Los arqueólogos logran salvar ‘in extremis’ un lugar de culto íbero
La construcción de la autovía A-32 en Jaén, posiblemente la provincia de la Península que más patrimonio arqueológico íbero atesora, puso sobre la pista a los saqueadores, que comenzaron a rastrear el trazado de la infraestructura en obras del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana. Pronto varias denuncias alertaron de una posible expoliación de exvotos de bronce (ofrendas con forma de personas, órganos o extremidades humanas) en el paraje denominado Haza del Rayo (Sabiote, Jaén), un yacimiento prerromano del siglo III a. C. Los autores del reciente artículo científico Ofrendas en el humedal: el santuario íbero de Haza del Rayo afirma en él que ese suceso “fue el detonante del inicio de una actividad urgente para detener el expolio y que permitió investigar el sitio. Una oportunidad única para abordar de manera sistemática el estudio y caracterización de este nuevo espacio de culto íbero”.
El yacimiento de Haza del Rayo se alza sobre la llamada loma de Úbeda, en cuya falda se extendía una laguna natural entre los valles de los ríos Guadalquivir y Guadalimar, una referencia paisajística para los peregrinos. Lo primero que hicieron los especialistas alertados fue evaluar la dimensión del saqueo. “El alcance del daño producido en los expolios se estableció mediante georreferenciación con un Sistema de Posicionamiento Global (GPS) de alta precisión” para trazar el “mapa general” de las sustracciones. A continuación, para intentar desentrañar el significado de este conjunto ritual, los expertos llevaron a cabo excavaciones arqueológicas, micro prospecciones magnéticas y análisis combinados de micro morfología de suelos, análisis de polen, dataciones, estudios de georradar 3D y análisis metalográficos.
Exvotos, fíbulas, aros y placas hallados en el yacimiento íbero de Haza del Rayo.
En Haza del Rayo, según Juan Pedro Pellón, subdirector del Instituto de Arqueología Ibérica de la Universidad de Jaén, el humedal funcionó como un punto de atracción de los devotos. Actualmente está seco, pero sus tierras son más oscuras que el resto, ya que son arcillosas y acumulan elementos orgánicos. En ellas, de hecho, se han encontrado excrementos de pequeños invertebrados, microrrestos vegetales, hojas de palmáceas y biomicrofósiles silicios y espículas de esponja, “característicos de ecosistemas acuáticos o de ambientes húmedos”.
Sobre la falda del cerro bajo el que se extendía el humedal, el equipo de investigación de Rueda Galán ha hallado tanto exvotos masculinos como femeninos. Destaca “un ejemplar excepcional de una imagen de mujer con perfil de finos rasgos faciales, recortada en una placa de bronce”, además de un conjunto de plaquitas, muchas de ellas decoradas. Pueden ser “ofrendas específicas”. Por su parte, los exvotos anatómicos exhumados se dividen en tres categorías: piernas, falos y brazos-manos. En este último grupo sobresale una pieza con sus dos brazos unidos, pero con las manos abiertas, lo que la conecta “con el universo de la protección y la curación, donde el agua jugaría un papel activo y determinante”.
Ofrenda de prendas, mantos y túnicas”, aros y miniaturas de puntas de lanza y agujas. En cuanto a la cerámica, “predominan las formas abiertas, como platos de pequeño tamaño, fabricados exclusivamente con fines rituales”. “Interpretamos”, “el santuario de Haza del Rayo como la sacralización de un paso, una etapa en el itinerario ritual hacia el santuario de Castellar. Su condición de hito y referencia paisajística indudablemente estaría relacionada y potenciada por el humedal temporal y el agua de presencia intermitente. El acceso a los santuarios supraterritoriales de Collado de los Jardines y de la Cueva de la Lobera requería emprender un viaje que, en algunas ocasiones, debió de tener claras connotaciones de iniciación y superación”.
Lugar donde se encontraban el santuario y la laguna ritual de Haza de Hoyo. El territorio donde se levantaba el santuario de Haza estaba organizado oppida, ciudades fortificadas íberas. Pero durante la Segunda Guerra Púnica (enfrentamiento entre romanos y cartagineses entre 219 a 201 a. C) estos asentamientos fueron abandonados o destruidos, mientras que los santuarios ―con la llegada de nuevas divinidades― sobrevivieron.