Entendemos por Odinismo, una de las religiones autóctonas de Europa existentes antes de la llegada del Cristianismo a nuestro continente; es pues un conjunto de creencias precristianas de raíz nórdico-germánica, cuyo nombre deriva del dios Odín como deidad principal del panteón nórdico. También el Odinismo es en ocasiones conocido y asimilado como Ásatrú («confianza en los Aesir», es decir en los dioses), moderna recreación de la antigua fe germánica-nórdica.
Hablamos por lo tanto una estructura religiosa ancestral, autóctona y tradicional, que se enraizada en el “lugar”para presentar el solar de nuestros antepasados como fuente de identidad que nos une al pasado y nos lanza hacia el futuro a través del presente.
Si queremos adentrarnos en las raíces de la religión odinica tenemos que acercarnos a los pueblos la practicaban, y en especial debemos referirnos al pueblo godo, ya que lo podemos considerar como el verdadero artífice y creador del Odinismo durante los siglos I y III Ad. C. en cuanto a estructura religiosa precisa; cuya fuerza es retomada por los odinistas actuales como descendientes de este gran pueblo, que un día salió de su escandinavia natal para crear su reino distintivo en nuestra tierra, Gotia. Los Godos establecieron su religión en torno a un dios patrimonial, Gaut (Posteriormente sustituido por Odín en cuanto a centro de culto), el cual desplazó las antiguas bases religiosas de los germánicos, hasta entonces orientadas hacia el primitivo culto telúrico representado por los dioses Vanes como la diosa Nerthus -origen de Nj¨¨dr y posteriormente Ing y/o Freyr-, hacia el Odinismo en cuanto a religión popular y soberana propia desde entonces de las distintas familias germánicas.
El Odinismo, la religión nacional goda, fue la seña de identidad espiritual más representativa del pueblo Godo; hasta que por motivos de defensa frente al acoso otros pueblos invasores de oriente conocidos como los Hunos, tuvieron que pedir ayuda a la mayor potencia político-militar del momento, el Imperio Romano; siendo transformados en un pueblo federado a Roma en el año 332 por obra y gracia del emperador uxoricida[1] Constantino el grande. Tras la paz romana con los godos llegaron sucesivas misiones religiosas para convertir a este pueblo germánico hacia la nueva fe imperial; esto incluía a los católicos (Eytikes), Sectarios (Audius) y arrianos (Wulfila). De tal modo la nación goda fue paulatinamente adoptando los usos culturales, militares y religiosos de su aliando romano, como era costumbre en aquella época. No nos debe extrañar, por lo tanto, que los motivos fundamentales para que aquellos godos asentados en los limes del Imperio Romano se convirtiesen extraoficialmente al cristianismo arriano, fuesen tanto la necesidad de mantener unas señas de identidad propias en el terreno religioso, como cuidar una conveniencia política destinada a conseguir los amparos necesarios del emperador romano Valente, fiel a ésta deriva cristiana.
Aunque sabemos que la vieja religión de Gaut[2] siguió presente a nivel intimo dentro de las grandes capas populares del pueblo godo, sin merma de su vigor originario[3]. La nobleza y las elites militares permanecieron fieles a su religión nativa, siendo las capas más populares quienes aceptaron primeramente la desviación espiritual cristiana. Acontecimiento dispar en la tónica general del cambio religioso, ya que la nueva religión cristiana se impuso habitualmente desde la cabeza (reyes, nobles, jefes militares) hasta llegar a las gentes de los campos, los paganos, los últimos en convertir.
En base a lo expuesto, consideramos a la herencia gótica como nuestro referente constitutivo más cercano, puesto que de ella recibimos directamente nuestra religión, así como nuestras señas de identidad propias en cuanto a comunidad popular especifica.
Otros pueblos “barbaros” que también estuvieron en la Península Ibérica, como los Suevos, Vándalos o Alanos[4], practicaron sus antiguas creencias religiosas paganas, aunque gradualmente sufrieron el mismo proceso generalizado de conversiones hacia la nueva religión impuesta. Ya en la baja Edad media, los vikingos y varegos recorrieron toda Europa llegando incluso hasta las costas de Galicia, Asturias y Andalucía; aunque su influencia fue prácticamente inexistente en comparación con las primeras oleadas germánicas acaecidas en las postrimerías de Imperio Romano.
A pesar de estas transformaciones religiosas, más o menos forzadas hacia cristianismo por parte de nuestros ancestros, sería del todo injusto pensar que desde los albores de la era cristiana hasta la actualidad el paganismo (en cuanto a expresión popular) ha estado muerto, que éste sentimiento religioso, espiritual y cultural ha permanecido ausente en los hombres y mujeres que nos antecedieron en la historia. Nada más alejado de la realidad. Nuestras creencias religiosas han vivido siempre, han estado, es verdad, solapadas, durmientes, escondidas, en ocasiones perseguidas…Pero invariablemente activas de una u otra manera. Las reconocemos en la música, el arte, en el folklore popular, en las tradiciones más arraigadas que todavía perviven en muchos de nuestros pueblos y comarcas; y sobre todo en lo más profundo de nuestra alma atávica que se hace visible en los actos significativos de nuestra existencia.
Pero también las podemos hallar en la mismísima religión creada por Pablo de Tarso, a modo de interesado sincretismo religioso, así como impresa en numerosas herejías existentes durante distintas épocas de la historia europea. Odín-Wotan se nos hace presente esculpido en los capiteles de las iglesias románicas; ahí está a Thor y la bella diosa Freya disimulados en capiteles, frisos y metopas. Descubrimos a las runas sagradas[5] como señas distintivas de los maestros canteros que recorrieron toda Europa con su arte sagrado de la construcción; las encontramos también en los escudos heráldicos y en los tratados más heréticos de la naciente fe del crucificado. Pero de igual forma sentimos nuestra herencia tradicional en la geometría sacra, en la decoración simbólica y en los distintivos más comunes de la nueva religión como las Svásticas o la cruz solar, adoptada como la máxima representación iconográfica del cristianismo. Reconocemos a los dioses y diosas reconvertidos en santos, santas y vírgenes, en cuanto a modelos más apropiados para la moderna fe importada desde las arenas del desierto…Y a un sin fin seres mitológicos, duendes, hadas, gnomos, espíritus del bosque, damas del lago, genios de la montaña…Un mundo presente y viviente que nos acompaña sin saberlo como recuerdo de nuestra alma patrimonial que nunca murió, y que cada día se hace más manifiesta ante nuestros ojos y nuestras conciencias arquetípicas.
[1] Ya que este elemento mató a su mujer ahogándola en una bañera por indicación de su santa madre Elena, después de degollar a su hijastro. Todo un personaje elevado a los altares por la Iglesia Cristiana Ortodoxa.
[2] Dios patrimonial del pueblo godo. De este dios deriva precisamente el nombre de toda la nación goda, en cuanto a hijos de Gaut (dios), el cual se asimila a Odín .
[3] Recordemos en caso del rey godo de la rama Tervingia, Athanarico (Athanareiks), que frente a sus vecinos y enemigos, se manutuvo fiel a la religión de sus antepasados.
[4] Los alanos no pueden ser considerados como un pueblo estrictamente de raíz germánica, auque de procedencia indoeuropea, descienden de los Escitas padres de los actuales Osetos del Cáucaso.
[5] En la Cruz Ruthwel (localizada en escocia), encontramos inscripciones rúnicas que cuentan la historia de la crucifixión de cristo.
Alberto Paredes
muy interesante