En mis habituales paseos por la red global, en una interminable búsqueda de material odinista, suelo encontrarme a menudo con algunos errores conceptuales, debidos sin duda a la escasa calidad de ciertas traducciones. El problema con las definiciones en esta materia es que resulta complicado (por no decir imposible) buscar una suerte de homogeneidad conceptual: la propia idea atenta contra el individualismo de las distintas comunidades odinistas desperdigadas por el mundo. Para un odinista, la libertad es algo irrenunciable. Y a pesar de nuestras diferencias, todos estamos de acuerdo en ese punto: cada comunidad tiene el derecho de autogestionarse sin depender de poderes superiores (aunque, claro está, sin olvidar la base de solidaridad que sustenta cualquier sentir pagano). Ahora bien, ¿qué sucede cuando un término o práctica “erróneos” se cuelan en el seno de una comunidad? Si todos los miembros lo aceptasen, el error podría asumirse y se correría el riesgo de, por así decirlo, “sentar cátedra”. En este punto, hay que incidir en la responsabilidad que tienen los gothar a la hora de asimilar los pilares y entresijos de nuestra fe y saber transmitirlos de un modo claro, sin artificios ni oscurantismos propios de otras prácticas religiosas ajenas a la nuestra.
¿Y por qué comento todo esto? Pues porque temo que, tal vez, todos aquellos que tenemos la responsabilidad (bien por vocación, por designio o por ambas cosas) de transmitir las bases de esta fe a nuestras respectivas comunidades, nos perdemos en ciertas disquisiciones supuestamente “elevadas”, a mi entender totalmente estériles, y nos olvidamos de que, mientras tanto, los miembros de nuestros clanes/ kindreds se ven expuestos a la sobresaturación informativa de Internet, donde, huelga decirlo, no todo es información veraz, contrastada y cierta. Asimismo, es muy complicado digerir y organizar la escasa información susceptible de ser útil. De este modo, si la gente no comprende algo, suele limitarse a “mirar por Internet”, donde encuentran conceptos e ideas de toda índole, y donde parece que, cuando algo se repite mucho, es prueba innegable de que es verdad.
Y esto, queridos lectores, no es así de ningún modo. Y no estoy hablando sólo de cuestiones sobre la fe: hablo de política, de música, de amor. Hablo de la vida, en general. No puede valernos la teoría del “cinco millones de consumidores no pueden estar equivocados”. Pero esto ya lo traté en un artículo anterior y no voy a extenderme en esto (si os interesa y no lo leísteis o no lo recordáis, aquí os dejo el enlace: REFORZANDO NUESTRA CULTURA, CAPÍTULO 5: No al comercialismo ).
Para ir encarrilando este artículo (que ya está bien de divagar), os comentaré una anécdota. El otro día, husmeando en un foro de cuyo nombre no quiero acordarme, leí una pregunta que lanzó alguien que estaba iniciándose en el odinismo, y era algo así como “Entonces, ¿es lo mismo Odinismo y Ásatrú? ¿O hay diferencias?” La pregunta recibió una miríada de respuestas de toda índole. Naturalmente, las había acertadas, pero poniéndonos en los zapatos de la persona que preguntaba, ¿cómo distinguir lo acertado de lo errado? Sin un poco de guía, creo que es imposible. Y si a esto le añadimos la incapacidad de algunos individuos para debatir o simplemente conversar sin usar el insulto o la descalificación personal, creyéndose en posesión de una supuesta “verdad absoluta” que, sinceramente, no creo que exista, el resultado que imagino es que la persona que preguntaba se quedó exactamente igual (en el mejor de los casos), o directamente, aún más confundido. Sea como fuere, seguro que no se llevó una buena imagen de la comunidad odinista.
Algun@s ya lo habréis adivinado, pero apuntaré que no quise intervenir en aquel diálogo de besugos, porque era imposible llegar a una suerte de consenso. Así que prefiero aportar mi granito de arena desde éste mi acogedor escritorio, donde la máxima es el respeto, y el diálogo su vehículo. Veamos, pues, mi interpretación al respecto de esas palabras que dan nombre a nuestra fe y a las diversas formas de culto que ésta adopta.
El templo de Uppsala , según Olaus Magnus (“Historia de gentibus septentrionalibus” -1.555-)Cuando utilizo el término Odinismo, englobo con él todas las prácticas de recreación del sistema de creencias precristianas nativas de Germania y Escandinavia, y que se extendieron por toda Europa con el paso de los siglos a causa de las migraciones humanas y los intercambios culturales, desde la edad del Bronce en adelante. Ahora bien, debido a nuestra feroz independencia, existen diversas formas de culto que se diferencian claramente, en función de lo que cada comunidad sienta o crea.
Por ejemplo, los diferentes cultos en sí se engloban en dos grandes grupos y un tercer grupúsculo, algo más reducido:
-Ásatrú es el más amplio de los tres, caracterizado por el culto predominante a los Aesir sobre los Vanir (que no son menospreciados sino que también son honrados, pero en menor medida).
-Vánatrú sería el caso a la inversa: predomina el culto a los Vanir sobre los Aesir, y se da mayoritariamente en zonas rurales o en comunidades eminentemente agrícolas (por la conexión de los Vanir con la Naturaleza y sus ciclos).
-El grupo minoritario al que he hecho referencia antes es el Teodismo, que es el Odinismo practicado en tierras anglosajonas y que tiene sus particularidades.
Esta división, que parece tan simple a primera vista, se enturbia y complica cuando le añadimos conceptos externos al culto en sí. Por poner un ejemplo, existe una división entre la visión que se tiene del alcance de nuestra fe:
-Existe una vertiente universalista, que sostiene que cualquiera puede profesar nuestra fe, sea cual sea su etnia o procedencia.
-De igual modo, tenemos la vertiente “Folkish”, que afirma que el Odinismo es una fe “nativa europea” y que debería ser practicada por europeos o descendientes de ellos (no confundir esta concepción con el “supremacismo ario” o Wotanismo, una pervertida versión de la visión Folkish).
Estas dos concepciones son visiones distintas, pero ¿son visiones enfrentadas? Pues yo opino que no, aunque es bien sabido que, en el terreno de las ideas, el peligro no deriva de la idea, sino de quien la esgrima. Por ejemplo, yo me considero adscrito a la corriente Folkish (por enésima vez, NO soy nazi), y conozco universalistas muy dignos y capaces. Y como siempre digo, si la gente quiere entenderse, al final se entiende (el problema viene cuando no se quiere…). En fin, los debates siempre son enriquecedores, y absolutamente necesarios, pero hay que mostrar respeto y honor, máxime cuando se habla de las creencias más íntimas de un individuo (por favor, ejercitad vuestra empatía).
Dicho lo cual, creo que mi personal definición de Odinismo ha quedado bien clara. Y entonces, ¿de dónde proviene la confusión? Parece ser que el problema viene del propio término, “Odinismo”, formado con el nombre de Odín, señor supremo de los Aesir y los Vanir, y que ha generado confusión en algunos individuos, que han llegado a pensar que el “odinismo” (con minúsculas) correspondería a una especie de culto exclusivo de Odín. Sin embargo, en castellano se ha popularizado este término frente a su sinónimo (que existe, efectivamente), el Etenismo (derivado del inglés Heathen o “Pagano”), que tiene el mismo significado y valor, pero menor difusión.
En conclusión, y teniendo los términos básicos meridianamente claros, podemos hacer uso del término que más se adecúe a nuestras circunstancias y gustos personales. Personalmente, voy a seguir usando el término Odinismo para hablar de mi fe. ¿Podría usar otros? Naturalmente. Por ejemplo: Forn Sed (“senda antigua”), o Norsk Sed (“tradición nórdica”). Los conozco, pero no los uso, porque si existe una palabra en castellano, la prefiero a estos términos. No es por nada: simplemente, es que me gusta mi idioma. Y si nos centramos en el castellano, ¿podría usar la palabra Etenismo? Por supuesto, pero, a fuer de ser sincero, me parece un tanto pedante (aunque no tengo nada en contra de su uso, que conste). Así que continuaré usando el término Odinismo como siempre lo he hecho, por su sonoridad y su claridad, por su potencia conceptual y su concisión.
Así que, al margen de ser ásatrúar, que lo soy, y de la vertiente folkish, que también lo soy, ante la pregunta “¿Cómo denominas tu fe?” respondo con un sonoro, alegre y rotundo “¡Soy odinista!”. Y os animo a hacer lo mismo si estáis de acuerdo conmigo.
¡Os veo en el próximo post!