LA FIGURA DEL LOBO Y LA TRADICIÓN GUERRERA DE LA HISPANIA CÉLTICA.

Introducción
Magia Guerrera y Licantropía.
La figura del Lobo
Vaelico.El dios Lobo de la mannerbünde
Conclusiones
Glosario
Bibliografía

RESUMEN: La tradición guerrera de la Hispania céltica, podrá mostrarnos y en paralelo con formas análogas de otros ámbitos del mundo indoeuropeo vinculados a las culturas de la Edad del Hierro, la existencia de un universo ritual, mágico e iniciático en el que la figura del lobo y su simbolismo, tendrán un papel preponderante. Estando éste asociado a la posibilidad de propiciar un especial arrebato, empuje o furor guerrero.

“Hay una enfermedad, que los médicos llaman manía lupina, que es tal que al que la padece, le parece que se ha convertido en lobo, y aúlla como lobo, y se junta con otros afectados del mismo mal, y andan en manadas por los campos y los montes, ladrando como perros y aullando como lobos; despedazan los árboles, matan a quienes se encuentran, y comen carne cruda de los muertos”.

Los trabajos de Persiles y Seguismunda.
Miguel de Cervantes.
Introducción:
El presente artículo está elaborado a partir del trabajo de tesis que hemos realizado sobre la tradición guerrera de la Hispania Céltica. En el mismo hemos desarrollado un apartado relativo al ámbito ritual, mágico e iniciático de las mannerbünde o cofradías guerreras. Encontrando aquí interesantes elementos relacionados con la figura del lobo y una suerte de licantropía mágica que por otro lado, podrá rastrearse en otros ámbitos de la céltica europea así como del antiguo mundo germánico. Este universo ritual de creencias mágicas relacionadas con la figura del lobo, será uno de los fundamentos del especial frenesí y arrebato con el que las fuentes clásicas, nos describen el estilo de lucha de los bárbaros del mundo céltico y del mundo germánico. Del mismo modo, dicho universo ritual de magia guerrera, nos remitirá a unos determinados dioses especialmente asociados a la magia y a la idea del furor de combate, así como a la idea de una clase especial de combatientes dentro de las propias élites guerreras. Clase especial de combatientes vinculada a dichos dioses, vinculada a la figura del lobo, y vinculada a esos rituales mágicos e iniciáticos propiciadores de la licantropía guerrera. Propiciadores del “furor”.
Este entramado ritual se englobará en un marco más amplio que avalaría desde el punto de vista ético y espiritual las pautas del combate de este tipo de guerreros. Estaríamos entrando aquí en el ámbito de un ethos heroico que tiene en el honor, el valor y la gloria los máximos referentes, así como en la muerte en combate, la máxima aspiración1.

Esta cuestión de la ética heroica no entraremos a desarrollarla aquí y será objeto de otro artículo, si bien debe ser mencionada para poder ubicar mínimamente el lugar de la magia guerrera en la concepción del mundo de la Hispania céltica.
Magia guerrera y Licantropía:
La primera imagen que parece poder obtenerse del mundo ritual de las cofradías guerreras o mannerbünde, nos señala un universo en el que la noche, la luna, el fuego, el lobo o el oso, junto con la ingestión de determinadas plantas o bebidas, jugarán un papel fundamental. Todo ello enmarcado en un ceremonial en el que a través de la inducción de un estado alterado de conciencia, el iniciado asume la adquisición de las facultades características de una bestia salvaje (Peralta Labrador 2000: 172-174, Eliade 1984, Dumézil 1971 y Graves 1994). Los miembros de las cofradías guerreras en virtud del ritual mágico, se convierten así en guerreros que practican una suerte de éxtasis o furor desencadenado, al que se asociará la idea de asumir o incorporar al “alma” facultades propias de animales salvajes como el oso o el lobo. Una licantropía guerrera que otorgaría una temible ferocidad y cuyos rasgos más característicos, parecerán poder recogerse en una cita clásica de Tácito (Germ, XLIII, 5) en la que se hace referencia a un pueblo guerrero denominado los “Hari”, y al que se retrata como un ejército de aspecto salvaje y tenebroso: “En cuanto a los Harios, aparte de su fuerza, en la que aventajan a los pueblos enumerados poco ha, truculentos de por sí, aumentan su innata ferocidad con tretas y ocasiones propicias, llevan escudos negros y los cuerpos pintados, escogen para combatir noches tenebrosas y sólo con el fantasmagórico pavor de este ejercito de espectros, siembran el terror”.
Una cita como ésta, no podemos evitar ponerla en relación con la citas de Apiano sobre lusitanos y vacceos, en las que bien podrían estar señalándose ideas análogas al indicarse como: “atacó Viriato con seis mil hombres con el tumulto y el griterío propio de los bárbaros y con el cabello largo, que suelen agitar en guerras frente al enemigo para infundir miedo” (Iber. 67). O como: “los jinetes de los bárbaros que habían salido antes de la llegada de Lúculo en busca de forraje, al no poder volver a la ciudad por causa del asedio de Lúculo, corrían alrededor de su campamento profiriendo aullidos (…) mientras que los de dentro les hacían eco. Por lo cual cundió entre los romanos un temor extraño” (Iber. 54).
La idea de guerreros frenéticos y de propiciar temor al enemigo se repite en los tres textos, tanto en el de Tácito como en los dos de Apiano, y dicha idea apunta directamente al mundo de la mannerbünde2 y sus rituales de iniciación y magia guerrera que son los que ciertamente, parecerán imprimir el estilo definitivo a la belicosidad “bárbara”. Por otra parte el hecho de que podamos encontrar esa analogía de ideas entre el mundo germánico y el mundo hispano céltico, no debiera extrañarnos. La idea de sociedades iniciáticas y guerreras puede rastrearse a lo largo y ancho de Europa, desde los itálicos arcaicos, hasta el mundo balto-eslavo, pasando por la Dacia, Irlanda o Grecia. Siendo una idea que nos remitirá a ese fondo común indoeuropeo, germen de todas estas culturas (Peralta Labrador 2000: 171-172). En este sentido la mitología irlandesa apuntará en la misma dirección cuando en el episodio del Robo del ganado de Cúailnge, el héroe irlandés Cú Chulainn experimenta entre monstruosas contorsiones un acceso de furia que amenaza con arrasar la capital misma del Ulster. Lo que se evitará gracias a la aparición de sus mujeres desnudas, lo que, por así decir, paraliza al héroe, momento que es aprovechado por los guerreros ulates para sumergirlo sucesivamente en
tres tinas de agua fría, hasta que le abandona la especie de furia desatada que lo embarga y recobra la calma (Montaner Frutos 2011: 225-226).
En todo caso nos encontramos con un mundo ritual que escenifica y al tiempo imprime el estilo y carácter de las mannerbünde, y que nos muestra el cariz y origen de ese “furor bárbaro”, asociándolo a estas sociedades iniciáticas y guerreras en las que las que la idea de la licantropía, como vamos a ver, jugará un papel esencial (fig.1).
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Es decir, esa magia guerrera a la que nos venimos refiriendo, estará fundamentalmente basada en ritos en los que las mascaras de animales, las vestiduras y pieles de lobo u oso, la ingestión de sustancias alucinógenas o bebidas embriagadoras, la posible ingestión de éstas mezcladas con la sangre, entrañas o grasas de esos animales-lobo u oso-así como el acompañamiento ceremonial con danza o músicas de ritmo repetitivo, en noches de especial significación, y entre guerreros que ejercen de oficiantes, provocará el estado de sugestión y trance que despertará la fuerza mágica del “furor” (Eliade 1984: 143-145 y Dumézil 1971: 188-195). Estado en el que los neófitos sentirían despertar en su interior las cualidades propias de la bestia predadora que han tomado por referente simbólico. Creen adquirir entonces su instinto, sus facultades, su ferocidad y resistencia, incorporando a su condición humana cualidades propias de animales salvajes. Cualidades propias de lobos u osos, convirtiéndose también de alguna manera, en miembros de una manada (Peralta Labrador 2000: 171-172) (fig. 2).
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Figura 2: Representación de un rito de magia guerrera y licantropía a partir de las ideas recogidas en este trabajo. Dibujo de Nuria Román.
Este tipo de rituales mágicos, crean así un tipo especial de guerreros. Una élite dentro de la propia élite guerrera a la que correspondería un determinado estilo o rasgos distintivos posiblemente asociados al color negro, la tonalidad oscura y la noche. Pues sociológicamente dichas tonalidades convendrían a guerreros que combaten con medios mágicos (González García 2007: 357-358). Guerreros que han incorporado elementos propios del ámbito mágico religioso a sus ritos y tácticas de combate, y se han convertido así en la forma más elevada y completa de guerrero. Todo ello auspiciado por la divinidad de la mannerbünde, garante de dicha magia guerrera, y divinidad predilecta del “guerrero consagrado”. Siendo aquí en el que sugerimos la conversión de la simple banda armada, en una suerte de “Orden Guerrera” poseedora de sus propios ritos iniciáticos y mágicos.
Es en este punto donde resultará altamente significativo traer a colación las interesantes referencias de Estrabón (III, 3, 6.) sobre como entre los pueblos que habitan en los márgenes del rió Duero, “hay algunos que viven al modo espartano (…) bañándose con agua fría, comiendo una sola vez al día, de forma mesurada y sencilla”, con un estilo sobrio y austero, “como de constante endurecimiento del cuerpo y el ánimo” (García y Bellido 1968: 119). Y del mismo modo, es ahora que cobran mayor sentido las saunas castreñas aparecidas en yacimientos como el de Ulaca en Solosancho (lám. I y II), dentro del ámbito vettón. Saunas de purificación mediante baños de vapor que nos estaría señalando ese nivel de “ascesis”, de forja y limpieza del alma, para un tipo especial de guerreros que llevan por decirlo así, “vida consagrada” (Almagro­Gorbea y Álvarez Sanchís 1993a y 1993b, Álvarez Sanchís 1999: 313-314, y Almagro­Gorbea y Moltó 1992).
lamina I
Lámina I: Sauna iniciática vettona de Ulaca. Solosancho, Ávila. (Según Álvarez Sanchís 2003: 268).
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Lámina II: Sauna iniciática lusitano galaica en el castro de Sanfins. Posiblemente representaría una entrada simbólica para el viaje al Más allá (Según Almagro­Gorbea 1997: 210).
Frente a estos guerreros de vida apartada y ascética, es inevitable plantearse esa idea de “Orden Guerrera” que hemos señalado anteriormente. De comunidades de guerreros formados y seleccionados conforme a la superación de un proceso de iniciación al que iría asociada una elevación espiritual, y a partir de ésta, una especial fuerza y poder mágico, así como autoridad y liderazgo. Estamos así en presencia de guerreros que sin apartarse de su función correspondiente, se elevan por encima de ésta, entrando en los ámbitos de la magia y la soberanía. La élite dentro de la propia élite guerrera, y el campo propicio desde el que desarrollar la idea de “jefaturas sagradas”, de jefaturas en las que se aúnan y refuerzan mutuamente por un lado, la fuerza del rito y la magia; y por otro lado, la fuerza de las armas.
Obviamente es desde esta perspectiva de “Orden Guerrera” que podremos dar mayor comprensión y calado al rito y la institución de la devotio, de los “consagrados” hasta la muerte a sus jefes. Incluyéndose entonces dicha institución de la devotio en todo el entramado ritual y mágico que venimos señalando3. Entramado que hay que entender como un pilar fundamental del mundo de las mannerbünde.
Aquí es imprescindible hacer una breve referencia a la divinidad tutelar de las mannerbünde. Al dios que sustenta la iniciación y magia guerrera así como la consagración de los hombres a su jefe. Divinidad que dentro del panteón general de dioses del mundo céltico y germánico e independientemente de su designación como Lug, Wotan, u Odín, acabará por ocupar un papel fundamental en la welstanchaaung de estos pueblos y culturas (Bernárdez 2002: 61-65 y Peralta Labrador 2000: 158-159).
De alguna manera las unidades “político-militares-religiosas” surgidas de una sociedad guerrera y de jefaturas, y la construcción definitiva de esa sociedad sobre el modelo de dichas unidades-la mannerbünde, druth o comitatus-acaban por hacer de la divinidad tutelar de las élites guerreras, la divinidad principal. En este sentido es sintomático como tanto Lug como Odín, por un lado tendrán un marcado carácter luminoso de fuerzas del Orden frente a las potencias del Caos, y sin embargo para ambos, habrá también y de acuerdo a su vinculación con las mannerbünde, una especial conexión con la muerte, el “furor guerrero” y el Más allá. Lo que les genera una paradójica “mistificación” de lo oscuro y fúnebre. Odín es así “Padre de los muertos”, “Dios de los colgados” y “Lobo del Combate” (Bernárdez 2000: 201), y Lug a su vez podría estar relacionado con la raíz indoeuropea lugu, que significa “negro” (Pokorny 1959)-de donde podría derivar quizás el castellano “lugubre”-así como con el galo lougos, que significa “cuervo” (Olivares Pedreño 2002: 207). Ambos dioses se les retrata de este modo como divinidades análogas, asociadas o acompañadas por cuervos y los lobos (Peralta Labrador 2000: 216-217)4, divinidades que pueden mostrarse como el dios terrible de las mannerbünde, señor del furor y la magia guerrera, así como conductor de los caídos en combate al Más allá.
Se hace relevante incidir aquí en el carácter mágico y funerario de la divinidad de la mannerbünde, dios de la muerte y del tránsito al Más allá, pero también de la magia guerrera. De una magia especialmente orientada hacia el combate, y que vinculada al “furor”, al frenesí en la lucha, estará íntimamente asociada, como podremos ver, a la figura del lobo. Del mismo modo entendemos que dicha divinidad estará unida a la institución de la devotio, de los guerreros unidos a su jefe con lazos inquebrantables, forjados por la divinidad de los cultos guerreros. Un dios de los lazos “sobrenaturales”, de la unión “mágica y espiritual” de la mannerbünde. El dios que liga a los guerreros en torno a su jefe, hasta la muerte (González García 2007: 424).
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Figura 4: Dibujo realizado a partir de la escena recogida en la estela de Zurita. Destacar el ritual de exposición del cadáver del caído en combate a los buitres, el caballo como símbolo de las élites guerreras, y las pieles de lobo como señal del mundo simbólico de las mannerbünde. Dibujo de Nuria Román.
Encontramos así que la cofradía guerrera no solo poseerá una dimensión ética y espiritual-dimensión que no entramos a desarrollar en este artículo pero que es parte fundamental de nuestro trabajo de tesis-sino que también poseerá una dimensión mágica y ritual. Un reverso mágico asociado al “furor desencadenado”, a la “licantropía guerrera” y el “miedo paralizante” que deja al enemigo inerme.
Nos encontraríamos de este modo con que en el mundo de las cofradías guerreras, habría también una parte importante vinculada con la magia y el manejo de “fuerzas invisibles” que se pliegan a la voluntad del “oficiante”, y propician la “transmutación” del simple guerrero, en un “guerrero-lobo”. Obviamente el escenario idóneo para trabajar, preparar y desarrollar tanto el vínculo entre el mundo guerrero y el mundo “de los héroes y los Dioses”, como esa licantropía mágica que venimos señalando, es la propia mannerbünde. La “cofradía guerrera”, los guerreros consagrados y puestos bajo la advocación de la divinidad protectora de la fratría-ese “Lug-Wotan-Odín” que hemos señalado anteriormente-y que será la divinidad de los guerreros furibundos, de esos guerreros-lobo (lám. III y fig. 3 y 4) que las posteriores sagas escandinavas llaman berserk, que ya siglos antes recogió Tácito al hablarnos de los Hari (Germ, XLIII, 5), y que quizás también estaría recogiendo Estrabón al hablarnos de la “rabia bestial” de los cántabros, astures y galaicos (III, 4, 17). De hecho el nombre de algunas tribus de celtíberos o cántabros parece hacer referencia a este tipo de mundo ritual y simbólico. Tal sería el caso de los Lobetanos celtibéricos, o de los Orgenomescos de Cantabria, cuyo nombre vendría a significar “los ebrios de matanza” (Peralta Labrador 2000: 121).
lamina III
Lámina III: Fíbula celtibérica de cabeza de Lobo. Garray (Soria) (Catálogo exposición Celúberos. Tras la estela de Numancia. Foto. 276. Museo Numantino: N 12829).
La interpretación que hacemos de esta licantropía mágica es así que el guerrero, podría fusionar su alma con la energía vital del carnassier, integrando ésta en sí mismo y adquiriendo entonces facultades aparentemente sobrehumanas: En la Ynglingasaga se nos dice de los “compañeros” de Odín que «marchaban sin coraza (…) eran fuertes como osos (…) y ni el hierro ni el acero podían con ellos” (Peralta Labrador 2000: 171). De alguna manera el guerrero no solo parecerá una bestia salvaje, un lobo o un oso, sino que en cierta medida y en virtud del ritual mágico, se comportará realmente como una bestia salvaje. Su “trance” guerrero exteriorizaría esa dimensión animal de su alma y las vestimentas o pinturas oscuras, las danzas, cánticos o aullidos, o las pieles de lobo cubriendo su cuerpo, no serían sino elementos de apoyo de esa metamorfosis. Estos “Hombres-lobo” de las culturas del Hierro, serán el origen de los Hombres-Lobo del folclore cuya tradición podremos encontrar, en el corazón mismo de la cultura popular de la Edad Media Europea (Lecounteaux: 1999).
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Figura 4: Dibujo realizado a partir de la escena recogida en la estela de Zurita. Destacar el ritual de exposición del cadáver del caído en combate a los buitres, el caballo como símbolo de las élites guerreras, y las pieles de lobo como señal del mundo simbólico de las mannerbünde. Dibujo de Nuria Román.
Vinculado a este planteamiento nos parece interesante señalar las pervivencias de la antigua cultura del Hierro en las regiones escandinavas y ya en épocas históricas, y reparar entonces en la figura de los guerreros berserk5 de las sagas vikingas. Éstos, son los guerreros consagrados a Odín, guerreros cargados de fuerza mágica que se encuentran más allá de los guerreros estrictamente limitados a la segunda función-a los que tutelaría Thor-y cuyo rasgo más característico sería la glotonería y los excesos con la bebida (García Quintela 1999: 201). En el berserk, el rasgo más característico es el “furor”, entrando en combate en un auténtico estado de trance, posiblemente inducido por ceremonias y brebajes embriagadores. Las sagas escandinavas nos los retratan en muchas ocasiones como invencibles e invulnerables, y dotados de fuerza sobrehumana (Bernárdez 2002: 198). Y si bien en principio parecerán una casta guerrera de orden superior consagrada a Odín y dotada de poderes mágicos, más tarde, y así los encontraremos recogidos en diversas sagas, quedarán tipificados simplemente como guerreros de ferocidad incontrolable y extrema, personajes negativos que deben mantenerse alejados de la comunidad (Bernárdez 2006: 11 y Dumézil 1971). En este sentido, el berserk que viaja retando a duelo a los campesinos para apoderarse de sus riquezas, sus tierras y sus esposas, se convertirá en un tópico de muchas sagas (Bernárdez 2006: 239).
En un célebre fragmento de la Ynglingasaga-capítulo VI-se nos dice de este tipo de guerreros, que estaban “hechos a la vida ruda como perros o como lobos. Mordían sus escudos (…) Masacraban a los hombres comunes (…) A esto se le llama furor de berserk» (Peralta Labrador 2000: 171). Y de igual manera en la Saga de Egil Skallagrimsson se nos habla de un berserk llamado Ljót que antes de un duelo “empezó a aullar horriblemente y a morder el escudo” (Bernárdez 2006: 240). En esta misma saga se nos habla de un guerrero llamado Úlf, cuyo lugarteniente era berserk, y que siendo un poderoso señor de tierras y ganados, durante el día era sabio y estimado, y al anochecer se volvía irritable y temible, diciéndose de él que podía cambiar de forma a voluntad. Recibiendo entonces el apodo de Kveld-Ulf, que significa “Lobo Nocturno” (Bernárdez 2006: 12). También en la Saga de Ásmund Matador de Guerreros, se nos dice que un guerrero llamado Hildibrand, “tenía la naturaleza de los berserk y le sobrevino la furia”, atravesando entonces arrollador las formaciones enemigas, resultando “fatal cruzarse en su camino” (Ibáñez Lluch 2007: 170). Y en la misma saga y más adelante se nos indica como en la hueste del propio Hildibrand, al conocerse la noticia de las victorias del héroe Ásmund “se produjo en la sala un gran estruendo por los aullidos de los berserk” (Ibáñez Lluch 2007: 180). En otra saga, la de Egil el Manco, unos berserk antes de atacar profieren aullidos y cogiendo prisionero a un contrincante, deciden sacrificarlo a Odín por su victoria (Ibáñez Lluch 2007: 79). Y en la Saga de Hjálmthér y Ölvir, cuando el rey Núdus ve que sus formaciones dan la espalda al enemigo, llama entonces a “sus hombres”, unos berserk, a los que “sobreviene el furor” y “se abren paso hiriendo y matando con ambas manos” (Ibáñez Lluch 2009: 160). Del mismo en la Saga de los habitantes del Vatnsdal se nos hablará de unos guerreros berserk que «rabian como perros y aúllan como lobos y mordían los bordes de sus escudos y caminaban descalzos por el fuego ardiente» (Ibáñez Lluch 2011)6… Es decir, y sin necesidad de traer más ejemplos a colación, el furor guerrero, los aullidos, la furia arrolladora, como rasgos fundamentales del guerrero berserk, del guerrero “vestido con piel de oso», “osuno” o “con fuerza interior de oso», que eso precisamente significaría berserk (Bernárdez 2000: 198)7.
Inevitablemente este tipo de guerreros, de casta guerrera consagrada a Odín, nos recordará la cita de Tácito sobre la “sociedad guerrera” de los Hari (Germ. XLIII, 5), y su “ejército fantasmal” de escudos negros y cuerpos pintados de negro, que paraliza de terror a sus enemigos.
En todo caso a nuestro parecer, en la figura del berserk lo que estaríamos encontrando y debemos destacar, sería un punto de conexión entre el mundo guerrero, y el mundo de la magia. Un escalón superior dentro de la posible evolución del guerrero que da lugar a una casta especial, que como en el caso de la figura del dios Odín, a atributos propios de la función guerrera, unirá facultades mágicas (Bernárdez 2002: 205-211). Poder mágico que convierte al simple guerrero, en un berserk, en una casta superior de guerreros que lucha presa de un furor irrefrenable y una aparente invulnerabilidad en la que jugará un papel importante tanto el miedo paralizante que se infringe al enemigo, como la idea del comportamiento animal. De la adquisición de la fiereza y rabia de grandes predadores, especialmente el oso y el lobo (fig. 5 y lám. IV y V).
El berserk tiene así cualidades guerreras y cualidades mágicas, y en él se actualizarían las más altas posibilidades de esa tutela que la divinidad de las mannerbünde, brinda a sus “juramentados”. Para el caso escandinavo dicha divinidad sería Odín, figura a nuestro parecer paradigmática de ese concepto de “dios de las mannerbünde”, que entenderemos será clave de la tradición guerrera, no ya de la Hispania céltica, sino del general de las culturas indoeuropeas de la Edad del Hierro. De alguna manera podría decirse que esos “guerreros consagrados” y sus correspondientes dioses y ritos, supondrán unos de los puntos álgidos de la welstanchaaung de estos pueblos.
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Lámina IV: Fíbula celtibérica con protomos de lobo (Catálogo exposición Celtíberos. Tras la estela de Numancia. Foto. 266. Museo Arqueológico Provincial de Cuenca: AA/78/4/211).
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Lámina V: Vasija de almacenamiento con decoración plástica de lobos que parece que muerden o lamen quizás un panel de miel. Roa de Duero (Burgos) (Catálogo exposición Celúberos. Tras la estela de Numancia. Foto. 274. Museo de Burgos: 9315/1).
Desde esta perspectiva que venimos repasando, cobrarán especial y renovado sentido las referencias ya traídas a colación de los guerreros lusitanos, que a decir de Apiano (Iber. 67) pretenden infundir miedo a sus enemigos con tumulto, griterío y agitando los cabellos, que llevarían largos. O el caso de los vacceos, que en el asedio de Intercatia corren por la noche alrededor del campamento romano profiriendo “aullidos”, mientras sus compañeros desde dentro de la ciudad les hacen eco, “por lo cual cundió entre los romanos un temor extraño” (Apiano, Iber. 54). O la “la bravura, dureza y rabia bestial” que Estrabón asocia a los pueblos del norte de Hispania (III, 4, 17) o el caso el caso recogido por Silio Itálico (XVI, 44-67) acerca del último combate de un grupo de mercenarios cántabros en el que un campeón guerrero llamado Laro, armado con una bipennis u hacha de doble filo, viendo que la batalla frente a los romanos esta perdida, decide sucumbir luchando hasta la muerte y transformado por el furor: “se abalanzó y lanzando un terrible grito, abatió su terrible hacha de bárbaro”, paralizando de pavor las filas romanas antes de morir matando (Peralta Labrador 2000: 177).
En cualquier caso y respecto de este universo guerrero, sus creencias y ritos, hay que entender que la propia realidad natural que les rodea y con la que conviven estrechamente, se convertirá en vehículo y referente de su mundo espiritual y religioso (Álvarez Sanchís 2003: 115), de tal modo que fenómenos naturales, parajes y animales, quedan tocados del hálito de lo simbólico y se convierten en soporte contingente, de un realidad trascendente. Es en este sentido que será imprescindible si estamos tratando el mundo iniciático y mágico de las cofradías guerreras, detenernos en la figura del lobo. Referente simbólico por excelencia de la “casta” guerrera (lám. VI).
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Lámina VI: No resulta difícil imaginar el poder evocador que para las culturas guerreras de la Europa de la Edad del Hierro, pudieron llegar a tener las manadas de lobos, su jerarquía y ferocidad, así como lo misterioso y sobrecogedor de su aullido (Reproducido de Shaun y Sloan 2006).
La figura del lobo:
Encontramos la figura del lobo íntimamente unida a esos rituales de magia guerrera e iniciación que hemos estado viendo, así como desde esa misma perspectiva a los tránsitos al Más allá y la Muerte en distintas manifestaciones de los pueblos prerromanos de la península Ibérica (Peralta Labrador 2000: 174-176 y Almagro-Gorbea 1999c). En todos estos ritos el lobo parecerá jugar un papel esencial, especialmente con respecto a la figura del “maestro de iniciación”, verdadero “maestro-lobo” del ritual mágico en el que el neófito, tal como ha estudiado González Alcalde (2002), sería introducido en los misterios de la muerte y resurrección simbólica (González Alcalde 2002: 472). Misterios que nosotros proponemos y para los territorios célticos de la Península, vinculados al mundo ritual de las fratrías guerreras (Almagro-Gorbea 1993: 134-141 y 1999d). Es decir, vinculados a esa especie de “yoga de guerra” tan caro al mundo indoeuropeo y practicado por esta suerte de “guerreros-magos” que venimos estudiando (Peralta Labrador 2000: 173).
En este orden de cosas se pueden recoger tres niveles simbólicos y rituales asociados a la figura del lobo: Por un lado su relación con la Muerte y el transito al Más allá, así como con divinidades del reino de los muertos. Por otro su relación con los rituales de iniciación y magia guerrera, el acceso al “furor” y la licantropía de los “guerreros-lobo”. Y finalmente un tercer nivel relativo a la protección del territorio, sus ganados y riquezas, o su carácter tutelar “totémico” de clanes, aldeas o pueblos (González Alcalde 2002: 447-453). Todos estos niveles entran de lleno dentro del ámbito de las bandas guerreras, sus creencias, funciones y estilo. Desde la defensa o ampliación del territorio, a los ritos propios de la “casta” guerrera. En estos últimos destacaría especialmente la idea de muerte y resurrección simbólica del neófito, tras su enfrentamiento con el “maestro lobo iniciador”. Éste, por un lado acaba con el joven guerrero, y por otro, le trasmite el carisma mágico que propicia su renovada resurrección en el “furor”. Con dicha muerte ritual desaparecería la infancia espiritual del aspirante, y éste alcanzaría el status de madurez espiritual propia de los miembros de fratría guerrera. Se convertiría en un miembro más de la “manada” (González Alcalde 2002: 467- 472).
Estos ritos se llevarían a cabo bajo la tutela de esa divinidad de la mannerbünde que hemos señalado anteriormente. Divinidad del Reino de los muertos, los caídos en combate, la magia guerrera y el “furor”. Señor de la fratría “sobrenatural” del Más allá, integrada por los héroes que en vida supieron concluir el “camino del guerrero” con la “buena muerte” de la mors triunphalis8.
Debemos entender así, que la sociedad construida en torno a las aristocracias y jefaturas guerreras-conforme al modelo de la “cofradía guerrera”-tendrá de este modo en la divinidad de la fratría, la divinidad principal (Peralta Labrador 2000: 159-162 y Bernárdez 2002: 200). Divinidad de jefes guerreros y sus seguidores, todos llamados a integrarse tras la muerte, en la fratría del dios “mago-guerrero” del Más allá, señor de los caídos en combate. Este dios, que también hemos llamado “Lug-Wotan-Odín”, aparecerá siempre asociado a la figura del lobo y conectado con el simbolismo de dicho animal; conectado a esa idea tan cara a la magia guerrera, que es la idea del “furor”. Debiendo entenderse dicho furor, como un estado de trance parecido al enthousiasmos griego (Bernárdez 2006: 91) y que acompaña tanto a la adivinación, como al contacto con los muertos, como a la inspiración poética, como al arrebato guerrero9. Siendo precisamente ahí, donde aparecerá la idea de la licantropía, la idea del “guerrero-lobo”. Siendo también interesante constatar en este sentido cómo, para el caso del nombre concreto del dios Wotan, éste querrá decir precisamente: “El que posee el Furor” (Bernárdez 2002: 196) (lám. VII).
lamina VIILámina VII: El lobo, animal salvaje cargado de simbolismo en la fratría guerrera y parte fundamental de sus ritos. (Reproducido de Shaun y Sloan 2006).
Por otra parte, debemos entender que este tipo de ritos y magias guerreras, no estarían abiertos a todos, sino solo a una minoría de escogidos: La cúspide de la propia “casta” guerrera. Una élite de guerreros portadores de toda una simbología distintiva en la que la noche, el plenilunio, el fuego, la muerte, el lobo y la licantropía, posiblemente jugarán un papel fundamental, y serán una verdadera señal de identidad (González Alcalde 2002: 465-470). Del mismo modo, una vez entendemos la necesidad de unos ritos de iniciación y magia guerrera, entendemos entonces también la necesidad de la figura de un “Maestro de Iniciación”. Maestro que más que un formador y orientador del “alma”-que también-, sería ante todo el portador del “carisma mágico” que debe ser transmitido a los neófitos, para hacerse así efectiva la iniciación y permitir a su vez el despertar del “furor”. Sin esta transmisión del “influjo mágico”, el aspirante carecería de ninguna facultad o poder “sobrehumano”, y el rito estaría incompleto, la asimilación no se daría. La mera orientación espiritual y formación ética no bastarían para la creación del “guerrero-lobo”, éste demandará necesariamente de una iniciación mágica (Eliade 1960 y 1984) (fig. 6).
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Figura 6: Sacrificio humano y guerreros lobo enfrentándose a espíritus serpentiformes. Detalle del cuerno de Gallehus (Dinamarca) 400-575 d.C. (Reproducido de Peralta Labrador 2000: 170)
Del mismo modo, como un jalón necesario en este “camino del guerrero”, el joven aspirante podrá aparecer practicando actividades venatorias en un discurso simbólico y ritual que haría del enfrentamiento con el oso, el jabalí o el lobo-sintomática en este sentido la fíbula de Braganza (lám. VIII)-el episodio necesario para el reconocimiento de su status guerrero10 (García Quintela 1999: 286, Peralta Labrador 2000: 173, Perea 2011 y Perea et al 2007, Dumézil 1971 y Eliade 1984).
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Lamina VIII: Fíbula de Braganza. El Héroe se enfrenta al Lobo en un interesantísimo conjunto simbólico de complejo significado (Reproducido de Perea et al 2007: 16).
Idea que podrá trasladarnos a diversos mitos y leyendas del mundo indoeuropeo, rastreables tanto en el ámbito griego como céltico y germánico, y que habrían perdurado incluso en el folclore de algunas regiones españolas en la leyenda del “cazador negro” (Almagro-Gorbea 2005a: 71). Caza iniciática de la bestia “infernal” muy posiblemente recogida también en la espectacular “Fíbula Braganza”, y que nos remite al mitema esencial del enfrentamiento entre el Héroe y el Monstruo. Clave simbólica y legendaria de hondas posibilidades interpretativas que nos señalará las concepciones últimas de toda espiritualidad  y  ética propiamente heroicas (Perea 2011, Perea et al 2007, Ruiz, A. 2011 y Medrano Antonio 1999) (lám. IX). Siendo a partir de todas estas reflexiones que estamos señalando, que consideramos que podría llevarse a cabo un renovado estudio de la iconografía hispano céltica y celtibérica en particular, a nuestro parecer verdadero corpus simbólico aún pendiente de ser completamente descifrado y en el cual, podrían estar dándosenos algunas de las claves espirituales y religiosas del antiguo mundo céltico y celtibérico, y por ende, del antiguo mundo indoeuropeo.
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Lámina IX: Detalle del Héroe y la “Bestia”- un lobo-de la fíbula de Braganza (Perea et al 2011: 61 y 39).
Volviendo en todo caso a la figura del lobo, vamos viendo cómo ésta se nos muestra importantísima en todo lo relativo al mundo ritual y simbólico de la tradición guerrera de las culturas del Hierro. Pudiendo reconocerse en el lobo, a un animal de honda capacidad sugestiva que quedará asociado a la magia guerrera, la licantropía y el “furor”; la Muerte y el tránsito al Más allá; y el dios oscuro de las mannerbünde. Lo que a su vez nos permite aproximarnos a las élites guerreras desde sus propios símbolos y, a partir de ahí, al espíritu que impregnaba el universo céltico y germánico (lám. X).
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Lámina X: Representación celtibérica de cabeza de lobo (Catálogo exposición Celtíberos. Tras la estela de Numancia. Foto. 275. Museo Arqueológico Nacional: 1976/55/5). Nótese que posiblemente estaba vinculada a una especie de carnyx o trompeta celta de guerra y que como tal, el sonido saldría por la boca del lobo como un aullido.
Desafortunadamente, las referencias escritas que vamos a tener desde las fuentes clásicas de todo este mundo cultual de las cofradías guerreras, no serán todo lo explícitas que nos gustaría. Siendo entonces que a través de referencias indirectas e información cruzada, así como de determinados restos arqueológicos, nos tendremos que adentrar en el estudio de esta cuestión. Cobrando en ese momento especial relevancia la información que poseemos sobre heraldos celtibéricos vestidos con piel de lobo (Apiano, Iber., 48)11, la estela cántabra de Zurita con guerreros cubiertos con pieles de lobo, una cerámica numantina donde de nuevo se repite la idea de una cabeza humana cubierta con una piel de lobo (Peralta Labrador 2000: 175), los lupercum entre los vettones (Salinas de Frías 1986a: 54), los vailicon-del celta vailos, “lobo”-entre los celtíberos (Salinas de Frías 1986b: 68), las referencias de Silio Itálico sobre los jinetes celtibéricos de Uxama, que “con caras y fauces de fieras hacen terribles sus morriones” (III, 348); las referencias de Plinio (VIII, 130) a una costumbre típica de Hispania consistente en beberse los sesos de osos sacrificados, para adquirir la fuerza y ferocidad del animal; la estatuilla de bronce de Cubillas de Cerrato, con jinete indígena portando en sus manos una cabeza de oso con la que posiblemente se cubriría su propia cabeza que lleva descubierta (Peralta Labrador 2000: 175); los lusitanos de Viriato entrando en combate con sus largas cabelleras sueltas, agitándolas con violencia frente al enemigo e intentando infundirle temor con el clamor de sus gritos (Apiano, Iber., 67), o el propio nombre de los cántabros orgenomescos, relacionable con el estado de trance de los ritos de magia guerrera y el frenesí o embriaguez homicida que ésta pudiera proporcionar, quizás mediante la ingestión de determinadas drogas o bebidas alcohólicas12. Incluso la etnoarqueología nos podría estar dando pistas en esta dirección con las fiestas populares de “zamarrones”, especialmente vivas en zonas rurales de España y en las que los jóvenes, durante las fiestas del solsticio de invierno, se enmascaran y cubren con pieles de animales (lám. XI). O también a través de las leyendas del folclore galaico-portugués y extremeño sobre el “lobishome” u Hombre-Lobo del noroeste Peninsular.
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Lamina XI: Fiesta de los Carochos de Campo de Aliste en Zamora. El día primero del año, vestidos con ropajes negros, máscaras demoníacas y cencerros, corren entre petardos y pólvoras las calles del pueblo. Fondo personal del autor.
Todas estas pistas, así como sus paralelismos con referencias provenientes de otras áreas de la Europa “bárbara”, las culturas del Hierro y la raíz indoeuropea, nos invitan a resaltar el papel preponderante que parece haber tenido la figura del lobo en dichas fratrías, y nos invita a insistir en la conexión del dios de la mannerbünde con el lobo. Del dios tutelar de las iniciaciones guerreras con la licantropía. En este sentido en paralelo a la triada de “Lug-Wotan-Odín”, encontramos en la antigua Hispania céltica y en el ámbito del mundo vettón, la interesantísima figura del dios Vaelico.
Vaelico. El dios Lobo de las mannerbünde:
En el término municipal de Candeleda-Ávila-junto a la antigua necrópolis del poblado vettón del Raso, se encuentran evidencias arqueológicas del culto a un dios local llamado Vaelico (fig. 7).
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Figura 7: Ara dedicada al dios Vaelico procedente del santuario de Postoloboso (Candeleda, Ávila). (Según Marco Simón 2001: 281)
Este nombre derivaría del radical celta valios que significa “lobo y aullador”, lo que indudablemente nos pone frente a un dios del que podemos decir que estaría íntimamente relacionado con la figura del lobo (Peralta Labrador 2000: 175 y Fernández Gómez 1973), y que por su propio nombre podríamos llamar “dios-lobo”. Teniendo presente todo lo que ya hemos señalado respecto a los ritos de iniciación y magia guerrera, y respecto a la figura del lobo y la licantropía, resultará sugerente pensar que este dios Vaelico sería precisamente una divinidad de las mannerbünde, un tipo de dios relacionado directamente con el mundo de las fratrías guerreras y sus ritos y sus creencias. Esta interpretación la veríamos refrendada a través de la posible relación de Vaelico con el dios galo Sucellus, divinidad nocturna que se cubre con una piel de lobo y va armada con una maza o martillo (Peralta Labrador 2000: 176 y Blázquez 1983: 262, 275 y 295). Este Sucellus, como dios golpeador, cabría ponerlo en relación con el Dagda irlandés, también armado con una maza y padre de los Dioses (Sainero Ramón 1999: 175). Estas pistas nos llevan ante la posibilidad de estar frente a esa anónima y misteriosa divinidad, de la que los galos dicen descender y que César denomina Dis Pater (B.G., VI, 18) (Marco Simón 1987: 58-59). Divinidad a través de la cual se nos plantearía la idea de una oscuridad y caos primordial, que precedería al acto cosmogónico de la creación del mundo (Peralta Labrador 2000: 242 y Guyonbarc´h, CH. y Le Roux, F. 2009). Mundo que habría sido “puesto en marcha” a partir de dicha oscuridad, por un gesto de fuerza originaria, por el “martillazo” creador, propiciado por el padre de los Dioses.
Volviendo en todo caso a Vaelico, hay que destacar el hecho de que las evidencias epigráficas referentes a dicha divinidad, han aparecido en aras votivas utilizadas como elemento constructivo de una ermita situada en un paraje llamado Postoloboso-haciendo referencia este topónimo a la figura del Lobo. En segundo lugar es sugerente destacar que dicha ermita a su vez este consagrada al santo apócrifo San Bernardo de Candeleda, al que se invoca para curar el mal de la rabia, uno de cuyos agentes trasmisores habituales son los lobos. Y en tercer lugar, destacar que al mismo tiempo la ermita esta situada en lugar próximo a un curso de agua, lo que nos conecta con la importancia del carácter prerromano de este entorno así como con la idea céltica de las aguas como espacio simbólico de transito al Más allá (Fernández Gómez 2001, 1973 y 1997 y Peralta Labrador 2000: 241-243). Todo esto nos refuerza la idea de de Vaelico como un “dios lobo” asociado a la Muerte y el reino de los muertos, enlace o guía entre el “otro mundo” y nuestro mundo.
Este posible carácter “infernal”13 de Vaelico, así como el propio nombre con el que se le designa, nos lleva a relacionarlo con el lusitano Endovélico, dios de reconocida significación ctónica e infernal al que se le asocia al mundo subterráneo y el reino de los muertos (Álvarez Sanchís 2003: 124). En el caso de Endovélico se reconocería claramente un teónimo formado por dos elementos, “endo” como prefijo indoeuropeo de superlativo, y “velico”, que podría explicarse a partir del radical céltico uailo, que significaría “lobo” y que obviamente, nos estaría llevando hacia ese Vaelico vettón que encontramos en la zona de Candeleda (lám. XII) (Marco Simón 1994: 348).
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Lámina XII: Vista general del poblado vettón del Raso de Candeleda, Ávila. Núcleo D. (Reproducido de Fernández Gómez 2001: 294).
El santuario de Vaelico de hecho, no se encuentra en un área cultural lejana del área cultural en la que se constata el núcleo cultural de Endovelico, y en ambos casos su relación con el Más allá así como su referencia etimológica a la figura del lobo, podría estar dándonos claves para entender el papel de este dios. Más aún cuando como ya hemos señalado, la vestidura del Sucellus galo, deidad también asociada a los Muertos y el Más allá, consiste en una capa de piel de lobo (Peralta Labrador 2000: 176) y el propio Hades griego, viste también con pieles de lobo (González Alcalde 2002: 445).
A nuestro parecer, todos estos elementos serían indicativos de un dios de las mannerbünde y sus ritos de iniciación y magia guerrera. Divinidad que se convierte en líder de la fratría guerrera del mundo de los Muertos. Esta fratría “sobrenatural” a lo largo del calendario céltico participa de una lucha cíclica, recogida por el propio calendario céltico y sus fiestas del solsticio de invierno, enfrentándose como abanderada de las potencias de la luz y el orden, a las potencias de las tinieblas y el caos (Torres Martínez 2005: 263-279 y Peralta Labrador 2000: 228-230). Desde esta perspectiva será realmente sintomático que en Portugal, sobre un antiguo santuario dedicado a Endovélico, se levante a día de hoy la ermita cristiana de san Miguel de Mota. Siendo san Miguel en la tradición cristiana el ángel guerrero que derrota al demonio, además del conductor de las almas de los difuntos al Más allá. Esta simbología se ve reforzada por el hecho de que el arroyo que discurre a los pies de la colina sobre la que se levanta la ermita, se llamará Lucefece (Lucifer) (Marco Simón 1994: 348).
Tenemos así muy posiblemente en Vaelico y Endovélico un mismo dios asociado al mundo de las creencias y ritos de las cofradías guerreras14. Una divinidad que podríamos tipificar dentro de ese marco que hemos conceptualizado anteriormente de “divinidad de las mannerbünde”. Divinidad que partir de la preponderancia de las jefaturas guerreras, jugaría a nuestro parecer un papel fundamental en el conjunto de creencias y mitos de la Hispania céltica, y en el ámbito general de culturas del Hierro Europeas.
La interpretación que se hace de los testimonios epigráficos que tenemos de Endovélico, parecen indicarnos la función oracular del dios, como una suerte de deidad del reino de los Muertos que a través de las profecías y oráculos emitidos por sus devotos, tendría un efecto benefactor entre quienes acudían a adorarle (Marco Simón 1994: 348). De Vaelico se recogen diez escasas aras votivas con dedicantes masculinos y femeninos, de los que no parece deducirse ninguna significación social de relevancia (Olivares 2002: 228- 231), si bien la mayoría de los dedicantes son indígenas que especifican el gentilicio (Marco Simón 1994: 348). Este carácter oracular y sanador que pudiera tener el dios, no es contrario a esa dimensión mágica y guerrera que hemos señalado anteriormente. Debemos tener presente que estas aras votivas son ya de época romana, y que la función y significación de los Dioses de las cofradías guerreras cambiaría y se vería alterada conforme estas instituciones fueran desapareciendo. De esta manera la naturaleza original del Vaelico de Candeleda, o del Endovélico de san Miguel de Mota, tal como nos llega a través de las aras votivas que tenemos, estaría ya afectada por los procesos de romanización. Quedando tan solo su referencia al lobo, y su aparente carácter oracular, nocturno, infernal y psicopompo (Olivares 2002: 228­ 231), como pistas de su antigua naturaleza de divinidad de las mannerbünde.
Finalmente y para concluir estas reflexiones cabe traer a colación la cita de Tácito (Germania. IX.), en la que se nos dice que los germanos “reverencian a Mercurio sobre todos sus Dioses, y ciertos días del año tienen por lícito sacrificarle hombres para aplacarle”. Sabiendo que Mercurio para los romanos es el dios del comercio, parecería en principio poder no entenderse que puede querer estar diciéndonos Tácito en esta cita. Sin embargo, si reparamos en la asimilación que finalmente Mercurio sufrirá con respecto al Hermes griego, y como entonces se convierte en “mensajero” de los Dioses, mediador entre el mundo invisible y el mundo visible y conductor de las almas al Más allá, podemos entonces percatarnos realmente de qué es lo que Tácito esta queriendo decirnos. Pues posiblemente el autor romano estaría haciendo referencia precisamente a la divinidad de las mannerbünde. A esa divinidad que abre las puertas del mundo invisible a los ritos mágicos de la fratría guerrera, que enlaza así el mundo natural con el mundo “sobrenatural”, y que integra las almas de los caídos en combate en el reino de los “Héroes y los Dioses”15. Allá donde la fratría guerrera celestial llevará a cabo su lucha cíclica contra las potencias del caos, en un proceso constante de renovación del Mundo (Dumézil 1973a: 79-106 y 1977: 194-242).
En este sentido, sabiendo del protagonismo de “Wotan-Odín” en la mitología germánica, y del carácter funerario, mágico, guerrero y al tiempo celestial y solar de esta divinidad, y por tanto de su perfil propicio para interpretarlo como dios de las mannerbünde16. Creemos posible identificar detrás de esa referencia que nos hace Tácito a Mercurio, una referencia a “Wotan-Odín” en la que el propio Tácito, no habría sabido ubicar a dicho dios dentro de su panteón romano al no poderse encontrar en el mismo, una divinidad realmente análoga. Esto no impedirá sin embargo, que nos haya dejado otra pista más en la idea de la importancia que la divinidad de las fratrías guerreras, habría tenido entre los pueblos llamados “bárbaros” de las antiguas culturas del Hierro de raíz indoeuropea. Donde tanto para el mundo céltico, como para el mundo germánico, la dimensión mágica y funeraria se habría progresivamente marcializado de tal manera, que los Dioses de la guerra propiamente dichos, se habrían visto sustituidos o jerárquicamente subsumidos, por un dios que aunaba la función mágica, la función guerrera y el ámbito funerario (De Vries 1988: 78-79). Es decir, el dios de las mannerbünde. Divinidad que bien parecerá recogerse en el Vaelico que hemos estudiado en el presente apartado.
Conclusión:
La relación que puede establecerse entre figura del lobo y la tradición guerrera del mundo hispano céltico y por ende, del mundo indoeuropeo de la Edad del Hierro-especialmente entre celtas y germanos-será estrecha y de gran relevancia. Siendo un animal cuya carga simbólica dará a estos pueblos elementos esenciales de su cultura. Elementos que podremos recoger de manera altamente significativa en el universo de las mannerbünde y alrededor de sus ritos de iniciación, magia guerrera y divinidades tutelares. Debiéndose destacarse aquí la idea de una suerte de licantropía de la guerra en la que a través de dichos rituales mágicos y de iniciación, los miembros de las mannerbünde pretendería acceder o despertar fuerzas “ínferas” o atávicas extraídas del fondo salvaje del alma humana. Fuerzas capaces de transportarles a una suerte de “furor guerrero” en el que el arrebato violento y el empuje arrollador, así como la indiferencia al dolor y la fatiga e incluso una aparente invulnerabilidad y fuerza sobrehumana, serán los rasgos más característicos. Todo ello a su vez expresado a través de vestiduras y máscaras hechas con pieles de lobos u osos, aullidos, pinturas negras, gestos y aspavientos de furia y rabia bestial, así como cierta predilección por la actividad nocturna. Imagineria ritual y mágica que trataría de provocar una suerte de miedo paralizante en el adversario.
El mundo alto medieval escandinavo habría mantenido la referencia a este tipo de guerreros de las culturas de la Edad del Hierro, a través de las figuras del Berserk y el Ulfhednar, los cuales encontraremos retratados en las sagas vikingas como guerreros de furor salvaje, desatado e irrefrenable. Siendo que en ocasiones, normalmente en las sagas más recientes17, dicho tipo de guerreros aparecerán señalados como personajes siniestros y peligrosos. Como sujetos afectados por una suerte de maldición y que por tanto, conviene mantener alejados de la comunidad, como si fueran “verdaderos” Hombres-Lobo. Licántropos a los que cuando sobreviene el “furor”, su agresividad y salvajismo no distingue entre amigos o enemigos.
En este sentido, es nuestro parecer que el folclore europeo sobre Hombres-Lobo y licantropía-folclore rastreable a lo largo y ancho de Europa y desde la Grecia clásica hasta el Medievo-muy posiblemente tendrá su origen y esencia en el mundo iniciático y mágico de las cofradías guerreras de la Edad del Hierro.
Referencias:
[1]Ya en la Iliada Sarpedon-rey de Licia-dirá al lanzarse a la batalla: “No sin gloria imperan nuestro reyes (…) pues combaten al frente de los licios (…) Como muchas son las clases de muerte que penden sobre los mortales sin que éstos puedan huir o evitarlas, vayamos a la lid y demos gloria a alguien, o que alguien nos la dé a nosotros” (Rap. XII.310).
[2] El concepto de mannerbünde así como el escandinavo druth o el “germánico” comitatus, los usaremos como referencia a las llamadas “cofradías guerreras” del mundo indoeuropeo. Cofradías que podremos explicar como: “agrupación estable de guerreros comandada por un jefe (…) que no sólo los dirigía en combate, sino que era también su líder en las cuestiones políticas y económicas, y seguramente también en las religiosas” (Bernárdez 2002: 61). Este mismo concepto de mannerbünde lo encontramos también en la céltica irlandesa en los guerreros fianna que acompañan al héroe Fionn (Alberro 2009). Indudablemente a este respecto no podemos evitar traer a colación la cita de Diodoro de Sicilia (V, 34, 6) en la que hablando de los pueblos de Hispania y más concretamente del mundo lusitano se nos dice: “Cuando sus jóvenes llegan a la culminación de la fortaleza física, aquellos de entre ellos que tienen menos recursos, pero exceden en vigor corporal y audacia, se equipan con no más que su valor y sus armas y se reúnen en las montañas, donde forman bandas de tamaño considerable, que descienden a Iberia y obtienen riquezas en su pillaje” (Diodoro de Sicilia V, 34,6.)
[3] “Existe entre lo hispanos la costumbre de que los hombres que forman la guardia personal del general mueren con él si éste sucumbe. Los bárbaros de allí lo llaman el supremo sacrificio” (Plutarco, Sert. XIV).
[4] Recordar aquí las Eddas escandinavas y Los dichos de Grímnir, donde se nos mencionan los cuervos de Odín: Huginn (pensamiento) y Muninn (memoria), así como sus lobos Geri y Freki (Bernárdez 1987). Del mismo modo y sobre la relación del dios céltico Lug y el cuervo recomendamos García Quintela 2002b.
[5] Usaremos el término berserk para designar tanto al berserk propiamente dicho, como al ulfhednar, haciendo referencia en ambos casos al guerrero furibundo vestido con pieles de oso o lobo y “convertido” en virtud de los rituales mágicos e iniciáticos de las mannerbünde, en oso o lobo.
[6] A día de hoy en el pueblo soriano de san Pedro Manrique-enclavado en el corazón de la antigua celtiberia-es conocida la fiesta del “Paso del fuego” en la noche de san Juan, en la que los naturales del pueblo caminan descalzos sobre brasas encendidas.
[7] También, en la tradición céltica irlandesa podremos encontrar ideas parecidas a las aquí señaladas respecto del ámbito escandinavo. Tal sería el caso del héroe Cú Chulainn (Alberro 2009: 26) o de las leyendas sobre Fionn y su cofradía de jóvenes guerreros, donde se nos dice: “Los quinientos guerreros fianna que estaban con Fionn se levantaron al unísono (…) Y levantaron todos un denso, vasto y enorme bosque de marciales espadas (…) y seguidamente lanzaron un espeluznante grito de guerra. Con ello infundieron horror, confusión y temblores de corazón a sus enemigos” (Alberro 2009: 222).
[8] Estamos aquí haciendo referencia a la ética heroica de la tradición guerrera del mundo indoeuropeo de la Edad del Hierro. En el ámbito escandinavo encontraríamos a este respecto la figura de los Einherar: Guerreros valerosos muertos en combate, elegidos de Odín para acompañarle en su banquete celestial y luchar de su lado en la batalla final del Ragnarok. La cuestión de la ética heroica como ya hemos indicado en la introducción no es objeto de este artículo y no entraremos aquí a desarrollarla.
[9] Recordar aquí por ejemplo a Homero y la “ Principalía de Diomedes” en la Iliada (Rap. V: 1-8 y 84-94): “Atenea infundió a Diomedes valor y audacia (…) e hizo salir de su casco y de su escudo una incesante llama (…)”. Y “(en cuanto a Diomedes) no hubieras conocido con quiénes estaba, ni se pertenecía a los teucros o a los aqueos. Andaba furioso por la llanura cual hinchado torrente que en su rápido curso derriba los diques (…) tal tumulto promovía (…) en las densas falanges teucras que, con ser tan numerosas, no se atrevían a resistirle”.
[10] Recordar aquí como en la céltica irlandesa, el joven Setanta da muerte al feroz perro cancerbero del herrero Culánn, convirtiéndose a partir de ese momento en guardián de las propiedades de éste, adquiriendo a partir de se momento el apodo de Cú Chulainn-“ El perro de Culánn-el héroe por excelencia de la tradición céltica de Irlanda (Alberro 2009: 25-26). Del mismo modo el legendario guerrero Fionn­también de la céltica irlandesa-logra casarse con la hija del rey Lóchán matando a un terrible jabalí que estaba devastando las tierras del rey y tenía atemorizada a la población. La cabeza del jabalí se la presentará al rey como pago del precio o derecho a la novia (Alberro 2009: 74). Obsérvese que motivos parecidos podrían estar recogiéndose en la fíbula de Braganza (Lam. XIII).
[11] A este respecto podemos recoger una idea parecida en La Iliada cuando el espía troyano Dolón, pretende al abrigo de la noche y cubierto con una piel de lobo, cruzar el campo de batalla y acercarse al campamento aqueo (Rap. X,32).
[12] Recordamos que Orgenomescos significaría “los ebrios de sangre o matanza, o los que se embriagan en la matanza” (Peralta Labrador 2000: 178).
[13] utilizamos el término “infernal” no en el sentido cristiano del mismo, lugar de castigo y condena, sino en el sentido pagano de inframundo, reino de los Muertos o Hades.
[14] Quizás Endovélico signifique entonces dios Lobo o Gran Lobo.
[15] Resulta también interesante ver todas estas ideas en relación con la figura del san Miguel cristiano, que ya hemos encontrado anteriormente en relación con Endovélico, y que portador de una balanza con la pesa las almas, conductor de éstas al Más allá, y ángel guerrero que derrota a Satanás, de nuevo parece estar señalándonos mitemas propios de la divinidad de las mannerbünde. Tanto en su reverso mágico y psicopompo, como en su reverso guerrero.
[16] Insistir aquí en la relación de Odín con la figura del Berserk, y por ende con la idea de una licantropía mágica y guerrera.
[17] Recordemos aquí en la saga de Egil Skallgrímson la figura de un berserk retirado de nombre Ulfr, que a pesar de ser apreciado por su comunidad, algunas veces al atardecer “ se volvía sombrío” y se rumoreaba que mientras dormía, se convertía en lobo, habiéndose ganado el apodo de Kveldúrf, que significa: Lobo del atardecer (Dumézil 1971: 173).
Glosario:
Areté: Usaremos este término para designar el ámbito ético de la excelencia guerrera. Entendida ésta como honor, valor y desprecio por la muerte. La entendemos como un ethos.
Berserk: Término originario del antiguo mundo escandinavo, vendría a significar algo así como “osuno” o “convertido en oso”. Nosotros lo usaremos para designar al guerrero que posee la facultad del “furor” y actúa como tal. En nuestro estudio lo hemos asociado a la licantropía.
Clientela: Institución del mundo guerrero de la Hispania céltica relativa a la formación de grupos armados alrededor de jefes, conforme a una relación jerárquica de compromiso e interdependencia económica y personal.
Comitatus: El comitatus será un tipo de relación militar propia del mundo germánico, por la cual un grupo de guerreros decide libremente ponerse a las órdenes de un jefe. Este “ponerse a las órdenes de un jefe” se hace no solo como una mera jerarquía de mando, sino también como un compromiso ético y personal. En nuestro estudio hemos referido el término en relación al mundo de las bandas guerreras.
Devotio: Institución del mundo guerrero de la Hispania céltica, a través de la cual los principios de la institución de la clientela, son exacerbados hasta la formación de guerreros consagrados hasta la muerte a sus jefes. Esto de acuerdo a un juramento de orden religioso que compromete absolutamente la propia vida.
Dioses: Usaremos este término para designar entidades o fuerzas originarias y provenientes del Más allá Celestial o plano Sobrenatural.
Druht: Término de origen escandinavo para designar al comitatus germánico. En cada druht podía haber guerreros procedentes de distintas familias o “clanes”, dichas relaciones de consanguinidad quedaban sustituidas por la “familia” no consanguínea del druht, a cuyo frente se encontraba el druhtinaz o jefe guerrero. El druhtinaz y todo el grupo estaban protegidos por una divinidad tutelar que sería Odín. En nuestro trabajo hemos referido el término en relación al mundo de las bandas guerreras.
Einherar: En la mitología nórdica los Einherar serían los guerreros que muertos en batalla, son llevados por las valquirias al Valhala.
Ethos: Palabra griega que pudiendo traducirse como “inclinación” o “punto de partida”, es el origen de términos castellanos como ética o etología. En nuestro estudio el término lo hemos usado haciendo referencia a los modos de comportamiento y disciplinas que tienden a conformar un carácter y personalidad de acuerdo a un ideal concreto. En nuestro caso el ideal del Guerrero y por ende del Héroe.
Furor: Usaremos este término para designar un especial frenesí guerrero adquirido e inducido a través del mundo iniciático y mágico de las mannerbünde. Frenesí en teoría arrollador y capaz de paralizar de terror al enemigo. En nuestro estudio lo hemos asociado a la licantropía.
Héroe: Usaremos este término para designar al hombre que en virtud de su Areté, conquista y accede tras su muerte, a un lugar en el Más allá Celestial o Plano Sobrenatural.
Interpretatio: Usaremos este término para designar la interpretación que hace Roma desde su propio panteón de Dioses, de los Dioses que encuentra en el mundo céltico y germánico, designándolos por su supuesto correspondiente grecolatino.
Magia: Usaremos este término para designar el ámbito ritual mediante el cual se pretende operar sobre el plano preternatural. La entendemos como una techné.
Más allá Celestial: Plano invisible superior y trascendente, sede de los Dioses y los Héroes, e independiente de toda contingencia natural o preternatural.
Mannerbünde: Término germánico que literalmente significa “sociedades de hombres”. Nosotros lo usaremos para designar asociaciones guerreras entorno a jefaturas, dotadas de un propio universo espiritual, ético y ritual de orden heroico, iniciático y mágico.
Mors Triunphalis: Usaremos este término para designar la muerte agonística del guerrero en batalla. Muerte que es entendida como heroica, y por tanto como triunfal, en la medida que permite acceder al guerrero al Más allá Celestial convertido en un Héroe.
(Plano) Natural: Usaremos este término para designar el plano terrenal donde se desarrolla la vida humana, animal y vegetal.
(Plano) Preternatural: Usaremos este término para designar el supuesto plano invisible que no siendo trascendente, está por el contrario asociado a la realidad natural como su reverso oculto.
(Plano) Sobrenatural: Usaremos este término para designar el supuesto plano invisible superior, independiente y trascendente a todo orden natural y preternatural. Ver Más allá Celestial.
Techné: Término griego por el que se hace referencia a un procedimiento o conjunto de reglas objetivas que tienen como fin obtener un resultado determinado y concreto. Nosotros lo hemos usado en relación a la magia.
Welstanchaaung: Usaremos este término para designar el concepto de cosmovisión general, conjunta, holística y ordenada del universo, la vida y el ser humano.
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Marcial. Epigramas. José Guillén y Fidel Argudo. Institución Fernando el Católico. Zaragoza 2003.

Orosio. Historias contra los paganos. Juan Fernández de Heredia. Prensas universitarias de Zaragoza. Zaragoza 2008.

Plinio el Viejo. Historia Natural II-VI. Antonio Fontán, Ana María Moure Casas e Ignacio García. Biblioteca Clásica Grados. Madrid 2000.

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Gonzalo Rodríguez García.
Doctor en Historia por la UCLM.
Toledo. 2013.

1 comentario en “LA FIGURA DEL LOBO Y LA TRADICIÓN GUERRERA DE LA HISPANIA CÉLTICA.”

  1. curioso q Odin viniera a mi hace mas de 10-15 años y q mi animal totémico sea el lobo. soy muy pacífica, pero como alguien le roce un simple pelo a mis seres queridos, cuidadito, cuidadito conmigo, y para ello no me hacen falta trances ni drogas. sin embargo, curiosamente, soy físicamente muy ‘tonta’ y pacífica cuando me hacen daño a mi misma. habré sido berserker en otra vida? Mary

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