La mitología pagana en España se caracteriza por nutrirse de varios orígenes. En primer lugar por entroncarse en sus raíces montañesas que llevaron consigo los repobladores foramontanos en lo que más tarde sería el reino de Castilla. De la tradición celtíbera subyacente en la población hispanoromana. Además, podemos comprobar la rica tradición hispanogoda, refugiada en la cornisa cantábrica (heredera del reino visigodo tras su caída en 716) aportando por ejemplo, iconografías características a la historia de Castilla, que aparecen ya en el «Poema de Fernán González»: el caballo y el azor; o la lectura de los signos de buena o mala suerte en las aves («pájaro de mal agüero»). Asimismo, se nutre también de los mozárabes (cristianos en dominios musulmanes) que o bien fugados o liberados, compartieron conocimientos y costumbres en tierras castellanas.
Muchos mitos son comunes a otras regiones de la antigua Corona de Castilla. Además por la extensión y diversidad en la orografía del territorio castellano se dan variedades tales como que una misma leyenda o ser mitológico tenga distintas interpretaciones o se le nombre de forma distinta en diversos lugares. Incluso, Jesús Callejo señala en el territorio castellano los siguientes seres mitológicos, además de los comunes trasgos: Trentis (norte de Burgos), diablos burlones en Soria, Reñuberos en Palencia, Valladolid y León, nublaos y regulares entre Zamora y Valladolid, gnomos en la Sierra de Francia, nubleros en el Sistema Central y la Sierra de Alcaraz en Albacete, gnomos y diablos burlones en la serranía de Cuenca y Guadalajara (es fácil ver cómo se repiten idénticos seres en idénticos ámbitos geográficos –monte, montaña, llanura…), enanos mineros en los Montes de Toledo o monjes sobrenaturales en Ciudad Real. Además, muchos de estos mitos o leyendas han viajado a Iberoamérica con los colonos castellanos.
En la literatura
Está muy extendida la idea de que la literatura castellana es carente de elementos fantásticos. Pero esto se contradice, si se consultan las obras del siglo XVII. El propio Cervantes, entre otros muchos, recogerá toda clase de leyendas, mitos y fantasías propias del vulgo, para la realización de sus diversas obras. Pero mucho de este material mitológico era descartado por ciertos escritores “eruditos”, o bien atacado por algunos sectores como supersticiones del populacho.
A primera vista parece que Castilla no presenta material «maravilloso» (susceptible de relacionar con tradiciones paganas). No obstante, dicho material existe no sólo en los cuentos, sino también en las leyendas unidas a lugares geográficos donde la mayoría de las veces a la Virgen, los santos, las viejas o damas que donan tierras o castigan a los habitantes de un pueblo, les corresponde un papel activo. Hoy no se puede hablar de un culto pagano o tradicionalmente alejado de la doctrina eclesiástica en los pueblos castellanos. Pero diversos autores han reconocido en diversos ritos y costumbres, la pervivencia de viejos cultos prerromanos. Las «matres» sufrieron el mismo proceso que otras divinidades menores circunscritas a estos territorios. Como las «dianas» (xanas asturianas) aparece ya en la baja época latina en el sentido de «hada nocturna»; en Castilla, «matre» (matrona) tomará las connotaciones de la fertilidad y al mismo tiempo diosa de los muertos, de los fantasmas nocturnos y maga poderosa. Gran parte del trabajo de campo realizado por Luis Díaz Viana (presidente de la Asociación de Antropología de Castilla y León) se ha centrado en Castilla para la realización de su libro. “Leyendas populares de España” (2008). Un total de 51 relatos y la mayoría de ellos con origen castellano. Ya que en palabras de Viana, Castilla es «una tierra rica en leyendas».
Pero al carecer de un renacimiento cultural que la rescatara ( romanticismos nacionalistas del Siglo XIX, tales como el vasco, gallego y catalán) ha propiciado que se perdiera gran parte de la mitología de las diversas regiones de raíz castellana. Además, siendo las áreas rurales castellanas las más castigadas por la despoblación y la posterior fracción de los territorios castellanos en diversas comunidades autónomas, han relegado estos mitos al ostracismo.
En toponimia
En la toponimia, se puede estudiar gran parte de este legado, que se perpetúa en el tiempo, ejemplo del municipio de Maderuelo (Segovia). El Castro Maderolum como se le menciona época altomedieval, es posiblemente la evolución de “Castrum Matrorum”, o sea, “Ciudadela de las Matres”. Las divinidades celtiberas de la fecundidad de las mujeres y de los campos y animales. Supondría que en esta villa existiría un templo o algo similar donde se realizara el culto a las Matres. Esta adoración queda patente en muchos yacimientos de la zona, donde se han identificado estas matres (Tiermes, Clunia, Duratón, Salas de los Infantes, entre otros).
Así mismo, podemos observar la denominación que reciben ciertas pozas, que hacen mención al dios del inframundo Airón. Ejemplo de ello la tenemos en “El pozo de Airón” del municipio de La Almarcha (Cuenca), donde se encontró una ara votiba dedica a esta deidad. En lugares como Pedraza (Segovia) se encuentra la Cueva de la Griega donde se hallaron inscripciones vinculadas al dios Airón. Este mito, lo encontramos en infinidad de leyendas relacionadas con cuevas, pozos, lagunas o bajo alguna deformación en el topónimo (Hirón o pozahiron). Pudiendo estudiar además casos en Albacete, Ávila, Burgos, Ciudad Real, Guadalajara, León, Madrid, Palencia, Salamanca, Segovia, Soria, Valladolid y Toledo.
DUENDES CASTELLANOS
Muy arraigada la creencia de estos seres, descritos como un género de demonios «caseros, familiares y tratables», ocupados en hacer toda serie de burlas ridículas a las personas. Parece ser que el origen del término castellano “duende” proviene de la expresión «duen de casa» o «dueño de casa», por el carácter entrometido de los duendes al «apoderarse» de los hogares y encantarlos. Pero según Fray Fuentelapeña, a los duendes “…En castilla les llaman trasgos, y en Cataluña, Follets…”., Una de las acepciones que recoge el DRAE sobre “trasgo” es la de “niño vivo y enredador”. Como botón de muestra, puede tomarse unos versos de Quevedo donde dice “A fugitivas sombras doy abrazos / en los sueños se cansa el alma mía; / paso luchando a solas noche y día, / con un trasgo que traigo entre los brazos”. Así mismo, el DRAE describe al “duende” como “ … figura de viejo o de niño en las narraciones tradicionales”. Se les representan con forma humana y de unos 60 cm de altura, con la capacidad de hacerse invisibles o de mutarse en pequeños animales. Gustosos de morar desvanes, sótanos y bodegas en donde jugar y hacer ruidos por las noches.
Menciona Ángel del Pozo “En el siglo XVI la creencia en la existencia de los duendes era generalizada, de tal forma que era práctica forense en Castilla, así lo asegura el escritor Julio Caro Baroja en su obra ‘Del viejo folclore castellano’: «Que si una persona iba a habitar una casa y luego se enteraba de que en ella había duendes, podía abandonarla».” También alude las costumbres de estas criaturas “El tirar piedras y realizar pequeñas fechorías es una de las principales características de los duendes castellanos -también conocidos como martinicos o martinillos- para molestar y asustar a los humanos en sus casas, donde se introducen haciendo de ellas su residencia permanente.” En tierras burgalesas se recogen relatos de su existencia en el municipio de Cornejo (Merindad de Sotoscueva, Burgos) y famoso fue el duende de Horna (Burgos). Muchas veces vemos como una casa encantada es causa de duendes y no de fantasmas. Siendo casos conocidos los duendes de Mondéjar y Berninches (Guadalajara), Los palacetes de Madrid (Palacio del Conde Duque, El Palacio de Cañete) o el duende del Retiro. Cuenta de ello es la continua mención a estos seres en la literatura castellana del Siglo de Oro. Autores como Cervantes, Quevedo, Calderón de la Barca y tantos otros. Pudiendo recoger mención a estos “espíritus familiares” en relatos populares, tanto en las actas de la Inquisición o de la intervención de la Guardia Civil ya entrado el siglo XX.
El Duende Martinico
El duende castellano por excelencia. Ácrata, agitador profesional, que lleva el desorden y la subversión en las viviendas donde desarrolla sus actividades caseras, El más popular y extendido es este “Martinico”, “Martinillo” o “Martín” al que se le ha descrito generalmente como rechoncho, rabón, algo diablejo, de estatura tirando a chaparro (casi aspecto simiesco). Bastante inestable emocionalmente (pues son legendarios sus cabreos cuando es importunado); generoso, solidario con los hombres y mujeres, a los que no duda en dar mano en caso de necesidad, como de gastarle las peores jugarretas. Tiene peligrosos y secretos poderes que utiliza para transmutarse en animal (motivo por el cual algunos autores los emparentan, en forma lejana, con las hadas). Su color preferido es el rojo.
Posee extrema debilidad por aparecer con hábitos de fraile. En un relato donde se presenta una familia de hidalgos preparándose para mudarse a Valladolid (debido a las “bromas” del Martinico) descubren como éste (descrito como “frailecillo pequeño”), se les aparece con el “equipaje” al hombro, uniéndose así a la comitiva. Por lo que se le puede relacionar con el duende “Motilón” o “Mochilón”. Ser fantástico de la familia de los duendes vestido de frailón o frailuco, con grandes hábitos y cubierta la cabeza y parte del rostro con la capucha del hábito, donde en el fondo brillaban unos ojos terroríficos que despedían llamas y dejaban mudos de espanto.
Enemiguillos o Diminutos
Se cuenta de ciertos nigromantes burgaleses, que disponían de unos extraños duendes (compañeros a otra de las familias de duendes castellanos), conocidos como enemiguillos. Estos espíritus familiares son de diminuto tamaño y sumamente obedientes con su dueño, por mediación de ciertos conjuros.
Estos también pueden ser los duendes diminutos que se mencionan por ejemplo en Torre de Juan Abad entre asilvestrados y domésticos, que viven en las cavidades de los árboles, nidos de aves, etc, pero habitan cortas temporadas en domicilios humanos para cometer sus pequeñas fechorías. Aunque existe la creencia de ancianos asistidos por estos personajillos en momentos de debilidad de memoria.
Por su extrema pequeñez les obliga a ser muy prudentes y cautos en sus desplazamientos y correrías. Se cree que posee la facultad del lenguaje de los animales.
Malismos
Estos duendes trogloditas, denominados «malismos» o “Mala cosa”, son idénticos a los trolls nórdicos, por lo que es probable que este mito fuera llevado a Castilla por los godos. De feas facciones, babeantes, llenos de pelos que le cubren todo el cuerpo en largas y grasientas melenas y muy agresivos.
Habitan lúgubres cuevas o antros oscuros, junto al resto de criaturas nocturnas. Algunos se encargan de guardar tesoros que hay bajo tierra. Nunca acuden a la superficie, la luz les molesta o consume. Los más peligrosos de todos los duendes, ya que son habilidosos en la brujería.
Diablo Cojuelo
El Diablo Cojuelo es un personaje legendario de la tradición castellana. Es un diablo al que, lejos de ser una forma maligna, se le representa como «el espíritu más travieso del infierno», trayendo de cabeza a sus propios congéneres demoníacos, los cuales, para deshacerse de él, lo entregaron en trato a un astrólogo, teniéndolo encerrado en una vasija de cristal. Se dice así mismo como inventor de danzas, música y literatura de carácter picaresco y satírico. Siendo uno de los primeros ángeles en levantarse en celestial rebelión, fue el primero en caer a los infiernos, aterrizando el resto de sus «hermanos» sobre él, dejándole «estropeado» y «más que todos señalado de la mano de Dios». De ahí viene su sobrenombre de «Cojuelo». Pero no por cojo es menos veloz y ágil.
El diablo cojuelo es el más conocido y nombrado en los procesos, y en la literatura. La referencia al diablo cojuelo es mayoritaria en los conjuros, invocaciones y oraciones de las brujas castellanas.
El Bú
Según Carlos Villar Esparza en su artículo “Mitología popular (campo de montiel)” (2004) es un posible descendiente de alguna antigua deidad, y al igual de otros seres de la fama con el “Tío Lobo”, la “ Mano negra” y el “Camuñas”. Al Bú se le daban figura de un gigantesco búho antropomorfo de color negro y grandes alas (primo hermano de la lechuza, que se bebe los aceites de las iglesias). De enrojecidos ojos, grandes como platos soperos; que paralizan de terror a sus víctimas. Su pico es afilado como cuchillas y sus garras son como trampas loberas de donde es imposible huir (aquel que era cogido se daba por muerto). Entraba por las ventanas para llevarse a los niños despiertos a su escondrijo, normalmente oscuras grutas en encinares (La encina, era un árbol sagrado de los celtíberos).
Era costumbre que en noches cerradas, en las que los niños díscolos no querían dormir, las madres y abuelas abrieran las ventanas de las habitaciones y a grandes voces, llamaban al “Bú” para que acudiera. Se encuentra mención a este ser en distintos cantares castellanos:
Duérmete mi niño / Que ya viene el bú / Que se lleva a los niños / Así como tu
«Landú, landú / serenadito landú / cierra tus ojos niñito / o vendrá el Bú.
En toponimia, encontramos “El cerro del Bú” en los montes de Toledo, donde actualmente se encuentra unos yacimientos arqueológicos de la edad del Bronce. [5] Este lugar ha sido inspiración de muchas leyendas, entre ellas que ahí se encuentra las puertas del infierno o la fantástica Cueva de Hércules. Idéntico nombre de «Cerro del Bú» encontramos en Argamasilla de Calatrava muy cercano al enterramiento ciclopeo y prerromano de la Sala de los Moros.
En la provincia de Ciudad Real, en las proximidades de Alcolea de Calatrava, se encuentran también las «Peñas del Bú» y la «Laguna del Bú». También en la provincia de Ciudad Real, en una zona boscosa de las proximidades de Viso del Marqués podemos encontrar el «Cerro del Bú» y la «Umbría del Bu».
Encantadas
Mitos sobre encantadas o encantás, se pueden recoger a lo largo y ancho de la Península Ibérica ( Leyenda de la Encantada ). Adquieren distintos sobrenombres, en Galicia y Portugal se las demomina Mouras, Xana en Asturias, Anjanas y encantáas o encantos en Cantabria, la diosa Mari es un mito vasco similar… En Castilla, se las demomina moras o encantás (La Mancha).
El mito es similar en casi todas partes, siempre relacionadas con lugares lúgubres, oscuros y acuáticos: cuevas, pozos, ríos… Suelen ser bellas y de cabellos rubios, cabello que se peinan con un peine.En el sur de Castilla están especialmente extendidas, encontrándolas en casi todas las comarcas del sur castellano. Carlos Villar Esparza recoge este mito en la Revista de Folclore:
Aparición, que salvo excepciones, era siempre sanjuanera. En Villanueva de los Infantes se decía que: “Era una señora muy guapa, encantada, que no se veía pero que se podía hablar con ella y provocaba miedo”, “Mora muy guapa, con el pelo largo, a la que apenas podían resistirse los hombres que la miraban a los ojos… cuando se iba a beber agua en abrevaderos en el campo, salía con un cántaro y te golpeaba en la cabeza”, “Mora que vivía en sitios subterráneos, Cuevas de San Miguel y la Mora y salía el día de San Juan. Se decía que estaba encantada y que si te acertaba a tocar con el peine, quedarías también encantado o encantada”.
La “Encantá” de Torre de Juan Abad, se dejaba ver en El Estrecho de las Torres, también conocido como Torres de Joray o Eznavejor, término de Villamanrique.
La noche de San Juan, junto a la Fuente del Piojo, bajo la sombra de los últimos restos de Joray, era el lugar elegido para la manifestación mágica. La informadora relata que, se dieron días que las gentes del pueblo, en grupos, marchaban a contemplar el prodigio. Aparecía con un camisón de raso azul y en una de sus manos un maravilloso peine de oro que le servía para sus suaves cabellos. Cuando alguno de los curiosos se acercaba en demasía, la aparición desaparecía.
Fantasmagoría compartida con el vecino pueblo de Villamanrique. En él se han conservado algunas leyendas sobre la maldición que pesa sobre la “Encantá”, antaño, hermosa mora enamorada de un cristiano infiel, y de un tesoro oculto. Ese día ninguna moza soltera pasaba por tal lugar ni con el pensamiento, de hacerlo, no se casaban.En Alcubillas, en el cerro de San Isidro, asomaba otra “Encantá” de la que decían suplicaba por piedad a los caminantes, un poco de agua… cuando el gañán caritativo, conmovido por las palabras suplicantes y la belleza de la encantada se acercaba para entregársela, desaparecía.Junto a los “Riscos de la Cubeta”, Ruidera, también aparecía esta visión: “Pues íbamos los chiquillos a varear aquello, para comer los anises y las mujeres, nuestras madres, las personas mayores nos decían: “… tener cuidado, ir a una hora, siempre al mediodía o por la tarde, porque por las mañanas hay una mujer vieja que está encantá, con un pelo muy largo, pero es un pelo que brilla mucho, es de color de oro que se peina con un peine de oro y sale por las mañanas en cuanto sale el sol, al sitio que da el sol, y se está peinando y si os coge a algún chiquillo os va a dejar encantaos y os vais a quedar allí y ella se va a salir que es lo que quiere”.La “Encantá del Caño” asomaba por tierras del pueblo de Montiel. Dato significante es que, las múltiples manifestaciones de la “Encantá”, suceden junto a corrientes de agua.
Etimológicamente la denominación de mora o moura, responde a la relación del vocablo prerromano «mor»(piedras, túmulo, cerro..) y que puede corresponderse con las «morras», poblados pertenecientes a la cultura del Bronce Manchego.
En Granátula de Calatrava encontramos una variante algo particular, la Trocanta. La leyenda cuenta que en el Cerro de la Encantada, próximo a Granátula de Calatrava, en el fondo de una cueva habita una especie de lagarto o culebra, que en las noches de San Juan se convierte en una hermosa mujer que incluso llega a sobrevolar los campos de la comarca. Su carácter, en principio se piensa que puede llegar a ser maligno…
Ojancos(Gigantes ciclópeos)
La DRAE recoge este término como un adjetivo aumentativo y despectivo, como sinónimo de “Cíclope”. J. M. de Barandiarán relaciona al ser mítico de un solo ojo, con los ogros o gigantes que aparece en cuentos castellanos como “El ojanco” y otros nombres parecidos. Estos cíclopes castellanos, también conocidos como “ojarancos” “ujancos” o “ojaranquillos”, se les representan como una especie de seres simiescos de barbas tan ásperas como cerdas de jabalí que le llegaban a las rodillas y así le tapaban el cuerpo, pues solía ir desnudo. Su peculiaridad era tener dos filas de dientes y un único ojo brillante que le ocupaba casi toda la zona frontal (y en algunos relatos populares se atribuyen además dos cuernos). Era ágil como las águilas y con una extremada fuerza. Habitan en montañas, cuevas, posadas o castillos. Suelen disponer de rebaños (pastores, como en La Odisea) o de un ejército y servidores coaccionados, y les gusta de la carne humana. [6] El mito está emparentado con sus “primos”, el Xigante gallego y el Patarico asturiano, junto a su “hermano” cántabro el Ojáncanu.
Estos seres han sido recogidos no solo en leyendas, como ejemplo La cueva de los gigantones en Alcalá de Henares (Madrid) o El Gigante del Valle Estrecho en San Martín de los Herreros (Palencia). También en los cuentos populares castellanos [“Cuentos castellanos de tradición oral” (1983), “Cuentos populares de Castilla” (1946)] como también en relatos de escritores eruditos como Luis Vélez de Guevara en “El caballero del Sol” (1617). Mencionándose también en la obra de Fray Benito Jerónimo Feijoo, “Teatro crítico universal, tomo segundo” (1728) en contra de las supersticiones populares de la siguiente manera: «Ya se sabe que en ninguna parte de la Tierra hay Pigmeos, ni Ojancos, ni Hipógrifos, ni hombres con cabezas caninas, ni otros con los ojos en el pecho, ni aquellos de pie tan grande, que con él hacen sombra a todo el cuerpo, u otras monstruosidades semejantes.» Además, se conoce de su versión femenina, como la Ojáncana o en Piedrabuena (Ciudad Real) denominada la Ojanca. Ésta, era usada para asustar a los niños, cuyo nombre explicaban los lugareños en razón de que tenía un ojo muy grande.
En la provincia de Jaén se halla el municipio de Arroyo del Ojanco. Aunque aquí probablemente la palabra Ojanco no se refiera al mitológico ser, sí no a una confusión con la denominación de un batán y unas torres que posteriormente darian nombre al municipio. Estas torres y el batán eran conocidos antiguamente con el nombre de Oçanco. No hay tampoco testimonios en los cuentos, leyendas y mitos de la zona acerca de ningún ser denominado ojanco.
La Paparresolla
Es personaje del folklore de Asturias, donde las madres cantan a sus hijos díscolos la siguiente consideración:
¡La Paparresolla
se cayó en la olla!
¡Ay, que te come
la Paparresolla!
Se trata de un personaje antiguo, que aparece mencionado en La lozana andaluza. Está la susodicha Lozana buscando sin éxito a su criado, y Trinchante le replica: ¡Pues voto a Dios que no le comió la Paparresolla! La Paparrasolla (nótese el cambio de vocalismo) es también muy conocida en la sierra burgalesa, junto a otros personajes como la Marrona, la Cocharrona, el Coco y el Sacamantecas. Así describe Roque Alonso 1988: 156-7 la creencia en el pueblo de Barbadillo Herreros:
La Paparrasolla de Barbadillo Herreros todavía hoy está en astivo y vive dentro de la torre de la iglesia. En la parte trasera del campanario se abre un ventanuco redondo por donde sale y se lleva a los chiquillos desobedientes a los cuales controla desde su atalaya. La Paparrasolla también puede agazaparse debajo del tejado, en el «payo» (desván) o en un rincón oscuro y lanzar unos lastimeros y horrísonos gritos; pues así los oían los niños del valle de Valdelaguna hace unos setenta años. Las madres de criaturas traviesas recurrían a ella, sobre todo cuando eran varios hermanos difíciles de controlar. Una vecina solía ser la encargada de oficiar cuando oía la «remordisca» [término que recoge tanto el concepto de morder como el de moverse, agitarse, pararlelo al que acontece cuando varios perros, aparentemente tranquilos, de repente empiezan a ladrarse y desafiarse]; en ese momento debía lanzar desde su casa gritos de Paparrasolla. La abuela de uno de nuestros informantes de Valdelaguna había desempeñado este papel durante varias temporadas.
El hecho de que la Paparrasolla salga y entre por el ventano del campanario induce a pensar que es voladora, y al mismo tiempo que vive en la oscuridad.
Al igual que el Papón, la Paparresolla lleva en su nombre una referencia al verbo papar, comer cosas blandas sin mascarlas. El nombre se interpretaría como «fantasma que traga hasta el resuello
La Guaxa
Asustachicos asturiano, muy semejante a la Guajona de Cantabria: una vieja seca y arrugada que se aparece por las noches y abre las venas de las personas y criaturas con el único diente que tiene, para chuparles la sangre y la vida(Arrieta 1995: 168). Tiene, además, ojos de fuego. Y advierten las madres a sus hijos traviesos: —Miá que te come la guaxa; y de algunos infantes que se mueren, aseguran: —Comiólu la guaxa o —Llevólu la guaxa (Cabal 1983: 448). En opinión del folklorista Aurelio de Llano, se trata de una voz onomatopéyica que recoge el grito de búhos y lechuzas, oído en Asturias como guax, guax. Recuérdese que bruja significa primeramente, en castellano, lechuza; y que el nombre italiano de la bruja, stregha, deriva igualmente de la strix (lechuza) latina.
Trasgos
Los Trasgos son un punto intermedio entre los Goblins y los Kobolds; son en general una raza de seres malignos, ladrones y sobre todo compañeros de las almas de los muertos en las víspera de Todos los Santos (la noche de las brujas). Si bien su presencia no siempre es bien recibida, no todos son malignos; los Aldaboneros o Golpeadores habitan en las minas de estaño y sus ruidos con sus picos y palas indican a los hombres donde están las vetas del mineral.
El trasgo es un tipo de duende travieso de carácter familiar perteneciente a la tradición de algunos lugares de España como son Galicia (trasno o trasgo) , Asturias (trasgo o trasgu), Cantabria y León (trasgo). En Portugal se les llama «strago» o «demonios da mao furada» (demonios de mano agujereada).Aunque en el resto de España y Europa existe también la figura del trasgo, pero con diferente nombre, en este post nos centraremos en el trasgo del norte de España.Aunque no son malignos, si que son muy juguetones y se dedican a las «trasnadas» (trastadas o travesuras).Ellos son los responsable de los pequeños contratiempos que sufrimos a diario: esconden las cosas cuando las buscamos, rompen los platos, hacen que se derrame la leche al fuego, espantan a los animales…
También tienen la capacidad de transformarse en animales, aunque solo suelen hacerlo cuando están fuera de la casa de la que se han hecho «huéspedes».Se les describe como seres diminutos (entre 40-80 cm de altura), de piel marrón, negra u oscura y ojos muy negros y brillantes; llevan habitualmente un gorro rojo (de hecho, en algunos lugares se les llama «gorros coloraus») . A veces también se les añaden cuarnos y rabo.A los trasgos asturianos suele atribuírseles un agujero (furacu) en la palma de la mano, por lo que para deshacerse de ellos es de gran utilidad localizar el lugar de la casa por donde entran (siempre utilizan el mismo) y colocar allí una taza de maíz o mijo. Cuando el trasgo llegue y al entrar la vuelque, se pondrá a recoger y contar los granos que encuentre desparramados, y como estos irán cayendo por el agujero de su mano, nunca terminará el recuento y finalmente se cansará y se marchará.Aunque los trasnos gallegos no tienen agujero en la palma de la mano, este método también es efectivo con ellos, pues sólo saben contar hasta dos (los más listos hasta diez), por lo que se cansarán igualmente y se irán.También de los trasgos asturianos se dice que son cojos, aunque esto no les impide moverse con asombrosa rapidez; siendo muy ágiles y pudiendo dar enormes saltos.Les gusta asentarse en el fuego del hogar y sus lugares favoritos son los desvanes, cuadras y cocinas, donde suelen hacer más a menudo sus travesuras.Mudarse de casa no suele ser efectivo para deshacerse de los trasgos, pues estos suelen coger «cariño» a la familia con la que viven.Además de la ya mencionada taza de grano, otros de los métodos conocidos para librarse de ellos son retarlos a traer un «paxu» (cesta plana de castaño) llena de agua de mar (pues le seá imposible hacerlo, ya que el agua se derramará por los orificios de la cesta) o a poner blanca una pelleja de carnero negro (lo cual es también imposible, evidentemente), la cual llevará de rio en rio, restregándola contra las piedras mientras canta:
«Aunque gaste más jabónque hay de Madrid a Valenciano se me ha de poner blancoeste pellejo o pelleja» También la glotonería es característica de los trasgos, y una de las señales de que se han instalado en una casa es la constante desaparición de comida, especialmente de dulces.
En Asturias y Galicia, además, existe un tipo de «trasgu» al que se llama «sumiciu», el cual es experto en esconder cosas o apropiarse de ellas. Lo que más le gusta es hacer desaparecer las cosas justo cuando las necesitamos. Este tipo de trasgo tiene su equivalente en Suiza, el País Vasco y el norte de Itlaia en el «Servan», aunque este último suele devolver siempre lo que ha cogido (cuando ya no nos hace falta, eso sí) colocándolo en los lugares más insospechadaos.Otro de sus pasatiempos es cambiar el vino de los barriles por agua.Los trasgos, tanto gallegos como astures o cántabros, son batante cochinos; les gusta revolcarse en el estiercol, limpiarse el trasero en la leche (o mear en ella) y mearse encima de las personas convertidos en animales.En este sentido, los trasgos leoneses, también llamados «martinicos» o «martinillos», gustan más que sus vecinos gallegos y astures de andar por las afueras de la casa, transformados en animales.En los Ancares (entre León y Lugo), existe la costumbre de poner cruces en los árboles que bordean los pueblos, para así impedir que los trasgos entren en ellos.Se dice que los trasgos también desaparecen si se pronuncian exclamaciones tales como «¡Jesús!» o «¡ Dios Mio!», o se puede renegar de ellos diciendo «¡ Arrenégote, cochino!».En los Ancares también encontramos al «trasno do choco», quien gusta de hacer extraviarse a los forasteros.
Lobo Hechizado
Se conoce como lobo hechizado, lobo hechizao o lobo hechicero a una especie de hombre-lobo típica de la mitología popular castellana. Este individuo mitológico afectado de licantropía no estaba caracterizado por grandes mutaciones: «Ser entre humano y animal, de orejas grandes». Solía andar a cuatro patas, pero con notables cambios en el crecimiento desmesurado de las uñas, de los caninos y abundante y largo pelo por todo el cuerpo. O bien se convertía directamente en un enorme lobo. «Una persona agazapada y con aspecto de perro rabioso que bajaba de entre la espesura de los montes y sierras». Referenciado este por ejemplo en Villamanrique (Ciudad Real) «…en las noches de luna, un hombre se convertía en lobo, e iba arañando las puertas de las casas». Al amanecer, en los umbrales de las puertas aparecían abundantes mechones de pelo.
Vinaos
Espíritus de muertos, que especiálmente en las noches de San Juan gustan de visitar a sus familiares, unas veces con buen propósito, otras no con tan buen propósito. Carlos Villar Esparza recoge este mito (Revista de Folclore nº 182, y nº 274):
Espíritus de los familiares fallecidos, viejos lémures, que salían la noche de los Difuntos, en todos los pueblos del Campo de Montiel. Se les atinaba caminando por los tejados, calles desiertas y rincones a oscuras.En Torre de Juan Abad, de esa noche, algunos contaron que, al pasar por el cementerio, vieron estantiguas agarradas a las rejas, que lo cierran, increpando a todos aquellos que pasaban de la obligación de cumplir las promesas y el respeto que debían a sus fallecidos. Asimismo alguno de los finados se llegaba hasta las casas y se escondía detrás de las puertas. Así lo contaban las abuelas a sus nietos junto al fuego comiendo los dulces tostones. Asimismo, los infanteños creían que esa noche: “Se aparecía una persona fallecida y reclamaba una promesa que tenían que cumplir”. Se recuerda que alguna de estas visiones se la vio: “En la pila del agua bendita o diciendo misa”. Era generalizada, en toda la comarca montieleña, la creencia que en habiendo muerto, las campanas daban aviso de ello, en el pueblo, no se podía ni debía, cocinar ajillo, gachas… pues, el muerto acudía y removía con el dedo las gachas o el ajillo que estaba en la lumbre. Había que retirar a escape el caldero y dejarlo para otro día. Credulidad conservada aún en muchos hogares.
¿Vestigios del ágape funerario, en el cual los finados eran homenajeados y donde éstos acudían en espíritu a saborear su plato en el asiento dispuesto en la mesa?
La noche del uno al dos de noviembre había que quedarse en casa, pues, esa noche, los finados andaban por tejados y calles arrastrando pesadas cadenas, de «visiteo» y en pos del hogar que tuvo en vida. En encontrándolo, muchos de ellos se escondían detrás de las puertas con gran espanto de los niños. Había quien se pasaba toda «la mala noche» tocando lúgubremente las campanas de la iglesia.
Xanas
Las Xanas son unas ninfas de agua dulce que poseen una morfología completamente humana. Son de pequeña estatura, extraordinaria belleza física y larga melena rubia.
Habitan en las fuentes, en las cuevas y en las riberas de los ríos.
Al parecer, la noche de San Juan es la más propicia para romper su encantamiento; ellas salen a bailar, a lavar sus ropas y tenderlas. También devanan madejas de hilo de oro y plata; o se sientan a la orillas de las fuentes a peinar sus largos cabellos con peines de oro. Las Xanas astures están claramente emparentadas con las hadas irlandesas, escocesas y bretonas
Son, por tanto, un mito indoeuropeo, extendido por toda europa (hadas, donas d’aigua, etc.), espíritus de la naturaleza con forma de mujeres muy hermosas y que viven generalmente cerca de ríos y fuentes mujeres de corta estatura, de belleza sobrenatural, se las puede ver en los márgenes de los ríos peinando con peines de oro su rubio y largo cabello y vistiendo largas túnicas blancas, sin embargo, las xanas, a pesar de su parecido con las ninfas de la mitología clásica, presentan una serie de peculiaridades que las hacen diferentes, la mayor parte de su tiempo la dedican al canto y a peinar sus sinuosas cabelleras, aunque también realizan otras tareas como cuidar del ganado y de sus propios hijos los «xaninos»
Una de sus mayores obsesiones es la de cambiar a sus «xaninos» por bebes humanos, aprovechando el descuido de las madres cuando bajan al río a lavar la ropa; resulta curioso que la prole de estos bellos seres resulte tan enfermiza que intenten conseguir bebes humanos, debiéndose esto quizá a que obviamente se trata de una «especie en vías de extinción»
Otra de las cosas que hacía sospechar a las madres humanas era que la criatura languidecía a ojos vistas y la piel se volvía cada vez mas oscura, además de observar con estupor que el usurpador «poseía una dentición completa», a pesar de contar con pocos meses de edad; es corriente en el folclore asturiano los cuentos que relatan estos sucesos, sin embargo estos seres también se dedican a tareas menos rurales, así en la noche mágica por excelencia, la noche de san xuan, el 24 de junio, las xanas se hacen visibles para quien las quiera contemplar con solo acudir a los sitios que habitan como fuentes, lagos y ríos, aquellos que quieran acometer tal hazaña encontrarán a la xana sentada en una roca, cantando y portando una madeja de hilo de oro, que entregarán a aquel que se lo pida prometiendo desposorio y magníficos tesoros para aquel que consiga deshilar la madeja sin cortar el hilo pero si el hilo se rompiese o no hubiera esposorio, se castigará al osado humano de una manera cruel que acabá en su muerte, atrayéndole hasta el fondo de las aguas.
La mano negra
Ángel del Pozo de Pablos en “La cripta sellada” recoge en Segovia relatos sobre este ente diabólico con forma de mano que ataca a las personas cuando están distraídas, orinando (hombres) o dormidas. Si te toca el hombro, al girar el rostro suele arrancar los ojos del incauto. En Torre de Juan Abad (Ciudad Real) dice la tradición que la “Mano Negra” era un ente femenino y acuático como una fea manaza con uñas negras que habitaba en las oscuras y peligrosas aguas de las charcas. Que siempre estaba al acecho para arrastrar a los niños a su madriguera. En la Solana (También Ciudad Real) se decía que volaba para llevarse a los niños díscolos. Pero no hay acuerdo, es si la Mano Negra, es la diestra o la siniestra. Y en otros pueblos se la decía de forma antropomorfa.Parece ser este espantajo tiene un pariente en otras localidades denominada la “Pata Negra”, su hábitat son las chimeneas. Se la dibuja como una gran pata de lobo negro o de zorra del mismo color.
Follet(Cataluña)
El Follet, es un personaje mitológico catalán. Recibe también otros nombres según las regiones y caracteristicas específicas, como cerdet, duende, (d) uendo, Boiets, demonio boget, hombrecillo, caterineta, millet, familiar, familiano, perot, Minairó . En otras culturas toman otros nombres, pero se mantiene la forma, como en los seres centroeuropeos como los Goblins o los gnomos o los más cercanos occitanos el travieso, el gripet, el fantasti o el truffandenc.
Seres siempre relacionados como habitantes de casas, guardan cierta relación con los lares, dioses familiares, divinidades menores, en el panteón romano, a los que se les hacían ofrendas como protección de la casa y de sus habitantes. Sin embargo, con la llegada del cristianismo como religión oficial del Imperio Romano su culto sería perseguido y adoptaron la forma de hombrecitos que asustan y que están escondidos en las casas. El cerdet es el nombre que en Alicante se utiliza para designar a los duendes del Principado o los duendes o duendos de Valencia. A veces, sin embargo, la palabra cerdet se refiere a un ser peludo con dientes.
La tradición presenta el Follet como un hombrecito pequeñísimo, vestido de colores y que vive muchos años. En los Países Catalanes, existen muchas leyendas sobre los duendes, sus poderes y sus relaciones con los humanos. En alguna fábula el duende tendría la característica de tener la mano agujereada. Se les atribuye un carácter travieso, burlón y juguetón. Serían ellos quienes pican paredes, levantan tejas, trenzan las colas al ganado, asustan todos silbando y aullando, y en general hacen todo tipo de travesuras. Pero también se les adjudica un talante de seres simpáticos y feinejadors, amantes del orden y el aseo.
Es por su talante que explica su fábula más conocida que en diferentes versiones siempre tiene el mismo argumento central. Resulta que para no tenerlos todo el día preocupado todos, se aconseja dejar unos cuantos puñados de mijo fuera de su sitio. El Follet, ordenado como es, se pasa toda la noche intentando llevar el grano de mijo donde corresponde, pero como tiene la mano agujereada no puede terminar nunca el trabajo. De esta manera lo tenemos entretenido y no hace ninguna travesura.
Hay una pagina, escrita por un alemán, el Prof. Von Ripoy muy completa, sobre los Martinillos. También dice donde se les suele ver mas. Por ejemplo, cita a Santiesteban del Puerto, Jaen, donde son legendarias sus apariciones.
Y a Campo Olivar, en Valencia. Es sorprendente, que en Santiesteban, se dedican a cultivar el olivar.