El moderno Odinismo continúa su proceso de crecimiento y de evolución. Al calor de sus distintas corrientes, surgen nuevas formas de espiritualidad, y, en algunos casos, sucede que formas antiguas resurgen en el momento propicio. Una de estas formas es la que hoy os muestro, y a la que nos referiremos como «Patronazgo». Imagino que much@s de vosotr@s os habréis topado en algún momento con alguien que haya afirmado estar «consagrado», por ejemplo, a Freya, o a Týr, y tal vez os hayáis preguntado: ¿qué significará eso de estar consagrado? Pues de eso trata este artículo. Eso sí, voy a evitar la palabra «consagración», porque la considero preñada de connotaciones cristianas (buscadla en el diccionario de la RAE y entenderéis a qué me refiero), y no creo que sea el término más adecuado: sinceramente, creo que la palabra más acertada es «Patronazgo», y es la que voy a usar para referirme a esta práctica. Pasemos ahora a definir qué es el Patronazgo, y para qué sirve.
Como sabemos bien todos los odinistas, la relación que mantenemos con nuestros dioses y diosas es de familiaridad. Sin olvidar las buenas formas y el respeto debido, la interacción del ser humano con los dioses de nuestro pueblo es la misma que la que pueda haber en una gran familia: ante todo, prima el amor, la lealtad y el respeto de cada uno de los integrantes hacia el resto. Sin embargo, la relación que un individuo concreto tiene con cada uno de los integrantes de la familia no siempre es la misma: habrá familiares más cercanos y más lejanos, incluso algunos totalmente desconocidos; se encontrará con familiares simpáticos, y con otros huraños; unos le caerán genial y congeniará con ellos en seguida… y otros le caerán mal. ¿Y por qué nos sentimos más afines a unos que a otros? Pueden existir varias causas, aunque, por norma general, se conecta fácilmente con alguien a quien consideremos similar a nosotros, con quien compartamos gustos o intereses; tal vez tengamos una trayectoria vital parecida, o incluso puede surgir un feeling inexplicable, como si ambas almas estuviesen conectadas.
Dicho esto, vuelvo a retomar la cuestión. El Patronazgo de una deidad concreta es un compromiso sagrado que un individuo toma con esa deidad. La dedicación a un dios o diosa trasciende incluso la sacralidad de un juramento. Sin embargo, y a pesar de tratarse de un voto tan elevado, podríamos hallar similitudes con el sentimiento de amor, en sus facetas de proximidad e inmediatez con el otro. Por norma general, ostentar el Patronazgo de una deidad puede llegar a ser una tarea compleja que dura toda la vida, y personalmente no conozco a nadie que tenga más de un dios o diosa Patrones. No quiero, sin embargo, que alguien pueda pensar que en el Patronazgo se atisba un matiz de desprecio al resto de deidades: nada más lejos de la realidad. Tan solo se trata del paso natural para alguien que siente algo muy profundo por esa deidad concreta, aunque, como es natural, siga amando al conjunto de Æsir y Vanir.
Es por ello que el Patronazgo no debe tomarse a la ligera. No es un simple juramento, sino un voto de por vida en el que empeñamos el corazón, el alma y la propia vida. Si se toma, se asumen con él tanto las bendiciones que reporta como las pruebas que conlleva, que las tiene, y suelen ser duras, pues a los dioses les complace poner a prueba la firmeza de nuestras convicciones y nuestra lealtad.
De igual modo, no debería usarse el Patronazgo para excusar o encubrir nuestras propias faltas o malas acciones puntuales (por ejemplo: «En plena pelea no fui capaz de controlarme y tuvieron que separarme del otro para que no lo matase a golpes, porque como soy devoto de Thor,…» , o«Soy incapaz de ser fiel a mi pareja, pero es que mi diosa Patrona es Freya.»). Tales actitudes son pueriles, vergonzosas y realmente perjudiciales para el alma. Y aunque sean nocivas para el individuo que las lleva a cabo, existe una utilización del Patronazgo aún más dañina y perversa: la de los peligrosos «iluminados», que amparándose en el concepto de conexión íntima con una deidad, tratan de cambiar la visión colectiva de la citada deidad con objeto de ponerla al servicio de sus intereses, sean de la índole que sean (algo similar a lo que intentan los Rökkatrúars con la figura de Lóki: como ya traté el tema con profusión en un artículo anterior, dejo aquí el enlace para los interesados en abundar en este tema concreto: «Rökkatrú: el Caos a través de los Nueve Mundos» ). Ahora bien, aclaremos algo: es normal tener una visión personal de un dios o diosa, y tal visión no tiene por qué encajar en el acervo icónico de la mayoría de odinistas. Lo perverso es imponer esa visión personal, sea ésta real o impostada, con el objeto de sacar algún provecho, léase fama, cierto grado de notoriedad o -los dioses no lo quieran- dinero.
Por lo tanto, y atendiendo a lo leído hasta ahora, debemos ser conscientes de que nuestra propia mente, nuestra percepción, nuestras ideas, pueden enturbiar el mensaje que los dioses nos pretendan transmitir. El mejor remedio para evitar esto es, en mi modesta opinión, la meditación: acallar el ruido externo y también el interior, concentrarnos en entender correctamente lo que los dioses nos dicen. No es que esté abogando por volvernos paranoicos, pero tampoco podemos permitirnos el abandono en la autocomplacencia.
¿Y qué beneficios podríamos hallar en el voto de Patronazgo? Debo, llegado este punto, recordar que, como politeístas, entendemos que existen diversas formas de guiarse por la vida, y no un único modo válido. Dedicarse a una deidad da un importante punto de apoyo para avanzar en nuestro día a día. De igual modo que lo hace una pareja o un viejo amigo, nuestra deidad Patrona nos dará consejo, guía e inspiración en aquellos momentos en que lo necesitemos.
Y ahora que creo que está más claro el concepto de Patronazgo o dedicación a una deidad, la pregunta tal vez sería: ¿lo necesito en mi vida? Y si es así, ¿por qué? La búsqueda de una deidad patrona debería iniciarla el deseo de tener una relación más próxima, más íntima, con los dioses. Si tal fuera el caso, yo recomiendo lo siguiente: analizar la raíz de ese deseo, asegurarnos de que no se trata de un mero deseo de «sobresalir» (o, en casos puntuales, «encajar»). Asimismo, no os forcéis a ataros con estos votos. Quiero decir que la mayoría de odinistas no lo hacen, simplemente porque no lo ven necesario para su crecimiento espiritual. La búsqueda de una deidad Patrona era más común en el paganismo germánico precristiano que en la acualidad (todos recordamos, por ejemplo, a Erik Thorvaldsson, Erik el Rojo, devoto de Thor). Así que, si no tienes un interés claro en ello, no te preocupes: no es algo que tú necesites.
Pero si se da el caso contrario, y este artículo ha despertado en ti el deseo de buscar un Patrón o Patrona, puede que te estés preguntando: ¿cuál podría ser?» . Esto puede parecer una perogrullada, pero no lo es tanto: hay gente que lo tiene muy claro desde un primer momento, en cuyo caso no hay que investigar más, pero ¿y si no es así? ¿Qué hacer? Bueno, aquí os presento unos consejos que espero os sean de utilidad:
- Busca señales y augurios en tu entorno. Los dioses nos hablan más de lo que en ocasiones creemos. Por eso hablaba antes de la importancia de la meditación: una mente en calma y alerta puede percibir los mensajes con claridad.
- Apóyate en tu clan, si perteneces a uno. Comenta tus inquietudes con tu goði/gydja: estarán encantados de aconsejarte y guiarte. Si además tenéis völva/vitki, expón tu caso y que hablen las Nornas. O, quién sabe, puede que tengas acceso a una spåkona. Aprovecho para reiterar lo que siempre digo: un clan es sinónimo de fuerza.
- Infórmate y estudia mucho sobre los dioses y diosas, sus leyendas, sus esferas de influencia, y todo lo relativo a los Æsir y Vanir. Tal vez, la solución provenga de la comprensión.
Y si es el caso de que ya tengáis una deidad Patrona, también voy a permitirme daros un par de consejos: es bueno tener en el hogar un altar particular para el dios o diosa Patrones, al margen, naturalmente, de nuestro altar doméstico, para realizar ofrendas cotidianas menos formales aunque más personales. ¡Y no os avergoncéis de vuestros votos! Lucidlos con orgullo, pues a buen seguro que es algo que complace a nuestros dioses.
¡Os espero en el próximo artículo!