alma inteligente ha sido destinada a los seres racionales”[13].

De igual modo, considera los mismos cuatro elementos clásicos como componentes del mundo: tierra, agua, aire y fuego, y su tendencia al movimiento: “Todo lo que es terrestre se inclina hacia la tierra por su propio peso; lo que es líquido procura mezclarse con los líquidos, y lo mismo ocurre con los fluidos aeriformes. El fuego se eleva hacia el cielo atraído por el fuego elemental, que está siempre presto a confundirse con los fuegos terrenales”[14].

El maestro de Aristóteles, Platón, también tiene una influencia importante sobre el emperador estoico. Considera como bienes verdaderos cualidades típicamente platónicas: “[…] lo esencialmente bueno, por ejemplo: la prudencia, la templanza, la justicia o la fortaleza”[15].

Acepta la idea de falsedad del mundo material, al igual que Platón, que consideraba que el mundo material, el que percibimos por los sentidos, no es más que una copia falsa del verdadero mundo, el de las ideas, que solo es aprehensible por la mente y por tanto es de naturaleza inteligible. Así, se dice en las Meditaciones:  “¿Qué es, pues, lo que te retiene todavía en este mundo si los objetos sensible no tienen consistencia ni estabilidad, si tus sentidos desprovistos de sutileza están sujetos a sufrir engañosas impresiones, si tus órganos vitales no son más que un vapor de la sangre, si la celebridad entre los mortales es tan efímera? ¿Qué hacer entonces? Esperar con paciencia que tu alma se extinga o que emigre de tu cuerpo”[16]. Curiosamente habla de la “extinción o emigración del alma”, sin descartar ninguna de las dos opciones (la extinción según Aristóteles; la emigración según Platón), señal del eclecticismo y tolerancia ideológica de Marco Aurelio.

Al igual que Platón, considera la verdad como el bien supremo, que está en la cúspide de la pirámide de todas las ideas. “A la naturaleza universal se la denomina con razón la Verdad, puesto que es el origen de todo lo verdadero”[17].

Marco Aurelio llega incluso a citar un fragmento del libro VI de la República, en el que se desdramatiza la muerte: “‘¿Crees tú que un individuo dotado de grandeza de alma y de una penetración suficientemente poderosa para contemplar a la vez la inmensidad de los tiempos y el conjunto de los seres puede considerar la vida humana como un bien extraordinario? ‘De ningún modo’, dice. ‘Luego, un individuo como este, ¿podrá pensar acaso que la muerte sea un mal?’ ‘Seguramente que no’”[18].

Continuando con nuestro viaje hacia atrás en el tiempo, llegamos hasta Sócrates, que también aporta ideas importantes. Su impronta es evidente en lo que se refiere al intelectualismo moral, es decir, la consideración de que la virtud es ciencia y el vicio ignorancia, o dicho de otro modo, que nadie peca voluntariamente y que quien hace el mal lo hace por ignorancia del bien. Reduce el bien moral a un hecho de conocimiento, considerando imposible conocer el bien y no practicarlo. Se puede encontrar esta idea en Marco Aurelio cuando dice que “Hoy encontraré sin duda un indiscreto, un ingrato, un insolente, un embustero, un envidioso, un insociable. Los desgraciados que tienen estos defectos es porque no conocen los verdaderos bienes y los verdaderos males”[19]; y que “Podrás amar a los hombres si consideras que son para ti como hermanos; que si son culpables, no es a sabiendas sino por ignorancia”[20].

En la obra se hacen bastantes referencias a los sofistas, aunque la mayoría de las veces es para mal, sin duda debido a que bebe de las fuentes platónicas y aristotélicas que siempre tuvieron una percepción negativa de ellos. Sentencia en el primer libro: “No abandonar el camino recto por querer imitar a los sofistas”[21].

Si los sofistas valoraban especialmente la retórica, en Marco Aurelio sucede todo lo contrario. Considera la retórica como algo artificioso y alejado de lo verdadero, y de nuevo hace una referencia negativa: “[Agradezco] el no haber salido adelante con la retórica y la poética, ni con ningún otro arte que hubiera podido entretenerme por el amor propio de progresar […]; el no haber caído en manos de algún sofista, dada mi pasión por la filosofía; y el no haber perdido el tiempo en leer comentarios o en resolver silogismos”[22].

Aboga, pues, por un estilo alejado de la exuberancia y la pomposidad, en el que prime la verdad y sencillez: “Hablar en el Senado con más dignidad que elegancia, y lo mismo en las conversaciones particulares; emplear un lenguaje sincero”[23].

Para finalizar, se pueden buscar también trazas de algunos filósofos presocráticos. Seguramente las aportaciones más evidentes sean las de Heráclito, con su idea circular y eterna de la Historia, cuestión ya tratada anteriormente, y el concepto de logos como ley que rige el curso del universo, como una razón universal que se encuentra en todas las cosas. También es posible encontrar la huella de Demócrito y su teoría de los átomos, al decir Marco Aurelio que “[…] en verdad todo no es sino átomos y elementos indivisibles”[24].

3.3.  Repercusiones de la obra
Marco Aurelio está considerado como uno de los máximos exponentes de la filosofía estoica, junto a Zenón y Séneca. Sus ideas fueron respetadas y, por lo general, bien consideradas por los pensadores posteriores.

Junto con el platonismo y el aristotelismo, influyó en la filosofía cristiana que poco después se impuso en Europa, sobre todo en el campo de la ética, ya que la moral estoica resulta bastante compatible con el cristianismo que la adulteró al compartir los valores de moderación en los placeres, renuncia de las cosas materiales, amor al prójimo, resignación en lo que se refiere al destino, elementos paganos que fueron distorsionados para facilitar la implantación de esta secta rabínica en Europa.

  1. 4.      Bibliografía

-Marco Aurelio, Pensamientos. Barcelona, Círculo Latino, 2006.

-Salvador Mas, Pensamiento romano. Valencia, Tirant Lo Blanch, 2006.

-Jesús Mosterín, Roma: Historia del pensamiento. Madrid, Alianza, 2007.


[1] Marco Aurelio, Pensamientos, IX, 42.
[2] Ibíd., II, 14.
[3] Ibíd., VI, 37.
[4] Ibíd., III, 9.
[5] Ibíd.,IX, 27.
[6] Ibíd., V, 8.
[7] Ibíd., X, 5.
[8] Ibíd., V, 16.
[9] Aristóteles, Política, I, 2.
[10] Ibíd., V, 16.
[11] Ibíd., VIII, 59.
[12] Ibíd., IX, 9.
[13] Ibíd., IX, 8.
[14] Ibíd., IX, 9.
[15] Ibíd., V, 12.
[16] Ibíd., V, 33.
[17] Ibíd., IX, 1.
[18] Ibíd., VII, 35.
[19] Ibíd., II, 1.
[20] Ibíd., VII, 22.
[21] Ibíd., I, 7.
[22] Ibíd., I, 17.
[23] Ibíd., VIII, 30.

[24] Ibíd., IX, 28.

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