Þrymskviða

(Cantar de Thrym)

Mucho irritóse Vingthor al despertar:
pues echó de menos su buen martillo;
se mesaba la barba el guerrero, y los cabellos;
comenzó a tantear el hijo de Jörd.

Y estas palabras dijo primero:
“Escúchame, Loki, lo que ahora diré:
nadie lo sabe en la tierra o el cielo,
al Aesir le han robado su hermoso martillo.”

Fueron al recinto de la hermosa Freyja,
y estas palabras dijo primero:
“¿Querrás, Freyja, prestarme tus plumas
para volar, y el martillo poder encontrar?”

Freyja dijo:

“Te lo daría, aun si fuera de oro,
te lo cedería, aun si fuera de plata.”

Voló entonces Loki, resonaban sus plumas,
hasta salir del Ásgard,
hasta llegar al Jötunheim.

Allí encontró a Thrym, señor de gigantes,
a sus perras ceñía con bandas de oro,
a sus corceles tundía las hermosas crines.

Thrym dijo:

“¿Qué es de los Aesir, qué es de los Elfos?
¿Por qué has venido solo hasta el Jötunheim?”
“¿Mal les va a los Aesir, mal les va a los Elfos,
¿Escondiste tú el martillo de Hlórridi?”

“Yo escondí el martillo de Hlórridi
a diez leguas bajo el suelo:
ningún hombre podrá sacar el martillo
a menos que me traiga como esposa a Freyja.”

Voló entonces Loki, resonaban sus plumas,
hasta salir del Jötunheim
hasta llegar al Ásgard.
Encontróse a Thor, sentado en la sala,
y estas palabras dijo él primero:

“¿Mereció la pena tan grande fatiga?
Dime enseguida qué son tus noticias.
Olvida las historias el que está sentado,
llega a la mentira el que está acostado.”
“Tan grande fatiga mereció la pena.
Thrym tiene el martillo, el señor de los gigantes,
ningún hombre podrá legar a sacarlo
a menos que le lleve como esposa a Freyja.”

Van a buscar a la hermosa Freyja,
y estas palabras dijeron primero:
“Cúbrete, Freyja, con tu velo de novia;
iremos los dos hasta el Jötunheim.”

Irritóse Freyja, resopló de furia,
tembló por su ira la mansión de los Aesir;
quebróse Brísingi su gran collar:
“de mí no has de hacer una mujerzuela
marchando contigo hasta el Jötunheim.”

A la reunión fueron todos los Aesir,
las Aesirinas también, todos hablaban,
discutían los dioses, las nobles potencias,
cómo habrían de encontrar de Hlórridi el martillo.

Dijo entonces Heimdall, el más blanco de los dioses,
– era el más sabio, como si fuera un Vanir – :
“Pongamos a Thor el velo de novia,
y que lleve Brísingi, el gran collar.”

“Se entrechocaron las llaves en su ceñidor
la ropa femenina cubra sus rodillas,
en el pecho pongamos piedra preciosas,
y con atención hagámosle el tocado.”

Dijo entonces Thor, el Aesir poderoso:
“Los Aesir, seguro, me dirán afeminado
si me dejo cubrir con el velo de novia.”

Dijo entonces Loki, el hijo de Laufey:
“Calla, Thor, tus palabras.
Conquistarán el Ásgard los fieros gigantes
si no recuperas tu fuerte martillo.”

Pusieron a Thor el velo de novia,
y Brísingi, el gran collar,
se entrechocaron las llaves, en su ceñidor,
la ropa femenina cubre sus rodillas,
en el pecho pusieron piedras preciosas,
y con atención hicieron el tocado.

Dijo entonces Loki, el hijo de Laufey:
“Yo iré contigo como tu sierva,
iremos los dos hasta el Jötunheim.”

Trajeron al punto sus dos chivos,
habrían de correr sujetos a la lanza;
retumban los montes, la tierra está en llamas,
marcha el hijo de Odín al Jötunheim.
Dijo entonces Thrym, señor de gigantes:
“Alzaos, gigantes, cubrid los bancos con paja.
Pues ahora me traen ara esposa a Freyja,
la hija de Njörd, desde Nóatún.”

“Tengo en palacio vacas con cuernos de oro,
bueyes endrinos, recreo de los trolls;
multitud de tesoros, multitud de collares,
mas Freyja tan sólo es lo que deseo.”

Llegó la noche pronto, enseguida,
y a los gigantes sirvieron cerveza;
comió, él solo, un buey y ocho salmones,
y las golosinas de las mujeres
bebió el esposo de Sif de hidromiel tres arrobas.

Dijo entonces Thrym, señor de gigantes:
“¿Dónde viste una novia morder con más fuerza?
Nunca vi una novia morder con más ansia;
jamás vi a una doncella beber hidromiel.”

La sagaz sierva se sentaba al lado,
encontró respuesta, le dijo al gigante:
“nada comió Freyja ocho largas noches,
tal su impaciencia por venir al Jötunheim.”

Se inclinó ante el velo, le quiso besar,
echóse hacia atrás, al fina de la sala:
“¿Por qué son tan fieros los ojos de Freyja?
Parece que de ellos surgen llamas ardientes.”

La sagaz sierva se sentaba al lado,
encontró respuesta, le dijo al gigante:
“No durmió Freyja ocho largas noches,
tal su impaciencia por venir al Jötunheim.”

Entró allí la abyecta hermana del troll,
y osóle pedir un regalo a la novia:
“Quita de tus dedos los rojos anillos
si quieres lograr mi amor,
mi amor y también mi favor.”

Dijo entonces Thrym, señor de gigantes:
“Traed el martillo, consagrad a la novia,
y poned a Mjöllnir en su regazo,
consagrados juntos, en nombre de Vár.”

Saltó el corazón de Hlórridi en su pecho
al reconocer el duro martillo;
mató a Thrym el primero, señor de gigantes,
a la estirpe del troll toda ella azotó.

Mató a la vieja hermana del gigante,
que osara pedir el regalo a la novia;
recibió un mazazo en vez de dinero,
un golpe de martillo, en vez de un anillo.

Así recuperó el martillo el hijo de Odín.

Traducir »