Dentro de la cosmovisión politeísta europea nos encontramos en una, por definirlo de alguna manera, encrucijada histórica; por un lado tenemos todo el futuro a nuestro alcance, como conjunto de creencias novedosas pero a la vez con un substrato eminentemente tradicional que puede dar una acertada respuesta a las carencias espirituales existentes en la sociedad europea, y por otra parte iniciamos nuestro recorrido con una serie de “pesos muertos” que en ocasiones no impiden caminar como deberíamos. Dentro de las denominadas religiones “paganas” (1) de tradición más o menos indoeuropea (2), nos topamos muy a menudo con no pocas poses estériles que claramente las hacen situarse fuera de cualquier marco social y religioso contemporáneo. En este sentido, una de las más graves deformaciones es aquella que denominamos bajo la expresión de “Regreso al Futuro”. Existe, y es muy frecuente, la tentación de dar un salto en el tiempo para alcanzar una determinada época histórica a voluntad del usuario -o en este caso según los gustos del “pagano” en cuestión-, obviando así 2.000 años de influencia histórica del judeo-cristianismo como si nada, y lo que es más grave, renegando de la realidad social en la cual nos desenvolvemos. Este paganismo al que denominaremos como reconstruccioncista, se sitúa en esa búsqueda de un paraíso ideal como fuga ante una realidad incómoda. Una existencia pobre y baja en parámetros de competitividad social, siempre se lanzará a la “fuga de la realidad” como solución a sus males internos: unos se introducirán en la huida hacia adelante, conocida también como “progresismo” (en la cual todos los males tendrán solución en un hipotético futuro hipertécnico y eminentemente racional); y los otros exiliados de la realidad, querrán retrotraerse en el tiempo para encontrar un pasado a su medida, épocas tan idealizadas como desfiguradas. Es en esta segunda evasión de la realidad, en donde se encuentran la inmensa mayoría de los paganos reconstruccionistas: Intentarán vivir como Vikingos, hombres del Neolítico o celtas del siglo II a.c.; pretenderán vestirse como ellos, hablar sus lenguas ya muertas, pensar como se supone pensaban estos ancestros, o realizar ceremonias religiosas más o menos fidedignas a patrón original. Todo ello en la idea de emulara a unos hombres y conductas culturales ya desaparecidas, pero tenidas como excelsas así como “verdaderas”. Pero ante el desconocimiento en su autentica dimensión de las creencias espirituales ancestrales, se moverán en “arenas movedizas” con ritos y ceremonias creadas en los años 70 por los movimientos de orientación “New Age” (3), y otros de marcado acento político que veían en el paganismo una lanza antisistema empuñada por grupos y partidos de variopintos espectros políticos.
Muchos estos intentos de reconstrucción religiosa hay que dejar constancia de su buena intención, ya que se miden por la noble esperanza de revivir una riqueza espiritual ancestral perdida en parte, pero sumamente rica como para quedarse en el olvido de los tiempos. Es necesaria a todas luces una “repaganización” de Europa (o mejor una indoeuropeización de Europa), como es necesaria la vuelta a las fuentes naturales de nuestro Ser para poner en marcha una revolución espiritual y material de nuestros pueblos. Pero estos procesos de identificación indoeuropea no tienen que significar necesariamente estudios arqueológicos sobre las religiones del Paleolítico Superior, del Neolítico o la Edad de Bronce; sino vivir plenamente la espiritualidad de nuestros ancestros, nada más y nada menos. Tradición sí, pero con autonomía histórica. Lo verdaderamente valido para nuestro futuro religioso son la cultura y creencias de Occidente, nuestra herencia; lo demás es en bastantes accesorio, cuando no se trata de autenticas falsificaciones de nuestra alma en aras de crear una “segunda religiosidad” fruto de la decadencia moral de nuestras sociedades contemporáneas.
No somos escandinavos del siglo V a.C., ni tan siquiera hispano-romanos, ni Visigodos de Toledo… somos españoles-europeos de 2014, que pagan sus hipotecas, trabajan más de 40 horas a la semana (con suerte), que sufren y padecen las vicisitudes cotidianas de cualquier mortal. No cazamos mamuts, ni vamos por ahí con un hachas de combate, ni llevamos “cascos de cuernos”, ni cosas por el estilo. Lo que de verdad nos identifican es que, como ya hemos dicho, somos españoles-europeos de hoy, herederos de una rica y vasta cultura, así como portadores de un alma ancestral que manifestamos en diversos apartados de nuestra vida, incluyendo por supuesto el religioso. Pensar y actuar de otra manera que nos sea bajo el marco de lo “real” es situarse fuera de los parámetros racionales de la existencia para alejarnos de todo compromiso social. Un ejemplo. No podemos extrapolar el contexto en el cual vivían los escandinavos en la baja Edad Media, con nuestro mundo actual como pretenden en no pocas ocasiones muchos neopaganos actuales. Ese era un mundo eminentemente guerrero porque las circunstancias así lo demandaban; vivían en un medio hostil que les hacia estar siempre en constante lucha por su supervivencia. De ahí esa función guerrera omnipresente en toda la mitología nórdica; ser guerrero era lo más importante porque de ellos dependían la supervivencia de la tribu o el poblado entero, su premio tras la muerte debía ser también el mejor de todos, vivir en el Walhalla rodeado de manjares y Valkirias. Pero no debemos confundir lo simbólico con lo literal del símbolo. Nosotros no nos hallamos en esas circunstancias, por ello no podemos tomarnos al pie de la letra las Eddas, Sagas y demás textos antiguos como si fuesen la “verdad revelada”, eso sería como creer que una paloma dejo embarazada a una Teeneger judía hace más de 2.000 años. Pues bien para muchos de nuestros hermanos esa mitología guerrera presente en dichos textos antiguos llevada a su literalidad más simple es la esencia de la religión Odinista (4), obviando y falseando otros aspectos fundamentales de dicha religión para centrarse únicamente en lo trivial: en las cotas de malla, las hachas de doble filo, el combate eterno y el Valhalla como premio.
No podemos revivir la existencia de otros, tenemos que ser “clásicos de nosotros mismos”. No podemos convertirnos en unos Vikingos al uso o en unos aguerridos espartanos. Pero sí que podemos llevar a nuestro mundo actual las esencias de estos hombres y sus épocas, he ahí la clave: actualizar los mitos. Vivimos en los inicios del siglo XXI, aquí no hay «cotas de mallas», ni «hachas de doble filo», habitamos en otro tipo de sociedad y debemos adaptarnos a ella; ojo digo adaptarnos no transigir que es otra cosa muy distinta. Hoy el valor no se mide por los combates ganados, ni por las hazañas de conquista, sino por la permanencia y desarrollo de un determinado código de valores, por una actitud ante la vida: podemos ser justos, fuertes, sabios, honorables…eso es lo que agrada a los dioses, y lo que de verdad nos tendría que importar. Lo demás me parece bastante subalterno cuando no quimérico y contraproducente. Qué sería mejor, morir en combate (aquí habría que matizar mucho en qué es un combate) siendo un canalla y un miserable, o vivir según una estructura moral conforme a nuestro Ser Odinista, pero acabando nuestros días siendo unos ancianos, y rodeados de nuestros seres queridos; evidentemente para un hombre de nuestra tradición es la segunda opción la que más le debería complacer. Bajo ese “ardor guerrero” pagano de muchos, se esconda la mayor de las cobardías, aquella que sacrifica la esencia por la existencia, la pose por lo profundo y lo verdaderamente noble por una determina estética. Hablan de combates y luchas porque saben que es bastante improbable que en nuestras sociedades pacifico-hedonistas se den tales circunstancias bélicas (a no ser que unos sea “soldado profesional” y le manden a defender la “democracia” y la “libertad” en cualquier punto del planeta). Prefieren fantasear con esta belicosidades que no implicar ningún compromiso firme personal, antes que mantener en su vida un estilo conforme a las 9 nobles virtudes Odinistas (5), que evidentemente conllevan un mayor sacrificio y coraje para ponerlas en la práctica cotidiana.
Es también en la paz y en la prosperidad cuando se producen los desarrollos humanos necesarios para una evolución en la materia y el espíritu; la constante incertidumbre, el acoso bélico incesante producen situaciones extremas de supervivencia que hacen incapaz cualquier avance humano. La Novena Sinfonía de Beethoven jamás se hubiese creado bajo un clima de penuria, hostilidad y guerra constante. Yo mismo no estría escribiendo este artículo, si mi prioridad vital fuese encontrar comida para que mi familia no se muera de hambre mañana. Hoy los guerreros no son aquellos hombres envueltos en acero, sino los que no se callan ante la injusticia, los que gritan la verdad aunque te señalen con el dedo. Aquellos que tienen el valor de ir contracorriente del discurso de valores dominantes y encima los practican esos valores día a día; los que luchan por sus creencias y convicciones, amando aquello que respetan y despreciando todo lo que les corrompe. Esos son para mí los “paganos” del siglo XXI. No propongo la falsa moral de “amar a nuestros enemigos”, ni responder al mal y la violencia con el “martirio”, sino simplemente planteo dar una respuesta adecuada en cada momento y cuando situaciones concretas así lo demanden, pero siempre bajo nuestro entramado ético. Los dioses aman a los valientes, pero no a los fanfarrones y a los estúpidos.
La “arqueología religiosa” llevada sus máximos extremos, deviene necesariamente en la total falsificación de la realidad para sumergirse en las brumas de un pasado idealizado, pero falseado en muchas de sus aspectos. No podemos ser lo que no somos, esto es de “Perogrullo”. Pero sí que podemos alcanzar lo que verdaderamente nos hermana como hombres y mujeres; la pertenencia a un pueblo y a una cultura determinada. Sinceramente, nadie en su sano juicio puede identificarse ya como un germano, celta o latino…todos en cambio somos Europeos, herederos de una misma tradición indoeuropea y de una cosmovisión que nos forma en toda nuestra dimensión humana: la dimensión física, la religiosa, la cultural y la social. Si somos capaces como politeístas europeos de encontrar el equilibrio entre lo que es tradición y lo que debe ser la actualización de nuestros credos; entre lo accesorio y lo importante; entre la verdad heredada de nuestro pasado y la capacidad creativa de nuestras confesiones para elaborar una doctrina, unos ritos y unas representaciones actuales, habremos conseguido dar un salto de gigante para posicionarnos en la vanguardia religiosa del este siglo que apenas ha comenzado. Sino tristemente vagaremos por este mundo como espectros, buscando un éxito que nunca llega debido a nuestra nula capacidad para quemar ese barco vikingo mental que nos atenaza y embota. No podemos regocijarnos en nuestra propia marginalidad, no debemos dar una imagen de sectarismo de catacumba, es tiempo de realizar ese salto evolutivo de nuestra religión para ver el mañana con claridad. Nuestras religiones en general, y el Odinismo en particular, no tienen que ser credos estáticos, más bien deben hacer gala de un dinamismo en sintonía con su absoluta fidelidad a sus principios básicos, pero con la suficiente flexibilidad en cuanto a sus actuaciones y estrategias para encarar los desafíos diarios. Debemos crear esa religión autóctona y popular como punto de partida, como crisol de nuestra herencia indoeuropea capaz de alumbra la fe del porvenir que la historia nos está demandando, ese es el verdadero reto de futuro para todos los que buscamos en lo más intimo de nuestra alma la fuerza que nos lleve a crear un mundo nuevo.
“Compañeros para su camino busca el creador, y no cadáveres, ni tampoco rebaños y creyentes. Compañeros en la creación busca el creador, que escriban nuevos valores en tablas nuevas.
Compañeros busca el creador, y colaboradores en la recolección: pues todo está en él maduro para la cosecha. Pero le faltan las cien hoces: por ello arranca las espigas y está enojado.
Compañeros busca el creador, que sepan afilar sus hoces. Aniquiladores se los llamará, y despreciadores del bien y del mal. Pero son los cosechadores y los que celebran fiestas.
Compañeros en la creación busca Zaratustra, compañeros en la recolección y en las fiestas busca Zaratustra: ¡qué tiene él que ver con rebaños y pastores y cadáveres! Y tú, primer compañero mío, ¡descansa en paz! Bien te he enterrado en tu árbol hueco, bien te he escondido de los lobos. Pero me separo de ti, el tiempo ha pasado. Entre aurora y aurora ha venido a mí una verdad nueva.
No debo ser pastor ni sepulturero. Y ni siquiera voy a volver a hablar con el pueblo nunca; por última vez he hablado a un muerto.
A los creadores, a los cosechadores, a los que celebran fiestas quiero unirme: voy a mostrarles el arco iris y todas las escaleras del superhombre.
Cantaré mi canción para los eremitas solitarios o en pareja; y a quien todavía tenga oídos para oír cosas inauditas, a ése voy a abrumarle el corazón con mi felicidad.
Hacia mi meta quiero ir, yo continúo mi marcha; saltaré por encima de los indecisos y de los rezagados. ¡Sea mi marcha el ocaso de ellos!”
Así habló Zaratustra (Friedrich Nietzsche)
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NOTAS
- Dicha expresión proviene de la palabra latina paganus, cuyo significado es: hombre del campo, campesino, aldeano, paisano. Este término hace referencia a todos aquellos que profesan una religión distinta a las comprendidas dentro de las religiones del “Libro”: Judaísmo, Cristianismo e Islamismo. Es por ello una expresión peyorativa, lanzada contra los fieles a las creencias anteriores al cristianismo en Europa, tachándoles así de ignorantes y primitivos. Las antiguas creencias se fueron refugiando ante el avance de la nueva religión, en los campos, fuera de los núcleos urbanos, de ahí la expresión “paganos” apara aquellos que no practican la fe del nuevo dios del judeo-cristianismo. Personalmente el termino no me gusta ni me identifica, prefiero la de “Politeísmo Europeo” o “Espiritualidad Indoeuropea” que creo se ajustan más a la realidad; aunque mantendremos el nombre genérico de “paganismo” para identificar los credos europeos precristianos dada su mayor popularidad y comprensión.
- Identificamos al pueblo indoeuropeo como una comunidad que vivió entre el V y IV milenio a. de C. entre Europa Central y las estepas de Siberia. Posteriormente Las migraciones de las tribus indoeuropeas comenzaron en el II milenio diseminándose por Europa y Asia, difundiendo su lengua, sus costumbres y creencias; dando lugar a las numerosas culturas y lenguas como: Germánico, Céltico, Latín, Griego, Iraní, y Sánskrito.
- El término nueva era —utilizado durante la segunda mitad del siglo XXy principios del XXI— se refiere a la Era de Acuarioy nace de la creenciaastrológica de que el Sol pasa un período de tiempo (era) por cada uno de los signos del zodíaco. Según esta creencia, la Era de Acuario marcaría un cambio en la conciencia del ser humano, que ya estaría empezando a notarse y que llevaría asociado un tiempo de prosperidad, paz y abundancia. Las ideas reformuladas por sus partidarios suelen relacionarse con la exploración espiritual, la medicina holística y el misticismo. También se incluyen perspectivas generales en historia, religión, espiritualidad, medicina, estilos de vida y música. Algunos individuos cuyas creencias pueden ser catalogadas como de Nueva Era (incluyendo a los neopaganos) pueden sentir que la etiqueta es inapropiada debido a que puede ligarlos con otros credos y prácticas. Debido a la variedad de creencias a la carta, cualquier categoría coherente puede parecer restrictiva o incompleta; una definición de Nueva Era podría ser: no perteneciente a ninguna religión tradicional.
- El antiguo Odinismo es el nombre que damos a las creencias comunes de la gente de habla Germánica (Inglés, Holandés, Alemán, y Escandinavo). Frecuentemente estas creencias es llamada también por los Antiguos Nórdicos con el nombre de Ásatrú («confianza en los Æsir»). Sin embargo, el Antiguo Odinismo no es solamente Escandinavo, ya que también fue seguido por los Teutónicos, gente del Continente y los pobladores Anglosajones en Inglaterra; Y por lo tanto, el Odinismo también se da, no solamente a los Æsir (Wodan, Thunor, Tiw, y su gente), sino también a los Vanir (Frow Yng, Frowe, Njord, y Nerthus) y los otros espíritus. Si bien el término Ásatrú es un neologismo acuñado en el contexto del romanticismo nacionalista delsiglo XIX, utilizado por primera vez por Edvard Grieg en su ópera Olaf Trygvason, de 1870, la práctica religiosa en sí es una reconstrucción del culto ancestral de los pueblos germánicos. Los Visigodoslo practicaban hasta entrar en el Imperio romano (su conversión al cristianismo fue un acto político, destinado a conseguir los favores del emperador romano Valente). Otros pueblos que estuvieron en la Península Ibérica, como los Suevos, practicaron esta religión en Galicia y Asturias. En la Edad media, los vikingos y varegos recorrieron toda Europa, incluso llegando a Galicia, Asturias y Andalucía. Actualmente el Odinsimo en nuestro país es una confesión religiosa legalmente reconocida por el Estado Español.
- Las Nueve Nobles Virtudes del Odinismo son las siguientes: Coraje, Verdad, Honor, Fidelidad, Disciplina, Hospitalidad, Laboriosidad, Confianza y Perseverancia.
Publicado por Asbru en
Gracias por esta entrada, me anima a continuar con mi propósito de crear un espacio en el cual dar conferencias y jornadas informativas de nuestra tradición indoeuropea.
Los tiempos exigen acción, el evasionismo no nos conducirá a recuperar lo perdido.
Que los dioses te favorezcan siempre.
Obviamente ha llegado el momento de la acción, desde la espiritualidad debemos romper todas las barreras que nos impone este tiempo. Tiempos complicados pero bienvenidos para los que nos gustan los retos. Debemos vivir: es así como nos quieren los Dioses