El siglo XXI, ha presenciado un desarrollo sin precedente de las antiguas religiones ancestrales, no solo de las europeas sino de otros continentes, América y África, despiertan otra vez después de haber sido machacadas sin piedad por el cristianismo y el islamismo, dos sectas peligrosas que han provocado en el mundo muerte, sufrimiento y desolación en nombre de Dios. Pero el desarrollo de las antiguas creencias no está carente de peligros, inmersos como estamos en un mundo materialista, muchos advenedizos, buscavidas, sin oficio ni beneficio, buscan medrar, lucrarse simple y llánamente en este mundo espiritual en alza, quienes se arrogan como líderes de movimientos religiosos, no son todo lo que parecen, ¿Cómo distinguir los que son de los que no son? ¿Cómo separar el grano de la paja y distinguir al estafador del auténtico líder religioso? Esta es una pequeña guía:
- Algo que sin duda caracteriza a estas personas es su gran capacidad de oratoria. Estos embaucadores desarrollan al máximo estas capacidades. Y culminan su arte al lograr que sus víctimas cedan a sus deseos convenciéndoles de las poderosas razones que justifican sus actos, y que no desean aprovecharse de ellos, aunque salgan perjudicados. En su técnica siempre se suele aludir a razones solidarias, al bien común o a la necesidad de justicia, pero suelen omitir que así son ellos los que salen beneficiados.
- Los embaucadores se han hecho expertos en el arte de seducir. Han aprendido que una forma rápida y eficaz para lograr poder sobre los demás es simular interés por sus necesidades y deseos. Así que eso es lo que hacen. Entre sus tácticas más empleadas está la alabanza sin medida y apoyo a aquellos a los que se pretende embaucar. Así ganarán su confianza y la aceptación incondicional de sus peticiones
- Manejan a la perfección el papel de víctima. Saben que es una herramienta muy eficaz para que los otros cedan. En el discurso del embaucador religioso son frecuentes las alusiones destinadas a dar pena como: “No deseo hacer esto”, “lo estoy pasando muy mal al pedírtelo” o “sufro por todos los que lo pasan mal”.
- Es frecuente que se ofrezcan para representar los intereses del grupo. Así, tras la apariencia de trabajar por el bien de otros, el liderzuelo encubre fines egoístas y deseo de poder. Suelen pedir apoyo para un cargo, es claro que sus fines no sean tan nobles. Casi siempre piden algo a cambio: dinero, algo de trabajo…
- Sin duda, otra de las cualidades que más desarrollan estos embaucadores es su extraordinaria capacidad para hacer sentir culpables a los demás. Saben que la culpa provoca sumisión. Sobre todo en aquellos con más conciencia y sensibilidad hacia los otros. Por eso suelen elegirlos como víctimas; son más vulnerables. Al culpar a sus víctimas encubrirán sus verdaderas intenciones: conseguir un beneficio propio. Así que han aprendido a dar argumentos muy convincentes para hacer sentir culpable a quien sospecha de ellos. Suelen decir frases como: «¿Quién? ¿Yo?»; “No sé cómo piensas eso, después de lo que he hecho por ti”. “Mis intenciones son honradas. Reto a que demuestren lo contrario”. Saben que es difícil. Es una táctica muy eficaz.
- Los líderes sectarios emplean tácticas de intimidación encubierta. Se ha comprobado que el lenguaje de estas personas suele estar plagado de amenazas indirectas, implícitas o sutiles. Dicen cosas como: “Entiendo que no hagas nada, pero esto acabará con nosotros”, o “si no intervenimos nos arriesgamos a perder nuestra religión”. Causar temor es una de las argucias más empleadas por estos agresores encubiertos.
- Otras veces emplean el sarcasmo sutil para generar duda. Provocar falta de seguridad es un modo eficaz de conseguir dominar a otros. “¿Quién nos salvará, ellos? Debemos hacer algo”.
- Es frecuente desarmar a la víctima convenciéndole de ser menospreciado por otros. Hace que se sienta indefenso. Así será fácil convencerle para que delegue todo en el embaucador: “Sé que es injusto. Si quieres puedo hablar en tu nombre”.
- Culpar a otros también es una de las técnicas más usadas por este tipo de sectarios religiosos. Son expertos en encontrar cabezas de turco. A veces lo hacen de forma sutil. Otras veces a las claras.
- A veces se sospecha de ellos o se recriminan sus actos. Entonces es frecuente que se «hagan los tontos» para justificar el no hacer atendido las necesidades y sentimientos de otros. Suelen decir cosas como: “Lo siento, no me di cuenta de que esto te podía afectar”.
- Finalmente, como era de esperar, se ha demostrado que son personas muy propensas a mentir y casi siempre por omisión. No suelen inventar historias pero deforman aspectos cruciales de la verdad o simplemente los olvidan. Se les reconoce porque suelen dar muchas vueltas al responder y emplean el lenguaje no verbal de quienes ocultan algo, sobre todo, ante preguntas directas.
Basado en un articulo de Rocio Mayoral: las 12 tácticas de manipular a los demás