Skírnismál

SKÍRNISFÖR

(Viaje de Skírnir)

Frey, hijo de Njörd, estaba sentado en el Hlidskjálf contemplando todos los mundos. Miró al Jötunheim y vio allí una hermosa doncella que salía de la cabaña de su padre e iba hacia su choza. Esto le llenó de ansiedad.
El sirviente de Frey se llamaba Skírnir. Njörd le pidió que hablara con Frey: Skadi dijo:

“Alzate, Skírnir, dile a mi hijo
que nos explique
con qué hombre está irritado
él, el muy sabio.”

“Mala respuesta podría esperar de vuestro hijo
si le pregunto
con qué hombre está irritado
él, el muy sabio.”

“Dime, oh, Frey, capitán de los dioses,
¿por qué estás tan solo
sentado en la sala, señor, todo el día?
eso quiero saber.”

Frey dijo:

“¿Por qué he de decirte, joven guerrero,
mi enorme dolor?
Pues brilla el sol día tras día
mas no sobre mi ansia.”

Skírnir dijo:

“No ha de ser tu ansia tan espantosa
que no la puedas decir:
en nuestra juventud fuimos siempre juntos,
nos podemos confiar.”

Frey dijo:

“En el hogar de Gymir vi una doncella
que ahora deseo;
brillaban sus brazos, e iluminaban
el cielo y el mar.”

“Deseo a la doncella más que cualquiera,
aunque sea joven:
ni Aesir ni Elfos, ninguno permite
que juntos estemos.”

Skírnir dijo:

“Dame el corcel que te lleva por la oscura,
cierta llama ondeante;
dame la espada que pelea ella sola
contra los gigantes.”
Frey dijo:

“Te daré el corcel, que te leve por la oscura,
cierta llama ondeante;
te daré la espada, que pelee ella sola
contra los gigantes.”

Skírnir dijo al caballo:

“Está oscuro fuera, hora es de marchar,
allende los montes oscuros
allende las gentes de Thyr;
legaremos los dos, o tal vez nos arrastre
el horrendo gigante.”

Skírnir cabalgó hacia el Jötunheim, y hasta el recinto de Gymir. Había allí unos perros furiosos, atados ante la puerta de la empalizada que rodeaba las salas de Gerd. Llevó el caballo hasta donde había un pastor sentado sobre un montón de piedras, y le dijo:

“Dime, pastor, sentado en las piedras,
que guardas los caminos,
¿cómo he de llegar hasta la joven doncella
pese a las perras de Gymir?”

El pastor dijo:

“¿Quieres morir, o estás ya muerto?
Pierde toda esperanza de hablar a la hija
divina de Gymir.”

Skírnir dijo:

“Más le cuadra el valor que no el llanto al dispuesto
a iniciar el viaje;
un cierto día será el fin de mi vida,
terminarán mis días.”

Gerd dijo:

“¿Qué es ese estruendo espantoso que ahora oigo sonar
junto a la casa?
Tiembla la tierra, se estremece todo
ante la casa de Gymir.”

Una sierva dijo:

“Hay un hombre fuera que ha descabalgado,
y deja pacer su animal.”

Gerd dijo:

“Dile que entre en nuestra sala,
que beba el antiguo hidromiel;
mas temo ahora que esté allí fuera
el matador de mi hermano.”
“¿Cuál eres de los Elfos, cuál eres de los Aesir
o de los sabios Vanir?
¿Por qué has venido de allende el fuego
buscando nuestra sala?”

Skírnir dijo:

“no soy un Elfo, no soy un Aesir
ni un sabio Vanir,
pero sí he venido de allende el fuego
buscando vuestra sala.”

“Once manzanas tengo, de oro,
son, Gerd, para ti,
para comprar tu amor, para que a Frey prometas
la vida en compañía.”

Gerd dijo:

“Once manzanas nunca he de aceptar
por el amor de un hombre,
ni por estar con Frey, mientras ambos vivamos,
en fiel compañía.”

Skírnir dijo:

“Te daré, pues, el anillo que ardió en la pira
junto al hijo de Odín;
ocho semejantes surgen de él
cada nueve noches.”

Gerd dijo:

“El anillo no acepto aunque ardiera en la pira
junto al hijo de Odín;
no nos falta el oro en casa de Gymir
para disfrutar los dos.”

Skírnir dijo:

“¿Ves esta espada, ornada, punzante,
que tengo en la mano?
La cabeza, del cuello te habré de arrancar
si no dices que sí.”

Gerd dijo:

“La amenaza nunca quiero tolerar
por el amor de un hombre;
pero yo pienso, si te topas con Gymir
sin rechazar la lucha, que habrá fiero combate.”

Skírnir dijo:

“¿Ves esta espada, ornada, punzante,
que tengo en la mano?
Será con su filo que mate al gigante,
tu padre habrá de morir.”

“Con la mágica vara te golpeo, te someto,
mujer, si me place;
a un lugar irá donde los hombres
jamás te vuelvan a ver.”

“En loma de las águilas te habrás de sentar,
y lejos de mundo al infierno mirarás;
te dará la comida más horror que a los hombres
la lustrosa serpiente.”

“¡Que te vuelva portento cuando salgas de ahí,
que Hrímnir te observe, que todo te mire!
Más famosa serás que el guardián de los dioses,
¡mira desde tus rejas!”

“¡Locura y llanto, impaciencia y tormento
agraven tus lágrimas!
Siéntate, aún te diré
de horribles desdichas
y de un doble dolor.”

“Te acosarán los demonios día tras día
en el Jötunheim;
en salas de trolls te arrastrarás día a día
sin ninguna esperanza,
toda esperanza perdida;
tu pago será el llanto en lugar del placer,
sufrirás con amargo dolor.”

“Vivirás con un troll de tres cabezas,
o quedarás sin marido;
la locura te atrape,
te domine el dolor;
sé como la zarza que se pisotea
tras la cosecha.”

“Al bosque fui, un árbol jugoso,
la varita busqué,
la varita encontré.”

“Irritado está Odín, y el mejor de los Aesir,
y te maldice Frey;
odiosa doncella, hacia ti se dirige
el rencor de los dioses.”

“Oigan los gigantes, oigan los trolls
los hijos de Suttung, los héroes divinos
cómo prohibido, cómo veto a la moza
el placer del varón,
el goce de varón.”

“Hrímgrímnir se llama el troll que te ha de poseer
abajo entre los muertos
¡que en las raíces del árbol te den los esclavos
orín de cabras para beber!
Más noble bebida nunca tendrás,
doncella, a tu gusto,
doncella, a mi gusto.”

“La runa thurs grabé y también otras tres:
maldad, impaciencia y furia también;
la borraré si quiero, como la grabé,
si lo quiero hacer.”

Gerd dijo:

“Salud, muchacho, toma cáliz espumeante,
lleno de antigua hidromiel.
Nunca pensé que pudiera un día llegar a amar
a un hijo de los Vanir.”

Skírnir dijo:

“Mi embajada quiero cumplirla bien,
antes de volver a casa:
¿Cuándo aceptarás al hijo de Njörd, vigoroso,
en la gran asamblea?”

Gerd dijo:

“Barri se llama, lo sabemos los dos,
una fronda apacible;
y tras nueve noches al hijo de Njörd
daré yo mi amor.”

Cabalgó entonces Skírnir de vuelta a casa. Frey salió y le habló, y preguntó que noticias traía:

“Dime, Skírnir, antes de que desmontes
y tus pies avances:
¿qué conseguiste allá en el Jötunheim,
para tu bien y el mío?”

Skírnir dijo:

“Barri se llama, lo sabemos los dos,
una fronda apacible;
y tras nueve noches al hijo de Njörd
dará Gerd su amor.”

Frey dijo:

“Una noche es larga, y más aún lo son dos,
¿cómo soportaré tres?
Parece a menudo un mes más corto que media noche
en tan horrible ansiedad.”

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