Hubo un rey godo que murió destrozado por un oso, o al menos eso asegura la leyenda. Se trata de Favila, segundo rey de Asturias entre los años 737 y 739. Heredó el reino de su padre Don Pelayo (737-739), aunque apenas se sabe nada de él. Mandó construir, sobre un antiguo dolmen, la basílica de Santa Cruz en Cangas de Onís, donde fue enterrado su padre. La leyenda cuenta que fue muerto por un Oso, cerca de la actual aldeas de Llueves, en la montaña (existe una cruz que indica el lugar exacto…). Su hermana, Ermenesinda, se había casado con Alfonso, hijo de Pedro, duque de Cantabria, el que sería el futuro Rey de Asturias. Señalar que el incidente con el oso pudo deberse algún rito de iniciación o de paso a la edad madura, en una época en que el cristianismo y las tradiciones locales, estaban íntimamente unidas, muestra clave que la basílica que mandó construir Fávila estuviera encima de un dolmen…O podría interpretarse como la unión de las gentes que aún eran paganas contra el enemigo común que era el islam… Lo que está claro que es el primer templo cristiano construido después de la invasión musulmana.
La leyenda de la muerte de Favila dice lo siguiente: «Como el rey D. Favila fuese venido a esta vega, o cerca de Santa Cruz. Una gran cabalgada de moros que habían entrado a correr aquellas montañas teniendo sus tiendas en el campo cerca de la ermita que digo de Santa Cruz sin quitarse el saco de malla que traía con el pavés (escudo oblongo que cubre casi todo el cuerpo) en la mano y la espada en la cinta, quiso ir a montería. Su mujer la reina Froiliuba, dándole el corazón saltos con temor de algún mal suceso, porfiaba con el rey que se desarmase, que venia cansado de pelear y que dejase por aquel día la caza. Tirábale del faldón de la ropa pidiéndole con lágrimas y palabras de amor que se apease. El rey porfiaba en ir y tomando un azor en la mano se despidió de la reina; y ella con mucho sentimiento le abrazó y besó, quedando muy lastimada por los secretos anuncios que le daba el alma”.
La historia continua: El rey subió por un monte que está cerca de la vega, que se llama sobremonte al lugar de Helgueras, metióse en un vallecillo que hace ese monte y yendo sólo se topó con un oso; osada y atrevidamente, soltando el pájaro que llevaba echó mano de su espada y embrazó el pavés, cerró con el oso dándole una estocada por los pechos o hijadas, más no bastó en quitar al oso que no se abrazase con el rey, y le hiriese hasta matarle sin tener quien le ayudase.
El arzobispo de Toledo Rodrigo Jiménez de Rada (1170-1247), en su «Historia de los hechos de España», terminada en 1243, escribe sobre el reinado de Favila:
«Éste, llevado por su insensatez, se dedicaba a la caza más de lo aconsejable, y cuando cierto día intentaba perseguir a un oso, pues había decidido hacer un combate singular con uno, fue muerto por éste de forma desgraciada. En el lugar donde los suyos le hallaron muerto está hoy una cruz.»
Que sabemos que Fávila murió a causa de las heridas de un oso es evidente, pero un halo de misterio cubre está página de la historia, ante todo Jimenez de Rada nos da la clave: Setrató de un «combate singular». Tal combate, como todos los relacionados con las iniciaciaciones dentro de las Männerbund germánicas debía ser individual, sin ayuda exterior. La caza, cuando se realizaba por medio de los séquitos reales estaba bien determinada en su ejecución, se llevaban perros, auxuliares, etc. Esto no fue una batida normal de caza, fue una lucha de sí mismo contra sí mismo. El hecho que la propia reina Froiliuba se mostrase aprensiva por este combate indica el peligro que denotaba. Seguramente la narración histórica no sea fiable en lo que respecta al armamento que portaba el rey, sugiriendo que el miedo de su esposa puede presuponer que Fávila fuera sin armas a enfrentarse con el oso. Los combates con los animales totemicos como los lobos y los osos se realizaban con las propias manos, sin armas.
Conocido es la tradición de algunos pueblos paganos arcaicos, de luchar o cazar a algún determinado animal, como símbolo de su valía para ocupar el estatus social adecuado. Tácito en su Germania, describe como era costumbre común entre esos pueblos, el no dejar que los adolescentes y jóvenes se dejaran barba, hasta que no hubieran matado a su primer hombre en una batalla. Era la barba un símbolo de masculinidad y madurez, un trofeo que solo podían portar los jóvenes que habían demostrado su valía en la guerra.
Por lo que nos encontramos ante un verdadero ritual de iniciación, anclado en las creencias ancestrales de los godos. Fue a realizar algo que habían hecho todos sus antepasados. Al caer la monarquía católica de Toledo, toda la estructura eclesial se vino abajo, fomentando el renacimiento de la ancerstral cultura germánica de los godos que había estado encorsetada durante años. En las agrestes montañas de los Picos de Europa, el Dios del furor —Wodans— llamó a sus hijos otra vez.
Es posible que los anteriores monarcas godos de la Hispania Gothorum, habrían tenido un ritual similar de iniciación con osos o con algún otro animal totémico. Y en este caso , ¿por qué un oso? ¿Tenía algún valor simbólico en la desconocida mitología goda? ¿Era alguna reminiscencia del simbolismo wotanico del oso como guerrero berserker? Preguntas, que debemos tratar de responder. Sea como fuere, lo que sí que es cierto, es que el oso (al igual que para gran cantidad de pueblos germánicos) tenía un doble valor. Los godos eran conocedores de esta fuerza simbólica, como queda presente en el cantar de Valtario, contemporáneo del rey muerto por el oso.
Añadir la valoración y sentido que en la cultura germánica tenía el oso: era el emblema de la clase guerrera. Si bien no es demasiado lo que sabemos de los antiguos germanos, es de sumo interés, para iluminar y ahondar en la elección del oso como símil de Valtario, una nota de M. Eliade sobre cierto ritual de jóvenes guerreros germanos procedente de un poema heroico, el Ynglinga-Saga (cap. 6), donde se afirma que los compañeros de Odín «marchaban sin coraza, salvajes como perros o lobos, mordían sus escudos y eran fuertes como osos o toros. Daban muerte a los hombres y ni el fuego ni el acero podían nada contra ellos. A esto se llamaba furor de los berserker (literalmente, “los guerreros con envoltura, serkr, de oso”)». Por su parte, J. Campbell anota un interesante dato respecto al poema anglosajón Beowulf, obra estrechamente relacionada con el mundo germánico: «el nombre de Beowulf “bee-wolf” cuyo significado parece que es oso (bear), sugiere afinidades con una popular figura de fuerza prodigiosa, el Hijo del Oso». Así pues, la reiterada asimilación de Valtario con el oso, sin duda un símbolo importante del héroe en la cultura sajona, debe ser considerada como uno de los resabios germánicos del poema, con el objetivo de destacar una fuerza física superior a la del común de los hombres y. por ello mismo, de repercusión psicológica, tanto en quien la posee (y se percibe transformado), como en el adversario (sin duda intimidado por el carácter feroz de la misma).
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