La religión ancestral de los antiguos pueblos nórdicos, pertenece al conjunto de nuestra común herencia cultural ancestral indoeuropea. Los colonos que se instalaron en Islandia a partir del siglo IX pertenecían a ella, aun cuando los contactos con los reinos cristianos de Europa occidental los hubieran familiarizado con el cristianismo, por el que contadas excepciones mostraron escasa simpatía. Naturalmente -y al mismo tiempo-, conviene tener presente que la conversión al cristianismo—que fue forzada y violenta- no supuso el abandono de la antigua religión y, mucho menos, un olvido del imaginario mítico que se había construido en tomo a ella. De ahí que siguieran circulando oralmente poemas de asunto mitológico como la “Profecía de la vidente” aun en el siglo XIII, momento de su fijación por escrito, si bien, eso sí, influidos por las ideas cristianas de los escribas que la vertían a los pergaminos.
La Vóluspá o Profecía de la vidente nos pone en contacto con la mitología de los antiguos pueblos nórdicos y, más en concreto, de los antiguos habitantes de Islandia, que fueron los que le dieron una forma escrita y, en cierta manera, la fijaron, asegurando así su transmisión hasta nuestros días. Pero una mitología, [1] preforma solo una parte de un conjunto más amplio de creencias en lo divino, prácticas rituales ligadas a esas creencias y reglas de conducta más o menos coercitivas (desde un punto de vista moral) que conforman lo que tradicionalmente —y en un sentido lato— se ha denominado “una religión” El conocimiento de la antigua religión escandinava precristiana es fragmentario y no siempre exento de controversia. Las principales fuentes con que contamos son tardías (posteriores al año 1000) y, por tanto, influidas en cierto modo por la cosmovisión cristiana. Se trata de textos narrativos y poéticos conservados en los manuscritos islandeses medievales, aunque de modo auxiliar podemos echar mano de algunas inscripciones rúnicas (especialmente, aquellas anteriores al año 1000), de algunos topónimos y, sobre todo, de los cada vez más numerosos hallazgos arqueológicos, de interpretación no siempre unívoca.
Los antiguos pueblos nórdicos eran politeístas. Los dioses en los que creían eran numerosos y, como suele suceder (era el caso también, por ejemplo, de las divinidades griegas y romanas), presentan rasgos humanos aun cuando posean poderes sobrenaturales que los distinguen de los hombres. Como los seres humanos, están dotados de razón, pero también están sometidos a las pasiones, que en muchos casos pueden condicionar sus actos. Contrariamente a los dioses de otras religiones politeístas, los Dioses germánicos son mortales. En tanto que viven en comunidades estructuradas socialmente, constituyen una clara proyección de las comunidades humanas de la Escandinavia de la época. Estos dioses se organizan, en dos grandes familias: los Ases y los Vanes. Los Ases, dioses relacionados preferentemente con la guerra, mientras que los Vanes son los garantes de la fertilidad. Las interpretaciones sobre la posición de estas dos familias divinas en el panteón nórdico han sido diversas. La Profecía de la vidente, la Edda Menor y la Ynglinga saga nos cuentan que ambas familias se enfrentaron en el inicio de los tiempos. De la mayor parte de los textos se deduce que ninguna de las dos salió verdaderamente victoriosa de la guerra. El conflicto culminó en una tregua y un intercambio de prisioneros que selló la paz entre ambas, lo que, desde el punto de vista religioso, hemos de interpretar, sin duda, como una necesidad de vertebrar la visión celeste de los Ases, con la Ctónica de los Vanes. No todos los dioses, sin embargo, gozaron de la misma popularidad en los distintos territorios nórdicos.
Los Dioses
Entre los dioses de la familia de los Ases, Odín era el principal. En los textos se le presenta a veces como el “Alfǫðr” o padre universal e incluso como “Áss inn almáttki”, es decir, el As todopoderoso, aunque en esto es posible apreciar una clara influencia cristiana posterior. Vivía en el Valhala rodeado de guerreros que sus doncellas, las Valkyrias, se encargaban de seleccionar entre los más valientes de los caídos en combate. Pero también es el dios de la poesía, concebida en el mundo nórdico como un saber o una ciencia que era necesario aprender y dominar. De ahí que se le atribuya también la invención del alfabeto rúnico. En realidad, es el dios de la sabiduría por excelencia -y así se le describe en el Vafþrúðnismál-, cuya adquisición le conduce a realizar los actos más insensatos (recordemos que había dejado en prenda uno de sus ojos en la fuente de la sabiduría protegida por el gigante Mímir). Dos cuervos, Hugin y Munin vuelan por el universo para informarle de todo lo que sucede. A Odín lo veneraban especialmente los jefes guerreros y su Gefolge y fue bastante popular en Suecia y Dinamarca, aunque menos en Noruega y en Islandia. Muchas familias reales de Dinamarca e Inglaterra se han considerado sus descendientes.
La diosa Frigg es la esposa de Odín y está asociada al amor, al matrimonio y a la fertilidad, valores atribuidos, en principio, a los Vanes, lo que pone de manifiesto la dificultad de distinguir tajantemente entre las dos familias de dioses aludiendo solo a sus funciones. Se sentaba junto a su esposo en el famosoHliðskjálf (el trono de Odín) y compartía con él así el poder de contemplar los nueve mundos. En la mitología aparece como madre del dios Balder, a quien protege, y en ese sentido, encarnó las virtudes de la madre universal. Su culto tuvo mucha popularidad entre los pueblos germánicos, aunque poco a poco fue desplazado por el de Freyja, principalmente en los países escandinavos.
El dios Thor, hijo de Odín, estaba caracterizado por su fuerza física. Es el arquetipo del Áss nórdico. Una gran parte de su vida, la ha pasado luchando contra los gigantes, los enemigos de los Ases[2]. Se le suele representar armado con un gran mazo o martillo (llamado Mjölnir), uno de los símbolos precristianos que han podido identificarse con mayor precisión. En los textos se le designa a menudo como “el protector de la tierra”. Aunque los textos no le conceden una posición tan relevante como a su padre Odín, su culto gozó de una gran popularidad en toda Escandinavia. De ello da testimonio el elevado número de antropónimos compuestos con este nombre: se calcula que al menos uno de cada cinco emigrantes que llegaron a Islandia durante el periodo de la colonización se llamaba así y muchos son también los nombres compuestos con Thor en las inscripciones rúnicas conservadas. Las inscripciones rúnicas recogen, además, interesantes menciones al propio Dios. Estas menciones se han interpretado, en muchos casos, como una manera de solicitar su protección y, cuando la religión cristiana ya había enraizado, como una muestra de la resistencia popular al nuevo credo.
Otros miembros de la familia de los Ases, citados en las fuentes, parecen haber tenido menor relevancia desde el punto de vista de las prácticas cultuales ligadas a ellos. Podríamos mencionar, por ejemplo, a Tyr, divinidad probablemente más antigua que Odín y relegada por este a una posición inferior, al menos en la época vikinga (en la Edda Menor aparece convertido en uno de sus hijos), Balder, el hijo de Odín y Frigg, o su hermano Hödr.
Los Vanes tienen una menor presencia que los ases en los textos escritos, pero sabemos que ocupaban un lugar importante en la mentalidad de los hombres y mujeres de la época. Se distinguen de los Ases por encarnar los valores de la fertilidad frente a la primacía concedida por los Ases a las virtudes guerreras. Uno de los más relevantes, cuyo culto se extendió desde Suecia al resto de Escandinavia (aunque no parece ser conocido en el resto de los territorios germánicos), es Freyr, hijo del dios de las aguas y el mar, Njórd. Freyr es el dios de la fertilidad, garante de las cosechas y de la prosperidad. Su equivalente femenino es su hermana Freyja, que estaba vinculada al amor, la belleza y la fecundidad. Frente a Frigg, mencionada antes, a la que se presentaba, más bien, como la madre divina y la reina del cielo, Freyja aparece como una diosa más joven, de una nueva generación. La semejanza de las dos diosas desde el punto de vista funcional ha planteado un interesante debate acerca de la posibilidad de que se trate de un desdoblamiento a partir de una divinidad única más antigua (y, en ese sentido, la encamación de dos aspectos distintos de su carácter).
Otras criaturas mitológicas: los gigantes
Los gigantes o Jötuns son seres peligrosos para los hombres. Son seres monstruosos y enormes, pero también sabios, como Mímir, y también ricos, de los que se benefician los dioses en ciertas circunstancias. Están en el origen del cosmos (que se forma del cuerpo de Ymir). Algunas gigantes poseen una gran belleza (por ejemplo Gerðr).Los Jötuns eran una raza mitológica de gigantes con fuerza sobrehumana, descritos como la oposición a los dioses, a pesar de que frecuentemente se mezclaban o incluso se casaban con ellos, ambos Æsir y Vanir. Su fortaleza es conocida como Útgard y está situada en el Jötunheim, uno de los nueve mundos en la cosmología nórdica, separado de Midgard, el mundo de los hombres, por altas montañas y densos bosques. Cuando viven en otro mundo que no sea el suyo, parecen preferir cuevas y lugares oscuros.
Los gigantes representan las fuerzas del caos primitivo y de la naturaleza. Su derrota a manos de los dioses representa el triunfo de la cultura sobre la naturaleza, aunque por el costo de la eterna vigilancia. Heimdall mira perpetuamente el puente Bifrǫst desde Asgard al Jötunheim, y Thor frecuentemente hace una visita al mundo de los gigantes para asesinar a cuantos pueda de su clase.
Como una colectividad, los gigantes son atribuidos generalmente con una apariencia espantosa, aunque de tamaño similar a las otras criaturas. Algunos de ellos pueden incluso tener varias cabezas o una forma totalmente lejana a la humana; como Jörmundgarner y Fenrir (lobo gigante, el cual aparece luchando con Odín en la imagen de la derecha), dos de los hijos de Loki, vistos como gigantes. Las Eddas más de una vez asemejan su temperamento al de un niño. Muchas de las esposas de los dioses son gigantes, incluso Thor, el gran asesino de su raza, ama a Járnaxa. Como tales aparecen como dioses menores, que se puede decir del gigante del mar Ægir, mucho más conectado con los dioses que con los del Jotunheim. Ninguno de estos tema a la luz, y en comodidad, sus casas no difieren mucho de aquellas de los dioses.
Otra clase de los gigantes eran los llamados de fuego (o Muspell), que residían en Muspellheim, el mundo del calor y el fuego, gobernados por Surt (“el negro”) y su reina Sinmore. Fornjót, la encarnación del fuego, era otro de su clase. La función principal de los gigantes de fuego en la mitología nórdica es causar la destrucción final del mundo incendiando el árbol del mundo Yggdrasil al final del Ragnarök, cuando los gigantes del Jötunheim y las fuerzas del Niflheim lanzarán un ataque a los dioses, y matarán a casi todos exceptuando unos pocos.
Los Templos
Estamos acostumbrados, por la profundidad con que hemos asimilado el ejemplo de las religiones del mundo clásico occidental y, posteriormente, de la religión cristiana, a la construcción y consagración de edificios de culto específicos y a la investidura de algunos miembros de las comunidades de creyentes como mediadores sagrados entre la población y las divinidades (a estos se les ha denominado tradicionalmente sacerdotes). En nuestra concepción actual, el fenómeno religioso, aun cuando forme parte de la vida cotidiana de los individuos, constituye una esfera aparte desde el punto de vista ritual. En el caso de la religión pagana precristiana de los pueblos nórdicos, la situación es un tanto más compleja. Los intentos de localizar templos paganos bajo las iglesias cristianas -partiendo de la idea de que el cristianismo, en general, ha aprovechado los lugares en que se asentaban los templos de otras religiones- no han dado, frecuentemente, resultados satisfactorios. Tampoco se han encontrado restos de construcciones específicas fuera de los lugares consagrados por el cristianismo. Los textos, por su parte, son bastante problemáticos porque, si en ellos podemos leer referencias a templos paganos e incluso descripciones de este supuesto tipo de construcciones, no tenemos claro en qué medida se trata de datos fiables, pues son escritos tardíos, posteriores a la difusión del cristianismo. Ello hace suponer que, en muchos casos, se trata de reconstrucciones anacrónicas a partir de una realidad más cercana puramente cristiana. El documento más antiguo sobre este asunto se remonta al siglo XI y fue escrito por Adán de Bremen. En su Gesta Hammaburgensis ecclesiae pontificum (cap. 26) cuenta que en Uppsala, en Suecia, existía un templo pagano de gran riqueza (“totum ex auro paratum est”) en el que se adoraban las estatuas de tres de los dioses más importantes del panteón nórdico: Odín, Thor y Freyr:
Nobilissimum illa gens templum habet, quod Ubsola dicitur, non longe positum ab Sictona civitate. In hoc templo, quod totum ex auro paratum est, statuas trium deorum veneratur populus, ita ut potentissimus eorum Thor in medio solium habeat triclinio; hiñe et inde locum possident Wodan et Fricco.
Los intentos de la arqueología por dar con los restos del templo no han sido demasiado concluyentes. Los restos se limitan a algunos agujeros para postes y hay estudios que incluso sugieren que existió una antigua construcción de madera de la época vikinga, lo cual puede tener sentido, como veremos enseguida, si partimos de una concepción menos rígida del culto nórdico precristiano. Las sagas y otros textos medievales islandeses han constituido también una fuente importante en el intento de algunos historiadores por determinar la existencia de templos paganos. En estas obras aparece con bastante frecuencia la palabra Hof (‘templo’ en su significado más reciente, aunque muy probablemente derivado de un significado más antiguo de ‘casa’ o ‘morada’). Las sagas nos cuentan cómo muchos personajes “erigen” o “construyen” templos para venerar a los dioses (ad reisa hof I ad gera hof). Hrafnkel, por ejemplo, construye un gran templo para Freyr, que era, según la Hrafnkels saga Freysgoda, su predilecto, al que ofrecía “alia hiña bestu gripi sína hálfa vid sig” (la mitad de lo mejor que tenía). En la Vatnsdcela saga, Ingimundur el Viejo levanta un templo desmesurado, “de cien pies de largo”. Uno de los pasajes que más ha llamado la atención de los historiadores, sin embargo, es el correspondiente al cuarto capítulo de la Eyrbyggja saga, donde se cuenta cómo Eórólfur erige un magnífico templo en honor a Thor, templo que se describe de una manera excepcionalmente detallada. Los testimonios son abundantes.
A este respecto, la arqueología ha confirmado, a pesar de la intensa búsqueda llevada a cabo en los últimos años, que no existen restos de ningún templo de estas características en Islandia en ninguno de los lugares citados por las obras medievales islandesas. El ejemplo más significativo de la polémica suscitada por los relatos de las sagas, alimentada por la ambigüedad de los hallazgos arqueológicos, es lo sucedido en el caso de las excavaciones de Hofstaðir, yacimiento vikingo situado en el norte de la isla. Como se desprende del topónimo propiamente dicho (Hofstaðir ‘lugar del templo’, literalmente), durante un cierto tiempo, especialmente a finales del siglo XIX, se consideró la posibilidad que en él se encontraran restos de alguna antigua construcción pagana consagrada al culto religioso. Las excavaciones realizadas en el lugar en diversos momentos del siglo XX y del siglo XXI han revelado la existencia de una antigua casa comunal, usada como residencia por algún jefe vikingo, con una gran sala para festejos y acontecimientos importantes.
Es sorprendente, sin embargo, el número de restos animales encontrados en el yacimiento, fundamentalmente de ganado bovino, lo que sugiere la posibilidad de que en ella se hubieran llevado a cabo sacrificios. En ese sentido, nos revela una concepción de las prácticas de culto bastante diferente a la que tenemos en nuestros días.
Lo que los restos de Hofstaðir parecen evocamos, pues, es una religión de expresión más privada, ligada a la esfera de la vida cotidiana (no separada de ella), en la que probablemente el mundo terrenal y el mundo del más allá terminaban mezclándose con suma facilidad. Quizá nos acerquemos más a la idea de “templo” pagano si pensamos en una vivienda que hacía también las veces, si era necesario, de lugar sagrado. Se entiende que, desde el punto de vista de la toponimia, podamos enumerar determinados compuestos en los que uno de los elementos es un sustantivo dotado de un significado relacionado con el culto (vé ‘lugar sagrado’, stallr ‘altar’, hõrgr ‘altar o templo’, etc.) sin que ni siquiera sea necesario que existan restos de construcciones en el terreno nombrado por ellos. Se ha señalado, con razón, que algunos de estos lugares son simples elevaciones del terreno, lo que parece coherente con la idea primitiva de la altura como punto idóneo de contacto con la divinidad. Muchos asumen que los santuarios podían ser espacios naturales simplemente acotados al efecto. En la tradición germánica, desde la Edad de Bronce, se conocen lugares genéricos que han podido cumplir esta función (lagos, pantanos, colinas, etc.).
Sacerdocio
Así pues, si muchos de los llamados “templos” paganos son construcciones habituales, que sirven de residencia o cumplen también otras funciones civiles, cabe preguntarse por los oficiantes del culto, los “sacerdotes”. Como sucede con los templos, la cuestión del sacerdocio resulta más clara si se interpreta esta noción de un modo amplio, y no desde la perspectiva de la religión cristiana u otras religiones integradas en estructuras sociales más rígidas. La inexistencia del sacerdocio como institución y, en general, de sacerdotes en sentido estricto, es decir, de personas dedicadas en exclusiva al culto, parece fuera de toda duda y resulta especialmente acorde con las características de la propia sociedad escandinava medieval. Eso no significa que los rituales fueran arbitrarios o incluso anárquicos. Todo apunta a que algunas personas, al margen de sus otras funciones, tenían también la prerrogativa de oficiar ceremonias públicas. Se trata, pues, de un privilegio limitado.
En este sentido cobra importancia, especialmente en Islandia, la institución del godord, de la que no conocemos todos los detalles. Se concibe como un conjunto de prerrogativas político-religiosas atribuidas a algunas familias ricas e influyentes. El godord se podía heredar, comprar y vender y quien se hacía con él era conocido como godi o godordsmadur. La conexión etimológica delgodord con la divinidad (gud) es evidente. Se considera, pues, que a quien tenía el título de godi le correspondía la prerrogativa de oficiar los grandes ritos, en su casa o en el territorio por el que se extendía, ya que, en un principio, tenía una clara delimitación geográfica. Las sagas nos presentan con frecuencia a personajes que ostentan el título de godi, en muchos casos vinculados específicamente al culto divino. La Hrafnkell saga Freysgoda, a la que me he referido más arriba, es un ejemplo paradigmático. Hrafnkell es conocido como el godi de Freyr (Freys- godi) porque, al margen de su liderazgo político-social, se ha consagrado a este dios. Ahora bien, no se excluye la posibilidad de que los hombres libres con suficientes medios pudieran también organizar actos de culto privados, de menor repercusión social. Esto sería consecuente con los hallazgos arqueológicos, que muestran objetos religiosos estrechamente vinculados a la vivienda. Por otra parte, los textos escritos no explicitan sistemáticamente la relación de los goðar (plural de godi) con los actos de culto. De hecho, muchos hombres poderosos, ricos o bien situados socialmente, según el relato de las sagas, organizan actos de culto sin necesidad de ser presentados comogoðar.
El Culto
El acto de culto por excelencia era el sacrificio, conocido como blót. Este solía realizarse en la casa comunal del jefe local o en el palacio del rey o príncipe, con lo que adquiría connotaciones políticas mayores. En principio, la organización del sacrificio dependía de la fe, la buena voluntad y la generosidad de aquel a quien le correspondía. Las sagas islandesas nos presentan a algunos de estos personajes como blótmadr mikill, es decir, muy dado a los sacrificios, y a otros, sin embargo, como blótmadr lítill o muy poco dado a ellos (en este último caso, ya frecuentemente en conexión con la llegada de la fe cristiana), lo que parece significar que hombres y mujeres se identificaban más con la antigua religión cuanto más participaban en este tipo de acto. Esto está en conexión con la influencia de la visión cristiana que prevalece ya en estos textos tardíos, pues la religión cristiana obligaba a renegar de las viejas creencias o, al menos, a no manifestarlas. Desde el punto de vista de los poderes públicos, el sacrificio era importante para garantizar un año de paz y de buenas cosechas (ár okfridr). De ello era responsable el rey.
En cuanto a las víctimas de estos sacrificios, se ha especulado con la posibilidad de que en algún momento o en algunas circunstancias se tratara de seres humanos. La fuentes en las que se basan los autores que defienden esta postura, dejando de lado la Germania de Tácito, que nos cuenta cómo los antiguos germanos (siglo I AC) ofrecían víctimas humanas a “Mercurio” (probablemente romanización de Odín en el texto), son Adán de Bremen, con su descripción del templo de Uppsala, y cuya credibilidad ha puesto en duda la mayor parte de los autores, y la descripción del ritual funerario supuestamente vikingo hecha por un viajero árabe del siglo X, Ibn Fadlan, en la zona del Volga, donde comerciaban algunos escandinavos, y en la que se cuenta cómo una esclava es sacrificada para acompañar y servir a su amo muerto en su viaje al más allá. Claro, que en este relato la esclava sacrificada acepta de buena voluntad su muerte, y la idea de sacrificio queda mitigada. En palabras del propio Ibn Fadlan:
Cuando un gran personaje muere los familiares preguntan a sus esclavos, hombres y mujeres, quién quiere morir con él y acompañar al difunto a ultratumba. Si alguien dice «yo», ya no puede volverse atrás. La esclava, porque generalmente son mujeres las que se ofrecen para el sacrificio, se ve separada de la familia y confiada a dos jóvenes muchachas que cuidan de ella, la acompañan adondequiera que va y la lavan cuidadosamente (Fisas, 1996: 29).
Si verdaderamente existió este tipo de sacrificios, no podemos afirmar que se tratara de una práctica habitual. Para algunos historiadores, serían más frecuentes en el caso de los ritos funerarios (en una tumba de Lejre, en Dinamarca, junto al cuerpo del difunto se encontró otro cuerpo decapitado y con las manos atadas), mientras que en los demás supuestos estarían limitados solo a circunstancias especialmente dramáticas, ligadas a asuntos de Estado y, probablemente, se celebrarían en presencia del rey. En ese caso, las víctimas serían prisioneros de guerra o criminales. El texto de la Heimskringla (cap. 67 de la Saga Ólafs konungs Tryggvasonar) nos cuenta cómo el rey Olafur amenazó a sus súbditos, para convencerlos más rápidamente de la necesidad de convertirse al cristianismo, con llevar a cabo un gran sacrificio humano que implicara a los hombres más distinguidos y no a esclavos o delincuentes, como sería lo esperable -deducimos- en el caso de sacrificios de este tipo. Pero, dejando de lado estas anécdotas de difícil confirmación, lo que los restos arqueológicos nos muestran con menor género de dudas es que la mayor parte eran sacrificios de animales. En las tumbas se han descubierto, sobre todo, restos de caballos y perros, que se suponía acompañarían al difunto en su nueva vida.
El Blót
El blót, como expresión religiosa, era propiamente una fiesta. El sacrificio de animales no era más que una parte de una ceremonia más amplia en la que se comía la carne del animal sacrificado y, muy probablemente, se cantaba y bailaba. De hecho, el verbo ad blóta, tan empleado en los textos, podía tener un significado más amplio que el de, simplemente, ‘hacer un sacrificio’, al que, por desgracia, ha quedado reducido en muchas traducciones. Significaría también ‘adorar a los dioses por medio de un acto sacrificial’, lo que abarcaría toda la fiesta en su conjunto. Este significado se pone de manifiesto en su régimen sintáctico, que supone la selección de un acusativo: ad blóta godin, frente a la selección más habitual de un dativo para expresar el sentido más restringido (ad blóta dyri), que tampoco excluiría la idea de la fiesta. Algunos de los brindis que se han conservado estaban dedicados a los dioses, lo que nos hace suponer que las libaciones ocupaban también un lugar importante en estos actos de culto. En cuanto a la sangre, hay discrepancias acerca del uso privilegiado que podía hacerse de ella en estos festejos. Hay quien asume, siguiendo una antigua costumbre germánica, que la sangre del animal se recogía en determinados recipientes (hlautbolli) para después hacer prácticas adivinatorias. Se ha hablado también de posibles hlautteinar o varillas para rociar a los presentes con la sangre sacrificial, aunque este rociamiento nos recuerda demasiado a las prácticas cristianas. Como estos aspectos relativos a la sangre no están demostrados verdaderamente para la época vikinga, la mayor parte de los autores parece de acuerdo en que esta no era un elemento esencial. De hecho, por los restos conservados, sabemos que los animales podían sacrificarse por medio de técnicas menos sangrientas, como el estrangulamiento. Se entiende que en épocas en que la escasez se convertía en un problema, como la medieval, la mayor parte del animal sacrificado se destinaba al consumo humano, pues había un interés particular en no derrochar nada. Así, las partes del animal reservadas propiamente a los dioses eran la cabeza y las pezuñas.
Los momentos concretos en que se celebraba la fiesta del blót (con el sacrificio que implicaba) plantean algunos problemas. Según Snorri Sturluson en su Ynglinga saga, al hablar de las leyes de Odín (cap. 8), señala que había tres momentos importantes que requerían una celebración de este tipo: el comienzo del invierno, con el objetivo de garantizar una buena cosecha (í móti vetri til árs),la mitad del invierno, para propiciar la fertilidad (at midjum vetri til gródrar) y en verano (at sumrí) en recuerdo de la victoria. Es evidente que esta última encaja en el relato de Snorri, pero, como han puesto de manifiesto algunos autores, no parece tener mucho sentido desde el punto de vista de la realidad religiosa alto nórdica. De todas las fiestas posibles ligadas al calendario, la más importante fue, sin duda, la que correspondía al solsticio de invierno, conocida como Jól y cristianizada posteriormente (Navidad). Si la fiesta era especialmente importante en el mundo nórdico, ello se debía a las peculiares condiciones climáticas en que vivían los escandinavos, pues las noches invernales pueden hacerse muy largas en esas latitudes y el frío intenso hace a la tierra especialmente improductiva. Se trataba de una fiesta ligada al retomo del sol.
La Muerte
Respecto a la muerte, es evidente que los antiguos escandinavos creían que existía un más allá, de ahí que se preocuparan, como muchas otras culturas, por establecer unos ritos funerarios y una manera propia de ocuparse de los cuerpos de sus difuntos. Dado el amplio periodo cronológico y la enorme extensión geográfica que abarca la religión nórdico-germánica precristiana, no sorprende que nos encontremos con costumbres funerarias bastante variadas y con maneras no siempre idénticas de interpretar el más allá. Las fuentes escritas nos hablan vagamente de un reino de los muertos y nos muestran diferentes niveles dentro de él, pero las contradicciones son frecuentes y las influencias cristianas, reconocibles, de modo que no sabemos a ciencia cierta cómo concebían realmente los antiguos escandinavos ese mundo después de la muerte. Parece claro, en todo caso, que existía un interés por facilitar el paso de los difuntos hacia él y por asegurar la continuidad de la vida comunitaria.
La disposición germánica de los así llamados “mundos” en el lenguaje Odinista-Asatru moderno frecuentemente acaba en acaloradas discusiones. Previo a 1984, la relación entre el emplazamiento de los “heims” fue poco más que un puzle. Numerosas descripciones de diversas disposiciones de los mismos, han sido propuestas durante los últimos cien años. La mayoría de estas muestra un gran disco con un árbol, Yggdrasil, creciendo en el medio, Jötunheim en la orilla exterior, Helheim abajo y Ásaheim arriba, dejando que Mannaheim/Midgard ocupe la región central. Más que rehacer la disposición del mundo tal como puede ser hallada en la mayoría de los libros de mitología nórdica o escandinava, es probablemente más fácil observar en la estructura cósmica del mundo cómo ella fue vista en la literatura de las sagas, comenzando con el más común, Mannheim. Mannheim, es decir, “el asentamiento del hombre”, está localizado centralmente en la mente germánica. Básicamente, el cuerpo de Ymir fue utilizado en el Ginnungagap y Mannheim, o Miðgarð, fue el lugar de habitación central. Los dioses, Óðinn, Vili y Ve, levantaron un baluarte entre el dominio del hombre y el dominio de los gigantes, quienes eran hostiles al hombre: gigantes de hielo (antiguo nórdico: hrímþursar) al norte, hijos de Muspell al sur, los Rísar (alemán moderno: Riesen) en las montañas salvajes.
Aquellos mundos más peligrosos para Midgard y que jugarán un papel importante en el Ragnarök son aquellos relegados al norte y al sur obviamente, restringidos a la costa por el baluarte de montañas formadas de las cejas de Ymir. Los seres potencialmente no dañinos al hombre o que por lo menos, no buscan su destrucción, parecen viajar a través de Miðgarð bastante regularmente. Algunos parecen haber fijado sus hogares en las montañas y aparecen habitualmente en el folklore desde el periodo vikingo hasta el presente junto con otras criaturas, tales como las Huldufólk[3], skogsraan (mujeres de madera), variados tipos de álfar, trolls, etc. Las divisiones frecuentemente varían grandemente de una región a otra. El punto principal aquí es que el mundo es mencionado como estando dividido simplemente en dos áreas: el recinto interior (Mannheim) y el exterior (Útgard) y éste es un concepto general que recorre toda la cosmovisión germánica, especialmente en lo que pertenece al sistema legal y a las relaciones legales.
La cosmovisión germánica atribuyó mucho al estar en el interior. Para la mente germánica, todas las cosas buenas y nutritivas están en el interior. El “interior” fue el hogar, la comunidad, la civilización, la buena fortuna, el amor y la suerte. Hubo estrictas costumbres sociales para mantener unido el interior como una totalidad cohesiva. El Hávamál es poco más que un conjunto de reglas cuya base es mantener a la comunidad unida en un todo cohesionado. Mantener un sentido del equilibrio dentro de una comunidad fue el propósito primordial del temprano sistema legal completo. Así, el sentido de “dentro” se desarrolló luego en un conjunto de círculos concéntricos cada uno siendo rodeado por el siguiente. El círculo central y el más interior es la familia circundada por la comunidad, la cual a su vez está circundada por el reino, el cual lo está por varias deidades legales. En las fronteras del reino comienza el exterior, el cual se adentra más y más profundo en lo salvaje. De adentro hacia fuera puede también ser visto como un continuum, en una visión de radio transversal, comenzando en el centro con lo más familiar, continuando hacia lo más foráneo, o incluso como de lo más seguro a lo más peligroso.
El sistema legal, particularmente como concerniente a la herencia y al matrimonio refleja este concepto de un continuum desde el interior hasta alcanzar lo externo. Las leyes de herencia y matrimonio tienen que hacer con cada ensanchamiento la base de la familia y haciéndola, de esta manera, más estable o en mantener ya desde antes la base ensanchada dentro de la comunidad. El matrimonio es el enlazamiento de dos familias, juntas no sólo para el propósito del amor y la descendencia, sino que, generalmente, como un asunto de pacto y negociación de toda índole. La dote fue un asunto de extrema importancia, tanto como la provisión de los hogares y la combinación de recursos naturales, tales como tierras de granja, animales, bosques, minas, etc. Esta forma de pensar no ha muerto completamente incluso en los tiempos modernos. El mismo pensamiento afectó a cómo se conducían en las guerras. En Irlanda, por ejemplo, los vikingos frecuentemente engendraron niños en las mujeres locales, porque en un plazo de 15 años, un vikingo tendría, con esperanza, la base de un hogar en Irlanda, mediante un hijo nativo por el cual, luego, nuevos tratos podrían ser hechos. Tener un hijo en una tierra extranjera daba al vikingo un “adentro” para venir a casa.
El concepto de la vida después de la muerte fue constante a través de toda la Europa germánica, no obstante Hel no fue una tierra extranjera ni otro mundo. En realidad, en la mente germánica, Hel fue parte de este mundo, el único mundo que fue en otro tiempo el cadáver de Ymir. `Hel’ es una palabra que lingüísticamente está relacionada a la palabra `cellar’ (sótano, en el castellano: celda) y ambas tienen también el significado de `oculto’. Aunque hay varias visiones de la muerte presentes en las Eddas y las Sagas, la más común y la única que parece haber sido la más pagana en origen, es aquella donde los muertos entran en los rediles de la familia ancestral, con la tumba o el túmulo, como punto de entrada. La muerte hacia el interior y la existencia dentro de la tumba continúa en el folklore germánico tiempo después de la conversión al cristianismo y aunque detalles de la vida después de la muerte parecen haber variado algo de una a otra familia e incluso dentro de la misma familia durante un periodo de muchas generaciones, la muerte en un hogar ancestral parece haber sido la creencia más común. “En principio, podríamos observar una inconsistencia. Diferentes hombres mantienen creencias diferentes, y un hombre puede mantener visiones que no eran consistentes lógicamente. Las creencias en la “vida después” fueron confusas, pero, en general, puede ser dicho que la vida continuaba después de la muerte, al menos por un tiempo, y había comunión, más o menos íntima, entre los vivos y los muertos. Los muertos fueron objeto de confianza, venerados o temidos. Ellos podían dar advertencias y ayudar a los vivos, pero también maldecirlos.
A menudo se creyó que el espíritu del difunto estaba ligado a la tierra durante un cierto tiempo. El hombre muerto vivía, pero su vida era en la tumba, y él podía ejercer todavía su influencia desde allí. Esto es mostrado en numerosas historias acerca de campesinos islandeses. “La tierra de los muertos, entonces, parece haber sido separada de Mannheim sólo en concepto. La entrada a la Tierra de los Muertos es a través de la tumba o básicamente cualquier cavidad en la tierra – cambio de suerte, salud, riqueza, fama, sabiduría, y asistencia “desde más allá del sepulcro”, en lenguaje moderno, tiene lugar en todo tiempo y están registrados en el extenso cuerpo del folklore venido de los países germánicos hasta el presente siglo. Las interacciones con la tierra de los vivos parecen haber sido íntimas y vestigios del concepto general de la muerte y de la tierra de los muertos continúa hasta hoy en día.
De los también llamados “nueve Mundos”, al menos siete aparecen teniendo relación con Miðgarð; Muspellheim claramente yace fuera del baluarte levantado por los dioses, como también un innominado “Heim” para los hrímþursar (posiblemente la costa norte en Niflheim).
¿Pero cuál de los dos recintos fue ocupado por las dos tribus de dioses? El consenso general es que los Æsir viven en el cielo, lo cual es una declaración que viene de la Edda Prosaica de Snorri. Sin embargo, las más antiguas fuentes no nos dan ninguna indicación. Primero, debemos señalar que los neófitos e incluso algunos con muchos años en Asatru, frecuentemente usan el concepto de Bifrǫst como un indicador para la localización de los dioses nórdicos. Sin embargo, Bifrǫst es un puente que se eleva mucho en el cielo, pero tanto su final hacia el norte o hacia el sur toca el suelo. Es un puente que cruza Miðgarð y alcanza el norte, mito común de los pueblos indoeuropeos de la “Hiperbórea” y que los antiguos germanos resaltaron, puesto que es aquí que los guerreros pueden ser vistos practicando sus maniobras de batalla durante el frenético despliegue de las luces del norte (la aurora boreal). El hogar de los Aesir es descrito como alto, pero nunca es considerado externo o situado en el Útgarð. Esto ubica al Ásgarðr entonces, dentro de las fronteras de Miðgarð, elevado en las montañas al norte. Es interesante, luego, que Jehovah en el Heliand, un poema en antiguo sajón en estrofas rimadas, es descrito como “viviendo en la fortaleza en la más alta montaña y que su hijo viaja a la tierra con sus doce gentilhombres guerreros.” La descripción sajona antigua del dios cristiano viviendo en Miðgarð es probablemente un buen indicador al que las otras descripciones montañosas de Ásgarðr prestan alguna veracidad, luego, a la declaración de que los dioses paganos fueron más “terrestres” que “celestiales”. El cuento de Skaði y Njórd de Snorri ahora toma sentido y de hecho da incluso más descripciones de la localización tanto de los Vanir como de los Æsir. Hasta donde puede ser asegurado, no hay indicación de ningún asentamiento de ningún tipo de criaturas en el cielo, hasta más o menos doscientos años después de la conversión al cristianismo de Islandia.
La disposición de los recintos se simplifica entonces. Hay un mundo (antiguo nórdico: werald, “la edad del hombre”) hecho del cadáver de Ymir ocupado en el Ginnungagap. La tierra de los Vivos yace arriba, la tierra de los Muertos debajo. Todos los tipos de seres viven dentro de las fronteras del baluarte originalmente instalado por Óðinn, con la excepción de los gigantes, cuyos orígenes preceden a la “edad del hombre” y quienes son dañinos o peligrosos para Miðgarð-Mannheim. Estos han sido obligados por los dioses a vivir fuera del Miðgarð. Las configuraciones tipo-Qabalah, las cuales todas han aparecido en las últimas dos décadas, son realmente poco más que un intento de envolver a la mitología nórdica junto al complejo conjunto estandarizado de concepciones New Age por los modernos círculos ocultistas.
Los enterramientos nórdicos son diferentes a los cristianos. Las investigaciones arqueológicas han puesto de manifiesto que los hombres y mujeres de la época eran enterrados con los objetos cotidianos que podían servirles en el más allá. Naturalmente, el tipo y la cantidad de esos objetos dependían de la posición social del difunto y de su riqueza. En el relato de Ibn Fadlan al que he hecho referencia más arriba el autor describe minuciosamente cómo se van depositando esos objetos personales junto al cadáver del jefe vikingo. Y recordemos que en esa descripción, además de los objetos, se coloca también el cuerpo de una esclava que decide acompañar al difunto en su viaje. Lo más normal, sin embargo, es que se sacrifiquen los animales más cercanos, los que solían convivir con el difunto. En Dinamarca y Noruega se han encontrado personas, pertenecientes a la aristocracia, enterradas en barcos, si bien no era una práctica habitual en el resto de los territorios nórdicos. Mucho se ha hablado de la posibilidad de que el cadáver de algunos hombres importantes se lanzara al mar en una nave fúnebre al que se prendía fuego. Se trata de una imagen que procede de la escena mitológica del entierro de Balder (tal como se da a entender en la Edda Menor) para la que no tenemos confirmación alguna por parte de la arqueología. Por el contrario, no es descartable que en algunos lugares el difunto fuera incinerado en tierra (es lo que sucede, finalmente, con el vikingo del texto de Ibn Fadlan).
No hemos de olvidar, por otro lado, que la concepción religiosa de los pueblos nórdicos no preconizaba una separación tajante entre el reino de los muertos y el de los vivos. Por eso no sorprende que, en el imaginario colectivo, ciertos difuntos pudieran volver a hacer acto de presencia para inmiscuirse en los asuntos de aquellos que quedaron con vida. Los textos nos describen con total naturalidad al personaje del draugr “fantasma, espectro o aparecido”, que va a tener un gran éxito incluso en la tradición literaria posterior. El más famoso es Glámr, que es vencido por el protagonista de la Grettis saga. En la Eyrbyggja Saga, a pesar del contexto clara-mente cristiano que preside muchos fragmentos, se narran numerosos acontecimientos en los que participa algún aparecido (pensemos, por ejemplo, en el capítulo 53, en que un pastor -muerto y enterrado en la iglesia- se levanta de su tumba y se presenta como fantasma en la puerta de la casa de Tórir). Como se ha señalado en diversas ocasiones, el draugr es un muerto que tiene aún cuentas pendientes (de muy diverso tipo, eso sí). La mejor forma de librarse definitivamente de él es convencerle de que regrese al reino de los muertos, lo que hará de mejor voluntad si se le ha ayudado previamente a resolver sus asuntos.
Aspectos menores ligados a la religión pagana tienen que ver con ciertos ritos que afectan a acontecimientos importantes de la vida de la comunidad, ritos de paso que marcan su vida; entre ellos hay que citar, por ejemplo, el nacimiento, en el que podían tener lugar prácticas mágicas con la intención de facilitar la llegada del niño. Era probable que la madre o alguna de las comadronas elevara al recién nacido hacia el sol para rociarlo después con agua. Se ha planteado la posibilidad de que la población se encomendara, en estas ocasiones, a las diosas Frigg o Freyja que, estaban especialmente vinculadas a la fecundidad y fertilidad. En cuanto al matrimonio, tenemos muy pocos datos acerca de su conexión con los dioses y con la esfera religiosa. Este desconocimiento podría deberse, en parte, a la influencia del cristianismo que, en este aspecto como en muchos otros, sustituyó los antiguos ritos por los nuevos con bastante rapidez. Es muy probable que la ceremonia del matrimonio se desarrollara en la vivienda del novio o de la novia, lo que está en consonancia con ese carácter más privado de la antigua religión nórdica al que ya me he referido. Desconocemos si una persona en concreto asumía la función de oficiar la ceremonia, pero, teniendo en cuenta lo visto hasta ahora, cabe suponer que el padre de familia o el jefe local, según los casos, fueran investidos como oficiantes.
[1] mythos (μῦθος), que en griego clásico significa aproximadamente ‘el discurso’, ‘palabras con actos’ (Esquilo: «ἔργῳ κοὐκέτι μύθῳ», ‘de la palabra al acto’) y, por extensión, un ‘acto de habla ritualizado’, como el de un jefe en una asamblea, o el de un poeta o sacerdote o un relato (Esquilo: «Ἀκούσει μῦθον ἐν βραχεῖ λόγῳ», ‘la historia completa que oirás en un breve lapso de tiempo’).
[2] Lucha continua del hombre en contra de la entropía: caos-orden.
[3] Huldufólk (personas ocultas, de huldu- “perteneciente al secreto” y “gente” Folk, “popular”) son duendes en el folclore islandés. Los proyectos de construcción en Islandia son a veces alterado para evitar daños en las rocas donde se cree que viven, de acuerdo con estas creencias populares de Islandia, uno nunca debe tirar piedras en esos lugares, debido a la posibilidad de herir a un Huldufólk.
También son una parte del folklore en las Islas Feroe. En los cuentos populares de las Islas Feroe, de los Huldufólk se dice que son “de complexión fuerte, sus ropas son de color gris, y su pelo negro. Sus viviendas están en montículos, y son llamados también elfos, les disgusta las cruces, iglesias y la electricidad”.