Lejanos quedan los tiempos en que el germen del neopaganismo implosionó dentro de su cáscara donde se había gestado después de la segunda guerra mundial, el conflicto supuso un punto de inflexión en la cultura occidental y varios imperios cayeron: -El imperio Inglés, que paradójicamente a pesar de haber ganado la guerra desapareció a los pocos años y que vertebró la política mundial los últimos 200 años. -El Cristianismo. El poder que sustentó a Europa a nivel politico, cultural, jurídico y social pasó a decaer progresivamente, primero en los países del mediterráneo, luego en los protestantes del norte. La sociedad europea a partir de los años 50 del siglo pasado, dejó de orbitar sobre la moral cristiana y empezó un proceso de “desacralización” o “laicismo” que sigue su curso, al aparecer los medios de comunicación de masas y el desarrollo científico, así como la universalización de la educación, que iluminaron muchos episodios del pasado a los que la iglesia les había dado su propia versión de las cosas. El resultado de este proceso fue primordialmente la perdida de poder por parte del cristianismo de los corazones de los europeos, el pueblo no necesitaba las explicaciones de la iglesia y desconfiaba cada día mas de sus dirigentes, disponía de un progresivo bienestar material, al que no había que imputar a ningún dios y que era solo fruto del trabajo colectivo. Nunca en la historia se había producido este impactante hecho: la sociedad había perdido su carácter “sagrado”, y en los actos cotidianos no había resto de presencia divina, el ateismo ganaba adeptos por momentos y el mundo se materializaba poco a poco. Al aflojarse la represión mantenida durante casi 2000 años por el cristianismo, los cultos prohibidos dejaron de estarlo y la libertad religiosa empezó a abrirse camino. Entonces las personas que sentían la necesidad de expresar su espiritualidad interior que veían que era distinta a la del cristianismo oficial comenzaron a practicarla de forma intuitiva, pues nada quedaba de la eficaz destrucción del recuerdo del antiguo paganismo. Y de repente nos vimos en la necesidad de volver a recuperar nuestra antigua religión, pero eso era tarea ardua pues en teoría nada quedaba sino algunos textos y nombres escritos en piedras y vasijas, lo único que se salvó a nivel documental fue el paganismo romano-helénico que no pudieron hacerlo desaparecer por la amplitud de fuentes escritas. Y entonces empezó, muchas veces a titulo individual la practica del nuevo neopaganismo, las cosas que se hacen dejan la impronta de quien las hace, muchos y muchas practicantes, sin apenas cultura empezaron a desarrollar conceptos que en su mayor parte eran inventados, prácticamente sin base real o histórica y así llegamos a la “New Age” en la que todo valía, empezaron a aparecer brujas y chamanes por doquier, se establecieron rituales inventados, absurdos y a nuestro mundo empezaron a acudir personas inestables, inadaptados y personas con graves complejos sociales. Entonces la cosa fue a peor para nosotros porque las personas “normales” estaban dentro de la fe cristiana y solo los excéntricos, los “pirados” los excluidos sociales se volvían al paganismo, no por él sino porque lo consideraban “ajeno” a la normalidad social. Esto nos ha hecho un daño terrible, porque se nos acusa de “raros”cuando antes los raros y los sectarios eran los cristianos y el paganismo formaba el eje del cuerpo jurídico de la sociedad. ¿Cómo le damos la vuelta a esta situación? ¿Cómo volvemos a colocar al paganismo dentro de su fibra social dentro del espíritu vital de nuestro pueblo? Pues con seriedad y paciencia, los cristianos tardaron siglos en cristianizar a Europa y en la práctica nunca lo llegaron a conseguir totalmente, por lo que tenemos a nuestro favor todo ese sustrato del que se nutre el propio cristianismo, las fiestas cristianas son nuestras propias fiestas disimuladas por ellos. Nosotros lo tenemos mucho más fácil que ellos porque el alma europea está estructurada según su primitiva cosmovisión religioso-espiritual pagana. Sin embargo no tenemos recursos económicos ni políticos poderosos que puedan ayudarnos, solo nosotros y nuestra férrea voluntad hacen proseguir nuestra lucha. Pero si hay una cosa que podemos hacer, mejor, debemos hacer y eso es FORMACIÓN, tenemos que volver a rebuscar dentro de nuestros mitos de nuestra esencia mas íntima, aquello que hacía a la antigua religión fuerte y perdurable, las características intrínsecas que la volverán a lanzar otra vez al puesto central que nunca debió perder, y deberemos ponerla al día
Lo primero es construir los cimientos sobre los que colocar los pilares y sobre eso quería comentar un pilar clave de la antigua religión romana, LA PIETAS, que era común al resto de religiones europeas, Odinismo, Celtismo, etc., con la gran suerte que este concepto lo tenemos muy bien documentado, Mircea Eliade, el gran maestro nos explica en que consistía: El carácter social de la religiosidad romana, y en primer lugar la importancia atribuida a las relaciones con los demás, se expresan claramente en el término pietas. A pesar de sus relaciones con el verbo piare (aplacar, limpiar una mancha, un mal presagio, etc.) La pietas designa la observancia escrupulosa de los ritos, pero también el respeto debido a las relaciones naturales (es decir, ordenadas conforme a la norma) entre los seres humanos. Para un hijo, la pietas consiste en obedecer a su padre; la desobediencia equivale a un acto monstruoso, contrario al orden natural, y el culpable ha de expiar la mancha contraída con su propia muerte. Además de la pietas para con los dioses, hay también una pietas para con los miembros de los grupos a los que pertenece el individuo, para con la ciudad y, finalmente, para con todos los seres humanos. El «derecho de gentes» (ius gentium) prescribía los deberes para con los mismos extranjeros. Esta concepción se desarrolló plenamente «bajo el influjo de la filosofía helénica cuando se delimitó con claridad el concepto de humanitas, la idea de que el mero hecho de pertenecer a la especie humana constituía un verdadero parentesco, análogo al que ligaba a los miembros de una misma gens o de una misma ciudad, que creaba los deberes de solidaridad, de amistad o al menos de respeto».’ Las ideologías «humanitaristas» de los siglos xviii y xix no hacen otra Cosa que recoger y elaborar, desacralizándola, la vieja concepción de la pietas romana.-
David Ugarte vuelve a incidir en este aspecto: Las tres grandes virtudes que Cicerón nos recomienda deificar siguen siendo base del aporte individual a cualquier empresa colectiva que merezca la pena y que quiera ser resiliente. Estamos tan acostumbrados a que la moral se explicite como hipocresía o como mera admonición que nuestra sociedad parece haber olvidado que sin la asunción de una serie de valores en el ethos de cualquier comunidad, la cohesión deviene imposible. El genius y animus de un grupo humano no son meramente el resultado de una ingeniería legal u organizativa. Cicerón, en Sobre las leyes recordaba: Es conveniente también divinizar las virtudes humanas como la Inteligencia, la Pietas, la Virtus y la Fides. En Roma todas estas virtudes tienen templos consagrados oficialmente, de modo que aquellos que las poseen (y ciertamente las poseen los hombres de buena fe) creen que de esta manera los dioses se instalan en sus espíritus. ¿Pero qué son la Pietas, la Virtus y la Fides? Pietas no es otra cosa que lealtad por los propios, respeto y sentimiento de deber, afán de cuidado por aquellas comunidades (familia, filé, etc.) de las que formamos parte. Algo inalcanzable sin la Fides, el respeto por la palabra dada, la vocación de cumplir compromisos que implica no tomarlos sin dotarse de los medios o disponer de la voluntad para cumplirlos. Si la pietas nos obliga con los nuestros, la fides nos obliga con el mundo. Pero hay un espacio más allá del deber generado por el compromiso: la Virtus. La virtus es coraje, valentía… pero va más allá. Es ese heroísmo cotidiano que entiende la propia acción en función de la necesidad, pero no como una restricción, sino como un atrevimiento. Tiene virtus aquel que se atreve a hacer cosas que generan significado (sacer) sin importarle el coste personal, el emprendedor comunitario, el héroe civil o militar. Cicerón da como ejemplo de Virtus a una matrona que se enfrenta a los ladrones -en claro riesgo de su vida- para salvar a un transeúnte. Pompeyo, a un guerrero ibero que rompe la formación en el combate una y otra vez para abrir paso a sus compañeros… y al que da la ciudadanía romana. Pietas, Virtus y Fides son en realidad las virtudes heroicas sobre las que se construye el cursus honorum de cada cual, es decir la trayectoria, el significado de una vida en comunidad. Unidas marcaban a quién las desarrollaba con la gravitas y la dignitas, el aplomo y la dignidad, que hoy por ejemplo amamos en el genius de nuestro Dogo y nuestra Malka. Son, los ladrillos de la resiliencia.
El paganismo es una religión comunitaria, del pueblo y para el pueblo, que anima su estructura social interna, no es una religión unipersonal donde aparentemente cada uno se relaciona con Dios individualmente como en el caso del cristianismo y digo aparentemente porque eso también es una farsa y el cristianismo ha sido de hecho la máquina mas grande de poder construida para controlar y dominar al pueblo, utilizándose mutuamente reyes y papas para perpetuar un dominio absoluto, una estructura de poder solo suplantada ahora mediante los partidos políticos y la Finanza. Es pues necesario construir desde cero los nuevos paganismos, y se puede conseguir esa vinculación con los antiguos, mediante una herramienta, la “TRADICIÓN” y solo la tradición nos llevará de vuelta con nuestros Dioses, no difícil, solo que lo que hemos hecho de una manera intuitiva tendremos que hacerlo sistemáticamente, y ya no habrá paso atrás en la historia para el paganismo.
mmmmmmmmmm q bacan
Es importante que tengamos un debate sobre el presente y el futuro del neopaganismo en España, del pasado ya sabemos, futuro, porque nos atañe a todos los que compartimos el mismo conjunto de creencias.
Entre todos, por decirlo de una manera informal «hemos salido del armario», sabemos que el paganismo nunca murió, pero ahora hay que ponerlo en valor, y sobre todo: decidir que camino vamos a tomar y eso vale para todos, Odinistas, Wiccanos, Druidas, etc. Cada grupo confesional comparte las mismas raices politeistas, eso es lo que debemos debatir, hablar y hablar.
¿Cual ha de ser el NEOPAGANISMO en la sociedad del siglo XXI? Ya digo, cada confesión pagana tiene sus características que la hacen única, no es eso donde tenemos que elaborar doctrina, sino a nivel estructural, a mi me gustaría realizar un «CONCILIO», una especie de congreso religioso donde todos tomemos consciencia de lo que somos y sobre todo, lo que se nos viene encima.
Ernesto García