“Sólo lo totalmente duro es lo más noble de todo”
«»¡Por qué tan duro! –dijo en otro tiempo el carbón de cocina al diamante; ¿no somos parientes cercanos?»
¿Por qué tan blandos? Oh hermanos míos, así os pregunto yo a vosotros: ¿no sois vosotros – mis hermanos?
¿Por qué tan blandos, tan poco resistentes y tan dispuestos a ceder? ¿Por qué hay tanta negación, tanta renegación en vuestro corazón? ¿Y tan poco destino en vuestra mirada?
Y si no queréis ser destinos ni inexorables: ¿cómo podríais – vencer conmigo?
Y si vuestra dureza no quiere levantar chispas y cortar y sajar: ¿cómo podríais algún día – crear conmigo?
Los creadores son duros, en efecto. Y bienaventuranza tiene que pareceros el imprimir vuestra mano sobre milenios como si fuesen cera, –
-bienaventuranza, escribir sobre la voluntad de milenios como sobre bronce, – más duros que el bronce, más nobles que el bronce. Sólo lo totalmente duro es lo más noble de todo.
Esta nueva tabla, oh hermanos míos, coloco yo sobre vosotros:¡endureceos!-»
Así habló Zaratustra. Friedrich Nietzsche. Alianza, Madrid, 2005, págs. 299-300.
“Warum so hart! — sprach zum Diamanten einst die Küchen-Kohle; sind wir denn nicht Nah-Verwandte?” —
Warum so weich? Oh meine Brüder, also frage ich euch: seid ihr denn nicht — meine Brüder?
Warum so weich, so weichend und nachgebend? Warum ist so viel Leugnung, Verleugnung in eurem Herzen? So wenig Schicksal in eurem Blicke?
Und wollt ihr nicht Schicksale sein und Unerbittliche: wie könntet ihr mit mir — siegen?
Und wenn eure Härte nicht blitzen und scheiden und zerschneiden will: wie könntet ihr einst mit mir — schaffen?
Die Schaffenden nämlich sind hart. Und Seligkeit muss es euch dünken, eure Hand auf Jahrtausende zu drücken wie auf Wachs, —
– Seligkeit, auf dem Willen von Jahrtausenden zu schreiben wie auf Erz, — härter als Erz, edler als Erz. Ganz hart ist allein das Edelste.
Diese neue Tafel, oh meine Brüder, stelle ich über euch: werdet hart! —
En la última página del libro de Nietzsche El crepúsculo de los ídolos, este filósofo del siglo XIX habla a través de una metáfora: “la del martillo”, con la cual resume todo su pensamiento. En ella, los martillazos de su crítica son para todo aquello que ha ido deformando el modo de pensar del mundo Occidental, es decir, la religión, la moral, la filosofía, el arte, el modernismo, el mundo griego, etc. Estos elementos, según Nietzsche, han traído la decadencia del hombre, tanto de su época como de la actual.
Inicia con una fuerte crítica hacia varios filósofos, de una manera sarcástica o en tono de burla los pone en ridículo, por decir, a “Séneca lo llama el torero de la virtud, a Dante la hiena que versifica en los sepulcros, a Stuart Mill el de la caridad ofensiva”[1], etc., y con sólo dos o tres palabras, logra resumir el pensamiento de cada filósofo. La teoría del evolucionismo de Darwin le sirve para hacer otra comparación respecto al mundo Occidental, en el reino animal sobrevive el más fuerte, ¿Por qué no sucede lo mismo con el hombre? ¿Por qué los débiles se colocan por encima de los más fuertes? Esto lo logran gracias a que son mayoría y además más astutos, es decir, existe una lucha entre el hombre decante y el superhombre de Nietzsche, y esto es “por la dominación”[2].
Su crítica prosigue ahora contra la moral, la cual al ser altruista debilita al hombre en el amor así mismo, y lo hace esclavo de los demás. Nietzsche dice: “hombre acabado quien se vuelve altruista”[3], porque no ve por sí mismo, sino por los otros y esto es debilidad. Del mismo modo, afirma que “un hombre enfermo es un parásito para la sociedad”[4], y el hombre merece una muerte digna; esto no es eutanasia porque toda persona tiene derecho a una vida ascendente, y cuando ella misma está en degeneración debe morir, por amor a la misma vida.
Luego se pasa a criticar el judeo-cristianismo. Lo compara con el anarquismo y socialismo, los cuales buscan la igualdad y la justicia para todos, lo cual es imposible porque siempre habrá malestar, ya sea contra los demás o contra sí mismo. La gran lucha que siempre ha existido por parte del cristianismo, es la negación del cuerpo, y por tanto de sus instintos más humanos, es decir, la vida. También afirma que los sacerdotes por largo tiempo han estado por encima de muchas clases sociales, pero “se acercan tiempos en los que ellos serán considerados el ser más bajo, más embustero y más indecente”[5].
Para Nietzsche, el hombre duro o superhombre es aquel que tiene por sobre todos los valores la vida, y una vida ascendente; acepta la muerte de Dios, es decir, de la moral; se ama así mismo antes que al prójimo; se sitúa frente al mundo con una voluntad de poder, no se deja guiar por ninguna objetividad, sino que le asigna a las cosas el significado que más le agrade; y supera la angustia del tiempo actual porque sabe que está en “el eterno retorno”.
Con esto vemos que Nietzsche es quien tiene el martillo y el cincel en las manos, y así como el artista se ensaña con el mármol y a partir de él descubre una imagen que estaba escondida, así él con sus críticas destruye todo aquello que ha deformado a la cultura Occidental, y da paso a una nueva escala de valores, que tiene como fin último la vida de su “superhombre”.
[1] Friedrich Nietzsche, El crepúsculo de los ídolos, Editores Mexicanos Unidos, México, 1986, p. 77.
[2] Ibidem, p. 91.
[3] Ibidem, p. 109.
[4] Ibidem, p. 110.
[5] Ibidem, p. 129.