PERVIVENCIAS PAGANAS EN EL REINO DE LOS SUEVOS

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En este trabajo voy a referir algunos testimonios dejados por el monje Martín de Braga en su obra De correctione rusticorum[1] acerca de las creencias paganas de distinto origen que eran corrientes aún entre los rustici[2] del reino suevo.

Para situarnos históricamente brevemente hay que recordar que el siglo IV había sido un momento de tranquilidad y relativa prosperidad para las siete provincias que integraban la diócesis de las Españas, a cuyo frente se encontraba el Vicarius Hispaniarum. Dichas provincias eran: Lusitania, Gallaecia, Baetica, Tarraconensis, Carthaginensis, Tingitania y Baleares.  La vida urbana romana perduraba, aunque las principales civitates[3] se encontraran rodeadas de murallas (en recuerdo seguramente de las incursiones germánicas del siglo III), más al estilo de las futuras ciudades medievales que de las urbes abiertas de la época clásica. Así, al comenzar el siglo V, la Península Ibérica podía ser considerada una tierra plenamente romanizada, excepto los vascones del norte que conservaban su propia lengua y los cántabros que habían adoptado el latín y una “pátina” de romanización completamente superficial. En el aspecto religioso, excepto los dos pueblos del norte mencionados,  España era tierra cristiana.

El problema para el clero no fue tanto el paganismo declarado sino la permanencia en el pueblo (rustici) de residuos paganos y prácticas supersticiosas difíciles de desarraigar, tarea que requirió abundante legislación conciliar y acción misionera durante varios siglos. A este cuadro cultural agreguemos que la Iglesia española sufría las consecuencias de la crisis priscilianista, problema abierto y lejos de ser olvidado a pesar de (y quizás por ello) la muerte de su fundador. Desde ese fin del siglo IV hasta que en el año 633 el IV Concilio de Toledo lo condena radicalmente, la historia de la cristiandad se ve afectada por un movimiento, llamado “priscilianismo”, en razón de su fundador, Prisciliano. Éste había nacido en el año 345 y  llegó a ser obispo de Ávila. Estuvo al frente de un grupo dentro de la Iglesia católica que ponía el acento en una ascesis sumamente rigurosa que reconoce apoyo en la filosofía estoica. El priscilianismo como doctrina (ya condenado en el I Concilio de Toledo, 397/400) y como movimiento popular, se expandió especialmente en las provincias del noroeste hispánico, quizás por la fama de ascetismo de Prisciliano y sus discípulos que chocaba con la conducta laxa de algunos obispos y daba cauce, en cambio, a los deseos ascéticos de la religiosidad popular, a lo cual se sumó la fama del “martirio” luego de su muerte, decapitado después de un proceso por mago en Burdeos a fines del siglo IV. El priscilianismo parece relacionarse con las diferentes manifestaciones de la gran herejía gnóstica-maniquea que atraviesa el Oriente y Occidente cristianos durante una buena decena de siglos.[4]

Prueba de la fuerza de tal movimiento es su práctica vigente entre el pueblo, por lo general poco fervoroso e ignorante, en una época muy posterior (siglo VI)  en la que Martín de Braga, también llamado el Dumiense, escribe su De correctione rusticorum. Y ello aún luego de haber sido condenada  su doctrina en el  I Concilio de Braga,  como queda anatematizado en uno de los catorce cánones dirigidos contra ella.  Así dice el cuarto canon anti-priscilianista: «Si alguno no honra verdaderamente el nacimiento de Cristo según la carne, sino que simula honrarlo, ayunando en el mismo día y en domingo, porque no cree que Cristo no naciera en la naturaleza de hombre, como Cerdón, Marción, Maniqueo y Prisciliano, sea anatema.”

Para ejemplificar el excesivo rigorismo de las prácticas ascéticas que sostenían sus seguidores, baste citar lo referido en el canon 14: «Si alguno tiene por inmunda las comidas de carnes que Dios dio para uso de los hombres, y se abstiene de ellas, no por motivo de mortificar su cuerpo, sino por considerarlas una impureza, de suerte que no guste ni aun verduras cocidas con carne, conforme dijeron Maniqueo y Prisciliano, sea anatema». Y aún más, la prohibición del matrimonio al considerarlo práctica impura; a ello el concilio responde con el canon 11: «Si alguno condena las uniones matrimoniales y se horroriza de la procreación de los que nacen, como dijeron Maniqueo y Prisciliano, sea anatema».[5]

 Las invasiones barbáricas del siglo V pueden datarse con bastante exactitud, otoño del año 409, y fueron  realizadas a través de la calzada romana de Roncesvalles.  Alanos, vándalos y suevos son su avanzada. Para el año 411 la península se encuentra más pacificada y encontramos a los vándalos asdingos, de religión arriana, y a los suevos, en la provincia Gallaecia. A éstos la suerte les fue más favorable, pues con la partida de los vándalos de la Península Ibérica en el año 429, sólo residió junto a la población hispano-romana un solo pueblo germano, el suevo, el cual según testimonio de Tácito toma tal nombre de alguno de sus dioses[6]. Estableció su capital en Braga (actual Portugal) y constituyó así, con su rey Hermerico, el primer reino feudal de la Hispania. Es importante señalar que su nieto, Rekhiario, fue en realidad el primer monarca católico de un reino germánico producto de las invasiones del siglo V, precursor en medio siglo al franco Clodoveo. El olvido al que lo condenó la historia probablemente se deba a que, a diferencia del anterior, el joven Rekhiario no llevará a su reino la paz y el futuro, todo lo contrario, con su actitud imprudente fuerza al visigodo Teodorico II a intervenir en Hispania en calidad de federado del Imperio y a saquear Braga, su capital en el 456. El reino suevo, bien que debilitado y disminuido, continuó existiendo un siglo más[7], hasta quedar vencido y asimilado definitivamente por los visigodos. .

El cristianismo hacía tiempo que se había desarrollado en la zona pues la primera evidencia paleocristiana gallega es del año 310. Gallega, también, es la monja Egeria, autora de la Peregrinatio Egeriae (381-384), famoso libro de viajes  por Medio Oriente. Ya hemos señalado que Rekhiario era católico. Pero es poco lo que se sabe acerca de la situación religiosa real de los suevos. Probablemente parte del pueblo fuese pagano y parte católico. Sin embargo, como muestra de la creciente influencia del reino visigótico, a mediados del siglo V el pueblo suevo fue arrianizado y la herejía preponderó durante todo un siglo como religión oficial. Por ello es que se puede decir, cien años después, que Martín de Braga fue el “apóstol de los suevos” pues fue quien los convirtió decididamente a la fe católica. La Historia de los suevos de San Isidoro de Sevilla considera al rey Teodomiro (559-570) como el rey que, adoctrinado por San Martín de Braga, se convirtió al catolicismo. De todos modos es momento para resaltar que la obra que estudiaremos se redacta en un contexto histórico-religioso particularmente denso y confuso: el Dumiense habla a un pueblo recientemente convertido al catolicismo, con supervivencias paganas de distinto origen, con un priscilianismo muy presente, en medio de relaciones cordiales pero poco claras  entre el poderoso y arriano rey visigodo y la Iglesia católica, muy activa en España.

Luego de esta inevitable introducción, la cuestión que aquí nos interesa es introducir la figura de Martín de Braga, monje nacido aproximadamente en el año 510 en la Panonia[8] (actual Bulgaria), de familia romana. Es importante para su formación tener en cuenta su estancia en Oriente, donde se familiarizó con el monacato naciente y se formó en el conocimiento del griego. Así, escribirá luego para sus monjes del monasterio de Dumio el Aegyptiorum Patrum Sententiae, traducción de sentencias o máximas de tipo espiritual de los padres “egipcios” (tomando este término en un sentido amplio de “oriental”), padres a muchos de los cuales pudo haber conocido.

Su obra es vasta, de tipo ascético-moral (su tratado De ira, fue confundido en un tiempo con el homónimo de Séneca), canónica, poética.

 Su De correctione rusticorum[9] es, en realidad, una extensa carta en respuesta a un pedido del obispo Polemio quien, finalizado el Segundo Concilio de Braga (572), le pide a Martín una instrucción pastoral para alejar a las gentes “rústicas” del reino de los suevos de las supersticiones y creencias paganas que aún se encontraban muy arraigadas. El escrito es un precioso documento, vívido, por momentos enternecedor que nos permite conocer de primera mano cuáles eran aquellas creencias y, de paso, qué pensaba nuestro obispo de ellas. Observamos también, lejos de la profunda especulación teológica del mundo griego cristiano oriental, lejos de los tratados de un San Agustín en Occidente, la realidad cotidiana con la que se enfrentaban los obispos católicos en contacto con su pueblo en un punto geográfico periférico del ya inexistente imperio Romano de Occidente, en el momento en que los “bárbaros” comienzan a poner el sedimento de la futura Europa cristiana. El prestigioso Martín de Braga, mencionado por san Isidoro de Sevilla en su De viris illustribus y en cartas de Venancio Fortunato, es uno de los hombres más cultos de su tiempo y, sin embargo, en su tarea pastoral, no duda en prestar la mayor atención a desterrar la supervivencia de estas creencias en su misión de oponerse al priscilianismo, y purificar la religiosidad del pueblo suevo según sus creencias católicas.

Escrita en un claro y correcto latín (si bien no exento de algunos “vulgarismos” debido al auditorio al que se dirige), alejado por su intención misma del florido lenguaje del  Martín de otras obras,  comienza pidiendo la atención de su público, lo cual denota que estaba destinada a ser leída. Repasa la creación del mundo, la Encarnación, la venida de Jesús, su Pasión y Resurrección, el día del Juicio Final, la resurrección de los muertos, su castigo o premio y afirma  – contra Prisciliano – que “Cristo Jesús es hijo Único de Dios” y “tomó carne humana en el vientre de la Virgen María” y advierte en una paráfrasis de Mt 6, 24 : non potest et simul Deus et diabolus coli[10]. Nuestro interés en este breve trabajo se centrará aquí: ¿cuáles son las manifestaciones de las obras del diablo para San Martín de Braga a fines del siglo VI?

Antes que nada es necesario aclarar que en su sermón (si bien una vez lo nombra como Satán) reserva el nombre diabolus,  “diablo” para el príncipe de los demonios y daemones, “demonios” para los demás ángeles expulsados del Reino a los que presenta como ministri, “ministros”,  al servicio de diabolus. Ellos son los intermediarios entre el “príncipe” y los hombres “que han olvidado a Dios, creador del mundo”[11] Es una primera distinción importante desde el punto de vista lingüístico. Conocedor de la lengua griega elige para el primero diabolus, del griego dia/boloj ( de dia/, a través de y ba/llw separar, calumniar, engañar, sin olvidar que la raíz verbal griega implica siempre una idea de fuerza violenta) y para los segundos daemones, de dai/mwn quienes,  según la creencia popular griega son seres intermedios entre los dioses y los hombres, a quienes se debe aplacar mediante la magia, la brujería y el conjuro. Dejando de lado el estudio de las distintas significaciones del lexema en la filosofía diré que el Nuevo Testamento no nombra a los daemones sino una sola vez en singular, luego siempre son “legión”, como en nuestra obra.  Allí son ángeles de Satán, se los vincula a la brujería y el paganismo, en general, es obra de los demonios (Ap 9,20.) [12]

Así, en nuestro autor el diabolus será el Gran Engañador y los daemones los ángeles engañadores intermedios, al servicio del Mal. Para volver al texto latino digamos que minister en latín tiene esta semántica de “servidor”, oponiéndose a magister ,“maestro”, y reconoce como etimología una raíz indoeuropea *men- que indica la pequeñez, la cual está atestiguada en diversas lenguas. En itálico, ciertamente, existe una contaminación entre la raíz *menu- del osco y el minor[13] del latino. En todo caso queda demostrado que, tanto en griego como en latín los “ministros” del diablo son seres “menores”, funcionales a la orden del Engañador.[14]

Para mayor instrucción de sus rustici realiza una pequeña historia de la creación de los ángeles y su posterior expulsión del cielo para morar in aere isto qui est sub caelo[15]. Aer, palabra tomada por los latinos de los griegos, significa en Homero (Ilíada) la “bruma”, especialmente el “vapor” que se levanta del suelo bajo el efecto del calor. En ático su sentido usual es “aire, atmósfera” pero también “la parte baja de la atmósfera”, en contraposición a ai)qh/r, (aether) que no pudo imponerse en la lengua latina a pesar de los esfuerzos de Pacuvio[16]. Así,

… los griegos establecen una diferencia cualitativa entre el aér en cuanto aire impuro, “de abajo”, el vapor, y el aire puro, “de arriba”, el éter. Dado que el aér era el elemento menos puro, era considerado como la morada de los espíritus. Esta concepción aparece ya en Pitágoras.[17]

Se continúa narrando la creación del hombre y su ubicación en el paraíso a donde fue a tentarlo diabolus por envidia. Expulsado luego también el hombre, en su vida terrena, olvidando a su creador (leitmotiv en el texto) realiza crímenes que mueven a Dios a la ira. Pero, salvado el género humano, por la acción un solo hombre justo, Noe, se expande otra vez  por el mundo. En este punto el Dumiense, inicia una suerte de historia del paganismo post-diluvio.

En un primer momento de confusión, el hombre mismo al haberse olvidado de su creador comienza a adorar a las “criaturas”. No es tentado ni engañado aún por nadie. Se corresponde con una etapa común a casi todas las religiones en uno de sus  estadios iniciales, el animismo y su creencia de que en los fenómenos de la naturaleza habitan seres cuyo favor se debe implorar o cuyo terrorífico poder se debe aplacar.

Más allá de que dicha etapa pertenece al común acervo de los pueblos,  Julio César (101-44 a.C.) en De bello gallico insiste también en ello al decir que los germanos no tienen casta sacerdotal  y estiman como dioses aquellas cosas que se pueden ver: el Sol, Vulcano (el Fuego) y la Luna[18]. El sol es un símbolo presente en todas las culturas y en casi todas ellas su simbología es polivalente. Para muchos pueblos es una manifestación de la divinidad, a la que se le suele atribuir la sexualidad masculina. Es fuente de luz, de calor y de vida pero es también el destructor, el padre de la sequía a la que se opone la lluvia fecundante. Como simbología se opone a la lunar que es femenina por cuanto no produce ella la luz sino refleja la del sol. Pero la luna es también relacionada en las culturas antiguas con el paso del tiempo, con su medición, porque es un astro que crece y decrece y aparece así sometida –que no el sol- al proceso del devenir, del nacimiento, la muerte. En las primitivas culturas agrarias fue más importante la luna que marcaba el tiempo de la siembra, la cosecha, el nacimiento de los seres vivos. En el texto de César se asocia, naturalmente, el fuego con el dios Vulcano, pero -antes- el fuego es un símbolo cercano al  sol, ambivalente como aquél; el fuego da vida, calienta, purifica e ilumina, pero a nadie se le escapa su poder destructor. Desde los mitos más remotos, por ello, el hombre ha sentido la necesidad de dominarlo[19]. Hasta aquí, siguiendo el testimonio de Julio César, hemos visto una influencia de pervivencias paganas pertenecientes al mundo germano que, sin embargo, hunden sus raíces en cosmogonías pertenecientes a diversos grupos, algunos de ellos muy alejados en el espacio y sin ninguna conexión entre sí.

¿Qué decir del culto al “agua profunda” y a las “fuentes de agua”? Es evidente que otra vez estamos ante uno de los cuatro elementos primordiales: fuego, agua, tierra y aire. De los cuatro, probablemente el agua tenga la simbología más variada y esencial que puede reducirse a tres ejes: fuente de vida, medio de purificación y centro de regeneración. Para los germanos, como tantas otras culturas, el agua está en el origen de los orígenes. En su narración mítica de la creación del mundo, las primeras aguas que descienden de los montes en la primavera por la superficie del hielo eterno son el antepasado de toda vida,  pues, animadas por el soplo cálido del viento sur, se juntan para formar la vida del primer gigante, Ymir, de quien proceden los demás gigantes, los hombres y en cierta medida los dioses.  Es decir que encontramos aquí asociados dos elementos de los llamados “primordiales”, el agua como fuente de vida y el aire, simbólicamente asociado al viento del sur, como espiritualización, medio sutil invisible de la vida visible. Las “fuentes de agua”, además, tienen un papel fundamental en la cosmogonía germánica pues la existencia del mundo depende de que esté siempre verde el fresno (símbolo de la inmortalidad y del nexo entre los tres planos del cosmos) de tres raíces, cada una de las cuales estaba asentada en un lugar especial de la tierra y era custodiada especialmente para que no se secara.  Para los pueblos germánicos el fresno Yggdrasil es el árbol del mundo, su copa sostiene la bóveda del cielo y en sus ramas se cobijan todos los seres. El culto de las fuentes y manantiales ha permanecido muy vivo en todos los países célticos actuales, especialmente Bretaña, donde se les atribuyen, bajo el patronato de Santa Ana o de Nuestra Señora, virtudes curativas para las enfermedades. Pero el culto de los manantiales existía ya en la Galia donde se conocen muchas divinidades de los manantiales termales. Pido disculpas por tener que acortar tan interesante tema que saldría del marco de nuestra exposición,  pero baste citar que muy comúnmente en los romances artúricos se concurre a la famosa fuente céltica de Barenton (en el bosque de Brocelandia, hoy Paimpont).[20] Y si se me permite un excursus,  recordemos las “aguas” del mundo judeo-cristiano que arrancando en el  Mar Rojo, pasan por el manantial que brota de la roca golpeada por Moisés,  por la piscina de Bethesda en  (Ihrosoluma, la Ciudad Santa,  sin olvidar el río Jordán, y parecen desembocar  en lugares de devoción cristiana actuales como Lourdes en Francia y  San Nicolás en  Argentina, por poner algún ejemplo.

Resumiendo, digamos que cuando el Santo Martín  se refería a los elementos anteriormente citados, sabía que estaba luchando con creencias muy antiguas y arraigadas y no sólo en el pueblo suevo.

A esta altura de la historia, y viendo a los hombres errando de aquí para allá, una vez que olvidaron a Dios su creador (tercera vez que el texto repite la frase), los “demonios” se deciden a entrar en contacto con ellos, a mostrárseles bajo diferentes formas, a hablarles y a exigirles sacrificios en lo alto de los montes y en las profundidades de los bosques, tal como hacían los germanos con sus dioses. Pues como nos informa Tácito, los pueblos germanos no consideran apropiado a la majestad de los dioses el tenerlos encerrados entre paredes o darles forma humana[21]. Nos encontramos en un estadio previo al templo, el altar, los sacerdotes, estadio común a muy diversas culturas, mediterráneas o no[22].

Naturalmente, el primer intermediario del diablo exigió ser llamado Júpiter, mago y adúltero, el segundo pidió ser llamado Marte, origen de litigios y discordia, luego vino Mercurio, inventor de todo tipo de robos y fraudes, otro exigió ser Saturno, el cruel devorador de sus hijos, el último finalmente se volvió mujer para convertirse en Venus, la meretriz.

El obispo de Braga, introduce ahora dioses del panteón romano cuya pervivencia en las creencias, y probablemente costumbres, de los rustici era importante.  Júpiter, adúltero, sin duda, desde la perspectiva cristiana, y no sólo adúltero sino también incestuoso con sus hijas Minerva y Venus y  – oportuna hipérbole – con toda su parentela. Pero es llamativo que lo llame también magus.  Nada ha quedado del gran dios romano, dios del cielo, de la luz, del rayo y del trueno. Sólo sus “defectos” fuera de contexto cultural: adúltero y “mago”. Es evidente que si el autor lo califica de esa manera es porque desea rechazar de plano en la más importante figura del olimpo romano la magia que está presente en todas las culturas primitivas. Es sabido que en esas sociedades la magia precede a la religión. La magia se define como un intento de influir sobre el otro o sobre la divinidad según diversos mecanismos. El rechazo total del Dumiense podría provenir de la pretensión del magus de convertirse en un “hombre-dios” y arrogarse así  funciones de dominio sobre otros hombres o la sociedad en su conjunto[23]. También es posible que bajo este nombre de magus San Martín de Braga vea al hechicero o brujo, instrumento del mal entre los hombres. Júpiter, con su magia, sería el primer engañador del hombre.

 Es interesante la referencia a Mercurio, “el inventor doloso de todo tipo de fraude y hurto”, según nuestro autor, asociándolo seguramente a su protección sobre los comerciantes, de donde podemos leer también una velada crítica a este estamento de la sociedad. La mitología romana lo emparentaba también – a través de los Lares – con las encrucijadas y ese sentido aparece también en nuestro texto cuando  San Martín dice que “a Mercurio los hombres deseosos del dinero le arrojan en las encrucijadas montañas de piedras como sacrificio”. Y como conjuro, agregaría yo. En toda civilización la encrucijada es el encuentro con el destino y naturalmente produce miedo o por lo menos inquietud[24]. La superstición de la encrucijada seguía viva y lo sigue aún y allí están nuestras “apachetas” andinas, mudos testigos que vienen de lo más profundo de la prehistoria como un “inconsciente colectivo[25]. Ahora bien, en su Germania, Tácito (55-120), aplicando el sistema comparativo, dice que los germanos “reverencian a Mercurio por sobre todos los dioses y ciertos días del año les es lícito ofrecerles sacrificios humanos”[26]. Pero son muy distintas las finalidades de un historiador y un pastor. Tácito creía constatar una creencia de un pueblo, el obispo de Braga quiere adoctrinarlo.

Venus, naturalmente no puede quedar fuera de esta lista de los “peores entre los peores” pues sus condiciones “morales” la hacían apta para ser sancionada y recibe como único epíteto el de meretrix, “aquella que se hace pagar”, poco importa al Dumiense si con su padre, si con su hermano Marte u otros más, en todos los casos meretricata est.  Mercurio es la avaricia, Saturno, el daemon que se come a sus hijos, es la crueldad (dejamos el tema de la crueldad del tiempo para otra oportunidad), Venus comparte con su padre Júpiter la sanción moral. Pero todos ellos  deben ser, en la intención de San Martín acabados antiespejos para las almas de los rustici suevi.

Pasamos ahora a otro momento de la historia de la religión, aquél en que los dioses se encierran en templos, se convierten en imágenes visibles y necesitan altares donde se ofrezcan sacrificios sangrientos para persuadirlos o calmarlos. Todo ello exigen ahora los daemones. El templo es el reflejo del mundo divino, es la representación que los hombres se hacen de su mundo divino. Son imágenes cósmicas. Es un “término augural. El espacio cuadrado delimitado por el augur en el cielo, y sobre la tierra, el interior en el que recoge e interpreta los presagios”, de allí su relación con contemplo. Por extensión, además,  designa un lugar sagrado[27]. Lo invisible e inefable pide ser imagen, representación, apariencia (en contraposición a realidad) y necesita de un altar, microcosmos de lo sagrado, lugar del sacrificio, es decir lugar donde algo es hecho sagrado. Y finalmente los ministri piden para sí sacrificios. El sacrificio está ligado a la idea de intercambio; cuanto más precioso sea el objeto ofrecido, más energía recibiremos en contrapartida. Según otros autores por el contrario, “el sacrificio es un regalo hecho a los seres sobrenaturales para congraciarse con ellos … sin esperar nada a cambio, … es un rito expiatorio”. Pero sin duda “en todo sacrificio un objeto deja de ser común para entrar en el dominio religioso, es consagrado”[28]. En un sacrificio la víctima cambia su condición, sea la víctima una persona, un animal, un objeto inanimado, ya no es más lo que era en virtud de su consagración. Nada de esta simbología y sentido profundo aparece en el texto. Voluntariamente el santo Dumiense ha hecho una hipérbole del acto del sacrificio, lo lleva incluso hasta el sacrificio humano para luego, al vaciarlo de contenido, hacer  patente la inconsistencia de estos daemones y sus pedidos.

Pero por si esto fuera poco praeter hac, dice el texto, muchos demonios expulsados del cielo habitan el mar, los ríos, las fuentes, los bosques donde los hombres los adoran y sacrifican para ellos. Ya hemos hablado de la fundamental importancia del agua y las fuentes en la cosmogonía germánica pero aquí sobreabunda en virtud de la contaminatio, el mar se convierte en el romano dios Neptuno, los ríos en las Lamias, las fuentes en Ninfas, las selvas en Dianas, toda la realidad puede hacer daño al hombre que no sabe protegerse con la señal de la cruz.

 E incluso, en su celo apostólico, San Martín, observa con indignación que los hombres no se dan cuenta de que cuando nombran los días de la semana, están nombrando a Marte, Mercurio, Júpiter, Venus y Saturno, todos los cuales “son pésimos y malvados entre las gentes de los griegos.”[29] No se hace mucho problema nuestro autor para distinguir entre panteones romanos o griegos. Todos son idólatras y listo. La septimana cristiana  que vino a suplantar a partir del siglo I d.C. a las nundinae latinas (de 8 días, basadas en los días de mercado), estaba consagrada a dioses paganos, de quienes tomaron los nombres: lunes, a Diana (divinización de la Luna-dies lunae), martes, al dios Marte (dies Martis), miércoles, al dios Mercurio (dies mercurialis), jueves (al dios Júpiter-dies Iovis) , viernes (a la diosa Venus-dies Veneris) , sábado (al dios Saturno) y domingo, a Apolo (divinización del sol). Y esto se mantuvo así durante la Antigüedad Tardía y la Alta Edad Media. En español hemos cambiado los días festivos por otros de connotación religiosa: sábado (del Shabat hebreo) y domingo (de dies dominicus cristiano), al igual que otras lenguas romances, pero se mantiene por ejemplo en inglés: Saturday and Sunday. . Quizás se deba a la influencia de este sermón el hecho de que en Portugal se hable de “primera feria”, “segunda feria”, etc. El celo del santo Patrón de Galicia no quiere dejar nada librado al azar y es más que interesante ver el ardor para sacar de las conciencias y de la lengua toda reminiscencia supersticiosa o pagana.

Se preocupa también de  alejar a sus  rustici de las artes de la adivinación y de los augurios, tan comunes, en todas las épocas. Los incita a no escuchar las voces de los demonios que hablan a través de la aves,  pues Dios no mandó conocer las cosas futuras y sí en cambio a confiar en Él. La ornitomancia (interpretación por medio del vuelo y canto de las aves) está presente en todos los pueblos y en todos los tiempos, la practicaban los romanos y también los germanos[30]. .En Germania Tácito cuenta que una de las formas de adivinación era por el relincho de los caballos, o arrojando tres varillas sobre un vestido blanco que, recogidas por el sacerdote, eran interpretadas como de buen o mal agüero. El hombre de la antigüedad vivía aterrado por su futuro, en razón de su ignorancia y también de la indefensión a la que estaba expuesto. De allí el éxito de las artes adivinatorias contra las que se enfrenta el Dumiense.

   Finalmente, es particularmente rico el parágrafo 16, que transcribo:

               ¿Y cómo vuelven enseguida a los cultos del diablo algunos de entre vosotros que renunciaron al diablo, a sus ángeles, a sus cultos? …  Pues encender velas junto a las piedras, a los árboles, a las fuentes y en las encrucijadas ¿qué otra cosa es sino culto al diablo?. Los actos de adivinación y los augurios y el celebrar el día de los ídolos, ¿qué otra cosa es sino culto al diablo? Festejar las Vucanales y las Calendas, adornar mesas y poner ramas de laurel, prestar atención al pie que se usa, derramar grano y vino en el fuego sobre un tronco y poner pan en las fuentes,¿Qué otracosa es sino culto al diablo? Que las mujeres invoquen a Minerva mientras tejen, que elijan el día de Venus para sus nupcias y que presten atención a qué día se ponen en camino, ¿qué otra cosa es sino culto al diablo? Hechizar hierbas para encantamientos e invocar los nombres de los demonios al hacerlo, ¿qué otra cosa es sino culto al diablo? Y otras muchas cosas que son largas de contar. He aquí que después de la renuncia al diablo, después del bautismo, hacéis todo esto, y que, volviendo al culto de los demonios y a las malas obras de los ídolos, vosotros habéis dejado de lado vuestra fe y habréis roto el pacto que hicisteis con Dios. Habéis abandonado el signo de la cruz que recibisteis en el bautismo y atendéis a otros signos del diablo por medio de pájaros, estornudos y otras muchas cosas. ¿Por qué a mi o a cualquier buen cristiano no nos perjudica un agüero? Porque la señal del diablo no es nada cuando ha precedido el signo de la cruz ¿Por qué os perjudica a vosotros? Porque menospreciáis la señal de la cruz y teméis aquello que os habéis forjado. Del mismo modo habéis abandonado el santo sortilegio, es decir, el símbolo de los apóstoles que recibisteis en el bautismo que es «Creo en Dios padre todopoderoso» y la oración del Señor, es decir «Padre nuestro que estás en los cielos» y conserváis diabólicos sortilegios y fórmulas mágicas. Así, pues, cualquiera que, menospreciada la señal de la cruz de Cristo, pone sus ojos en otros signos, ha perdido la señal de la cruz que recibió en el bautismo».

 

Como ya dijimos, muchas de estas supersticiones pertenecían no sólo al paganismo grecorromano sino también algunas son de origen germánico o ibérico o se pierden en la historia de la humanidad. Así, encender velas a las piedras, árboles, fuentes se explica por lo que dijimos al principio sobre el animismo: se creía que cada uno de ellos encerraba un espíritu de la naturaleza que podía enojarse. El culto a las piedras se relaciona con el dios suevo Wotan que tenía el poder de penetrar en los bloques de granito abiertos para cerrarlos de nuevo. También al dios Thor se le consagran gruesos árboles formando ello parte de su culto.

            En cuanto a la superstición del pedem observem (prestar atención al pie con que se entra en un lugar) es una creencia popular muy antigua que relaciona el pie y la mano derecha con lo favorable y lo izquierdo con lo desfavorable. Incluso se reservaba el costado izquierdo para los ritos ctónicos, funerarios, demoníacos y mágicos.

            Aparecen otra vez  en este parágrafo sortilegios diabólicos a los que el Obispo de Braga opone el sortilegio santo del Credo y del Padre Nuestro, al mismo tiempo que condena una vez más la creencia en los augurios, citando el muy original del estornudo y una vez más la ornitomancia.

            Este brevísimo análisis nos ayuda a entender algo más a aquellos hombres y mujeres que al comienzo de nuestra civilización occidental debieron luchar contra la ignorancia y el miedo, aún cuando ellos mismos no comprendieran todo y lucharan contra sus propios miedos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

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INCIPIT EPISTOLA SANCTI MARTINI EPISCOPI AD POLEMIUM EPISCOPUM
DE CORRECTIONE RUSTICORUM
[31]

Domino beatissimo ac mihi desiderantissimo in Christo fratri Polemio episcopo Martinus episcopus.

[1] Epistolam tuae sanctae caritatis accepi, in qua scribis ad me ut pro castigatione rusticorum, qui adhuc pristina paganorum superstitione detenti cultum venerationis plus daemoniis quam deo persolvunt, aliqua de origine idolorum et sceleribus ipsorum vel pauca de multis ad te scripta dirigerem. Sed quia oportet ab initio mundi vel modicam illis rationis notitiam quasi pro gustu porrigere, necesse me fuit ingentem praeteritorum temporum gestorumque silvam breviato tenuis compendii sermone contingere et cibum rusticis rustico sermone condire. Ita ergo, opitulante tibi deo, erit tuae praedicationis exordium:

[2] Desideramus, filii karissimi, adnuntiare vobis in nomine domini quae aut minime audistis aut audita fortasse oblivioni dedistis. Petimus ergo caritatem vestram ut, quae pro salute vestra dicuntur, adtentius audiatis. Longus quidem per divinas scripturas ordo dirigitur, sed ut vel aliquantulum in memoriam teneatis, pauca vobis de pluribus commendamus.

[3] Cum fecisset in principio deus caelum et terram, in illa caelesti habitatione fecit spiritales creaturas, id est angelos, qui in conspectu ipsius adstantes laudarent illum. Ex quibus unus, qui primus omnium archangelus fuerat factus, videns se in tanta gloria praefulgentem, non dedit honorem deo creatori suo, sed similem se illi dixit; et pro hac superbia cum aliis plurimis angelis qui illi consenserunt de illa caelesti sede in aere isto qui est sub caelo deiectus est; et ille, qui fuerat prius archangelus, perdita luce gloriae suae, factus est tenebrosus et horribilis diabolus. Similiter et illi alii angeli qui consentientes illi fuerant cum ipso de caelo proiecti sunt et, perdito splendore suo, facti sunt daemones. Reliqui autem angeli qui subditi fuerunt deo in suae claritatis gloria in conspectu domini perseverant; et ipsi dicuntur angeli sancti. Nam illi qui cum principe suo Satan pro superbia sua iactati sunt angeli refugae et daemonia appellantur.

[4] Post istam ruinam angelicam placuit deo de limo terrae hominem plasmare, quem posuit in paradiso; et dixit ei ut, si praeceptum domini servasset, in loco illo caelesti sine morte succederet, unde angeli illi refugae ceciderunt, si autem praeterisset dei praeceptum, morte moreretur. Videns ergo diabolus quia propterea factus fuerat homo, ut in loco ipsius, unde ipse cecidit, in regno dei succederet, invidia ductus suasit homini ut mandata dei transcenderet. Pro qua offensa iactatus est homo de paradiso in exilio mundi istius, ubi multos labores et dolores pateretur.

[5] Fuit autem primus homo dictus Adam, et mulier eius quam de ipsius carne deus creavit dicta est Eva. Ex istis duobus hominibus omne genus hominum propagatum est. Qui, obliti creatorem suum deum multa scelera facientes, inritaverunt deum ad iracundiam. Pro qua re inmisit deus diluvium et perdidit omnes, excepto uno iusto, nomine Noe, quem cum suis filiis pro reparando humano genere reservavit. A primo ergo homine Adam usque ad diluvium transierunt anni duo milia ducenti quadraginta duo.

[6] Post diluvium iterum recuperatum est genus humanum per tres filios Noe, reservatos cum uxoribus suis. Et cum coepisset multitudo subcrescens mundum implere, obliviscentes iterum homines creatorem mundi deum, coeperunt, dimisso creatore, colere creaturas. Alii adorabant solem, alii lunam vel stellas, alii ignem, alii aquam profundam vel fontes aquarum, credentes haec omnia non a deo esse facta ad usum hominum, sed ipsa ex se orta deos esse.

[7] Tunc diabolus vel ministri ipsius, daemones, qui de caelo deiecti sunt, videntes ignaros homines dimisso Deo creatore suo, per creaturas errare, coeperunt se illis in diversas formas ostendere et loqui cum eis et expetere ab eis, ut in excelsis montibus et in silvis frondosis sacrificia sibi offerrent et ipsos colerent pro deo, imponentes sibi vocabula sceleratorum hominum, qui in omnibus criminibus et sceleribus suam egerant vitam, ut alius Iovem se esse diceret, qui fuerat magus et in tantis adulteriis incestus ut sororem suam haberet uxorem, quae dicta est Iuno, Minervam et Venerem filias suas corruperit, neptes quoque et omnem parentelam suam turpiter incestaverit. Alius autem daemon Martem se nominavit, qui fuit litigiorum et discordiae commissor. Alius deinde daemon Mercurium se appellare voluit, qui fuit omnis furti et fraudis dolosus inventor; cui homines cupidi quasi deo lucri, in quadriviis transeuntes, iactatis lapidibus acervos petrarum pro sacrificio reddunt. Alius quoque daemon Saturni sibi nomen adscripsit, qui, in omni crudelitate vivens, etiam nascentes suos filios devorabat. Alius etiam daemon Venerem se esse confinxit, quae fuit mulier meretrix. Non solum cum innumerabilibus adulteris, sed etiam cum patre suo Iove et cum fratre suo Marte meretricata est.

[8] Ecce quales fuerunt illo tempore isti perditi homines, quos ignorantes rustici per adinventiones suas pessime honorabant, quorum vocabula ideo sibi daemones adposuerunt, ut ipsos quasi deos colerent et sacrificia illis offerrent et ipsorum facta imitarentur, quorum nomina invocabant. Suaserunt etiam illis daemones ut templa illis facerent et imagines vel statuas sceleratorum hominum ibi ponerent et aras illis constituerent, in quibus non solum animalium sed etiam hominum sanguinem illis funderent. Praeter haec autem multi daemones ex illis qui de caelo expulsi sunt aut in mare aut in fluminibus aut in fontibus aut in silvis praesident, quos similiter homines ignorantes deum quasi deos colunt et sacrificant illis. Et in mare quidem Neptunum appellant, in fluminibus Lamias, in fontibus Nymphas, in silvis Dianas, quae omnia maligni daemones et spiritus nequam sunt, qui homines infideles, qui signaculo crucis nesciunt se munire, nocent et vexant. Non tamen sine permissione dei nocent, quia deum habent iratum et non ex toto corde in fide Christi credunt, sed sunt dubii in tantum ut nomina ipsa daemoniorum in singulos dies nominent, et appellent diem Martis et Mercurii et Iovis et Veneris et Saturni, qui nullum diem fecerunt, sed fuerunt homines pessimi et scelerati in gente Graecorum.

[9] Deus autem omnipotens, quando caelum et terram fecit, ipse tunc creavit lucem, quae per distinctionem operum dei septies revoluta est. Nam primo deus lucem fecit, quae appellata est dies; secundo firmamentum caeli factum est; tertio terra a mare divisa est; quarto sol et luna et stellae factae sunt; quinto quadrupedia et volatilia et natatilia; sexto homo plasmatus est; septimo autem die, completo omni mundo et ornamento ipsius, requiem deus appellavit. Una ergo lux, quae prima in operibus dei facta est, per distinctionem operum dei septies revoluta, septimana est appellata. Qualis ergo amentia est ut homo baptizatus in fide Christi diem dominicum, in quo Christus resurrexit, non colat et dicat se diem Iovis colere et Mercurii et Veneris et Saturni, qui nullum diem habent, sed fuerunt adulteri et magi et iniqui et male mortui in provincia sua! Sed, sicut diximus, sub specie nominum istorum ab hominibus stultis veneratio et honor daemonibus exhibetur.

[10] Similiter et ille error ignorantibus et rusticis subrepit, ut Kalendas Ianuarias putent anni esse initium, quod omnino falsissimum est. Nam, sicut scriptura sancta dicit, VIII Kal. Aprilis in ipso aequinoctio initium primi anni est factum. Nam sic legitur: et divisit deus inter lucem et tenebras. Omnis autem recta divisio aequalitatem habet, sicut et in VIII Kal. Aprilis tantum spatium horarum dies habet quantum et nox. Et ideo falsum est ut Ianuariae Kalendae initium anni sint.

[11] Iam quid de illo stultissimo errore cum dolore dicendum est, quia dies tinearum et murium observant et, si dici fas est, homo Christianus pro deo mures et tineas veneratur? Quibus si per tutelam cupelli aut arculae non subducatur aut panis aut pannus, nullo modo pro feriis sibi exhibitis, quod invenerint, parcent. Sine causa autem sibi miser homo istas praefigurationes ipse facit, ut, quasi sicut in introitu anni satur est et laetus ex omnibus, ita illi et in toto anno contingat. Observationes istae omnes paganorum sunt per adinventiones daemonum exquisitae. Sed vae illi homini qui deum non habuerit propitium et ab ipso saturitatem panis et securitatem vitae non habuerit datam! Ecce istas superstitiones vanas aut occulte aut palam facitis, et numquam cessatis ab istis sacrificiis daemonum. Et quare vobis non praestant ut semper saturi sitis et securi et laeti? Quare, quando deus iratus fuerit, non vos defendunt sacrificia vana de locusta, de mure, et de multis aliis tribulationibus, quas vobis deus iratus immittit?

[12] Non intellegitis aperte quia mentiuntur vobis daemones in istis observationibus vestris quas vane tenetis, et in auguriis quae adtenditis frequentius vos inludunt? Nam sicut dicit sapientissimus Salomon: divinationes et auguria vana sunt; et quantum timuerit homo in illis, tantum magis fallitur cor eius. Ne dederis in illis cor tuum, quoniam multos scandalizaverunt. Ecce hoc scriptura sancta dicit, et certissime sic est, quia tamdiu infelices homines per avium voces daemonia suadunt, donec per res frivolas et vanas et fidem Christi perdant, et ipsi in interitum mortis suae de improviso incurrant. Non iussit deus hominem futura cognoscere, sed ut, semper in timore illius vivens, ab ipso gubernationem et auxilium vitae suae expeteret. Solius dei est antequam aliquid fiat scire, homines autem vanos daemones diversis argumentis inludunt, donec illos in offensam dei perducant et animas illorum secum pertrahant in infernum, sicut ab initio fecerunt per invidiam suam, ne homo regnum caelorum intraret, de quo illi deiecti sunt.

[13] Pro qua etiam causa, dum vidisset deus miseros homines ita a diabolo et angelis eius malis inludi ut, obliviscentes creatorem suum, pro deo daemones adorarent, misit filium suum, id est sapientiam et verbum suum, ut illos ad cultum veri dei de diaboli errore reduceret. Et quia non poterat divinitas filii dei ab hominibus videri, accepit carnem humanam ex utero Mariae virginis, non ex coniugio viri, sed ex spiritu sancto conceptam. Natus ergo in humanam carnem filius dei, intus latens invisibilis deus, foris autem visibilis homo, praedicavit hominibus: docuit illos, relictis idolis et malis operibus, de potestate diaboli exire et ad cultum creatoris sui reverti. Postquam docuit, voluit pro humano genere mori. Passus est mortem voluntarie, non invitus; crucifixus est a Iudaeis sub iudice Pilato Pontio, qui de Ponto provincia natus illo tempore provinciae Syriae praesidebat; depositus de cruce, positus est in sepulchro; tertia die resurrexit vivus a mortuis, et diebus quadraginta cum duodecim discipulis suis conversatus est, et, ut veram carnem suam resurrexisse monstraret, manducavit post resurrectionem ante discipulos suos. Transactis autem quadraginta diebus, praecepit discipulis suis ut adnuntiarent omnibus gentibus resurrectionem filii dei, et baptizarent eos in nomine patris et filii et spiritus sancti in remissionem peccatorum, et docerent illos qui baptizati fuissent recedere a malis operibus, id est ab idolis, ab homicidiis, a furtis, a periurio, a fornicatione, et quod sibi nollent fieri aliis non facerent. Et postquam haec praecepit, videntibus ipsis discipulis, ascendit in caelum, et ibi sedet ad dexteram patris, et inde in fine istius mundi venturus est cum ipsa carne quam secum levavit in caelis.

[14] Cum autem finis mundi istius venerit, omnes gentes et omnis homo qui ex illis primis hominibus, id est ex Adam et Eva, ducit originem omnes resurgent et boni et mali; et omnes ante iudicium Christi venturi sunt, et tunc qui fuerunt in vita sua fideles et boni separantur a malis et intrant in regno dei cum angelis sanctis, et erunt animae illorum cum carne sua in requiem aeternam, numquam amplius morituri, ubi iam nullus illis erit aut labor aut dolor, non tristitia, non famis aut sitis, non calor aut frigus, non tenebrae aut nox, sed, semper laeti, saturi, in luce, in gloria, similes erunt angelis dei, quia iam in illo loco meruerunt intrare unde diabolus cum sibi consentientibus angelis cecidit. Ibi ergo omnes qui fideles deo fuerunt permanent in aeternum. Nam illi qui increduli fuerunt aut non fuerunt baptizati aut certe, si baptizati fuerint, post baptismum suum iterum ad idola et homicidia vel adulteria vel ad periuria et ad alia mala reversi sunt et sine poenitentia sunt defuncti, omnes qui tales fuerint inventi damnantur cum diabolo et cum omnibus daemoniis quos coluerunt et quorum opera fecerunt, et in aeterno igne cum carne sua in inferno mittuntur, ubi ignis ille inextinguibilis in perpetuum vivit, et caro illa iam de resurrectione recepta in aeternum cruciatur gemens. Desiderat iterum mori, ut non sentiat poenas, sed non permittitur mori, ut aeternos perferat cruciatus. Ecce hoc loquitur lex, hoc loquuntur prophetae, haec evangelium Christi, haec apostolus, haec omnis scriptura sancta testatur; quae vobis modo vel pauca ex multis simpliciter diximus. Vestrum est dehinc, filii karissimi, ea quae per nos dicta sunt recordare, et aut bene agendo futuram in regno dei requiem sperare, aut (quod absit!) male agendo futurum in inferno ignem perpetuum expectare. Nam et vita aeterna et mors aeterna in arbitrio hominis posita est. Quod sibi elegerit unusquisque, hoc habebit.

[15] Vos ergo, fideles, qui in nomine patris et filii et spiritus sancti ad Christi baptismum accessistis, considerate quale in ipso baptismo pactum cum deo fecistis. Nam cum singuli nomen vestrum dedistis ad fontes, verbi gratia, aut Petrus aut Iohannes aut quodlibet nomen, sic a sacerdote interrogati fuistis: «Quomodo diceris?» Respondisti aut tu, si iam poteras respondere, aut certe qui pro te fidem fecit, qui te de fonte suscepit, et dixit, verbi gratia: «Iohannes dicitur.» Et interrogavit sacerdos: «Iohannes, abrenuntias diabolo et angelis eius, culturis et idolis eius, furtis et fraudibus eius, fornicationibus et ebrietatibus eius, et omnibus operibus eius malis?» Et respondisti: «Abrenuntio.» Post istam abrenuntiationem diaboli iterum interrogatus es a sacerdote: «Credis in deum patrem omnipotentem?» Respondisti: «Credo.» «Et in Iesum Christum, filium eius unicum, deum et dominum nostrum, qui natus est de spiritu sancto ex Maria virgine, passus sub Pontio Pilato, crucifixus et sepultus, descendit ad inferna, tertia die resurrexit vivus a mortuis, ascendit in caelos, sedet ad dexteram patris, inde venturus iudicare vivos et mortuos? Credis?» Et respondisti: «Credo.» Et iterum interrogatus es: «Credis in spiritum sanctum, sanctam ecclesiam catholicam, remissionem omnium peccatorum, carnis resurrectionem, et vitam aeternam?» Et respondisti: «Credo.» Ecce ergo considerate quale pactum cum deo fecistis in baptismo. Promisistis vos abrenuntiare diabolo et angelis eius et omnibus operibus eius malis, et confessi estis credere vos in patrem et filium et spiritum sanctum et sperare vos in fine saeculi carnis resurrectionem et vitam aeternam.

[16] Ecce qualis cautio et confessio vestra apud deum tenetur! Et quomodo aliqui ex vobis, qui abrenuntiaverunt diabolo et angelis eius et culturis eius et operibus eius malis, modo iterum ad culturas diaboli revertuntur? Nam ad petras et ad arbores et ad fontes et per trivia cereolos incendere, quid est aliud nisi cultura diaboli? Divinationes et auguria et dies idolorum observare, quid est aliud nisi cultura diaboli? Vulcanalia et Kalendas observare, mensas ornare, et lauros ponere, et pedem observare, et fundere in foco super truncum frugem et vinum, et panem in fontem mittere, quid est aliud nisi cultura diaboli? Mulieres in tela sua Minervam nominare et Veneris diem in nuptias observare et quo die in via exeatur adtendere, quid est aliud nisi cultura diaboli? Incantare herbas ad maleficia et invocare nomina daemonum incantando, quid est aliud nisi cultura diaboli? Et alia multa quae longum est dicere. Ecce ista omnia post abrenuntiationem diaboli, post baptismum facitis et, ad culturam daemonum et ad mala idolorum opera redeuntes, fidem vestram transistis et pactum quod fecistis cum deo disrupistis. Dimisistis signum crucis, quod in baptismum accepistis, et alia diaboli signa per avicellos et sternutos et per alia multa adtenditis. Quare mihi aut cuilibet recto Christiano non nocet augurium? Quia, ubi signum crucis praecesserit, nihil est signum diaboli. Quare vobis nocet? Quia signum crucis contemnitis, et illud timetis quod vobis ipsi in signum configitis. Similiter dimisistis incantationem sanctam, id est symbolum quod in baptismum accepistis, quod est Credo in deum patrem omnipotentem, et orationem dominicam, id est Pater noster qui es in caelis, et tenetis diabolicas incantationes et carmina. Quicumque ergo, contempto signo crucis Christi, alia signa aspicit, signum crucis, quod in baptismum accepit, perdidit. Similiter et qui alias incantationes tenet a magis et maleficis adinventas, incantationem sancti symboli et orationis dominicae, quae in fide Christi accepit, amisit et fidem Christi inculcavit, quia non potest et deus simul et diabolus coli.

[17] Si ergo agnovistis, dilectissimi filii, omnia ista quae diximus, si quis se cognoscit post acceptum baptismum haec fecisse et fidem Christi rupisse, non desperet de se nec dicat in corde suo: «Quia tanta mala feci post baptismum, fortasse non mihi indulget deus peccata mea.» Noli dubitare de misericordia dei. Tantum tu fac in corde tuo pactum cum deo, ut iam amplius culturas daemonum non colas, nec praeter deum caeli aliquid adores, neque homicidium facias, neque adulterium aut fornicationem, non furtum facias, non periures. Et cum hoc deo ex toto corde tuo promiseris et ulterius peccata ista non feceris, fiducialiter veniam de deo spera, quia sic dicit deus per propheticam scripturam: In quacumque die iniustus oblitus fuerit iniquitates suas et fecerit iustitias, et ego obliviscar omnes iniquitates eius. Paenitentiam ergo peccatoris deus expectat. Paenitentia autem ista vera est, ut iam amplius homo non faciat mala quae fecit, sed de praeteritis peccatis indulgentiam petat, et de futuro caveat ne ad ipsa iterum revolvatur, sed magis econtrario bona opera exerceat, ut esurienti pauperi elemosynam porrigat, hospitem lassum reficiat, et quicquid sibi ab alio vult fieri, hoc alteri faciat, et quod sibi non vult fieri, hoc alteri non faciat, quia in hoc verbo mandata dei complentur.

[18] Rogamus ergo vos, fratres et filii karissimi, ut ista praecepta, quae vobis deus per nos humillimos et exiguos dare dignatur, in memoria teneatis et cogitetis quomodo salvetis animas vestras, ut non solum de praesenti ista vita et de transitoria mundi istius utilitate tractetis, sed illud magis recordetis quod in symbolo vos credere promisistis, id est carnis resurrectionem et vitam aeternam. Si ergo credidistis et creditis quia carnis resurrectio erit et vita aeterna in regno caelorum inter angelos dei, sicut vobis supra iam diximus, inde quam maxime cogitate, et non semper de istius mundi miseria. Praeparate viam vestram in operibus bonis. Frequentate ad deprecandum deum in ecclesia vel per loca sanctorum. Diem dominicum, qui propterea dominicus dicitur, quia filius dei, dominus noster Iesus Christus, in ipso resurrexit a mortuis, nolite contemnere, sed cum reverentia colite. Opus servile, id est agrum, pratum, vineam, vel si qua gravia sunt, non faciatis in die dominico, praeter tantum quod ad necessitatem reficiendi corpusculi pro exquoquendo pertinet cibo et necessitate longinqui itineris. Et in locis proximis licet viam die dominico facere, non tamen pro occasionibus malis, sed magis pro bonis, id est aut ad loca sancta ambulare, aut fratrem vel amicum visitare, vel infirmum consolare, aut tribulanti consilium vel adiutorium pro bona causa portare. Sic ergo decet Christianum hominem diem dominicum venerare. Nam satis iniquum et turpe est ut illi qui pagani sunt et ignorant fidem Christianum, idola daemonum colentes, diem Iovis aut cuiuslibet daemonis colant et ab opere se abstineant, cum certe nullum diem daemonia nec creassent nec habeant. Et nos, qui verum deum adoramus et credimus filium dei resurrexisse a mortuis, diem resurrectionis eius, id est dominicum, minime veneramus! Nolite ergo iniuriam facere resurrectioni dominicae, sed honorate et cum reverentia colite propter spem nostram quam habemus in illam. Nam sicut ille dominus noster Iesus Christus, filius dei, qui est caput nostrum, tertia die resurrexit a mortuis, ita et nos, qui sumus membra ipsius, resurrecturos nos in carne nostra in fine saeculi speramus, ut unusquisque sive requiem aeternam sive poenam aeternam, sicut in corpore suo in saeculo isto egit, ita recipiat.

[19] Ecce nos sub testimonio dei et sanctorum angelorum qui nos audiunt, modo loquentes, absolvimus caritati vestrae debitum nostrum, et pecuniam domini, sicut praeceptum habemus, feneravimus vobis. Vestrum est amodo cogitare et procurare quomodo unusquisque, quantum accepit, veniente domino cum usuris in die iudicii repraesentet. Oramus autem ipsius domini clementiam, ut vos ab omni malo custodiat et dignos sanctorum angelorum suorum socios in regno suo perficiat, praestante ipso qui vivit et regnat in saecula saeculorum. Amen.


[1] Acerca de la corrección entre los campesinos.

[2] Los campesinos, en un sentido más amplio: los iletrados que eran casi todo el pueblo. Cabría aclarar que lo dicho de los rustici suevos se aplica a las confusas creencias religiosas de la Romania germanizada. Es decir, prácticamente, toda la actual Europa.

[3] Ciudades.

[4] Cf. Orlandis, José. Historia de España. Época visigoda (409-711).  Coordinador Ángel Montenegro Duque. Madrid, Gredos. t. 4.

[5] Cf. Denzinger. Enchiridion Symbolorum. Concilium Bracarense Primum.

[6] P.Cornelius Tacitus. Germania, 2. Paris, Hachette.

[7] S. Isidorus. Historia Gothorum, Wandalorum,  Sueborum. Migne P.L. LXXIII. Dice que el reino suevo duró exactamente 177 años.

[8] Según fuente de San Martín de Tours, Venancio Fortunato y el autor mismo.

[9] Título que, como es común en obras de la época,  se desprende de las primeras palabras del texto.

[10] Trad. “no se puede servir (cultivar) al mismo tiempo a Dios y al diablo”.

[11] Martín de Braga. De correctione rusticorum, 6.

[12] Cf. Lothar Coenen y otros. Diccionario Teológico del Nuevo Testamento. Salamanca, Sígueme.

[13] “Menor”.

[14] Cf. Ernout-Meillet. Dictionaire Étymologique de la langue latine. Paris, Klincksieck.

[15] Trad. “en este aire que está bajo el cielo”.

[16] “Éter”. Ernout-Meillet. Op.cit..

[17] Lothar, Coenen. Op.cit. t.II. p. 14.

[18] C. Iulius Caesar.  De Bello Gallico, 6, 21.

[19] Chevalier-Gheerbrant. Diccionario de los símbolos. Barcelona, Herder.

[20] Id. Id. Y Bernárdez, Enrique. Los ritos germánicos. Madrid, Alianza.

[21] P.Cornelius Tacitus. Op.cit., 6.

[22] Cf. Culto a la divinidad en la civilización minoica-micénica.

[23] Cf. Frazer, G.W. La rama dorada. México, FCE.

[24] Cf. Chevalier. Op.cit.

[25] Cf. Jung. El hombre y sus símbolos. México, FCE.

[26] P.Cornelius Tacitus. Op.cit., IX

[27] Ernout. Op.cit.

[28] Hubert-Mauss. Sacrifice. University of Chicago Press.

[29] De correctione rusticorum, 8.

[30] Tacitus. Op.cit., X

[31]Barlow, C.W., ed. Martini Braccarensis. Opera omnia. New Haven, Yale University Press.

Rebeca Obligado

 

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