La gran festividad archiconocida en el mundo occidental, esa tradición que tenemos tan arraigada y que celebramos cada año con la llegada del invierno con gran ilusión, tanto por los mayores como por los más pequeños, la llamamos Navidad. El término Navidad procede, a su vez, de otro término: Natividad. Es decir, lo que en realidad se celebra con grandes fastos es un nacimiento; muy importante debe de ser ese nacimiento para celebrarlo con tal pompa. Es pues, el día 25 de diciembre, el día elegido para celebrar el nacimiento del niño Jesús en la tradición católica. Durante el transcurso del tiempo que dura esta festividad, se observan varios elementos muy típicos de la misma, como el Árbol de Navidad decorado, el anciano con barba blanca que viene del norte en un carro tirado por renos, al que llaman Papa Noel o Santa Claus, los regalos a los niños, las copiosas comidas y cenas en familias al calor del hogar, iluminación en las casas y en las calles, etcétera. Sin embargo, si nos remontáramos a épocas anteriores al “Año Cero” observaríamos con cierta sorpresa que tanto en regiones del sur de Europa como en regiones del centro y el norte, eran llevadas a cabo ciertas festividades, coincidientes tanto en fechas como en muchos otros aspectos, con la Navidad actual.
El solsticio de invierno
El hombre, desde sus inicios, siempre se ha sentido intrigado por todo lo que ocurre a su alrededor: el día, la noche, los cambios de estación, la posición y los movimientos del sol, de la luna y de las estrellas, pues de ellos dependía en gran medida su subsistencia, ha tomado consciencia del carácter cíclico del tiempo y ha reconocido la importancia de los grandes eventos astrológicos, como son los equinoccios y sobretodo los solsticios.
El día 20 de diciembre ocurre uno de estos eventos astrológicos: el día en el que hay menos horas de luz y más oscuridad: la noche más larga del año. A partir del día 21 de diciembre (al día siguiente) los días, poco a poco, comienzan a hacerse más largos: el sol renace, tal evento, era pues, celebrado con gran alegría y entusiasmo, pues era visto como una promesa de que el frío invierno no duraría para siempre, y acabaría dejando lugar a la primavera y al buen tiempo. Era entonces, una festividad tan evidente, que la nueva religión no pudo obviar, y de esa manera, esta festividad ancestral ha sobrevivido hasta nuestros días bajo el nombre de la navidad, y el renacimiento del sol es ahora el ahora, el nacimiento de del niño-dios. La realidad es apenas ha habído cambios en los usos y las costumbres de esta festividad después de varios milenios: la iluminación navideña que tanto nos gusta y que encontramos en las calles de los pueblos y ciudades no es sino, equivalentes al fuego de Yule en honor al nacimiento del sol.
Las Saturnales y Yule
Las Saturnales o Saturnalia era una festividad muy importante ya en la antigua Roma. Se celebraba el día de la consagración del templo de Saturno en el foro romano el 17 de diciembre, con sacrificios y banquete público festivo (lectisternium) y al grito multitudinario de “Io Saturnalia”. Esta fiesta era tan apreciada por el pueblo, que de forma no oficial, se festejaba a lo largo de siete días, del 17 al 23 de diciembre. En las fiestas Saturnales se decoraban las casas con plantas y se encendían velas para celebrar la nueva venida de la luz. Los amigos y familiares se hacían regalos (velas o figurillas de barro) como los que se hacen en la fiesta de navidad.
En las tierras centrales y norteñas de Europa, entre los pueblos germánicos, tampoco era obviado este evento astrológico, y es precisamente tras la celebración del mism, cuando daba comienzo una celebración que llamaban Júl o Jöl, la cual, en los tiempos modernos ha quedado como Yule. La época de Yule, tanto para los germanos continentales como para anglosajones y escandinavos, simbolizaba el tiempo de paréntesis entre la muerte y la nueva vida, activado por el renacimiento del sol (Balder, el dios de la luz vuelve del inframundo, renace y trae una nueva esperanza; como una llama minúscula que se prende en Yule, crecerá y crecerá hasta que alumbre el mundo de nuevo en primavera). Grandes banquetes eran llevados a cabo; árboles eran engalanados simbolizando a Yggdrasil, el Árbol de la vida; Thor, el dios del trueno montado en su carro, y Odin a caballo realiza la cacería salvaje con su hueste fantasmal; los espíritus del invierno campando a sus anchas por la fría tierra. Resguardados del gélido invierno y buen recaudo, las gentes se reunían al calor del fuego de sus hogares, contando historias, recordando a los antepasados y viviendo la vida lo mejor posible, pues es esta, un regalo efímero.
Conclusión
Son todas estas tradiciones trasmitidas a través de los tiempos y, aunque ocultas, en parte, están todas ellas recogidas en la festividad actual de la Navidad, incluso son llevadas a cabo y practicadas por todos nosotros de manera inconsciente, sin ni siquiera saber que lo que estamos haciendo al celebrar la Navidad no es, ni más ni menos que mantener las costumbres ancestrales de nuestros antepasados. Por tanto, y como no puede ser de otra manera, la Comunidad Odinista de España-Ásatrú reconectamos con nuestros antepasados y volvemos al origen de la tradición. Este sábado 21 de diciembre del 2024 nos reuniremos una vez más en el templo de Odin, en Navas de Jorquera, para celebrar el renacimiento del sol, que abre las puertas a la época de Yule, tal y como lo hacían nuestros ancestros, en un evento de libre asistencia en el que estáis todos invitados.