Un estudio revela que grupos nómadas de la Estepa de Europa del Este reemplazaron hace entre 4.000 y 4.500 años progresivamente el ADN de los ibéricos. Este dato se recoge en el que es el mayor estudio realizado con ADN humano antiguo de la Península Ibérica, y que ha brindado nuevas perspectivas sobre las poblaciones que vivieron en la región durante los últimos 8.000 años.
La investigación, que se publica en Science, está liderado por investigadores de la Facultad de Medicina de Harvard y el Instituto de Biología Evolutiva en Barcelona, centro mixto de la Universidad Pompeu Fabra y el CSIC. Sus resultados, que vislumbran la huella genómica en los españoles de poblaciones antiguas y colonizadoras, griegos, romanos y musulmanes, entre otros, se ha presentado este jueves en Madrid.
En el texto también se establece que la genética de los vascos apenas ha cambiado desde la Edad del Hierro (hace unos 3.000 años) y que el contacto entre España y el norte de África es mucho anterior a la llegada de los musulmanes.
Para el trabajo, se han analizado los genomas de 271 habitantes de la Península de diferentes épocas históricas y se han contrastado con los datos recogidos en estudios previos de otros 1.107 individuos antiguos y de 2.862 modernos. Se recopilaron muestras durante cuatro años de dientes y cráneos.
Pastores de los urales
En concreto, se ha descubierto que los linajes del cromosoma Y -que solo se hereda del padre- presentes hasta entonces en la Iberia de finales del Neolítico fueron casi totalmente sustituidos progresivamente por un linaje, R1b-M269, de ascendencia esteparia, es decir, estos nómadas que provenían de la actual Rusia acabaron con prácticamente casi todos los hombres que había en la Península.
Sin embargo, al no haber evidencias de violencia generalizada cuando este pueblo llegó a Iberia, los científicos sugieren que esta huella genética tan clara se podría deber a que las mujeres ibéricas locales prefirieron a los recién llegados de Europa central, y uno de los motivos podría encontrarse en la fuerte estratificación social que tenían. En la actualidad, los españoles tenemos un 20% de genes de este pueblo.
Estos nómadas, que provenían de la actual Rusia, acabaron con prácticamente casi todos los hombres que había en la Península
El estudio también aporta resultados todavía más lejanos en el tiempo. Así, los grupos de cazadores-recolectores dispersos en Iberia tenían una composición genética marcadamente diferente entre sí en la era Mesolítica, desde aproximadamente el 8000 aC hasta el 5500 aC. En el noroeste, los ibéricos mostraban afinidad genética con los cazadores-recolectores del centro de Europa, mientras que esto no se encontró en los del sureste de Iberia a finales del Mesolítico.
Genética vasca
El trabajo también proporciona una explicación adicional de por qué los vascos actuales, que tienen una lengua -la única preindoeuropea de Europa que todavía se habla- y una cultura tan distintivas, son tan diferentes de otros íberos, y es que se ha descubierto que los vascos de hoy en día son genéticamente similares a las personas de hace unos 3.000 años (Edad del Hierro) en toda la Península.
Los resultados también refutan algunas teorías sobre este pueblo del norte de España, que apuntaban que eran descendientes de cazadores mesolíticos o de los primeros agricultores que vivieron en la Península, ya que el estudio muestra que la influencia genética de los pueblos de la Estepa -quienes extendieron las lenguas indoeuropeas por Europa- también llegó al País Vasco. De hecho, estos tienen una de las frecuencias más altas del cromosoma Y R1b. Esto demostraría que hay una cierta disociación entre lengua y ancestralidad.
Además, no presentan influencias genéticas de migraciones posteriores, como la de los romanos, los griegos o los musulmanes, lo que evidencia su aislamiento de estas culturas a su llegada a la Península.
Contacto norteafricano
El estudio también señala que la distribución genética desde África hacia la Península es mucho más antigua de lo documentado hasta el momento, ya que se han encontrado considerables proporciones de genes subsaharianos en dos individuos de hace unos 4.000 años: de un yacimiento de Madrid y de otro de Cádiz. Aunque el estudio considera que se trató de contactos esporádicos que dejaron poca huella genética en las poblaciones ibéricas de la Edad del Cobre y del Bronce.
Además, los resultados indican que hubo flujo génico norteafricano en el sureste de la Península en época púnica y romana, es decir, mucho antes de la llegada de los musulmanes a la Península en el siglo VIII.
Precisamente, del periodo islámico se han analizado individuos de Granada, Valencia, Castellón y Vinaroz, que muestran un componente norteafricano cercano al 50%, mucho mayor que el residual 5% que se observa en la población ibérica actual. Según argumenta Lalueza-Fox, estos casos indican que se trata de una ancestralidad que fue casi eliminada durante la Reconquista y la posterior expulsión de los moriscos.
De los individuos analizados visigodos (dos cuerpos del yacimiento de Pla de l’Horta, en Girona), se ha encontrado genes claros del este de Europa y un ADN mitocondrial típico de Asia.
Igualmente, el trabajo ha permitido documentar por primera vez el impacto genético de los grandes acontecimientos históricos en la población ibérica. Así, los resultados revelan que un cuarto de la ancestralidad ibérica al comienzo de la Edad Media había sido reemplazada por nuevos flujos de población provenientes del Mediterráneo oriental (romanos, griegos y fenicios)