Sagas de los tiempos antiguos
Las Sagas de los tiempos antiguos o sagas legendarias (nórdico antiguo: fornaldarsögur) son un conjunto de obras en prosa que forman en sí mismas un género literario dentro de la tradición de las sagas islandesas.
Sagas de los islandeses
Las sagas de los islandeses o sagas islandesas (en islandés: Íslendingasögur) y algunas veces denominadas sagas de familia son sagas que describen en su mayoría eventos que ocurrieron durante el poblamiento de Islandia durante los siglos X y comienzos del XI.
Sagas de los reyes
Las Sagas reales o Sagas de los reyes (nórdico antiguo: Konungasögur) son sagas nórdicas que explican la vida de los monarcas escandinavos. Fueron compuestas entre los siglos XII y XIV en Islandia y Noruega.1
sagas
identifica a diversas sagas islandesas que tienen como protagonistas principales a proscritos de Islandia
SAGAS
En la antigüedad escandinava se llamaba saga a las pequeñas leyendas sobre seres heroicos, mitológicos, etc., como las que de hecho aparecen en las Eddas. Sin embargo, en el siglo XIII apareció en Islandia un género literario al que se aplicó la misma denominación y que no tiene prácticamente relación directa con aquellas antiguas leyendas: la saga propiamente dicha. La palabra islandesa saga quiere decir «lo dicho, lo contado». En general, podríamos traducirla por «narración» y así se puede aplicar también a las historias narrativas escritas en Islandia y Noruega sobre los reyes de este último país. Sin embargo, el sentido fundamental del término ha pasado a referirse fundamentalmente a un tipo determinado de obra literaria que se produjo en Islandia entre los siglos XIII y XIV, aunque hay epígonos posteriores.
Definir lo que son las sagas es a la vez sencillo y extremadamente complejo. Porque existe una considerable diversidad: tenemos dentro del mismo grupo de sagas de islandeses, algunas de carácter fundamentalmente histórico, mientras que otras unen a partes iguales realidad histórica y ficción, las hay también en que predomina lo ficticio e incluso algunas está claro que son simples obras de ficción sin base histórica. Sin embargo, en general podemos decir que una saga es una narración, cuya acción transcurre en torno a la época de la colonización de Islandia, hasta la conversión del país al cristianismo, en torno al año 1000 y en la que se cuenta la vida de un personaje islandés.
Podríamos compararlas con novelas históricas o con biografías noveladas. En unas y en otras, el autor sitúa la acción en un tiempo pasado y, asesorándose mediante libros de historia, biografías, etc., hace una narración que puede ser completamente inventada, aunque siempre haya algunos elementos de carácter histórico. Los personajes, o el personaje principal, pueden ser inventados también, o reales, en cuyo caso el elemento histórico puede ser más o menos importante, incluso hasta predominar con claridad. Lo mismo sucedía con las sagas, tanto por la forma en que trabaja el autor como por su propio carácter literario.
Los personajes pueden ser muy diversos, aunque predominan los poetas, como Gunnlaug Lengua de Víbora, o los guerreros vikingos, aunque muchas veces un vikingo era a la vez importante poeta, como Egil Skallagrimsson, personaje importantísimo, núcleo de la saga de su mismo nombre, y un poeta nunca desdeñaba las hazañas guerreras, como el mismo Gunnlaug. Pero también podía tratarse de simples campesinos, jefes territoriales, etc., como en la Saga de Hrafnkel. Lo que exigía era que el personaje fuera importante, en cualquier sentido, que en su vida hubieran sucedido grandes acontecimientos y, desde luego, que fuera islandés. De manera que la saga es un género literario narrativo peculiar de la Islandia medieval y que apenas posee contrapartidas en las otras literaturas medievales europeas. Cabe destacar, por fin, que sobre este sentido de la palabra saga se ha llegado a crear una especie de género literario especial contemporáneo, dentro de la novela. El término se usa, sobre todo en el ámbito anglosajón, para novelas que cuentan la historia de una familia. A partir de aquí, el término ha empezado a usarse mucho en castellano con el sentido de «historia de una familia». Lo que, si no coincide plenamente con el significado del término tal como lo hemos definido más arriba, sí se aproxima más a él que la definición del diccionario académico, quien lo define como «cada una de las leyendas recogidas en los dos libros llamados Eddas que se refieren a los antiguos escandinavos».
Otro tipo de narración breve de la misma época recibe el nombre islandés de «thaettir» (thattr en singular). No son propiamente sagas, pues no suelen narrar la vida completa de un personaje, sino que se limitan a una aventura de especial importancia; es posible que, a veces, se dedicara un thattr a un personaje que no se había hecho merecedor de una saga completa, pero que había realizado algún hecho especialmente destacable. Es más o menos también la diferencia que ahora podemos hacer entre novela y cuento o historia corta.
¿Cómo y por qué se escribieron las sagas?
La tradición de estudios literarios e históricos sobre las sagas es ya extensa; podemos decir que comenzó en el siglo XVIII, con el interés anticuario de los eruditos daneses: en Islandia, que fue provincia danesa hasta 1914, seguían copiándose y leyéndose las sagas medievales y muchos manuscritos cayeron en manos de sabios daneses, que los estudiaron y publicaron. Desde entonces, la investigación sobre las sagas ha pasado por numerosos avatares y la dirección de los estudios ha cambiado varias veces. Lo que sigue es un resumen de las principales ideas que han ido apareciendo en este período de tiempo.
Los islandeses siempre han sido aficionados a las historias y siguen siéndolo. Desde los principios del país, colonizado a partir del año 874, los islandeses gustaban de componer historias en verso y, posiblemente, también en prosa sobre personajes de la historia de su país, especialmente de la época de la colonización. Estas historias no se escribían, sino que tenían carácter exclusivamente oral. Su función era múltiple: por un lado servían de entretenimiento, pero también guardaban los recuerdos históricos, las genealogías de las familias, los hechos más importantes que habían sucedido en el país, en cada región y en cada una de sus familias principales; servían así, en cierto modo, para mantener la relación entre familias del mismo origen establecidas en lugares distintos de la isla.
Para los partidarios del estudio «romántico» de las sagas, predominante en el siglo XIX y principios del XX, y que aún cuenta con algunos defensores, aunque pocos, aquí radica el origen de estas obras literarias. El proceso de creación de éstas sería, según ellos, más o menos como sigue.
Algunos personajes y algunas familias de especial importancia, como la del vikingo y poeta Egil Skallagrimsson, contarían con numerosas historias, que se transmitían oralmente. En lugar de ser simples narraciones libres, que variaban cada vez que se recitaban, llegaron a codificarse de manera que el narrador las aprendía de memoria, al pie de la letra. Para ello se ayudaban con algunas características del estilo literario propias de la transmisión oral, como las repeticiones, las fórmulas fijas, etc. Como no podía menos de suceder, pese a los intentos de fidelidad a la versión inicial, los errores de memoria o los gustos del narrador podían producir variaciones, de manera que la historia cambiaría según quien la contara, aunque siempre dentro de unos márgenes bastante estrechos. Estas historias orales se conservarían entonces a lo largo de varios siglos, pues suponemos que se originarían poco después de la muerte de los personajes, si no en vida de éstos. En resumen, es algo similar al origen que se considera aún válido para los cantares de gesta, como el Mío Cid español, el Cantar de Roldán francés, etc.
Esto explicaría, aparentemente al menos, varias cosas. En primer lugar, ciertos rasgos estilísticos de las sagas, propios del lenguaje hablado y no del escrito; además, la existencia de variaciones más o menos grandes entre diversos manuscritos de las sagas. Finalmente, explicaría el carácter histórico, al parecer muy considerable, que podemos asignar a las sagas; este carácter histórico llega hasta el extremo de que, por ejemplo, en una de las más grandes sagas, la de Njál, se cuenta la quema de la casa de uno de los principales personajes, Gunnar de Hlidarendi, indicando cómo fue la lucha y también dónde se produjo exactamente. Y, en efecto, en los años 20 de este siglo, los arqueólogos descubrieron en el lugar indicado los restos de una casa quemada que coincidían con la descripción de la saga; o la narración de la Saga de Erik el Rojo sobre los asentamientos islandeses en Groenlandia, que se vio confirmada por los hallazgos arqueológicos; justo donde tenían que encontrarse se encontraron las cosas que se esperaban. El caso extremo, en cierto modo, o el más llamativo, es el de la narración de los viajes a Vinland (América del Norte), en la misma Saga de Erik el Rojo: las descripciones geográficas se han intentado identificar con el terreno de la costa nordeste de Norteamérica y algunas observaciones que en la saga se hacen sobre los indios parece coincidir exactamente con las que aportaron viajeros europeos en los siglos XVI y XVII: comidas extrañas, armas aún más extrañas, costumbres como dormir bajo una canoa volcada y otras muchas cosas aparecen en la saga y parece que luego se han confirmado. Y hoy día parece que no cabe duda de la presencia efímera de los groenlandeses e islandeses en Norteamérica y algunos restos arqueológicos encontrados en la zona es muy posible que sean de origen escandinavo. Todo ello parece apuntar a una considerable fiabilidad histórica en las sagas. Lo que, desde luego, no sería extraño si las sagas no fueran sino historias contadas oralmente sin modificación, prácticamente ni siquiera literal, desde la época en que sucedieron los hechos.
La saga es, para los estudiosos partidarios de esta teoría, un género oral puesto por escrito varios siglos después de sucedidos los hechos; los escribas no hicieron más que poner sobre pergamino las historias que les contaban. Lo que explicaría, de paso, por qué las sagas son anónimas.
Hasta aquí la teoría tradicional, romántica. Pero las cosas parece que no coinciden como debieran. Hoy día, la inmensa mayoría de los estudiosos de las sagas son de otra opinión: no se trata de un género oral, sino escrito, obra de autores individuales que las crearon en forma similar a como un novelista moderno crea una novela.
Esta teoría, predominante hoy, tiene también sus variantes. Así, algunos llevaron esta idea de creación escrita personal a sus consecuencias extremas. No nos ocuparemos de estas opiniones tan desprestigiadas hoy como las que vimos en primer lugar, sino que tendremos en cuenta solamente lo que hoy día parece ser la explicación más plausible del origen de estas narraciones islandesas.
Podemos explicar la aparición de las sagas escritas como resultado de una compleja serie de factores. Existían sin duda las narraciones orales a las que hemos hecho referencia; pero éstas eran breves y, posiblemente, carecían de la codificación que antes dijimos. Se tratarían de simples historias en las que se recogía información de varios siglos atrás, pero sin una considerable labor literaria. Antes sólo existía el alfabeto rúnico, que nunca se utilizó, que sepamos, para escribir textos extensos, sino sólo para inscripciones, mensajes, etc. (quizá también para escribir los poemas escáldicos, de los que luego hablaremos). Con el cristianismo llegó el alfabeto romano, que fue rápidamente adoptado y adaptado a las necesidades de la fonética islandesa. Pero llegaron más cosas. Entre otras, una relación con los centros de la ciencia medieval, por ejemplo París. Islandés fue el primer sacerdote escandinavo que estudió en la ciudad francesa. Llegó el conocimiento de la literatura latina medieval (y de algunas literaturas en las lenguas vernáculas) y algo de la literatura clásica latina. Así, los islandeses conocieron historias del mundo, historias de santos, de la Virgen, narraciones bélicas, etc., incluyendo algunas obras de ficción además de las puramente teológicas. Los islandeses tenían ya un considerable interés por la literatura, reflejada en la poesía, sobre todo la escáldica, de los siglos IX al XII; el género escáldico llegó a convertirse en una especialidad literaria de monopolio islandés: islandeses eran los escaldas que viajaban por las cortes escandinavas y en las Islas Británicas. También fue en Islandia donde más tiempo se conservaron las tradiciones literarias (y otras como las mitológicas) escandinavas, lo que explica que, por ejemplo, en época cristiana se siguieran componiendo poemas de tema religioso pagano. Con el cristianismo, el nuevo alfabeto y el nuevo conocimiento de otras literaturas empujaron aún más el gusto islandés por la literatura. Se empezó, como en otros lugares de la Europa medieval cristiana, a redactar historias de personajes sagrados; primero en latín, pero enseguida en islandés. Este paso, más rápido que en otros países europeos, a la lengua vernácula se vio favorecido por la ya mencionada tradición literaria oral y por dos peculiaridades islandesas: el mantenimiento de la lengua, sin cambios y prácticamente sin variaciones dialectales como consecuencia de la igualdad social, relativa pero mayor que en ningún otro país europeo, y el orgullo nacionalista, tan bien representado en las mismas sagas y, sobre todo, en muchos thaettir. Los islandeses tenían sus modos de vida, y entre ellos encajaba perfectamente expresarse siempre en su lengua, incluso para cosas que en otros sitios se hacían en latín.
Comenzó así una considerable actividad literaria en lengua islandesa, en los géneros usuales de la época. A veces traducciones, pero sobre todo creaciones propias, y en todos los terrenos. Había historias del mundo e historias de los países (por ejemplo la historia de Britania de Beda el Venerable, bien conocida en Islandia) y los islandeses quisieron escribir también su propia historia. Como ésta era muy reciente, había dos posibilidades: contar la breve historia de Islandia, especialmente los sucesos que rodearon su descubrimiento y su colonización, o narrar la historia de Noruega, país del que procedían la mayor parte de los colonizadores; como la historia de un país era la historia de sus gobernantes, de sus reyes, la historia de Noruega, primer capítulo de la de Islandia, se convirtió en las historias de los reyes de Noruega.
Y los islandeses trabajaron por todas estas vías: redactaron historias de la Virgen, de santos extranjeros, pero también de sus propios obispos, popularmente santificados; redactaron historias de los reyes noruegos, en su conjunto o individualmente y también narraron la colonización de su propio país. Estos libros se escribían a la manera de cómo se hacía en otras partes: recurriendo a las fuentes, que en Islandia eran casi exclusivamente orales al principio; cuando hubo ya un corpus literario e histórico importante, lo que sucedió enseguida, a esas fuentes orales se unieron las escritas, no sólo islandesas, sino también extranjeras. Surgieron así, primero un breve «Libro de los Islandeses», del sabio Ari Thorgilsson, siglo XII, luego sucesivos «Libros de Colonización», anónimos algunos, de autor conocido otros; se escribieron historias como las llamadas «Sagas de Obispos», resúmenes de la historia de Noruega como el «Ágrip» («Resumen»), historias del rey noruego Olav Haraldsson el Santo, etc. Podemos decir que esta tradición culminó con una magnífica obra historigráfica: las «Historias de los Reyes de Noruega» o «Heimskringla» de Snorri Sturluson, importantísimo político y escritor islandés del siglo XII-XIII.
La Heimskringla es llamada así por las primeras palabras del texto: «El círculo del mundo…», heims kringla en islandés. Se trata, para muchos, de la mejor obra de su estilo en el medievo europeo; es un libro extenso, que trata las vidas de los reyes noruegos desde sus orígenes míticos; su gran valor histórico va parejo con su excepcional interés literario. Un elemento que llama la atención en toda esta literatura islandesa, incluida la obra de Snorri, es la ausencia, comparativamente con las tradiciones del resto de Europa, de ingredientes fabulosos. Los islandeses, realistas y pragmáticos, llevaban el realismo a sus obras históricas, sometiendo sus fuentes a una criba crítica y rechazando todo lo que parecía increíble o improbable.
Lo más plausible parece ser el ver en todo esto el origen de la saga: igual que se escribían las vidas de los grandes personajes extranjeros, por ejemplo de los reyes noruegos, se podían componer biografías de los grandes personajes islandeses. Como en Islandia no había nada que pudiera compararse directamente con las aristocracias europeas, también escandinavas, había que otorgar su grandeza al personaje en virtud de sus hechos. Todo consistía, por tanto, en escribir vidas de islandeses notables del mismo modo que se escribían las de extranjeros destacados. Así, junto a las vidas de santos, de obispos y reyes, aparecen las de islandeses.
Esto servía para poner de relieve la importancia de la nación islandesa: un pueblo se medía entonces por la grandeza de sus individualidades. Por otra parte, en la época en que se escribieron las sagas, había considerables tensiones con los reyes noruegos, que deseaban convertir a la isla en simple estado vasallo, privándola de su ya secular independencia. La lucha contra los afanes expansionistas noruegos prosiguió hasta la definitiva absorción en el siglo XIV y la literatura servía también aquí de arma política. En muchos thaettir, por ejemplo, y en algunas sagas importantes también, encontramos claramente reflejado el antagonismo noruego-islandés.
Las sagas de islandeses transcurren en la época heroica de la isla, pero también hubo sagas de contemporáneos, que trataban los acontecimientos de la misma época de redacción o poco antes. No se trataba de simples crónicas, sino de historias noveladas donde no sabemos siempre qué es cierto y qué inventado. Es decir, pese a la diferencia cronológica de su acción con las sagas de islandeses en sentido propio, guardan con éstas una estrechísima relación.
Podemos suponer que las sagas de islandeses se compusieron como otras obras cultas de la época, no sólo en Islandia: un autor, muy a menudo un monje, otras veces alguien relacionado de algún modo con un monasterio, otras veces un importante personaje político, escribía «ex ovo» la historia de un personaje anterior, que normalmente había sido antepasado suyo o, simplemente, había vivido en su región o en aquella en la que residía el autor. Para hacerlo utilizaba todas las fuentes posibles. Sin duda, fuentes orales, no sólo historias sino también recuerdos, anécdotas, etc., transmitidas de generación en generación. Pero también fuentes escritas: listas genealógicas, los libros de la colonización, otras sagas y otras historias: no podemos olvidar que la acción se sitúa en época ya lejana para el autor, y que tenía que asesorarse bien sobre los sucesos históricos. Con todo ello y tras un proceso de crítica de las fuentes en el que se rechazaba todo lo increíble para la época, casi todo lo maravilloso y buena parte de lo fabuloso, se redactaba la obra siguiendo un plan previo del autor. No se trata, por tanto, de narraciones orales pasadas al pergamino, sino de obras literarias escritas.
Esto nos obliga a plantearnos las cuestiones que parecía explicar la teoría oral: el carácter histórico, las variantes, el por qué del anonimato de sus autores, etc.
En cuanto al carácter histórico de las sagas, podemos distinguir dos cuestiones: en primer lugar cómo explica la nueva teoría la indudable historicidad de buena parte de las sagas; en segundo lugar, hasta dónde llega realmente esa historicidad.
Desde luego, decir que las sagas no son simples plasmación escrita de una tradición oral secular inalterada no quiere decir que carezcan de todo valor histórico. Porque, en último término, parte de las fuentes utilizadas para escribirlas sí tienen ese carácter secular inalterado al que nos hemos referido. Una parte de la numerosísima información de carácter histórico que se nos proporciona parece indudablemente fiable, precisamente porque se apoya en fuentes anteriores. Pero, al tratarse de obras creadas por un autor determinado con fines sobre todo literarios, mucho más que históricos, aparecerán también muchas cosas carentes de realidad histórica.
Así, en numerosas sagas, entre ellas la de Gunnlaug Lengua de Víbora, encontramos temas, motivos y personajes sospechosamente repetidos: el joven que debe viajar al extranjero a fin de hacer méritos para casarse con su amada, y que es engañado por un amigo que se convertirá en marido de aquella; la lucha singular con un berserk amenazante; se trata de dos motivos que aparecen en sagas aparentemente no relacionadas entre sí. El primero de ellos, para poner sólo ese ejemplo, reaparece en varias vidas de poetas y parece que se ha convertido en tema literario obligado para este subtipo especial de sagas.
En estas condiciones, parece que una parte al menos de los hechos que se narran en las sagas no son históricamente ciertos. El autor podría inventarse aventuras, peripecias, personajes, pero también podía tomarlos prestados de otras sagas u otras obras literarias o simplemente de las convenciones literarias de la época. Un ejemplo claro de todo esto es la aparición de los poemas escáldicos en las sagas. En el prólogo a su Heimskringla, Snorri explicaba que una de las fuentes más importantes y más fiables para conseguir información histórica veraz y objetiva eran las composiciones de los escaldas o poetas cortesanos. Decía Snorri que, como los poemas se recitaban públicamente en presencia del rey y de su corte, era impensable que en ellos se narraran hazañas inexistentes o que se exagerara demasiado, porque ello se consideraría burla y no alabanza.
Estos poemas escáldicos nacieron hacia el siglo VIII y IX y, como ya hemos dicho, se convirtieron con el tiempo en casi monopolio islandés. Se transmitían oralmente, lo que se veía muy facilitado por su misma estructura métrica estricta y con aliteración, rimas internas y en ocasiones externas, utilización de paráfrasis muy complejas, especie de metáforas llamadas «kenning» y una sintaxis y, en general, una dicción poética muy peculiares. En Islandia, este tipo de poesía se resistió durante mucho tiempo a la influencia de la poesía de origen e inspiración europea continental y llegó a utilizarse incluso para la composición de obras de carácter cristiano. Prácticamente sin modificación de ningún tipo, estos poemas se conservaron hasta que, en la época de creación de las sagas, pasaron a fijarse por escrito. Su valor histórico es, por tanto, elevado y las observaciones de Snorri parecen hoy todavía válidas en buena parte.
Prácticamente casi todas las sagas incluyen poemas escálidicos para glosar situaciones, hazañas, etc. Se trata de un resto de su origen como derivación de las obras de carácter historiográfico. En general, se considera que la aparición de esas composiciones son una especie de garantía de por los menos una buena parte del contenido de las sagas.
Sin embargo, la cuestión no es tan sencilla. Porque se ha podido demostrar que algunas de las composiciones que aparecen son falsas: en unos casos se trata de falsas atribuciones, por ejemplo a Gunnlaug Lengua de Víbora se le atribuyen algunos poemas de otro escalda anterior, al que también se le dedicó una saga, redactada antes de la de Gunnlaug: Kormak. En otros casos se trata posiblemente de poemas compuestos para la ocasión por el mismo autor de la saga; es le caso, entre otros, de algunos poemas que se dice, en la Saga de Egil Skallagrimsson, que fueron compuestos por su autor a los tres años de edad. Igual que el escritor contemporáneo de novelas históricas puede inventarse documentos, libros y demás, el autor medieval de la saga podía inventarse, si lo consideraba útil o conveniente, alguna estrofa escáldica para dar así un tono más histórico a su narración.
Por otra parte, aunque la cronología de las sagas no está del todo clara, parece que las primeras contenían un número mucho mayor de estrofas escáldicas y que, según pasaba el tiempo, éstas iban siendo menos numerosas, hasta llegar a la composición de sagas que, como la de Hrafnkel, no tenían ninguna o bien otras sagas como la de Njál, que tenían muy pocas. Es decir, parece que según fue pasando el tiempo predominó cada vez más claramente el elemento de ficción y fue perdiendo importancia el aspecto histórico. Esto sería una evolución lógica a partir del origen de las obras de carácter historiográfico: las sagas empiezan como historias noveladas para acabar prácticamente en novelas de ambiente histórico.
De manera que las sagas tienen una parte de verdad pero otra, tanto o más importante, de simple ficción. Pueden seguir utilizándose como fuentes históricas, pero no considerarlas como historias verdaderas al cien por cien, como pretendía la interpretación romántica.
Nuestro segundo problema es explicar las variantes entre diversas versiones de las sagas. Se trata de una cuestión muy compleja en la que no podemos entrar en detalle. Señalaremos tan sólo que los manuscritos de sagas que se poseen son, además de muy numerosos, de muy diverso carácter y antigüedad. En general, no los hay de la época de redacción, es decir, no se trata de los manuscritos originales, no son autógrafos de los autores. Además, los manuscritos son a veces completos y a veces fragmentarios, en ocasiones se recogen las sagas completas y en otros casos sólo partes de ellas. Teniendo en cuenta que las sagas se copiaban y recopiaban, se compraban, vendían, prestaban y hasta robaban, y ello desde la época de su redacción hasta prácticamente el siglo XIX, no puede resultar extraño que aparezcan variantes, incluso considerables.
El tercer problema es el del anonimato de los autores. Era perfectamente explicable en el caso del origen oral. En realidad el anonimato es algo peculiar de la literatura medieval, aunque probablemente menos de lo que tradicionalmente se ha pensado; ese anonimato era menor en las obras científicas, pero frecuente en las puramente literarias. En Islandia conocemos autores de obras de la primera clase: Snorri Sturluson o Ari el Sabio, por citar sólo dos. Además, teniendo en cuenta lo dicho sobre los manuscritos, parece lógico que no se recogieran de un manuscrito a otro, detalles realmente secundarios como el nombre del autor, que no le decían prácticamente nada al campesino islandés varios siglos después de que la saga se hubiera redactado.
En cuanto al estilo, indiscutiblemente más propio de lo oral lo conversacional o incluso coloquial que de lo escrito, parece incluso una razón más a favor de esta teoría: resultaría difícil memorizar, por ejemplo, los extensos pasajes dialogados de sagas como las de Hrafnkel o la de Njál. Por otra parte, podemos observar un contraste con el estilo, mucho más barroco, calcado a veces del latín, de otras narraciones como las vidas de obispos. Las sagas de islandeses, que trataban de personajes populares, conservaban el estilo popular: se escribía como se hablaba, posiblemente, aunque no podamos saber si se trata de algo buscado o del resultado de una falta de tradición suficiente en la producción de obras literarias escritas. Además, sin embargo, en el estilo de las sagas encontramos mucho de convencional, tomado de modelos diversos, incluso no islandeses.
Centros de producción de las Sagas.
Son fundamentalmente regionales, tanto por sus personajes como por sus autores, como ya hemos visto. Se pueden establecer grupos de sagas por la región en que se desarrollan, que suelen coincidir además con las regiones donde se encontraban los centros de enseñanza en torno a los cuales se escribieron.
Existen, así, sagas de la región del fiordo de Borg, como la de Gunnlaug o el thattr de Gisl Illugasson, pues sus personajes proceden de esa región donde se asentaron sus familias de las que luego procederían personajes tan importantes como Egil Skallagrimsson, el mismo Gunnlaug o, más tarde, Snorri Sturluson. Es decir, se escribieron ciclos completos de sagas, muchas de las cuales se han perdido, sobre las grandes familias de cada región de Islandia.
Los centros de producción de las sagas coinciden aproximadamente en unos casos, exactamente en otros, con las regiones de desarrollo de las mismas. En Islandia, como en otros sitios, fueron los monasterios los grandes centros literarios. Pero, a diferencia de otros lugares de Europa, en ellos no se redactaban sólo obras de carácter religioso, sino que se prestaba gran atención a las obras profanas: si los autores fueron en muchos casos los mismos monjes, éstos sabían separar perfectamente las dos facetas de la vida. Unas veces trabajaban como hombres de la Iglesia, otras como literatos islandeses, aunque en ocasiones, como en la Saga de Hrafnkel, supieran unir hábilmente ambos aspectos, creando obras de inspiración cristiana, muy probablemente con fines edificantes, siguiendo el estilo de las obras puramente seculares de entretenimiento. Hoy día se presta cada vez más atención a la influencia del cristianismo sobre las sagas y en varias de ellas se cree ver una clara inspiración religiosa, magistralmente combinada con la descripción precisa de las aventuras, las instituciones y el modo de vida de los islandeses de época pagana.
Centros islandeses de erudición, enseñanza y religión a la vez que de producción literaria fueron los obispados de Skálholt, en el sur de la isla y de Hólar, en el norte; centros de enseñanza como el de Oddi, donde se formó Snorri, estaban estrechamente unidos a ellos. Monasterios, de los que había muchos en el país, como los de Mödruvellir, en el norte, Helgafel en e oeste, Vídey en la región de Reykjavík, etc., tienen una importancia fundamental para comprender la aparición y el desarrollo de las sagas.
Las épocas de las Sagas.
Se desarrollan entre los siglos IX y XI, en la que podemos llamar época heroica de Islandia. Esto sirve para diferenciarlas de otro tipo de obras llamadas también sagas: las de obispos y de familias contemporáneas, que pertenecen a la época cristiana; las de la antigüedad, cuyos personajes vivieron antes de la época heroica: desde el siglo IX hasta los principios de la epopeya germánica, como la Saga de los Volsungos, que desarrolla temas que reaparecerán en el Cantar de los Nibelungos alemán y que se remontan al siglo V o incluso antes.
La época en que se produce la acción de las sagas es muy distinta a la que ve su nacimiento: en los siglos IX al XI, Islandia era una sociedad germánica-escandinava tradicional, pagana, aunque sometida ya a considerables tensiones que desembocarán, hacia el año 1000, en la conversión oficial del país al cristianismo, por decisión mayoritaria de la gran asamblea o thing. No se trata de una lucha religiosa, sino fuandamentalmente social y cultural: la sociedad pagana tradicional iba estando cada vez más influida por la cultura y la vida económica y política de los estados europeos.
En la época heroica en que se colonizó Islandia y su población fue creciendo y se formaron las instituciones y se desarrolló el carácter peculiar de lo islandés frente al resto de lo escandinavo, tenemos todavía las principales características de lo que era la sociedad germánica primitiva, aunque en progreso de rápido cambio: una cierta igualdad social, sin que existiera una nobleza claramente destacada del resto de la población, mayoritariamente compuesta de hombres libres propietarios de tierras y de esclavos generalmente de origen céltico; instituciones democráticas como el thing, donde se reunían los hombres libres para impartir justicia, tomar decisiones políticas y modificar las leyes o hacer leyes nuevas; costumbres como la de viajar en verano al otro lado del mar, generalmente a la península escandinava y a las islas Británicas, para hacer comercio, participar en expediciones vikingas, visitar parientes, conseguir favores de los reyes o para ver mundo. Pero, sobre todo, una serie de principios y valores éticos y morales netamente paganos, en los que primaban la idean del destino, el valor personal como único medio de ser recordado como gran personaje después de la muerte, la hospitalidad, elemento fundamental en la sociedad tradicional, la fidelidad y la amistad a los familiares, amigos y jefes. Pero también cosas que ahora consideraríamos como antivalores: la capacidad de emborracharse sin medida, de ser cruel e implacable cuando parecía necesario, de elevarse por encima de los demás… antivalores que eran valores positivos para aquella época. Gran parte de esa ética, de esos principios morales y de comportamiento, se reflejan también en obras llegadas a nosotros desde la época pagana, como el Hávámal o Discurso del Altísimo, largo poema compuesto por aforismos, refranes y recomendaciones de conducta.
Un aspecto fundamental, imprescindible para entender buena parte de las sagas, es lo que hoy llamaríamos sistema penal. Cuando se producía un delito grave, generalmente una muerte, los familiares de la víctima podían optar entre pedir una compensación económica o vengarse en el culpable de la muerte o en algunos de sus familiares. En este caso era a su vez el turno de éstos, y podía producirse una cadena de venganzas sangrientas que llegaban a involucrar a un número considerable de personas en atentados, emboscadas y batalles campales. También se podía acudir al thing y hacer juzgar al asesino. En la asamblea se podía tomar la decisión de promover un acuerdo entre las familias afectadas estableciendo compensaciones económicas, o bien condenar al asesino al destierro; término éste, por otra parte, que no corresponde exactamente a la pena, pues no se trataba de la simple expulsión de la región o del país, sino que implicaba la indefensión absoluta del condenado de forma que cualquiera podía matarlo sin incurrir en responsabilidades y todos sus bienes podían ser incautados en manos de los familiares o amigos de la víctima y las actuaciones, aunque «legales», solían ser violentas. Si, como sucede en la Saga de Hrafnkel, el condenado tenía gran poder, podía resultar díficil, o imposible incluso, hacer efectiva la condena.
Las sagas se escriben fundamentalmente en los siglos XIII y XIV. Es una época fundamental en la historia de Islandia, y su terminación marca el fin de la independencia política y de la pervivencia de la tradición, aunque parte de ésta podrá sobrevivir en las aisladas granjas islandesas hasta mucho más tarde.
Islandia es por entonces cristiana desde hace varias generaciones, y los cambios que antes apuntamos habían culminado: sin llegar a crearse un ejecutivo central, todo estaba en manos de los jefes regionales, sucesores de los antiguos godar. Había conflicto entre éstos y los campesinos libres que habitaban en sus distritos, pero también entre los jefes y la Iglesia, pues aquellos habían querido perpetuar su poder religioso como «apéndice» del poder civil y la Iglesia, después de las reformas de Gregorio VII quería ser plenamente independiente en el terreno espiritual y, aún más, intervenía directamente en la vida política y económica. Se produjeron así guerras civiles que se prolongaron durante bastantes años. La isla vivía en un estado de total inseguridad civil, y el más poderoso abusaba sin escrúpulos de su poder y sus prerrogativas.
En esta situación, los deseos expansionistas de los reyes noruegos (y los daneses) encontraron terreno abonado. Participaron directamente en las luchas intestinas islandesas, y personajes como Snorri mantuvieron un equilibrio más que díficil entre el deseo de independencia nacional, la necesidad de estar en buenas relaciones con el rey noruego y la inevitabilidad del enfrentamiento con otras grandes familias islandesas. Tan díficil era ese equilibrio que el mismo Snorri murió asesinado por ello.
Pero, al mismo tiempo que se producían todos esos complejos acontecimientos, en Islandia florecían las letras. Desde el siglo XII se habían comenzado a componer obras islandesas y a traducir obras extranjeras, y los centros islandeses de enseñanza desarrollaban una considerable actividad, muy superior a la de otros países escandinavos como Noruega o Dinamarca, para no hablar de Suecia, recientemente cristianizada y donde aún no se había asentado definitivamente la nueva cultura y las nuevas formas de vida. De este modo, Islandia producirá una literatura magnífica, formada por las distintas clases de sagas, las obras historiográficas, las recopilaciones de leyes, las traducciones, etc.., al tiempo que se ponen por escrito poemas orales de época pagana como la Edda, compliación de antiguos poemas mitológicos y heroicos, o la ya mencionada poesía escáldica. El que todo esto suceda en una época de gravísima crisis interna y externa no deja de encajar en una pauta de carácter bastante universal.