Manifiesto por un Odinismo moderno

foto-ampliada-842-1e¿Cuáles son las características religiosas en el odinismo actual? Hay posturas que tienen un carácter más laico y profano, que por su oposición a cualquier referencia teológica, no reconoce la importancia de lo sagrado, que tanto papel juega en posturas semejantes a la suya. No obstante, en las otras manifestaciones del odinismo se asume con normalidad su carácter religioso y la fuerza de lo sagrado, que todo lo envuelve y lo penetra. Asimismo todas las posturas que se distancian del cristianismo se alimentan también de la fuerza de lo sagrado.

Además de este carácter religioso, hay algunos rasgos que nos permiten acercarnos a una más adecuada comprensión del odinismo.

  1. Es la religión de la Naturaleza. La Naturaleza es concebida como un organismo vivo, que se basta a sí mismo y que en este sentido es «eterno». Por tanto se excluye la idea de creación, que supone a un Dios (personal) que contrapone al mundo, a la Naturaleza. La única divinidad tangible es la fuerza y la energía de la Naturaleza que percibimos a través de los Dioses Ases, una concepción indoeuropea celeste, que se complementa y tienen su contrapunto a través de las divinidades Vánicas.

Queda excluida también la concepción propia de la mentalidad científico-tecnológica que ha desencantado o desacralizado el cosmos. La Naturaleza está dominada por espíritus y fuerzas que son las que animan y unen en un único cuerpo a todo lo que existe. Eso es lo divino y lo sagrado:

-Algo que no podemos dominar ni controlar y que por el contrario envuelve, penetra y alienta a cada uno de los seres. Lo sagrado natural no separa cielo y tierra, existencia mundana y vida ultraterrena.

-Si hubiera un Dios diferente, un Dios que fuera realmente otro respecto al mundo, establecería separaciones, escisiones, divisiones, y por ello divisiones antinaturales.

  1. Al igual que no hay creación, tampoco hay resurrección ni encarnación. La muerte no debe ser comprendida ni como acabamiento ni como aniquilación, pero tampoco como paso a un mundo que sea distinto del que ahora ya experimentamos. Se da una pervivencia o prolongación en la dinámica del mismo mundo, como partícula de la energía inagotable de la Naturaleza. En este sentido resulta comprensible (más aún, prácticamente inevitable) la idea de reencarnación: una prolongación que no exige la conservación de un yo personal:

Tras la muerte el hombre continúa existiendo, si bien cambiando de soporte energético, al modo como se puede mantener información en soportes de carácter virtual. También en este caso la energía (impersonal, en cualquiera de sus concepciones) queda sacralizada, impregnada de un calor y fundamento divino. Pero al menos (y esto es lo que se pretende) al hombre se le ofrece una respuesta que aporta sentido al hecho de su muerte.

  1. El odinismo es ante todo una celebración de la Vida. Es una manifestación del modo de entender la Naturaleza. Una y otra deben ser escritas con mayúscula porque es la realidad máxima y única, que designa la totalidad en un cuerpo común. Se puede hablar de inclusión cosmobiológica: cada uno de los seres está incluido en la totalidad, que es el cosmos en su dinamicidad interna. El odinista sabe que cada animal, cada planta, cada forma mineral, desarrolla a su modo la Vida. También el hombre. Por eso, todo hombre debe recordar las fuerzas que nos elevan y nos sostienen para venerarlas. La vida y la conciencia son los regalos que nos ofrece la Vida, y por eso a ella debemos dirigirle nuestro respeto y nuestro honor. Lo divino es el aliento y la atmósfera que hace posible que ese conjunto vital despliegue todas sus virtudes y potencialidades. Por eso la celebración odínica puede concebirse y plantearse como una auténtica danza cósmica en la que todos y cada uno de los seres son actores.

Esta pertenencia a la Vida es lo que permite salir de la propia soledad. Cada ser, sobre todo si es consciente, se siente separado, desgajado, dividido interiormente, en el caso de que no se descubra integrado en una plenitud que todos comparten y a la vez realizan. Si las plantas brotan y los frutos granan, el ser humano debe gozarse de que la misma Vida se manifieste en una variedad tan rica y abundante de formas y de figuras.

El odinismo se entiende como una religión «verde», es decir, preocupada por defender, mantener y conservar el equilibrio de la Vida de la naturaleza. En este sentido se opone a la explotación y abuso que la humanidad ha ejercido sobre la naturaleza y las diversas manifestaciones de la Vida. Esta actitud destructora e irresponsable se debe ciertamente a la técnica moderna, pero igualmente al cristianismo, que concibió la tierra como un objeto que le ha sido entregado para el dominio y el control. En el antropocentrismo propio de la tradición moderna y cristiana, el odinismo pone en el centro la Naturaleza/Vida porque es el único modo de respetar a todo lo que existe.

  1. Esta concepción queda abierta también a derivaciones de carácter histórico y político. La presencia del cristianismo en Europa contribuyó a debilitar las energías propias de los anteriores habitantes de Europa. La fe cristiana, en consecuencia, ha sido negativa para la identidad y la vitalidad del hombre europeo. Consiguientemente hay que dar origen a una política que promueva el retorno a los valores antiguos, estableciendo como paréntesis todos los siglos de cristianización.
  2. El yo humano debe ser considerado como naturaleza y vida. Hay que resituar por tanto al hombre en su lugar exacto, como parte de un universo del que recibe su energía y su fuerza. Sólo así podrá encontrar su armonía y su equilibrio. Esto no significa que el odinismo deba ser concebido como un materialismo. El hombre no es simple materia comprendida en su estructura química o física. El odinismo enseña que en su intimidad más profunda están escondidas una sabiduría y una memoria peculiares que deben ser despertadas y desplegadas como una armonía que le permite entrar en contacto profundo con todos los seres. Por eso vive del asombro y de la veneración hacia todas las cosas, que nunca utilizará como objeto de manipulación. Más materialista resulta, a los ojos del odinista, el modo de actuar de la sociedad de consumo. Y no menos materialista aparece el cristiano que reduce todo lo que existe (salvo los seres humanos y divinos) a mera cosa, materialmente considerada.

La sabiduría que ilumina al hombre proviene del fondo de la naturaleza y de la Vida. No hay por ello revelación, es decir, una palabra que proceda desde más allá de la Naturaleza y que le pueda comunicar desde fuera verdades que deba conocer o máximas de comportamiento que deba seguir. La única revelación posible es el desvelamiento de las dimensiones profundas de la naturaleza que se expresan a través de la intimidad del hombre y a través del resto de las cosas, cuyo lenguaje el hombre puede captar ya que se encuentran en una sintonía radical.

  1. Propia del odinista es la moral del respeto a la Naturaleza y a los otros. Respecto a los seres no humanos ya ha quedado suficientemente expresado: no puede ser destruida ninguna forma de vida, cada una de ellas debe ser favorecida y potenciada. Eliminada la voluntad de dominio y de control por parte del hombre, la Naturaleza podrá desplegar su Vida con libertad y espontaneidad, en la hermosa e inmensa pluralidad de manifestaciones.

Respecto a los seres humanos podríamos resumir en esta fórmula el criterio ético fundamental: haz lo que quieras mientras no perjudique a nadie. Se respetan de este modo las apetencias y deseos del hombre. Con ello se deja espacio para que también su espontaneidad y su libertad no queden coartadas. Pero ello no debe ser concebido de modo absoluto o aislado. Ello iría en contra de la «inclusión cosmobiológica». El otro también tiene sus derechos, su libertad, su espontaneidad. Pero en la Naturaleza ambos deben integrarse y encontrarse, ya que forman parte del mismo cuerpo global. Lo que no se debe admitir es ninguna norma o ley que proceda desde fuera o que reprima las tendencias naturales del hombre. De este modo se desarrolla una ética que procede de la Vida y sirve a la Vida.

  1. La sacralización de la naturaleza y la exclusión de un Dios transcendente y personal lleva consigo la proclamación del politeísmo. La fuerza vital de la naturaleza no puede expresarse en una única figura o en un único ser. Cada una de las energías de la Vida debe ser honrada, venerada y cultivada. Lo divino se manifiesta de modos múltiples y todos ellos deben ser acogidos con cordialidad y como oferta para el desarrollo mismo de la vida del hombre.

Esta concepción politeísta de la divinidad permite una mayor flexibilidad y creatividad. Lo divino no es algo cerrado o clausurado ni concentrado en un solo momento. Por eso a través de los siglos y de las circunstancias puede haber desvelamientos nuevos de la plenitud de la vida. La espontaneidad y la libertad quedan de este modo reconocidas a lo divino, que no puede ser controlado ni domesticado por ningún grupo especial de mediadores ni puede ser fijado en fórmulas doctrinales definitivas o inmutables.

A la vez esta perspectiva permite mantener la libertad y la espontaneidad de los hombres. Nuevas situaciones y circunstancias producen nuevas necesidades espirituales o vitales, pueden permitir el despliegue de nuevas tendencias y apetencias o una renovada vivencia de las dimensiones del ser humano. Si tales necesidades son auténticas, encontrarán sintonía y respuesta en la plenitud de la Vida, que continuará ofreciéndose a la aspiración humana. La religión y su modo de vivirla pueden por ello ir evolucionando y cambiando. La religiosidad no será anquilosamiento o encorsetamiento, sino cadencia y melodía de la Vida misma.

  1. El politeísmo así entendido garantiza la tolerancia, el respeto, la comunicación y el encuentro entre los hombres. Ningún odinista moderno afirmará que su camino es el único modo de revelación de la divinidad. Menos aún reclamará poseer el camino único de la salvación. No tenemos, como ya decíamos, necesidad de ser salvados. El hombre es inocente y encuentra su yo más íntimo en el ritmo mismo de la Vida. En base a esta convicción fundamental, el odinista admite que todas las divinidades son expresiones multifacéticas de un principio vital superior y concreciones provisionales de la misma Vida que vincula a todos los hombres y que hace posibles todas las religiones.

Contemplamos la frecuencia y normalidad con la que los exponentes de la posmodernidad defienden y propugnan el politeísmo. De valores y de Dioses. La modernidad era también monoteísta: todo debía ser sacrificado a la Razón, a la Ciencia, al Progreso. Con ello quedaban oprimidas y reprimidas otras necesidades humanas y otras dimensiones de la realidad. Esas dimensiones y necesidades deben ser consideradas como más sagradas que las grandes palabras y los grandes proyectos, que siempre son abstracciones. El politeísmo, que es más humano y más tolerante, se acomoda mejor a la experiencia vital del hombre contemporáneo. Ello es lo que el odinismo legitima y potencia.

  1. Desde la confianza y la sintonía con la Vida el odinismo puede presentarse como la religión del optimismo y de la esperanza. En la sintonía y la armonía con la vida se puede experimentar un cobijo y una seguridad que permiten mirar el futuro con serenidad.

Los hombres pueden, además, apoyarse sobre sí mismos, sobre el fondo de energía que brota desde su intimidad, para desplegar sus posibilidades y para satisfacer sus propias necesidades. No hay que esperar una salvación desde fuera. Desde su energía interior puede ir encontrando respuesta a sus preguntas y aspiraciones. El pagano es por eso radicalmente optimista, pues celebra la vida de la que ya está gozando y que se le ofrece con todos sus tesoros.

Con ello la responsabilidad experimenta notables desplazamientos. No se puede hablar de responsabilidad en cuanto estar frente a un Ser superior que llama e interpela. Por supuesto, tampoco se puede hablar de una ley que pueda desatar la experiencia de culpa, menos aún de un pecado original. La responsabilidad no puede consistir más que en la fidelidad a la tierra y a los Dioses celestes, éste es uno de los puntos centrales de la confrontación con el cristianismo. Hay, por otro lado, en este optimismo primigenio y espontáneo una objeción que no puede ser disimulada ya desde este momento: la vida que se ofrece generosamente al hombre es a la vez profundamente cruel e inmisericorde. ¿Cómo mantener esa confianza en medio de la crueldad de la Vida?:

Esa es la clave que nos hace movernos a lo largo de la vida, caminando como lo haría un sonámbulo sobre el filo de la navaja, porque sentimos y amamos a nuestros Dioses, a la Naturaleza y a la vida misma y sabemos que la muerte no es sino la sombra de la luz, dos partes inseparables de una misma realidad.

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