Que la iglesia cristiana se aprovechó de las creencias romanas para aposentar las suyas es un hecho. Tuvo buenos maestros. Los romanos habían hecho antes lo mismo con creencias más ancestrales aún, perfeccionando la técnica de asimilación y manipulación de mitos ajenos.
Y la Navidad o Natividad de Jesús no iba a ser una excepción. En el calendario romano, el 25 de diciembre figuraba como Natus Invicti o Solis Invitus, Nacimiento del Invicto o de Sol Invicto, culto instaurado desde hace mucho tiempo en Roma gracias a la identificación entre Apolo y Helios y al propagarse la religión mitraica gracias a las legiones romanas.
Mithra nace el 25 de Diciembre y Lusitania es uno de los lugares de Iberia en los que mayor favor gozan los dioses orientales, con un santuario de culto a Mithra muy importante en Mérida, desde donde sus adeptos lo extienden a toda la región, especialmente a Ibahernando y Villamiel.
Mithra nace de una roca, y a su nacimiento acuden los pastores a adorarlo. Lucha con el toro, al que hiere en el cuello y su sangre se convierte en vino y su carne en trigo, que serán los elementos del sacrificio mithraico, y más tarde también del cristiano. Los que se inician en sus cultos mistéricos son bautizados con sangre de toro. En una gruta al iniciado se le coloca bajo una tarima encima de la cual se sacrifica un toro, cuya sangre empapa la cabeza y el cuerpo del catecúmeno.
En 1902, con ocasión de sacar de cimientos un edificio destinado á Plaza de Toros, en el cerro de San Albín de Mérida, que domina al Guadiana, aparecieron, al remover la tierra, algunas estatuas que provenían, a decir de Jose Ramón Mélida, de un templo ó templos consagrados al dios greco-egipcio Serapis y del dios persa Mithras, á los que se rindió culto en aquel paraje.
Gracias a las inscripciones de las estatuas aparecidas conocemos incluso el nombre del sacerdote o Pater, grado máximo de los siete que comprendía la iniciación en los Misterios Mitraicos. Se llamaba Gayo Accio Hedychro, y su nombre de origen griego hace pensar en su estirpe oriental. Seguramente fue el principal mantenedor del culto en la ciudad, y á quien parece se debió en gran parte el esplendor del templo, pues su nombre se repite en varias aras y estatuas.
En las excavaciones del lugar se halló también un resto de cathedra ó sillón monumental, posiblemente donde se sentaba el pontífice Hedychro, y que consiste en dos garras, y un brazo rematado con una cabeza de pantera. Y a propósito de estatuas, hay que destacar que los santuarios de Mithras no solamente contenían la imagen de este dios y las de los genios de su ciclo, sino también las de otros dioses, altares y exvotos. Así, los dioses orientales vivieron en buena compañía con los del panteón oficial romano, por lo que no es de extrañar que algunas de sus imágenes ostenten dedicatorias al Dios Invicto.
Y hablando de Dioses invictos, volvamos a Serapis, sabemos que este dios greco-egipcio tuvo su centro de culto en Alejandría (Egipto), donde aún se conserva su santuario subterráneo, el famoso Serapeum, bajo la columna de Pompeyo.
Serapis se nos ofrece como nueva y postrera forma del dios egipcio Osiris, de quien acaso procede y con quien fué identificado, habiéndolo sido por los griegos con Júpiter, al propio tiempo que con Helios (el Sol), con Plutón el dios del mundo subterráneo, y con Dionisos; participando así del doble carácter de divinidad solar e infernal, de ahí lo misterioso de su culto. Este culto, desarrollado y mantenido en Alejandría en la época helenística, continuó en la época romana, y en ella, unido al culto de la diosa egipcia Isis (esposa de Osiris), se propagó hasta España, Lusitania y Mérida.
El culto a Serapis (hombre barbado de largo cabello) es introducido en Extremadura en el siglo I a.C.. Sus propagadores son soldados y comerciantes. Serapis (cuyo aspecto es parecido al que más tarde tendrá Jesús) ofrece el gozo eterno tras su resurrección. Y por cierto, resucita al tercer día. Cuenta con seguidores en Cáceres, Mérida y Villafranca de los Barros.
Entre las esculturas encontradas en Mérida en el mencionado Cerro de San Albín, destacan la cabeza del dios Serapis de mármol blanco y con cabellera y barba dispuestas en grandes y desordenados rizos. Su expresión es dulce y enérgica, como corresponde á un dios paternal y misterioso. La cuencas de los ojos están vacías, y afirma Macías que acaso estuvieran ocupadas por alguna piedra preciosa, como la famosa imagen de este dios adorada en el Serapeum de Alejandría, que tenía los ojos realizados en piedras preciosas que refulgían en la oscuridad del santuario.
Como el Serapeum, el Mithraeo o templo de Mithra era una gruta. Ese mismo santuario, el spelaeum, era un recinto subterráneo, y para penetrar en él había que descender por una escalera de numerosos peldaños, desde los pórticos por donde el templo tenía su entrada. Tenían, pues, idéntica disposición los templos de Serapis y de Mithras, como afines que eran sus religiones.
No sería, por tanto, de extrañar que en Mérida se hubieran acogido en común ambas deidades á un solo santuario, posiblemente doble, según nos da derecho á pensar el hallazgo de sus imágenes é inscripciones votivas, confundidas unas con otras en un mismo lugar.
Del indio Krishna (con una vida casi idéntico punto por punto al de Jesús cristiano) no hablaremos por no haber sido adorado en nuestra tierra. Ni de Zoroastro (nacido de una virgen, bautizado en un río y seguido por 12 discípulos), ni de Buda… Pero les recomiendo leer sus biografías. Comprobarán como no hay nada nuevo bajo el Sol…Invicto.
fuente: http://blogs.hoy.es/extremadurasecreta/2012/12/26/navidades-paganas-en-lusitania-los-misterios-de-mitra-y-serapis/