Hoy por hoy el único culto plenamente indoeuropeo representado legalmente en el estado español es el ODINISMO-ASATRU, que está considerado como una religión étnica o gentilicia.
Con la aparición dentro del moderno paganismo de religiones sincréticas (wicca y druidismo), entre los antiguos paganismos indoeuropeos y los cultos mistéricos, es necesario recordar que es lo que son estos últimos.
Ya que la principal religión mistérica que hemos padecido es el cristianismo, los practicantes de las antiguas religiones indoeuropeas mantenemos unos recelos justificados a este tipo de religión. Conceptos como “salvación” “ascensión al conocimiento por el dolor” etc, no hacen sino recordarnos a la religión que cercenó nuestra religión ancestral, es necesario pues, que actualicemos nuestros conocimientos sobre las mismas.
Antecedentes
La muerte para el hombre es, quizá la experiencia sobre la que más ha reflexionado desde el origen de los tiempos. En la religión griega, a partir de la lectura de la obra épica de Homero, desconsolador es el destino que aguardaba a los mortales tras su entrada en el Hades; convertirse en tristes sombras de lo que fueron en vida. En la religión germánica el destino de los simples mortales era el reino de Hel, donde las almas esperaban a una nueva oportunidad de encarnarse, de una tristeza similar. El terror a la muerte, sin duda está en el origen de las religiones mistéricas, en clara oposición con la germánica, donde ésta solo era un rito de paso de la vida, la transformación en otro estado, donde era el destino—personalizado por las Nornas— quien gobernaba el funcionamiento mismo del universo, y era inapelable.
Las iniciaciones mistéricas ofrecieron a los hombres de la Antigüedad una esperanza de salvación, la ilusión de que tras lo inevitable, se podía gozar de una vida dichosa en compañía de los dioses o de un estado privilegiado por el simple hecho de haber sido participes de una serie de rituales y de la observancia de diversos tabúes en vida. Pero para llegar a iniciarse, éstos hombres, debían realizar unas determinadas acciones rituales que eran determinantes para su éxito o fracaso, si no querían experimentar la traumática experiencia que supondría para ellos la contemplación de los terrores del Hades. Las iniciaciones en que cada mista comprendía, quizás por medio de visiones, les mostraban cuáles eran los castigos que existían en el Mas Allá para aquellos que no estaban iniciados y que premios esperaban a quienes completaban la iniciación. Así mismo tambien aprenderían que era lo que iban a encontrar en el Hades tras su muerte y como sortear los numerosos peligros del viaje al Allende.
Las ceremonias iniciáticas, en especial la de aquellas iniciaciones que forman parte de un cambio de status en la persona que las sufre, y su relación con la muerte y resurrección del iniciando, son radicalmente distintas de las meras iniciaciones ocurridas durante los ritos de Paso. Su fin último es mitigar los temores de los hombres hacia la muerte. Según Eliade, hay dos modos de muerte mística en la iniciación:
- El fácil
- El dramático
El renacimiento fácil consistiría en la simulación de un nuevo nacimiento del iniciado a través del útero de la Madre, la Madre Tierra en gran número de ocasiones, representado por una cueva o choza. En el dramático, el que más nos interesa en estos momentos, el iniciando experimenta su propia muerte e, incluso, es tratado por los demás como un difunto. En su condición de muerto, quien sufre la experiencia iniciática ve el mundo del Más Allá y conoce los misterios de la muerte. Cuando renace por medio de ciertos rituales, esta experiencia le convierte en un ser nuevo (en algunas culturas la persona cambia incluso de nombre tras la iniciación), y esta acción ritual le permite ir a la muerte verdadera con un conocimiento anterior que le ayudara a obtener un feliz destino póstumo.
“Los que se inician no aprenden, sino que sufren y sienten una experiencia”
¿Qué es una religión mistérica?
Una religión mistérica es ante todo una forma de culto esotérico que posee unas determinadas características:
- Se colocan frente a la religión comunitaria y pretenden superar el espacio que se establece entre hombre y divinidad y ofrecen a sus fieles una relación personal e incluso comunión con el dios. Ponen el acento en la dimensión interior, más profunda, no meramente ritualista,
- el mystes era un «alma», en la que tras los ritos de iniciación para ingresar en un mundo religioso, esotérico u oculto, se educaba y se instruía para alcanzar la salud a través de ceremonias secretas y de una «técnica», por así llamarla, inexorable para el cuerpo y para el espíritu.
- La religión mistérica es marginal, situándose fuera de la vida oficial o pública, y acentúa la dimensión telúrica, ligada a la tierra, lo que le lleva a suscitar emociones profundas entre sus iniciados, que contrastan con el carácter celeste y mesurado de la religiosidad indoeuropea, por ejemplo -celeste y antropocéntrica-,
- Pueden conducir a excesos de tipo orgiástico y a situaciones de exaltación y pérdida del control del yo.
- El mandato de silencio que pesa sobre los participantes.
- Admisión de todo tipo de individuos, sin distinción de sexo, condición social o pertenencia a un determinado pueblo. Las religiones mistéricas parecen haber sido religiones populares en la antigüedad sobre todo entre las mujeres, esclavos y extranjeros, las clases más marginales y más necesitadas; sin duda encontraban eco en quienes no pueden incorporarse plenamente a la vida en las ciudades romanas o griegas o dentro de la comunidad popular germánica y céltica
- Iniciación. Prometen la salvación en la otra vida para sus iniciados, para aprender los sagrados secretos de las religiones mistéricas y formar parte de ellas, los nuevos miembros deben superar ceremonias de iniciación, que incluyen pruebas para los candidatos. Los postulantes que no pasan la prueba, no son considerados para ser iniciados, y por tanto son excluidos del grupo. Por otro lado, el beneficio de la iniciación se adquiere de una vez por todas- nada permite suponer que el iniciado tuviera que someterse a una ascesis moral-. [1]
- Son religiones de Salvación. Cada iniciado busca la salvación personal a través de la comunión, la unión mistérica con la divinidad. Por lo que solo los iniciados y los conocedores de esos secretos tendrán acceso “al otro mundo” para así zafarse del destino y consecuentemente de la muerte, a la que asignan una condición “pecaminosa” y culposa.
- La salvación siempre es ultramundana y una fuerte distinción entre los conceptos cuerpo y alma, separándolos en una clara metafísica.
- Tienden a centrarse frecuentemente en las técnicas de éxtasis como cantar, bailar y meditar. El uso ritual de comida, bebida e incienso se utilizan comúnmente para estimular a los estados de éxtasis, para facilitar la conexión con lo Divino. Además de la utilización de sustancias psicotrópicas para producir estados alterados de la mente.[2]
- Las religiones mistéricas y sus cultos iniciáticos están vinculados a divinidades asiáticas. Es característico de las religiones orientales proponer la existencia de la vida de ultratumba vinculada a las actuaciones del ser humano[3]
- Redención. Uno de los elementos definitorios del culto, es la promesa de salvación, esto implicaría que las divinidades mistéricas fuesen capaces de doblegar al destino mismo, su triunfo sobre el fatum.[4]
- Hay una multitud de castigos que deparan al no-iniciado, al igual que en el cristianismo, lo hace con su concepto de “salvación”.
Es importante para nuestro análisis, sobre todo, encontrar las diferencias respecto de las religiones étnico-políticas. En el área de estas religiones, por su apellido iniciáticas, caben las distintas manifestaciones de religiosidad telúrica y mistérica: misterios dionisiacos y órficos, helénicos de Eleusis, de Zálmoxis de los getas, mesenios de Andania, cabíricos de Samotracia, de Sabacio, frigios de Atis y Cibele, de Tammuz-Adonis, iránicos de Mitra, egipcios de Isis-Osiris, de la Bona Dea, etc. A pesar de su antigüedad, en el área mediterránea llegó a su esplendor en los siglos inmediatamente antes y después de Jesucristo.
Origen telúrico. Las raíces de la religiosidad mistérica se hunden en la tierra, no profana como en nuestros días, sino concebida como numinosa. Cualquier ámbito de carácter telúrico o agrario sacralizado, cualquier rito arcaico que pretendiera el rejuvenecimiento biocósmico al amparo del proceso telúrico-vegetal presenta brotes que en un clima propicio irrumpen pujantes con todas las notas comunes, y también algunas diferenciales, de la religiosidad mistérica. Entre los puntos admitidos por todos los especialistas está la pertenencia de los misterios a pueblos de civilización agraria y matriarcal, al menos en su origen, así como su origen exclusivamente preindoeuropeo y presemita de los mismos. Telúrico en su origen y también el destino de la sangre derramada por sacerdotes e iniciados en varios misterios (Atis-Cibeles, etc.) en medio de flagelaciones[5] tratan de comunicar a la naturaleza la fuerza de la sangre a imitación del efecto producido por la sangre de su dios caída en tierra. El que realizaran la autoevaluación no con cuchillo metálico sino de pedernal (acuto sílice) es indicio y residuo de época arcaica.
La Madre Tierra y la vegetación. Este origen telúrico explica que la divinidad suprema de los misterios no sea celeste, sino terrestre; veneran a la tierra divinizada o Madre Telus bajo diversas advocaciones: Demeter, Magna Mater, Isis, Atargatis, Cibele, Damia, etc. La potencialidad más elevada de la Madre Telus, es decir, la relativa al origen del hombre (fecundidad), a la previsión del porvenir, a la vida de ultratumba así como a la fertilidad agraria, tras un proceso de antropomorfización, aparece encarnada en una divinidad o semidivinidad, con preferencia masculina, unida a la Tierra por lazos defiliación, de amor conyugal y, a veces, de simple amante: Perséfona, Dioniso, Atis, Adonis, etc., tipos del «joven dios, que muere y resucita». [6] La suprema divinidad mistérica, además de ctónica, es femenina, madre, inmanente. etc.
Religión personal. En las religiones étnico-políticas la relación con los dioses no era solo personal sino cívica o política. En la religiosidad mistérica, en cambio, es el iniciado exclusivamente en cuanto individuo el que busca la unión con la divinidad, el que trata de alcanzarla por medio de diversos recursos de simpatía y la halla tras la muerte. Fue experiencia sacral íntima e intensamente vivida por cuantos practicaron la religiosidad telúrico-mistérica; su piedad no discurre por cauces de suyo nacionales ni pretende el bienestar colectivo, sino la salvación de cada iniciado o, a lo más, de determinados grupos. Rompe los lazos políticos, pero el iniciado se siente unido a los otros miembros de la sociedad mistérica. Los vínculos son exclusivamente religiosos y estrechan a cuantos, integrando la misma comunidad sacral mistérica, caminan hacia la fusión con la divinidad. Forman una sociedad esotérica similar, en cierto sentido, a la realidad eclesial del cristianismo.
Ritos de iniciación. El rito iniciático es la señal externa de adscripción a esta clase de religiosidad. En la religión étnico-política se nacía, a la telúrico-mistérica se llegaba mediante un rito especial, que suponía determinadas disposiciones interiores, una especie de bautismo.
Esoterismo. Cuando ahora hablamos de misterio, de ordinario resaltamos uno solo de los muchos aspectos que portaba la realidad mistérica e identificamos misterio y esoterismo. Así nos hallamos en el estadio final de la secularización de este término, al considerarlo coleo expresivo del arcanurn, de lo oculto de una cosa. Los misterios partían de los ritos iniciáticos, que apartaban al iniciando del resto de los mortales, de los profanos, y lo inscribían en un círculo más reducido para juntos tender a la unión con la divinidad, separación que se prolongaba hasta después de la muerte por tener cementerios propios (p. ej., los órficos). Esta unión, que simbólicamente se operaba ya en el momento mismo de la iniciación, se iba incrementando mediante la celebración de fiestas cultuales. Casi todos los ritos mistéricos tenían categoría de símbolo, único modo de sugerir mejor la recóndita realidad del más allá y de cuanto el iniciado experimentaría tras la muerte. Por eso casi todos los misterios terminaron por prohibir la divulgación de sus prácticas; hablar de ellas era profanarlas, sobre todo al quedar dominados por pueblos de religión étnico-política o celeste (los indoeuropeos).
La única fuente de conocimiento era su celebración, su vivencia dentro del ambiente íntimo de la experiencia sacral. De este modo se impuso la ley del arcano y fue aumentándose el carácter oculto, esotérico, en las celebraciones iniciáticas. Y tan fuerte fue este matiz que misterio terminó por ser sinónimo de oculto. Este esoterismo es culpable de la escasez de testimonios. Fue también la causa de una de las represiones más brutales conocidas (caso de las Bacanales en Roma). El estremecimiento de pasión religiosa que llevó al paroxismo el arcano de las celebraciones mistéricas y la comunión con la divinidad que se rumoreaba se hacía por la comida de víctimas inocentes, similar a la acusación posterior contra los cristianos (S. Justino, Diálogo con Trifón 10, etc.), provocó el encarcelamiento de millares de personas y el ajusticiamiento, según Tito Livio, de casi siete mil iniciados. El hecho de que nunca fueran hallados los cadáveres de las víctimas inocentes comidas por sanguinarias bacantes parece confirmar la naturaleza ritual de estas muertes, realizadas quizás a veces de una manera excesivamente realista (Tito Livio 29,8-19, y el Senatus Consultus, en Corpus Inscriptionum Latinarum 1,581).
Destino de salvación ultramundana. Todas las creencias y prácticas de la religiosidad mistérica están marcadas por el sello soteriológico y escatológico, y buscan la salvación de cada iniciado alcanzada de modo perfecto en el más allá de la muerte, momento en que se consuma la unión con la divinidad.
En todos los relatos míticos y realizaciones cultuales el iniciado, vinculado con la encarnación divina -joven dios o serpiente-, tiene derecho a un buen futuro. Este derecho es individual y compartido por cuantos participan de la misma iniciación. Tras el duelo y la muerte llegará también para él la alegría de una vida feliz, como llegó para el joven dios. Esta alegría está expresada en el culto de Cibele y Atis con la conocida fórmula: «Tened confianza, ¡iniciados!, vuestro dios está a salvo y tendréis salvación de vuestras aflicciones».[7] La salvación y felicidad personal se gradúa de acuerdo con la intensidad de la simpatía, en su sentido etimológico o compasión (participación del pathos -pasión dolorosa o gozosa de otro), o sea en la medida en que se sientan las peripecias de la divinidad. Los actos cúlticos de los misterios están orientados a preparar y enseñar con vivencias que la muerte es tránsito de una vida a otra, que es necesario llevar una vida pura y portarse siempre conforme a las enseñanzas recibidas.
Aristóteles afirma con acierto que el «iniciado nada tiene que aprender (mathein) sino padecer (pathein) »[8]. Este «padecer con el dios» condensa algo esencial de los misterios y nos ofrece la clave del alegrarse con él tras las penalidades de esta vida, que constituye la aspiración y destino de todos y cada uno de los iniciados. De la misma manera que el cristianismo lo objetivó después.
Las dos religiones mistéricas más importantes de la antigüedad fueron el Mitraísmo y el cristianismo, cuyas características son muy similares:
- El mitraísmo tenía rasgos de profundo simbolismo moral, al igual que el cristianismo, con sus diez mandamientos.
- Era un culto totalmente cerrado, cofradía, al igual que el cristianismo de los primeros siglos, con sus agrupamientos exclusivos y su culto enteramente secreto.
- El secreto del mitraísmo no residía en su corpus teológico[9] sino en sus ritos. Ritos de sacrificio y mitos de sacrificio como en el cristianismo (Cristo entregado a la muerte para borrar los pecados de los hombres).
- Las cofradías de Mitra admitían solamente varones y las mujeres no participaban en las funciones del culto. El cristianismo relegó a la mujer a un segundo plano tras el hombre.
- La trinidad cristiana (a diferencia del dios único del judaísmo) se asemeja a la trinidad de los cultos politeístas mitríacos (Padre Zeus-Ormazd, Mitra y toro).
- Zeus-Ormazd (el Zeus griego que es el Ormazd persa) era el dios Padre supremo, pero Mitra era el verdadero objeto de la religión. El grado supremo del dios era el de Padre, cuya dignidad correspondía a la de Mitra en el cielo.
- La idea de la salvación: el salvador cristiano se asemeja a los dioses salvadores de misterio, Mitra era un dios salvador y sufriente.
- El mito del sacrificio del toro (sacrificio simbólico durante el rito) a manos de Mitra tenía como finalidad la redención e inmortalidad de los adeptos. Sobre el sacrificio del toro (representando a Mitra) reposaba el equilibrio del mundo y la salvación de los hombres.
- El banquete ritual de los fieles de Mitra tenía similitudes con la eucaristía cristiana. A veces probablemente se sacrificaban toros reales pero no se comía carne de toro, la bebida sagrada (según algunos era agua y según otros era vino) que representaba la sangre del toro eran la sustancia del toro místico y divino que era Mitra. Se consumía (simbolizada en la bebida sagrada) junto con la ofrenda del pan durante la cena o eucaristía mítrica. La sustancia del toro divino estaba en el pan de la cena de los iniciados tal como estará la sustancia de Cristo en el alimento de los bienaventurados.
- Luego de la celebración de la oblación del pan aparecía una imagen de la resurrección de Mitra.
- La intención del rito era la misma: el Soldado se consagraba a Mitra, como el cristiano a Cristo.
- El culto de Mitra conocía la semana con consagración de los siete días a las siete divinidades planetarias pero a diferencia de los judíos santificaban el día del Sol, el domingo, y no el sábado.
- El sacerdote era un iniciado del grado superior, un Padre.
- Mitra también bautizaba a sus creyentes y prometía la expiación de los pecados por el efecto del baño. Sólo en este culto se unía al bautismo la imposición de un signo en la frente, como en la Iglesia cristiana.
CONCLUSIÓN.
Las religiones mistéricas, son creencias de procedencia siempre oriental, que con el paso del tiempo se introdujeron dentro de los estados indoeuropeos al lado de nuestras ancestrales creencias. Los cultos mistéricos siempre se mantuvieron a un lado y fueron marginales, siendo designadas con el calificativo latino de “Superstitio”, supersticiones.
Aunque en el Odinismo-Asatru, nosotros practicamos cierta suerte de chamanismo, asociado a la magia Seidr y sobre todo a las Runas, debemos separar el significado de los dos términos:
Runa es una palabra goda que significa “misterio”, el misterio es algo inherente al hombre y por lo tanto natural, contra el misterio se levanta la voluntad de conocimiento, que llega hasta donde llega. Puesto que la ciencia no ha desvelado todavía nuestros más íntimos secretos, ese misterio estará ahí presente. La diferencia radical entre nuestro tratamiento de los misterios, es que nuestra religión no tiene un cuerpo sacerdotal con una serie de conocimientos secretos que solo se traspasan entre ellos, no tenemos iniciaciones. La forma de acceder a estos misterios está abierta a todos, pues reside en el inconsciente colectivo de nuestro pueblo, el acceder a los mismos depende solamente de las sensibilidades naturales de cada uno, ni se enseñan si se aprenden.
Por el contrario, “Mistérico” tiene el significado de “oculto, escondido” y es la expresión de un desarrollo arcaico religioso que los pueblos asiáticos y semitas adoptaron ante el misterio inmanente en la naturaleza de hombre.
Es preciso subrayar la estructura soteriológica de la mística agraria incluso en las formas no orgiásticas. La vida vegetal, que se regenera por su desaparición aparente (las semillas enterradas), constituye a la vez un ejemplo y una esperanza; les puede ocurrir lo mismo a los muertos y a las almas de los hombres. Verdad es que el espectáculo de esta regeneración rítmica no le está «dado» al hombre, no se ofrece directamente a su contemplación; pero no por eso deja de ser, en las creencias arcaicas, un hecho producido gracias a los ritos y a las acciones humanas. La regeneración se obtiene por gestos mágicos, por la gran diosa, por la presencia de la mujer, por la fuerza del eros y por la colaboración del cosmos entero (la lluvia, el calor, etc.). Más aún, todo esto es posible tan sólo en tanto en cuanto es una repetición del gesto primordial, repetición obtenida por la hierogamia, por la regeneración del tiempo (el «año nuevo») o por la orgía que reactualiza el régimen caótico arquetípico. Nada se obtiene sin esfuerzo, el hombre no puede ganarse la vida más que trabajando, es decir, actuando conforme a las normas: repitiendo los gestos primordiales. Por consiguiente, las esperanzas que el ejemplo de la vegetación hace concebir al hombre de la civilización agrícola están desde un principio orientadas hacia el gesto, hacia el acto. El hombre puede tener esperanza en la regeneración si procede de una cierta manera, si actúa conforme a ciertos modelos. El acto, el rito, es indispensable. No olvidemos este detalle cuando estudiemos los misterios antiguos, porque no es sólo que hayan conservado vestigios de ceremonias agrarias, sino que no hubieran podido organizarse en religiones iniciáticas si no hubieran tenido detrás de sí una larga prehistoria de mística agraria, es decir, si el espectáculo de la regeneración periódica de la vegetación no hubiera revelado, muchos siglos antes, la solidaridad del hombre y la simiente, la esperanza de una regeneración obtenida después de la muerte y por la muerte.
Se suele decir que el descubrimiento de la agricultura cambió radicalmente el destino de la humanidad al asegurar al hombre comida abundante y permitir con ello un prodigioso aumento de población. Pero el descubrimiento de la agricultura ha tenido consecuencias decisivas por un motivo completamente distinto. No es el aumento de la población ni la superabundancia de alimento lo que decidió el destino de la humanidad, sino la teoría que el hombre elaboró al descubrir la agricultura. Lo que el hombre vio en los cereales, lo que aprendió en el trato con ellos, lo que le enseñó el ejemplo de las semillas que pierden su forma bajo la tierra, ésa ha sido la lección decisiva. La agricultura ha revelado al hombre la unidad fundamental de la vida orgánica; las analogías mujer-campo, acto generador- siembra, etc., y las síntesis mentales más importantes tienen su origen en la revelación de la vida rítmica, de la muerte entendida como regresión, etc. Estas síntesis mentales han sido esenciales para la evolución de la humanidad y sólo han sido posibles después del descubrimiento de la agricultura. En la mística agraria prehistórica está anclada puede esperar la vuelta a la vida bajo una nueva forma. Pero también la visión melancólica, y a veces escéptica, de la vida tiene su origen en la contemplación del mundo vegetal: el hombre es como la flor de los campos…
Las religiones indoeuropeas, van un paso más allá del arcaísmo ctónico-maternal-terrestre, al conectar con los Dioses solares y el espíritu luminoso de la bóveda celeste, si la Tierra trata acerca de la muerte el Cielo lo hace de la vida.
[1] 1. “todo el que ha sido iniciado vivirá con los dioses” (Platón).
[2] Celso, filósofo griego pagano del siglo II, ya equiparó a los cristianos con los que “presentan los fantasmas y los terrores en las iniciaciones báquicas” Origen C. Celso 4, 10.
[3] “…efectivamente, la diosa tiene en su mano tanto las llaves del Infierno como la garantía de la salvación; la misma entrega delos iniciados simboliza una muerte voluntariamente aceptada y una concesión gratuita de la divinidad para seguir viviendo.” (Apuleyo. Asin. XI, 21) –
[4] La diosa(Isis) promete a sus fieles la promesa de una eterna y feliz existencia ultramundana prolongando su vida más allá de los límites fijados por el Hado, de manera que atina las dos formas de salvación, la física y la espiritual.
«Tu vida será feliz y gloriosa bajo mi amparo, y cuando, llegando al termino de tu existencia, bajes a los infiernos, también allí, en el hemisferio subterráneo, como me estás viendo ahora, volverás a verme brillante entre las tinieblas del Aqueronte y soberana en las profundas moradas del Estigio; y tú, aposentado ya en los Campos Elisios, serás asiduo devoto de mi divinidad protectora. Y si tu escrupulosa obediencia, tus piadosos servicios y tu castidad inviolable to hacen digno de mi divina protección, verás tambien que solo yo tengo atribuciones para prolongar tu vida más allá de los límites fijados por tu destino (fato tuo)» (trad. L. Rubio, BCG, 1983).
[5] Cátulo, 67,5; Lactancio, Institutiones diuinae 1, 21,16, etc.; en los tiempos modernos, fue usada profusamente por Gardner.
[6] (fórmula consagrada por 1. Leipoldt en el libro del mismo título Sterbenden und auferstehende Gótter, Leipzig 1923 -racionalista-)
[7] (Fírmico Materno, De errore profanarum religionum).
[8] (Apud Synes. oratio 48
[9] El cristianismo no alcanzó una entidad teológica suficiente más que hasta el siglo IV.