Odín es una de las figuras más enigmáticas del panteón germánico Odin-Wotan es la figura dominante, especialmente en tiempos de las migraciones germánicas, que se desarrolla hasta alcanzar su plenitud en la temprana época vikinga. El vagabundo inquieto y buscador de la verdad, el dios de la tormenta oscura y la magia representa un gran contraste con los dioses brillantes de la Edad de Bronce nórdica. Acerca de su origen y desarrollo tenemos opiniones encontradas. ¿Volvió al norte después desde las estepas del sur de Rusia y Escitia? ¿Fueron los godos y los germanos orientales quienes transmitieron al resto del mundo germánico la imagen de este Dios único? Nos ha llegado noticias de un Odín “histórico”, legendario que habitó las estepas entre los mares Caspio y Negro, en el río Volga ¿No podría ser un recuerdo de esa asimilación?
La erudita y académica Britta Verhagen, examina en este libro los conocimientos actuales de la figura de Odín y su lugar como Dios más importante de los germanos desde mediados del último milenio antes de Cristo. Un acercamiento a la cara más chamánica del Dios supremo, pero con la diferencia que su chamanismo vendría más influenciado de los pueblos Escitas, Sármatas y alanos que de los Fineses.
Aunque originariamente el término chamán surge del estudio del chamanismo siberiano moderno, su alcance es mucho más universal. Los chamanes son individuos aquienes socialmente se les reconoce capacidades especiales para entrar en contacto conseres espirituales y controlar las fuerzas sobrenaturales. Todo el complejo chamanistaincluye alguna forma de experiencia de trance durante el cual se aumentan los poderesdel chamán. La forma más frecuente de trance chamánico es la posesión,la invasión de su cuerpo por un dios o espíritu. Mientras está en trance el chamán puede actuar como médium, trasmitiendo mensajes de los antepasados. Con la ayuda de los espíritusamistosos, los chamanes predicen acontecimientos futuros, descubren objetos perdidos, identifican la causa de la enfermedad, prescriben curas y dan consejos sobre cómoprotegerse de las intenciones malvadas de los enemigos.
La patria de los escitas era la estepa ucraniana, más o menos entre la desembocadura de los ríos Danubio y Don. No eran los únicos, desde luego, y estaban además rodeados por pueblos muy distintos como tracios, eslavos y, al nordeste, fino-ugrios. La Escitia en sí, dividida en múltiples tribus, se distinguía también por la creación de sistemas económicos distintos: al oeste del Dnieper, agricultores sobre todo. Al este del mismo río, nómadas fundamentalmente y, entre ellos, la tribu reconocida como cabeza y autoridad suprema: los escitas reales.
Todas las tribus de la Escitia tenían su propio rey, señor absoluto y sin rival. Pero todos obedecían a su vez al rey de la tribu real. Creían en dioses distintos, uno al menos de la guerra, en forma de espada, al que sacrificaban caballos, carneros y prisioneros de guerra. Pero, como sugiere M. Eliade, conservaban prácticas chamánicas, pues sólo así debe entenderse el ritual descrito por Heródoto (IV, 73) -que lo confundió con una especie de diversión ligada a una droga-, consistente en arrojar granos de cáñamo sobre piedras calientes, aspirando luego los vapores.
No deja de ser maravilloso que, en 1924, en las tumbas del lejano Zyryk, en el Altai, se descubrieran calderos con piedras y granos de cáñamo preparados para un ritual de inhalación en el otro mundo que, evidentemente, no tuvo lugar