LOS NUEVE PILARES DEL ODINISMO.

Mirémonos a la cara. Nosotros somos hiperbóreos, -sabemos muy bien cuán aparte vivimos. “Ni por tierra ni por agua encontrarás el camino que conduce a los hiperbóreos”

Friedrich Nietzche

Fernando López de Prado

El Odinismo como religión neopagana pretende la reconstrucción de la  espiritualidad de los pueblos germánicos. Han pasado muchos siglos desde que los  últimos grupos paganos escandinavos fueron convertidos a la fuerza al cristianismo,  por este motivo el regreso a esta espiritualidad no es inmediato ni sencillo. A través del estudio de las fuentes de la mitología, del derecho, la sociedad, la familia, etc., se puede reconstruir como era la religiosidad nórdica y desde esta reconstrucción histórica adaptarla a nuestros días. Son posibles muchas reconstrucciones, como sin duda hubo infinidad de Odinismo en el pasado, teniendo en cuenta la gran variedad de confederaciones germánicas (godos, francos, suevos, sajones, anglos, vándalos, burgundios, etc.) que existieron a lo largo de los siglos. Cada confederación a su vez se dividía en varias tribus y éstas en a su vez en sippes (kindred), con su variantes religiosas.

El Odinismo, como cualquier religión debe tener un conjunto de principios fundamentales que lo caractericen frente a otras religiones, guiando a sus fieles en su crecimiento y dando uniformidad a los cultos y rituales. En este artículo vamos a presentar esquemáticamente los que consideramos Los Nueve Pilares del Odinismo.

  1. Politeísta: el Odinismo es una religión politeísta, la diferencia frente a los monoteísmos no radica en el indeterminado número de dioses, sino en la ontología de la divinidad. Los dioses germánicos y por ende los indoeuropeos, son entidades superiores al ser humano, pero no son omnipotentes, ni omniscientes, ni inmutables, ni eternas, etc. Los dioses ante todo representan para el hombre un camino de autorrealización. El odinista busca realizar la divinidad que lleva en su interior siguiendo el camino de los héroes, alcanzado la apoteosis y de esta forma transmutando su ser humano en divino. Los dioses a su vez se dividen en muchas tribus: Aesir, Vanir, Elfos, etc., con funciones cósmicas diferentes. Un dios es una entidad poliédrica, manifestado una fuerza distinta en cada dimensión de la realidad: física, psicológica, genética, histórica, etc. Al hablar de los dioses, muchas veces empleamos analogías, esta forma de hablar presenta la ventaja de la sencillez, pero al mismo tiempo emplea conceptos externos que no permiten una mayor profundización en la naturaleza del ser divino. Desde el punto de vista filosófico empleamos un metalenguaje para explicar las realidades divinas. Como ejemplo, podemos asociar los dioses a las fuerzas de la naturaleza:
  • la fuerza nuclear fuerte,
  • nuclear débil,
  • electromagnetismo
  • y gravitatoria.

Cada una rige un conjunto de fenómenos físicos e interactúan cuando convergen en una partícula o punto, siguiendo unas leyes. Platón, que era politeísta y fundó su Academia como una institución religiosa, concebía el Universo como una realidad viviente, con su cuerpo material y su alma cósmica. Esta última tenía consciencia de su existencia, poseía una mente. De aquí, podemos inferir que las fuerzas que rigen el Universo tienen cuerpo, alma y mente, es decir son dioses. Esta es una interpretación posible, cada odinista debe buscar la suya propia.

  1. No Dogmático: El Odinismo, como todas las religiones indogermánicas es un camino espiritual personal. El Odinismo no pretende crear una religión-estado, con un jefe de estado que ordena a sus fieles mediante encíclicas de obligado cumplimiento bajo penas pecunias, penales (incluida la pena de muerte) y el castigo eterno en el infierno. Las barbaridades cometidas por las religiones abrahámicas son suficientemente conocidas y por desgracia aun las sufre la humanidad.

No tener dogmas no significa que todo es posible en el Odinismo.

Al contrario, el Odinismo se rige por la tradición recogida en los textos que se han conservado y por el espíritu que se manifiesta en los descendientes de los paganos germánicos. La genética imprime carácter, un odinista siente las fuerzas de sus ancestros que le guían en su actuar, generando una ética práctica.

El Odinismo no necesita un decálogo de hipocresías, que solo sirven para atemorizar al fiel, situándolo siempre en el pecado, necesitado del perdón de un sacerdote (en muchos mucho más pecador que el propio fiel) para volver a sentirse querido, por un dios al que siempre mira con la cabeza baja y desde el miedo. El odinista ama a los dioses y diosas desde la admiración, como hermanos mayores que han superado vicisitudes en sus vidas que han quedado reflejadas en mitos que nos guían en nuestro periplo. Vivimos una sola vez, por este motivo nuestra vida es algo excepcional, no podemos malgastarla con miedos y complejos, debemos vivirla conforme a lo que somos, de forma heroica, dispuestos a dar lo mejor de nosotros mismos. No hay mayor honor que el ser recordado por nuestros amigos y familiares. La fama que buscaban los grandes héroes homéricos. El odinista no teme a nada, ni a los mismos dioses, a los cuales se puede enfrentar si este es su destino.

  1. Sin Clase Sacerdotal: los pueblos germánicos no tuvieron una clase sacerdotal, el jefe de la sippe, el kuni, el kindred y el padre de familia actuaban como sacerdotes. Si miramos a otros pueblos indogermánicos, las estructuras sacerdotales eran sencillas, pues la falta de textos sagrados y por lo tanto de unos dogmas revelados impidió la formación de estructuras sacerdotales poderosas. Como odinistas debemos mantener esta tradición. No es fácil, pues el contagio con las religiones abrahámicas nos puede arrastrar a crear estructuras clericales, con todos los vicios que de ellas se derivan. El primero es el dogmatismo, que tanto daño ha causado a la sociedad, el segundo es la generación de un negocio religioso, algo normal en la mentalidad abrahámica, donde el acaparar oro es vital. El día que en el Odinismo los godis cobren por sus ritos, como los sacerdotes abrahámicos, habremos perdido sin duda la pureza del rito y por lo tanto la conexión con los dioses. La limpia intención, la espontaneidad, la naturalidad deben ser virtudes que guíen los rituales odinistas. La profesionalización de los godis, si bien puede traer consigo unos ritos más elaborados, pierde en profundidad espiritual, pues ya no es uno más del pueblo quien conduce el ritual, es un funcionario al servicio de una institución con intereses mundanos. Otra cosa es que los fieles que son llamados por Odín, a conducir los rituales deben formarse en la espiritualidad y la filosofía del Odinismo, pues todo don implica una responsabilidad con el pueblo y una necesidad de realización de la persona, que si no es satisfecha genera lagunas en su crecimiento espiritual. Hoy en día vemos como la formación académica sufre una crisis que esta desembocando en un desprestigio social. El Odinismo como institución debe facilitar la formación de sus fieles, desde una perspectiva iniciática, donde el maestro guíe al neófito hacia su maestría, generando una cadena de transmisión de conocimiento, que comenzó en Odín y terminará en el Alfather.
  1. Nativo y Étnico: el Odinismo es una religión ligada a la familia, la sippe, la tribu, la nación. El Odinismo nace desde unos presupuestos genéticos. Los genes nos guían, cuando reconocemos en nuestros hermanos conductas de nuestros padres, abuelos y antepasados, su transmisión no solo es cultural, pues la cultura de nuestros abuelos es diferente a la nuestra. Cada pueblo es en sí mismo perfecto, por lo tanto debe seguir la espiritualidad que sus genes marcan, para conseguir el mayor desarrollo espiritual. La llegada de las religiones abrahámicas a Europa supuso la imposición de paradigmas contra natura para el europeo. La edad media fue un periodo en el que los pueblos europeos vivieron enfermos.

Podemos comparar la conversión a las religiones abrahámicas a una infección por un virus, estableciendo una analogía con sus fases. En este sentido durante la edad media los pueblos europeos perdieron la capacidad de crear, de pensar. Vivian del recuerdo del mundo grecorromano, pues su espíritu estaba amordazado por la moral abrahámica. Con el renacimiento, se perdió el miedo a pensar fuera de lo permitido por la fe abrahámica. La ciencia se mostró superior a la fe de un dios castrador. La genialidad de los griegos volvió a brillar en los corazones y las mentes de los europeos. Se recuperó el conocimiento matemático, la física volvió a brillar y con ella todas las ciencias que durante la edad media estaban estancadas. El virus del Yahvé estaba siendo vencido, el hombre volvía ser el centro del cosmos y la medida de todas las cosas. En los siglos siguientes las naciones europeas llevaron la ciencia y la civilización por los cinco continentes. El cristianismo seguía siendo la fe mayoritaria, pero había sido marginada al área moral, era posible desarrollar una ciencia y una tecnología independientes de la supervisión clerical. La fe de Yahvé quedaba relegada al mundo de lo intangible. Lentamente la Inquisición fue perdiendo fuerza hasta que los europeos comprendieron que era un instrumento malvado.

Si los pueblos europeos sufrieron más de diez siglos de oscurantismo por la imposición de una religión exógena, ¿no debería aprender todos los pueblos del mundo que en sus religiosidades nativas se encuentra el camino de realización personal y comunitaria? Por este motivo, el Odinismo es bueno para las personas de genética germánica  porque encaja sincrónicamente en nuestro puzzle anímico-espiritual-físico y también será bueno para personas de otras etnias, aunque ya no sea posible para éstas la íntima interconexión tripartita cuerpo-alma-espíritu. Al igual que a nosotros, que se nos ha impuesto una fe extraña a nuestra alma, animamos  a todos los pueblos de la Tierra a encontrar en sus raíces culturales su camino ancestral para ser ellos mismos, como hicieron sus mayores.

  1. Culto a los Ancestros: Igual de queridos que los Aesir y los Vanir son nuestros ancestros, ellos nos trasmitieron sus genes, nos instruyeron, nos dieron su cultura y nuestra identidad. Por ellos trasmitimos a nuestros descendientes la llama de la divinidad que ellos recibieron de los dioses. Nuestros antepasados son dioses, en los cuales encontramos la sabiduría y la fuerza para afrontar el destino. La estirpe, el linaje, la sippe, el kínder, la gens, todos estos conceptos nos hablan de una línea de sangre que se extiende desde la creación del hombre por los dioses y no tendrá fin. Nuestros mayores antes de salir de casa se dirigían a los Lares para pedirles protección en el mundo exterior. Al volver daban gracias por regresar otra vez con los suyos. Entorno del fuego se reunía la familia y siempre tenía presente a los ancestros. Los agasajaban con pasteles, bebidas, incienso y flores. A nuestros ancestros debemos dirigir oraciones, plegarias, deseos, pensamientos. Ante ellos necesitamos abrir nuestros corazones y mentes, pues en ellos tenemos no solo unos padres biológicos, sino unas fuerzas espirituales que nos fortalecen y purifican. Cuando estudiamos nuestra genealogía, recordamos como vivieron y murieron nuestros antepasados; tenemos modelos a seguir, en los errores y en los aciertos. El cristianismo en su afán de atrapar el alma indogermánica, creo a los santos, purgando todo aquello que consideraba amoral. Nuestra religiosidad es profundamente humana, todo lo humano es en sí mismo necesario, formando parte de un ecosistema. Por este motivo es tan importante tener presente los errores como los aciertos, pues es difícil acertar sin antes errar. No creemos en la perfección absoluta, es en sí misma absurda y fea. La belleza y la genialidad se producen por pequeños errores que nos permiten salir del camino trazado, descubriendo continentes que antes no existían. ¡Hail Ancestros!
  1. Familia: todos nacemos de unos padres, aunque hoy en día se pretenda crear familias sin un padre y una madre. Un ser humano se forma de la unión de un óvulo y un espermatozoide. Lo femenino y lo masculino son necesarios, son fuerzas diferentes y complementarias. Lo uno no puede existir sin lo otro. Por este motivo los odinistas creemos en la familia que heredamos de nuestros mayores, con sus defectos y virtudes. Cada generación debe adecuar las estructuras familiares a su tiempo, mejorando las relaciones, facilitando el desarrollo pleno de las potencialidades de sus miembros. Los pueblos europeos han permitido que el hombre y la mujer se desarrollasen mucho más que en otras culturas. El machismo no es propio de los pueblos indogermánicos. Las mujeres han gobernado la economía familiar con acierto, tomando decisiones que obligaban a todos los miembros. Las mujeres disponían de su herencia, de su dote y de su patrimonio que administraban con libertad. Las religiones abrahámicas impusieron un paternalismo exógeno. La mujer pagana romana, celta, germana y griega gozaba de mucha más libertad que las mujeres cristianas. El Odinismo por tanto lleva en sí mismo el espíritu de libertad y autonomía propias de las mujeres y los hombres indogermánicos.

Los hijos deben ser educados conforme al entender de los padres, sin intromisiones del estado en la familia, pues toda intromisión es una tiranía, aunque sea aprobada por ley en un parlamento. De esto nos advirtió Platón, la política debe estar en manos de filósofos, no de demagogos y ni sofistas.

  1. Pragmatismo Científico: la ciencia como creación del espíritu humano debe guíar el desarrollo del hombre y de la sociedad en su conjunto. La sociedad se crea como necesidad del hombre para afrontar su falta de adaptación al medio. Mediante el conocimiento práctico y la especulación científica los pueblos indogermánicos han podido desarrollar sociedades en la cuales la vida ha progresado. El europeo busca soluciones prácticas, el misticismo, si bien tiene su ámbito, no es la fuerza que guía las sociedades europeas como sucede en otras culturas. A través de la ciencia y la tecnología debe crearse sociedades en las cuales el hombre pueda desarrollar todas sus potencialidades. El arte en todas sus facetas son manifestaciones que divinizan al ser humano. ¡Quién no se estremece al ver los templos griegos, romanos, las catedrales, etc.! La misma ciencia a través del lenguaje matemático es una forma sublime de arte. Al leer una ecuación física que rige el comportamiento de los átomos en cualquier parte del Cosmos y en cualquier tiempo; ¡cómo no sentir el aliento de lo divino sobre nuestros cuerpos! La grandeza que hemos heredado de nuestros mayores es mucha, es nuestra obligación seguir aportando Belleza, Justicia y Bien a nuestros semejantes.
  1. Culto a la Naturaleza: nuestros antepasados siempre percibieron fuerzas divinas en los arroyos, las fuentes, los ríos, las montañas los bosques, en los animales. Los ríos poseían un numen y al adentrarse en sus márgenes pedían su permiso. El respeto y cuidado de la naturaleza era algo sagrado. Al sintonizar con las fuerzas de un río o de un bosque algo se mueve en nuestro interior, nos limpiamos y recobramos confianza en nosotros mismos. Vivimos en simbiosis con la naturaleza, cuando la destruimos nos estamos haciendo un daño irreparable. La economía actual no respeta la naturaleza, el ecologismo potenciado por los estados y ciertos partidos políticos es una falsedad. No atajan el mal, sino que con falsos remedios ocultan el daño irreversible que se está ocasionando. Son en el fondo semejantes a los charlatanes que vendían ungüentos que servían para curar una caries o limpiar el suelo. Mientras no se cambie el sistema productivo, el consumismo, el mercantilismo y la acumulación de capitales en multinacionales, la naturaleza irá muriendo y con ella nuestros espíritus. La hipocresía de las políticas de reciclaje basadas en poner la carga en las familias son inoperantes. Cuando se fabriquen cosas necesarias, diseñadas para durar y ser reparadas y no para ser consumidas y destruidas, entonces volveremos a un equilibrio con la Madre Naturaleza. El odinista ora al pasear por el bosque; simplemente con respirar, ver la luz entre las ramas de los árboles y sentir la humedad en la piel, entramos en sincronía con la Madre Naturaleza y ella nos enseña cosas inefables. En Ella se formaron nuestros cuerpos y a Ella regresaremos para dar vida a través de nuestra muerte.
  1. Culto Heroico: la vida odinista es una vida de retos imposibles. Lo banal, lo trivial, no tienen cabida. El odinista busca tensar la cuerda, alcanzar cotas inexploradas, conquistar mundos no soñados. Para ello dispone de unas armas divinas. Su cuerpo, genéticamente modificado por los dioses, pues no olvidemos que somos hijos de Odín y esto no es algo alegórico. Su mente regida por una lógica flexible (lógica difusa o borrosa) que le permite establecer algoritmos que establecen leyes donde otros no ven más que el azar y el caos. Una vitalidad que le lleva al esfuerzo y a la superación por la necesidad de dar rienda a su naturaleza. La voluntad de ser que le impele a realizar su destino, sin importar donde este le lleve. El odinista siempre triunfa, pues donde otros ven fracaso, por su visión del momento, el odinista ve éxito, pues la escala de tiempo del odinista es el milenio. El odinista lucha por la gloria de su linaje, su estirpe, su sippe, su tribu, su nación. Los dioses nos guían, pero también nos ponen zancadillas para que nos volvamos a levantar y así nuestra vida sea plenamente heroica. La lucha por y para la lucha. La naturaleza nos muestra como todos los seres son engranajes de un maravilloso cuerpo y estos se relacionan entre sí dialécticamente. Solo el odinista que vive su vida sin miedo alcanza la sabiduría heroica, transmutándose en un semidiós que iluminará a nuevas generaciones en pos de la gloria. Pidamos a los dioses y a nuestros ancestros que sepamos encontrar nuestra senda de lucha, que no busquemos atajos y nos enfrentemos a nuestros enemigos con todas nuestras fuerzas sin reservas. La mentira, el dogmatismo, el clericalismo, la cobardía, la globalización, el materialismo, la contaminación serán vencidas, no en este siglo ni en el que viene, pero sí en mil años, cuando un nuevo hombre y una nueva mujer, purificados de la mentira vivirán como lo que fuimos antes y como lo que volveremos a ser, hiperbóreos.

Fernando López de Prado y López,
Kindred Castilla, COE

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